Disclaimer: No hay escena alguna en el canon donde Harry le esté chupando la polla a Tom así que esto es fanfiction, puro y duro fanfiction, por lo tanto nada de esto es con fines de lucro y mucho menos intento pasar por míos los personajes de la saga.
Este fic va como regalo sorpresa a mi hermosa waifu Mizah, porque me gusta regalarle cosas, también a Cami que anda por allí insistiendo que le muestre el lemon para comprobar que no tengo mente de niña de cinco años, y también para mi cñora madre G. Mauvaise, porque mi primera escena hard de verdad tenía que estar dedicada a ella.
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R O J O
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El olor a alcohol le llega a la cara igual que las torres de papeles por firmar que cada mañana encuentra en su escritorio, o la vacía amenaza de Bellatrix de cortar la relación si no empieza a poner un poco de su parte; y es que es complejo, no porque no la quiera, Dios sabe que quiere a esa mujer con locura, pero no de la manera en que ella espera que lo haga ni la manera que debería ser la correcta entre una pareja joven y estable. Entonces Tom se sienta en la barra, fatigado, estresado y todos los sinónimos posibles de aquellas dos palabras, y lo único que hace Lucius es enfadarle más por dentro con ese vómito verbal sin sentido que tiende el hombre a hacer cada vez que lo ve, hasta que decide bloquearlo permanentemente de su campo de visión.
Y cuando está sosteniendo su primer shot de la noche, como un vulgar y mediocre bebedor de clase media que no puede permitirse un trago más fino, acorde a sus estándares, se permite cerrar los ojos por un momento y respirar. Respira porque la noche en realidad no luce mal, quizá porque él no quiere que luzca mal, quizá porque sólo quiere relajarse y no llegar a casa donde Bella le espera con unos buenos insultos en la boca, menospreciando sus habilidades en la cama, ignorante que ella no le enciende en lo absoluto y las únicas veces donde logra hacerlo sentir caliente es cuando le pone demasiado picante a la comida.
Piensa en eso todavía, tratando de evocar algún sentimiento de excitación recordando los grandes senos de Bellatrix, sus caderas anchas y su cara perversa, cuando la atmósfera en el club cambia tan rápido como él de calzoncillos, las luces se hacen más tenues y los silbidos de ansiedad aumentan. Es momento que el salvaje chico de rojo aparezca en toda su gloria, con su cuerpo delgado y piernas largas, y se luzca como cada viernes en el local. Calienta pollas, solía decirle Tom con desprecio en la boca, y todavía sigue llamándole así pero el desprecio ya no está presente, reemplazado por un tono que le avergüenza y nunca desea mencionar.
Es ahí donde finge que su pulso no aumenta cuando ve que el chico lleva el traje rojo, igual que siempre, rojo como la mirada de Tom, rojo ardiente que lleva a Tom al infierno con sólo un beso y un toque en el pantalón. Y es ese mismo rojo el que ciega su visión por diez minutos y cinco segundos exactos, luego de un tercer shot y una herida en el labio de tanto morderse. Ese rojo luego lo devuelve al mundo real, quizá no tan real, donde está parado y tembloroso junto a una pared de piedra mirando a Harry Potter arrodillado y lamiendo su entrepierna por encima de la tela de sus jeans, las manos traviesas del chico vagando por sus piernas y subiendo hasta la cinturilla de su pantalón, está tan caliente que puede explotar, para bajarlo al tiempo que baja también sus bóxers Calvin Klein.
El chico se queda mirando su polla, ahí, en el frío de la noche, la cabeza de un tono rojo apenas asomando del prepucio, y lo mira a él antes de sonreír de esa manera que causa que el estómago de Tom suba y baje por su garganta, le enloquezca la cabeza cien veces y más. Luego se inclina e inhala, acaricia con la punta de su pequeña nariz, jugando como si no supiera que Tom necesita que se la chupe ya y sin rodeos; el problema es que sí saben, lo sabe muy bien pero bromea, lo hace sufrir esperando que comience ya. Y es en medio de ese deseo ardiente que Harry exhibe su lengua traviesa, la hace relucir y la obliga a lamer todo, testículos y polla incluida, tan necesitado de aquello como Riddle, que ha esperado toda una semana para poder volverlo a ver y sentir su boca en su pene, olvidar el resto del mundo, simplemente sentirlo.
Harry entonces hace eso, le da esa mirada hambrienta y lujuriosa, sus ojos verde esmeralda brillando de puro sexo y ganas de que le muestre su lado más dominante, ese que le encanta ver, y Tom obedece llevando sus dedos a las hebras negras de Harry, forzándolo a abrir la boca, quizá no tanto, y le mete su polla hasta el fondo de su garganta, hasta que ya no puede más. A Harry le encanta, le encanta que le extienda la boca, le abra la mandíbula y le provoque esas ligeras náuseas, porque es una puta regalada pero sólo con Tom, sólo a Tom le permite que le destroce por todos lados si quiere, entonces respira por la nariz y permite que Tom esté hasta lo más profundo de su ser, saboreando el pre-semen en su lengua, abriendo paso para que esa polla le joda por completo tal como le gusta.
A Harry le encanta saber que Tom le necesita, y Tom sabe que a Harry le gusta duro, duro e intenso en un callejón frío mientras Harry se toca por encima del pantalón y deja que usen su boca como un agujero. Y espera pacientemente, húmedo, caliente, a que Tom se descontrole por completo y las embestidas se vuelvan irregulares, azotando su garganta en segundos, haciendo lagrimear sus ojos de la manera que más le gusta.
Tom no lo decepciona.
Agarra los mechones oscuros de Harry con más fuerza, gruñidos roncos escapando de sus labios resecos, fuerza sus caderas y se deja ir, espeso contra la garganta de Harry, quien está listo para recibirlo, está más que gustoso de tomar todo su semen, esa es su función desde el comienzo, tragar el semen de Tom, como una pequeña puta chupa pollas hambrienta.
Finalmente Tom mira al cielo, respirando, tratando de regular su respiración, y luego mira a Harry, sonrojado y arrodillado en el suelo, gotas de sudor cayendo por sus mejillas, entonces le acaricia el rostro y le insta a que se levante. No le da ningún asco besarlo, no le causa repugnancia alguna probar su propia esencia porque viene de la boca de Harry, ni siquiera se para a pensar en sus jeans allá por sus tobillos ni que su pene ahora está flácido. Lo único que le preocupa en esos instantes infinitos, donde el mundo parece detenerse sólo para ellos, es la voz de Harry murmurando contra sus labios.
—Te amo.
Tom no lo duda, sabe la respuesta, y no le causa temor decirla. No tiene miedo ni arrepentimiento, simplemente lo dice y pone el corazón en bandeja de plata con sólo dos palabras.
—Yo también.
Y Harry sonríe. Tom también.
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