La suave y refrescante brisa de septiembre le agitaba el oscuro e indomable pelo mientras seguía asomado por la ventana mirando cómo el andén se volvía cada vez más difuso y con él, un millar de rostros, que junto al de su padre, desaparecía bajo el humeante vapor del tren.
De repente, alguien le apoyó una mano en el hombro haciéndole salir de sus pensamientos y volver al interior del compartimiento.

-No te preocupes Al, si te sirve de consuelo, yo también estoy nerviosa -la cara de Rose la delataba. Estaba más que nerviosa. Casi asustada.
-No estoy nervioso. Ya no -las reconfortantes palabras de su padre le habían tranquilizado -estoy seguro de que no iré a Slytherin. Aunque tendremos que esperar a ver en qué Casa nos pone el sombrero. Parece mentira que aún sobreviva después de tantos años. Sin mencionar que fue quemado ¿lo sabías? James dice que estaba destrozado, aunque papá me ha dicho que ahora está como nuevo, al parecer algunos elfos se encargaron de reconstruirlo -le susurró.
-¿Y tu crees a James?
-No, claro que no. De todas formas, si es mentira lo comprobaremos esta noche ¿no? Y si es mentira que está roto....
-Llevas razón -Rose no se fiaba de James para nada. Su primo era demasiado bromista como para creer todo lo que saliera por su boca. Algún día alguien le daría su merecido. Algún dia.
-Y... ¿en qué Casa te gustaría estar a ti? -era raro, pero Rose nunca le había hablado de eso. Seguramente estaría igual de preocupada que él.

Rose se estiró en el sillón de su compartimento en el que sólo estaban ellos dos. Se enrolló en un dedo un mechón de su brillante y pelirrojo cabello, mientras con una mueca de completa inseguridad se mordía el labio inferior levemente.
Si, está nerviosa, está claro. Menos mal, no soy el único.

-Aún no lo he pensado. Y lo cierto es que me da igual. No tengo preferencia por ninguna casa en particular -¿habría sonado convincente? seguro que no, esperaba que no se diera cuenta.
-Pues deberías ¿sabes? Sería muy poco recomendable que te tocara en Slytherin. Ya sabes lo que dicen todos...
-Eso es una tontería descomunal Al, tu hermano está en Slytherin y...
-¿Ves? Ahí tienes la prueba -cerró los ojos complacido como si con ese argumento Rose debiera tener bastante.
-... eso no tiene nada que ver. Además ¡te podría tocar en cualquiera! El Sombrero es sabio ¿sabes? Él sabe dónde debe estar cada alumno.
-Me niego a estar en Slytherin ¿sabes que se cuenta de Slytherin verdad? Tus padres seguramente te lo han contado.
-Si, me lo contaron hace tiempo....
-¿Y sigue dándote igual estar en cualquier casa? ¿Incluida Slytherin? -era obvio que Albus estaba empezando a enfadarse.
-Albus, ya sabes que eso fue hace mucho tiempo. En Slytherin ya no hay diferencias entre los sangre limpia y los mestizos. ¡Todo ha cambiado desde aquello!
-Vale, vale. Tu misma si quieres ir ser uno de ellos -el chico se dio la vuelta hacia la ventana en la que se reflejaba su ceño funcido sobre sus profundos ojos verdes, tan claros en esa ocasión como el mar en un día de tempestad. No entendía cómo Rose no veía todo lo que él tenía claro desde que tenía uso de razón.
-No es que quiera.... mira, da igual -y ella también se dió la vuelta, pero hacia la puerta del compartimiento igual o más enfadada que su primo.

Dos vagones más hacia la máquina, un chico de pelo rubio y ligeramente alborotado estaba sentado entre otros dos que discutían,cómo no, de la elección del Sombrero.

-...ni hablar! Yo no iré a Hufflepuff. Estoy convencido de que estaré en Ravenclaw -y con una sonrisa de satisfacción miró al joven que estaba entre ellos.
-Pues yo quiero ir a Slytherin....

Una punzada atravesó al chico, que dió un respingo mirando al frente. Slytherin.... Había chicos confusos ante la perspectiva de la elección de Casa, unos más que otros. Pero él estaba por encima de todos con diferencia. Un linaje de Slytherins desde antepasados a los que ni su abuelo recordaba. Slytherin. Siempre. Y a estas alturas, su miedo por no acabar en esa Casa le hacía pensar en qué sería de él si verdaderamente el Sombrero le pusiera en otra distinta.

- ....toda mi familia es de Slytherin. Y claro, yo iré también -terminó orgulloso mientras miraba al resto de chicos sentados en el sillón de enfrente.
- Idiota... eso no tiene nada que ver.... -susurró el chico indignado ante esa afirmación como si la pertenencia de una familia a una Casa concreta garantizara su asignación en ella de todos sus descendientes con un chasquido de dedos.
-¿Perdona? ¿Has dicho algo? -Edward Fisher, le conocía. Según su padre, era hijo de uno de los mejores exportadores de escobas voladoras de competición.
-Nada que te interese -y se levantó, sacó unos cuantos sickles de su bolsillo y salió por la puerta del compartimiento. Menuda panda de imbéciles.

Tenía un hambre incomprensible. Seguramente debido a los nervios. Si, también él estaba nervioso. De repente, el carrito de chucherías apareció por el pasillo seguido de algún que otro alumno que pretendía saciar los nervios como él. Tras un "bote degrageas Bertie Bott" y algunos "dulces de leche saltarines"le tocó su turno.

-Hola muchacho, ¿te puedo servir algo? -la anciana que llevaba el carrito hubiera podido decir el apellido del chico, los rasgos de su cara y su pelo casi albino eran inconfundibles. Había visto pasar por el tren a tantos Malfoys que los reconocería con los ojos cerrados.
-Erm.... pues.... un par de ranas de chocolate y pastel de calabaza, gracias.
-Aquí tienes hijo -le sonrió mientras le entregaba las cosas que había pedido.
-Muchas gracias -y le entregó los cinco sickles que la anciana le había pedido a cambio. Volvió por donde había venido. Pero no le apetecía entrar de nuevo a sentarse con ese par de imbéciles. Slytherin.... Suspiró sonoramente.

Dio media vuelta y se asomó a la ventana, por la que entraba el aire ahora un más cálido, justo enfrente de la puerta tras la cual esperaban entre carcajadas no muy decentes, el grupo de chicos con el que se había sentado durante el viaje. El sol estaba justo encima del tren, debían ser alrededor de las dos de la tarde. Quizá más. Otro suspiro.
¿Habrá algún compartimento vacio? Seguramente no, pero merecía la pena buscar antes de volver a aquel.
Se asomó puerta por puerta, pero nada. Todos estaban llenos, algunos con seis alumnos o más, otros con solo dos.

-Mierda -el susurro fue casi inaudible, pero suficiente para que llegara a oidos de algunos estudiantes que le miraron mientras resbalaba hasta el suelo por una de las paredes del tren.
-¿Estás bien? -una chica rubia con el pelo por la cintura y ataviada con el uniforme de la Escuela, se agachó a su lado.
-Si..... creo. No es.... -se fijó en una reluciente "P" que llevaba en el pecho, junto con el escudo de Hufflepuff -...nada.
-De acuerdo. Pero si tienes algún problema no dudes en avisarme. Estoy en el vagón de los prefectos -la chica le guiñó un ojo y tras levantarse infinidad de mechones de sedoso pelo rubio siguieron el camino que marcaba su propietaria para seguir recorriendo el pasillo del tren controlando a los alumnos de primero, demasiado asustados antes de llegar a Hogwarts y vigilando a los que comenzaban a alborotar a los demás.

Verdaderamente era un alivio que alguien se fijara en él entre tanta gente. A pesar de ser hijo único, su padre no le prestaba la suficiente atención -según él, claro-. Le habría agradecido a sus padres que le hubieran dado un hermano. Se sentía demasiado solo. En algunas ocasiones.
De repente, al fijar la vista, se dio cuenta que la luz era mucho menos radiante, menos brillante. Se estaba haciendo de noche. A saber las horas que había pasado ahí. Debía volver.
Por los pasillos ya se escuchaban a los prefectos indicando al resto de estudiantes que se fueran poniendo las túnicas, pronto llegarían a la estación de Hogsmade y minutos después estarían ante las puertas de Hogwarts por fin. ¿Por fin? ¡Lo que quiero es salir de aquí! Demasiado tarde...
Se levantó y volvió al compartimiento donde sus compañeros ya se habían puesto las túnicas.
Iré a Slytherin, Slytherin...En voz baja intentaba decirlo con más fuerza de la que le permitían sus pensamientos, convenciéndose a si mismo, imaginando que estaba bajo el Sombrero, Slytherin, ¡Slytherin!
Y por su lado pasó Edward con una cara que no parecía otra cosa que ¿desprecio?
Soy un Malfoy joder, paso de las miradas de este niñato.No muy convencido de eso, se puso su uniforme y junto al resto de compañeros de viaje fue bajando el pesado baúl de madera y la lechuza parda alpina que su abuelo le había regalado y se preparó para bajar del bullicioso tren.

Albus y Rose habían recogido sus cosas y ya estaban en el pasillo preparados para bajar. De repente, el tren silbó y con un ligero vaivén, el comenzó a frenar. Habían llegado. Albus asomó la cabeza por una de las ventanas, no sin dificultad a causa del ir y venir de los últimos rezagados. Quería guardar el momento en el que llegaba a Hogsmade, el único pueblo completamente mágico en toda Gran Bretaña, para el resto de sus días.

En el andén les esperaba una figura enorme, de la que a penas se distinguían los rasgos a causa de la oscuridad que la noche había arañado a la tarde y que, sin duda era el guardabosques al que Albus tan bien conocía y tantas tardes había visitado a sus padres para tomar un té, esperando para conducir a los de primer curso hasta el gran Castillo.