Título: De niños de kínder y pocas neuronas.
Resumen: Porque Kirkland siempre les daría una clase divertida, aunque ellos fuesen la fuente de diversión.
Advertencias: Humor fail! (?). Ehm… creo que ya. Ah sí, nombre de personajes humanos. AU.
Dedicado: Al profe de "Radio 2" como decimos :'D Que se la dio con sus comentarios sobre nuestras neuronas disfuncionales y nuestra ortografía de niños de kínder, ¿qué haríamos sin él?, Dios, la escuela sería tan fácil y aburrida si no estuviera ahí para fastidiarnos.
Nota: Quizás tenga continuaciones, dependiendo del sentido del humor y los comentarios de mi profesor x'D.
Alfred corrió durante cinco minutos hasta la entrada de la escuela completamente despeinado y cansado, había pasado toda la noche tratando de desbloquear a los personajes especiales de ese nuevo juego que sus padres le habían regalado, además iba tarde. Su hermano Matthew, varios pasos delante de él, volteaba a dedicarle una mirada resentida de vez en cuando.
Alfred le sonrió a modo de disculpa, no era culpa suya que sus habitaciones quedasen pegadas y que gracias al ruido emitido de su cuarto Matthew no hubiera podido conciliar el sueño.
Una vez dentro de la escuela, y tras ser retrasados por la orientadora que les exigió un corte de cabello, y a Alfred que se fajase la camiseta, llegaron hasta el salón.
—Sí el maestro está dentro Alfred…
—¡No lo estará! —Gritó, apurando el paso—. O eso espero —agregó mentalmente, tener a su hermano recriminándole durante dos horas le daba escalofríos, Matt no era nada lindo cuando estaba molesto.
Por causa divina o, quizás destino, el profesor no llegó hasta media hora después de haber ingresado ambos al salón.
—¡Ja! Así que no es tan puntual ni perfecto como lo hace parecer —murmuró Alfred a su hermano una vez que el profesor ya los había nombrado en la lista.
—¿Eso cree Jones? —preguntó el profesor con su fuerte acento británico, sin levantar la vista de los exámenes que estaba calificando—. Llegar tarde por atender una emergencia con el director no es lo mismo que hacerlo por jugar videojuegos toda la noche —siguió el profesor, levantando la mirada y dedicándole una sonrisa burlona—. Si estudiara como jugara… O si no tuviera la ortografía de un niño de preescolar.
Alfred cerró la boca y frunció el ceño cruzándose de brazos, pero se detuvo de hacer cualquier comentario, por alguna razón sentía que Kirkland se las traía contra él.
El marcador en la primer hora, mientras el británico calificaba los exámenes, fue de Kirkland uno y Jones cero. Matthew rodó los ojos e ignoró el insistente llamado de su hermano sobre su hombro.
Una vez los exámenes estuvieron calificados y en manos de sus respectivos dueños, Alfred no pudo evitar mirar sobre el hombro de su hermano para ver si tenía anotaciones como el suyo.
—Aunque sus resultados fueron menos mediocres que en ocasiones anteriores —comenzó mirándolos como una sonrisa mordaz en los labios, de esas que sólo le habían visto poner cuando se topaba con aquel maestro francés que daba clases en clínicos—, su ortografía deja que desear. ¿Pasaron dormidos la clase de lengua y redacción? —Preguntó con ironía, mirando directamente a Alfred—. Jones, ¿desde cuándo "orientación" se escribe con "h" inicial y "z"?
Los murmullos y las risas no se hicieron esperar.
—¡Creí que era horizontal! —Se quejó el rubio, mirando molesto al profesor—. Ojala muera envenenado con su almuerzo—. Pensó con malicia, aunque luego se reprendió, los héroes no le deseaban el mal a nadie. Ni si quiera al estiro de Arthur Kirkland.
Hubo algunas cuantas criticas más y varios comentarios. Alfred bufaba mentalmente, ¿a quién le importaba si el hermano menor del profesor escribía mejor que ellos? Seguramente era igual de irritable que él. Divagando en sus pensamientos le asaltó la duda, ¿por qué Matthew, quien tenía peor ortografía aunque mejor letra que él, no había recibido ni una sola critica?
—Oye, Matthew, ¿por qué Kirkland no te echó pestes ni pedradas? —inquirió resentido a su hermano, quien sonrió satisfecho antes de encogerse de hombros.
—No lo sé, probablemente no notó que estoy aquí —comentó, a veces ser invisible tenía sus ventajas.
La segunda hora transcurrió casi sin incidentes mientras el profesor dictaba algunos conceptos, y la palabra mágica es casi, pues Alfred recuerda con diversión al pobre chico que cayó en la trampa de complementar la frase del profesor. ¿Dos años —uno como maestro y dos de asesorados— y aún no aprendían? Al parecer no, pues terminó con un comentario muy sarcástico del maestro en cuestión.
"¡Ah! Entonces al menos sé que sus neuronas pueden pensar. Sólo les pido utilizarlas más a menudo."
Si no estaba mal, esa había sido la frase, o algo muy parecido.
—Eso es todo, de tarea investiguen los conceptos de la etapa mezcladora, quiero imágenes detalladas y formulas, ¿oíste Jones? Detalladas.
Alfred le sacó la lengua cuando lo vio alejarse. Arthur Kirkland podía ser muy amigo de sus padres, pero era un completo dolor de cabeza la mayor parte del tiempo.
