Sinceramente puedo afirmar que al momento de entrar en aquel lugar no estaba del todo bien. Corría calle abajo, huyendo de alguien a quien amaba, con mi rostro lleno de lágrimas y heridas en mis brazos. Mientras corría pude visualizar un negocio pequeño que parecía poco concurrido, posiblemente hasta cerrado, por lo que a toda velocidad entré y cerré la puerta, haciendo un fuerte ruido, cosa que ignoré y busqué donde esconderme. Observar pude notar que era una librería algo vieja, con libros de páginas amarillas apilados por doquier, sin embargo no me detuve a revisar como solía hacerlo y simplemente me dirigí a los estantes más profundos, acurrucándome en el suelo, también con libros apilados.
Me acurruqué de cuchillas y simplemente cerré mis ojos mientras sollozaba tan bajo como era posible, como si ello me dejara escapar por un momento y viajar a un lugar lejos de mis problemas. El olor a libros viejos, café y cigarrillos me consuela en silencio, hasta que siento unas pisadas suaves acercándose hacia mi, a lo que rápidamente alzo la cabeza alarmada pata observar a un hombre parado frente a mí, para agacharse lentamente y ofrecerme una taza con algo humeante dentro.
— ¿Chocolate caliente? -murmura en voz baja, como si no quisiera asustarme, a lo que tímidamente asiento y cojo la taza entre mis dedos helados gracias al clima frío del pueblo.-
El hombre se sienta frente a mí, acomodando su espalda en una estantería y estirando sus largas piernas en el suelo hasta dar con la otra pared, cosa que lo obliga a flexionarse ya que el espacio es pequeño, cómodo para mi pero no para él gracias a su tamaño. El hombre me observa unos instantes, como queriendo descifrar algo en mí y con esos hermosos ojos zafiros puedo sentir como me atraviesa a través de esos lentes. Al notar que no estoy preparada para decir algo, se acomoda y noto que retoma la lectura de un libro que no había notado que tenía.
Tomo pequeños sorbos y seco mis lágrimas mientras mosqueo un poco, para luego observarlo detenidamente. Su cabello azul caía desordenado sobre su frente, mientras que su piel blanca con uno que otro lunar sutil resaltaba debajo de este. Observé sus manos, una sujetando con firmeza la taza de chocolate mientras que otra sujetaba el libro cuyo nombre no pude ver ya que este era tan viejo que no lo poseía en sus tapas duras. Era un hombre tan hermoso que su simple presencia hacía que mis mejillas se sonrojaran y me sintiera nerviosa.
Observo mi taza de chocolate en silencio, para luego deslizar mi mirada por los libros a mi alrededor, hasta que un hermoso clásico llama mi atención: El Mago de Oz. Una sonrisa ladeada se forma en mis labios, lo tomo para abrirlo y simplemente empiezo a perderme entre las palabras de la tierra de Oz, casi olvidando por completo donde estaba y qué hacía allí, hasta que los movimientos del hombre a mi lado me hacen reaccionar y lo observo, notándose incómodo en ese lugar tan pequeño, pero sin embargo me doy cuenta de que no posee la intención de levantarse de ese lugar, como si me estuviera protegiendo de quien huía allá afuera, haciendo que mi corazón lata con fuerza.
— Lo siento -murmuro, tímida de romper el silencio mientras el hombre frente a mí desvía su mirada del libro para observarme.- Sé que está incomodo -miro a otro lado sintiéndome nerviosa.- No tiene que quedarse aquí conmigo.
— No tienes que disculparte -responde con una pequeña sonrisa y lleva su mano a mi mejilla para darme una suave caricia, como si me consolara.- Vi que tenías heridas en las muñecas, así que pensé que no querías quedarte sola.
Después de ello aparta su mano y toma mi mano para levantar la manga de mi abrigo y observar mi mano: estaba arañada y mi muñeca tenía un enorme moretón. La observo y siento ganas de llorar al pensar en lo que había sucedido, sin embargo muerdo mi lengua y miro a otro lado para que no me vea, cosa que él nota.
— Buena elección -dice señalando el libro que leía.- Es reconfortante -lo miró directamente a los ojos y asiento levemente sonrojada.
Siento su caricia suavemente por mis heridas, cosa que hace que no pueda más y simplemente empiece a liberar lágrimas en silencio, con solo mi respiración sonando en el lugar. El hombre desconocido se acerca más a mí y acaricia mi cabello con ternura, mientras las lágrimas simplemente fluyen en mí. Mi pecho duele y tengo miedo, mucho miedo a salir y ser atrapada por él, sin embargo puedo sentir sus brazos abrazarme y llenarme de un sentimiento cálido que hace que mi corazón lata con fuerza. Aquel hombre desconocido no dice nada ni me cuestiona, solo me abraza como si me cuidara, cosa que hace que simplemente no pare de llorar.
— E-El -susurro con mi rostro escondido en su ropa impregnada con un agradable aroma a café y cigarrillos.- Se enojó conmigo -empiezo a contar mientras mis manos tiemblan haciendo puños, a lo que él las sujeta y empieza a trazar círculos sobre la palma con su pulgar, buscando calmarme.- No quería quedarme con él solos en su casa... -mis ojos se humedecen más al recordar el momento, sus manos tocándome mientras le pedía que parara, lastimando mis manos y mis brazos.- Le dije que no quería -digo con un hilo de voz y puedo sentir su cuerpo tensarse.
— Ese tipo... ¿Se salió con la suya? -susurra casi para sí mismo, a lo que niego con la cabeza y noto como está más aliviado mientras me consuela.
Los minutos transcurren en silencio y poco a poco empiezo a calmarme, más tranquila por la manera en el que aquel hombre cuidaba de mí y me levanto, ofreciéndole mi mano la cual toma y se levanta, mostrándose la diferencia de estatura al estar nuestros cuerpos tan cerca en aquel espacio tan pequeño. Jadeo levemente y me sonrojo, mientras lo miro a lo que él me mira de vuelta y rompe el silencio.
— Eh... -habla en voz baja.- Puedes llevarte el libro a casa -dice señalando el texto que había dejado en el suelo, así que rápidamente me agacho y lo cojo con las mejillas sonrojadas.
— Gracias, señor... -murmuro y me quedo unos instantes callada.
No sabía su nombre.
— Tsukiyomi -dice con una sonrisa dulce ante mis ojos.- Ikuto Tsukiyomi
Hasta su nombre es sensual, joder.
— Gracias -miro a otro lado con las mejillas calientes y ajusto mi abrigo.
Doy un leve movimiento de cabeza y camino hacia la salida, para observar la calle. Un leve temor entra en mi corazón por unos instantes, sin embargo Ikuto se aclara la garganta, haciendo que voltee a verlo.
— No tienes que irte si aún tienes miedo -se cruza de brazos, apoyado frente a un mostrador de madera.- ¿Quieres que llame un taxi? -me sonrojo con fuerza y niego tímidamente, sabía que me esperaría en el frente de mi casa como solía hacerlo cuando esto sucedía.
Noto que está por abrir la boca cuando ambos notamos que el teléfono del mostrador suena, a lo que él lo toma y comienza a hablar por el mismo. Su voz era profunda, la voz de un hombre de más o menos 30 años, pero él tenía algo que simplemente me llamaba. Doy un suave suspiro pensando en mí misma, era pequeña y delgada, de piel pálida como es costumbre en Japón y cabello rosa, casi caricaturezco que era poco atractivo.
Me regaño rápidamente ¿En qué diablos estaba pensando? El hombre me llevaba al parecer unos catorce años y estaba viéndolo de esa manera, a lo que me sonrojo con más fuerza y acerco la taza de chocolate a mis labios para disimular, mientras camino un poco por el lugar mientras escucho como el señor Tsukiyomi cuelga el teléfono. Le miro de reojo y noto que me observa, a lo que me detengo frente a un librero con la taza humeante entre mis dedos. Sé que soy una chica muy sencilla, por lo que trato de ignorar su mirada mientras deslizo mis dedos por los libros que a pesar de tener páginas amarillas están en perfecto estado.
-¿Quién era el chico con el que estabas? – su voz rompe el silencio, a lo que volteo a verlo, notando que me mira con bastante seriedad, a lo que simplemente lo observo por unos instantes para luego mirar a otro lado.
-Un chico de la escuela –respondo simplemente, sin querer hablar sobre él realmente, sin embargo él no desvía su mirada de mí.
Noto como se acomoda, inclinándose contra el escritorio del mostrador, a lo que le observo fijamente.
-¿Harás algo al respecto? – me mira directamente a los ojos, cosa que mi piel se erice.
Medito mis palabras por unos instantes, observando mis dedos posados en algunos libros de la estantería.
-No lo sé –murmuro.
Su expresión me deja en claro que no está contento con mi respuesta, a lo que me avergüenzo un poco, hasta que noto que se acerca a mí, mirándome desde arriba con sus ojos azules tan cristalinos.
-Si él de verdad fuera un hombre –habla despacio y con tranquilidad.- No trataría a una señorita así ¿De acuerdo? – me da una pequeña sonrisa, a lo que revuelve un poco mi cabello rubio.
-De acuerdo –respondo con algo de vergüenza debido a su toque.
