Capítulo 01.
A M U
Soltó un chillido de dolor al sentir como la aguja se encajaba en su dedo al momento de pasarlo por encima de la tela.
—¡Princesa! ¿Se halla usted bien, su majestad? —exclamó una criada mientras se movía alrededor de ella, como si girará en un eje. —¿Se ha cortado? ¿Ocupa que llamé al médico real? —quiso replicar que no era necesario, pero se vio impedida a hacerlo al ver como esta tomaba su mano y la envolvía con el pedazo de tela que anteriormente había estado bordando. —¡Alguien traiga al médico. La princesa se ha cortado y esta desangrándose!
Revoloteo los ojos fastidia al ver como todos los sirvientes se movían de un lado a otro gritando cosas que no lograba distinguir por el alborotó ocasionando, provocando que a los pocos momentos entrarán los guardias a la estancia donde se encontraba.
—Su realeza. —mencionaron todos mientras hacían una inclinación hacia ella. —¿Qué ha pasado?
Abrió la boca con la intención de mencionar aunque sea algo para que todos se calmaran, pero en vez de mejorar la situación simplemente la empeoró.
—¡Abrió la boca, no puede respirar! ¡Rápido traigan al medico! —gritó la misma chica que había ocasionado todo el escándalo actual.
Segundos después escuchó los pasos apresurados de unos tacones y miró con atención como el medico entraba gritando órdenes a los presentes. Se arrodilló frente a ella, hizo una inclinación, mencionó un par de cosas "científicas", y procedió a revisar su mano tirando aquella tela al suelo.
—Tendremos que cortarle la mano, su majestad. Tiene este pedazo de fierro enterrado en su dedo índice, por lo que es necesario quitarle su mano antes de que la infección se expanda por todo su brazo. —contuvo un gritó en sus labios al ver como sacaba un cuchillo dispuesto a cortar su muñeca. Cerró los ojos esperando lo peor.
—¿Qué esta pasando aquí? —abrió los ojos con satisfacción al observar como su hermano entraba a la habitación. —¿Se puede saber que piensa hacer, doctor?
Una expresión de alivio adornó su rostro al ver como el especializado en medicina bajaba de manera inmediata aquella cosa filosa y se levantaba de manera inmediata del suelo para luego tirarse encima de este sobre su estómago.
—Su gran y magnífica realeza, futuro emperador de nuestro reino. Grandísimo príncipe. —exclamaron todos una vez hecha la misma acción del médico, mientras movían sus manos de arriba hacia abajo. —¿A qué debemos su gran presencia en este lugar?
—¿Es enserio? —cuestionó el castaño con una ceja levantada y los brazos cruzados, antes negar con la cabeza y soltar un suspiro. —¡Los quiero a todos afuera de aquí en menos de cinco segundos, quiero estar a solas con mi hermana por unos momentos!
Soltó unas carcajadas al ver a todos salir corriendo por la puerta y cerrarla atrás de ellos. —; Kukai, no deberías de hacer eso. Siempre término riendo, —mencionó entre risas. —por cierto. ¿Qué te trae aquí?
—¿Qué, ya uno no puede venir a verte? —preguntó mientras se sentaba enfrente de ella y agarraba su mano lastimada. —Escuché a través de la servidumbre que el doctor pensaba cortarte la mano, y bueno. No puedo permitir que la princesa del reino tenga un defecto en ella. —soltó un leve quejido al momento en el que él mayor retiró la aguja de su dedo. —Pero no creas que todo quedará sin hacer algo, en algún momento nuestro padre se enterará y te quitara tus cosas de bordado, al igual que te quito las de musica y los libros de literatura.
—Lo sé, lo sé. —murmuró mientras hacia una mueca de dolor al sentir como el castaño le ponía alcohol en la herida. —Pero aun así tengo la esperanza de que no me los quité.
—Una esperanza que no te servirá de nada, —agregó el mayor. —ya sabés. Las mujeres no tienen derechos, y deberías agradecer por ser la hija del rey. Si no, tu destino sería otro. —contuvo las ganas de replicar, y lo vio dirigirse a la puerta. —Recuerda, antes de que se ponga el sol debes estar en la entrada principal del castillo. Hoy es la primera vez que saldremos al reino y debemos dar una buena imagen, hasta entonces.
Cerró los ojos al escuchar como la puerta se cerraba y permitió que una lágrima se asomara por sus ojos.
—Lo se, se que mi destino sería otro si no fuera de la realeza. —su voz se quebró. —Pero al menos sabría hacer algo, como limpiar la casa, hacer de comer, aprender a criar los hijos, convivir con mi madre y mi familia entera, y ser a cortejada por diversos hombres. Donde yo escogería uno y mi padre tendría que dar su aprobación, no como el destino que llevo de ser una persona muy delicada que no sirve de nada mas que para la unión con personas poderosas, donde mas bien soy solamente un adorno. —llevo las manos a su rostro cubriéndolo. —Un maldito adorno.
Lloró de manera silenciosa por unos minutos, antes de agacharse y recoger la tela que se disponía abordar desde el principio.
18 años, Princesa Real Souma Hinamori Amu.
La letra cursiva era hermosa ante su visión de aquel bordado, que le había tomado más de dos días en hacer. Lo que agradecía del reino era que le dejaran estudiar a todas las mujeres de los 5 a los 12 años, antes de suspender sus estudios para siempre.
Giró su cabeza hacia la derecha, donde ya hacia sobre su mesita de adorno, una carta donde le informaban que pronto vendría su prometido al reino para afirmar los tratados de poderes y territorios. Y eso significaba una sola cosa; dentro de unos meses contraria nupcias.
Ignoró la carta y se levantó de la silla, encaminándose con su pedazo de tela mal hecho hacia su habitación donde sería arreglada para salir del castillo, y haría todo lo posible para que no descubrieran que aquella tela en realidad era un pañuelo que ella pensaba darle al hombre que la cautivará antes de su matrimonio. Si, seria una completa locura si alguien aparte de ella se enteraba de su pañuelo, porque las cosas no terminarían bien. No para ella, pero aun así tenía la esperanza de conocer al verdadero amor y no uno de compromiso.
»Dulce-chan Fanfics.«
La cara le dolía sin duda alguna, y todo por estar mantenido aquella sonrisa en su rostro por varias horas.
—¿Has visto? —su atención fue completamente capturaba por el murmullo de unos ciudadanos a su alrededor. —Ella tiene por completo el aspecto de su madre. Y no habló de la actual la reina, porque todos sabemos que el único hijo de nuestra soberana es el príncipe Kukai. —evitó mostrar la molestia en su cara, ella ya sabía esa historia pero aun así no podía evitar escucharla. —Nuestro rey después tener nupcias con el último reino y tener su primer hijo, tuvo un amorío con su primer e único amor; La única hija de los duques Hinamori, con la cuál él pensaba convertirla en su segunda esposa. —contuvo el aliento al recordar lo que pasaba después. —Todo iba bien, tuvieron a la princesa momentos después de casarse, pero lo que pasó a continuación nadie se lo esperó. La reina del corazón de nuestro rey, había decidido hacerle una visita a sus padres llevando a su hija con ella pero no contaba que su amante la matará, donde nada mas sobrevivió princesa.
—Que grandisima hija de perra era la segunda esposa de nuestro señor. —contuvo con todas sus fuerzas el impulsó de quererse voltear y contraatacar a la persona que había hecho ese comentario de su madre. —Fijarse que tener un amorío con otra persona estando ella casada con nuestro rey. Se mereció esa muerte, aunque debió llevarse también a su bastarda. ¿Te imaginas que le haga lo mismo a su esposo esta princesa?
Mentira. Eso no había ocurrido, su mamá amaba sobre todas las cosas a su esposo.
—Vaya, al parecer los plebeyos crearon un final diferente de mi otra madre. —escucho susurrar a Kukai a su lado. —Que muertos de hambre, ¿no, Amu?
—Si. —afirmó con la voz ronca. Pero no podía culparlos de alterar la historia, ya que nadie aparte de la familia real sabían la verdad sobre ello. —Que muertos de hambre.
