Disclaimer: Ninguno de los personajes me pertenecen, sino a la BBC. Como ya saben, si estuviera bajo mi poder, Arthur seria mío n.n

Nota: no va a ser un fic muy largo, de hecho, tendrá unos pocos capítulos.

Come Back To Me.

Había sido una semana algo tediosa para Merlín: primero estaba ese molesto viaje que tuvo que hacer con Arthur y los caballeros, donde se cayó unas cuantas veces al barro y tuvo que ir sucio todo el resto del viaje; luego se encontraba Gaius, que no dejaba de darle trabajo, al igual que Arthur. Nada paraba de empeorar. Se olvidaba de las cosas, las rompía, abría la boca en momentos que no eran apropiados los chistes, se levantaba malhumorado, apenas dormía. En fin, todo eso daba consecuencias severas, tales como despertarse en el medio del bosque, rodeado de cuerpos iluminados con antorchas, que dejaban ver caras enojadas y decepcionadas.

Oh, sí. Había cometido un error grave, muy grave. A la semana de que había realizado aquel viaje inolvidable y terrorífico, su manera de actuar cambio. Se encontraba más decaído, y todo le daba igual. Y eso preocupaba a mucha gente del reino, que comenzó a notar su cambio.

Un día, Arthur le pregunto algo con su modo particular de dirigirse a él, y Merlín le contesto tan mal, que como castigo se quedó despierto durante toda la noche, amarrado a la cama del Rey.

Pero ese no había sido el error que lo empujaba ahora a esa situación. No, la situación había sido despertarse más de una voz en el bosque, poniendo a prueba su lealtad. Arthur se encontraba entre los encapuchados, junto a su tío, Agravaine, que no dejaba de fulminarlo con la mirada.

-¿Merlín, que hacéis aquí? – recordó que le preguntó Arthur. Merlín sentía la boca seca, y apenas se acordaba de algo.

-Nnoo…no lo sé. – tartamudeo.

-Miente. – ladró Agravaine. – Mi lord, está mintiendo. Es un espía. Un traidor. Vos mismo lo habéis visto saliendo en sigilo hasta aquí.

Merlín miro a su alrededor. Allí también estaban los caballeros, sus leales amigos. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué hacia allí?

-¿Merlín? – preguntó el rubio, con la esperanza de que su sirviente le contestara con la verdad, y con el temor de tener que convertirlo en un traidor.

-No lo sé. – volvió a decir.

-¿Os dais cuenta de la situación en la que te encuentras? Es la cuarta vez que vienes aquí, esperando a alguien, murmurando cosas. Estas bajo situación sospechosa, Merlín. Estas actuando como un criminal y traidor. – Arthur hablaba rápido, como si no quisiera escuchar sus propias palabras.

Merlín dio un respingo. ¿En verdad creía que era un traidor?

-Arthur, yo… - pero Agravaine volvió a interrumpirlo.

-Mi Lord, la ley declara que todo aquel que se encuentre en situación sospechosa deberá ir a juicio, confesando sus pecados y…

-Ya lo sé, ya lo sé. – corto de mal rollo Arthur, quien seguía observando impasible a Merlín. – Sí no confiesas que estabas haciendo, Merlín, lamento informarte que deberás ir a juicio.- trato de que su voz fuera lo más cercana a la de un Rey posible, pero le estaba fallando.

Merlín se lo quedo observando, sorprendido, mientras que Agravaine tenía una sonrisa marcada en rostro.

-Merlín- volvió a decir con voz firme Arthur – No me hagas hacerlo. Contesta. Tu silencio pone en peligro a Camelot, y no puedo permitirlo.

-Se me ha borrado el porqué de estar aquí, de verdad. No recuerdo haberme levantado.

-Merlín, ¿Qué os pasa? Primero comienzas a actuar extraño, luego contestas peor de lo habitual, y ahora ¡esto! Por última vez, contesta ya.

Hubo un silencio incomodo, donde el morocho poso su mirada en todas las caras de los presentes. Sus amigos lo miraban atentamente, a la espera. ¡Que diga algo, maldición! No se podía quedar callado, eso….no.

Cuando pareció que iba a acotar algo, Arthur lo paró.

-Ahórrate las palabras, ya que las necesitarás para mañana en tu juicio. – Se había decidido: sí él no hablaba, él tampoco no se molestaría en hacerlo dialogar. Sí tenía algo que decir, tenía todo el derecho de hacerlo en el juicio.

Comenzó a marcharse, pero incapaz de aguantar, Merlín acotó:

-Yo no he hecho nada malo.

Arthur se dio la vuelta, enojado:

-Merlín, te encuentras solo en un bosque, a la espera de alguien. ¿Cómo sé que no estáis proporcionando información a Morgana?

-Estáis hablando de mí, Sire- agrego Merlín, que comenzó a enfurecerse también. No era su problema no recordar porque se hallaba en el bosque. Tal vez caminaba dormido. Tal vez, pero eso no había sucedido antes: no luego de ir a aquel estúpido viaje y haber tocado aquella extraña flor….

-Ya no eres el mismo. No desde que regresamos del viaje. – Bueno, al menos él también lo notaba.

Arthur suspiró, y se alejó de él.

Y ese había sido su último encuentro, hoy por la madrugada. Ahora ya era entrada la tarde, y el Rey estaba discutiendo el juicio con los demás señores. Le habían dado la oportunidad de aclarar las cosas a solas con Arthur, pero él se negó. ¿Qué iba a decir? ¿Qué no volvía a acordarse de nada? Era mejor estar rodeados de gente, donde no debía aguantar por si solo la mirada del rubio.

Gaius lo miraba desde el otro lado, mientras que Merlín no paraba de mover las piernas, nervioso. ¿Por qué tardaban tanto? Después de todo, sabía que iba a ocurrir.

-Merlín. – Dijo calmado el viejo – Nada pasara. Arthur lo entenderá….

-No, no lo hará. – dijo seguro Merlín, que estaba empezando a sudar.

Gaius volvió a suspirar y se acercó a él, y corriéndole un mechón de su cara, le murmuró:

-Os tiene mucho aprecio, Merlín. No te alejara de tu lado. Y yo no permitiré que lo haga.

-Usted no puede hacer nada. – susurro apenado el morocho, cuyas lagrimas estaba aguantando, pero notó que una se le deslizaba por la mejilla. Se la limpio con el dorso de su manga, mientras escuchaba la puerta abrirse:

-¿Merlín? – llamo un guardia. – Es hora. Se lo espera en la Sala Real.

Merlín asintió, y luego de que la puerta vuelva a cerrarse, abrazo inmediatamente a Gaius.

-A pesar de lo que pase, siempre ha sido como un padre para mí.

Gaius le siguió el abrazo, palmeando la espalda de Merlín, y preparándolo para lo peor.

La sala estaba repleta: en la cabecera se encontraba Arthur, vestido como todo un Rey. A su lado, estaban los señores y su tío, que habían decidido el castigo de Merlín: la condena. Y por toda la sala, en las primeras filas, se hallaban los caballeros, cuyas expresiones faciales eran notorias: no le gustaba nada aquella situación.

Merlín tuvo que caminar hasta el frente por sí solo, sintiendo la mirada de todos clavada en su espalda: pero a lo único que él observaba era a los ojos azules de Arthur, que lo miraban decepcionados. Si solo pudiese saber porque hubiera estado ahí…Ni siquiera se acordaba si realmente le había brindado información a Morgana.

Se paró a unos metros del Rey, y toda la sala se inundó en silencio. Merlín solo oía su respiración, y si agudizaba el oído, también podía oír sus latidos de corazón.

Él ya sabía cuál era su sentencia, y Arthur no dudo en decírsela:

-Por las Leyes que rigen Camelot, por el poder que me confiere mi sangre, y sobre mi legajo, yo, el Rey, Arthur Pendragon, declaro a Merlín, ante su falta de respuesta a una acción sospechosa, culpable. – su voz era gélida, pero ambos sabían cual dolido estaba.

Murmuros y gemidos ahogados fue lo único que se escuchó. Merlín se limitó a cerrar los ojos y bajar la cabeza.

-Pese a esto, luego de haber hablado y buscado una opción ética y moral, hemos concordado que, al no haber pruebas de tal sospecha, no se puede regir con la verdadera ley que se le incumple a los traidores: la muerte. En ese caso, queda reemplazada por el destierro, jurando, en todo caso, haber pena de muerte si regresa.

Merlín asintió con la cabeza, escuchando al pie de la letra todo lo que decía, y sabiendo, desde lo más profundo de su alma, que Arthur, por más pruebas o no que haya, había hecho lo posible para que Merlín no valla a la horca.

Y se lo agradecía. Claro que sí, pero… ¿penarlo con muerte si regresaba? ¿Eso significaba que no iba a ver visitas? ¿Y Gaius? ¿Y sus amigos? Los caballeros podían andar en caballos alunas leguas, pero el médico no.

Tomó aire y suspiro: ya se había preparado para aquello. Toda la mañana y mediodía se estuvo preparando. Arthur, por más amigo que fuese, seguía siendo su Rey: y la amistad no podía pelear contra ese gran puesto.

Merlín espero, callado, mientras que Arthur seguía con su discurso:

-Queda exento de su trabajo real como sirviente. Aquellos que quieran ayudarlo a entrar nuevamente en el reino: se los perseguirá y se los tratara también como fugitivos y traidores. Esa es la ley, la cual se cumple sobre todos por igual. – aquello nunca lo decía, pareció haberlo dicho para que Merlín entienda que lo lamentaba de verdad, pero no podía hacer otra cosa.

Y Merlín lo entendía. Siempre lo entendía.

A su lado, llegaron dos guardias, que lo pararon bruscamente para que mire a su soberano Rey. Cuando lo hizo, prefirió no hacerlo: Agravaine estaba sonriente, triunfal, mientras que Arthur….sólo era una máscara blanca, carente de sentimientos, aunque sus ojos hablaban por si solos: quería que todo esto terminara de una vez, al igual que su antiguo amigo.

Pero no: todavía faltaba algo por decir.

-¿Algo que quiera acotar? – Arthur no lo tuteo ni nada, lo trato como debía.

Merlín negó con la cabeza, incapaz de hablar. Arthur frunció las cejas.

-Bien. Tiene un día para recoger sus cosas y despedirse de sus seres queridos. Sin nada más que acotar, declaro por terminado el juicio.

Los señores asintieron con la cabeza, y al tiempo que lo hacían, Arthur ya había desaparecido, solo.

Merlín seguía inmóvil, mirando la silla del Rey. ¿Y su destino? ¿Y lo que Kilgharrah había dicho? ¿Qué había sucedido? Tendría que haber hablado con él.

Antes de que pudiera reaccionar, todos sus amigos se hallaban con él, Gwaine, obviamente, abrazándolo, y diciéndole que todo iba a estar bien, Elyan y Sir Leon tenían sus manos en cada hombro de Merlín, mientras que Percival solo lo miraba, triste y sin saber qué hacer y decir. A lo último, Merlín trato de abrazar a todos: parecía una escena media idiota, que los caballeros estuvieran abrazando al presunto traidor, pero no importo. Era su amigo, y todos sabían que él no podía haber cometido aquello.

Gwaine esa misma mañana se lo había dicho: él sabía que algo raro le estaba pasando, pero no a conciencia suya: él había ido con Merlín en el viaje, había sido su compañero: y le advirtió que no tocara la flor: pero aun así, lo había hecho, y luego de eso, se había caído al suelo, sin fuerzas para sostenerse.

El primero que había ido a ayudarlos fue Agravaine, quien alejo la flor con la espada, diciendo que ese bosque estaba encantado y que no tendría que haberse dejado llevar por la hermosura de la planta. Merlín se hallaba boca arriba, mientras escuchaba una voz susurrante en su oído: era la voz de Morgana, y él trataba de no escucharla, no seguirla, pero era imposible. Aquella voz tenía muchos planes malvados: como por ejemplo, saber por dónde entrar a Camelot sin tanto peligro.

Pero ahora, lo que quería saber Merlín era sí realmente le había brindado información. Es que ¿nadie sabía acaso?

Gwaine lo había ido a visitar después de aquello, y fue el primero en notar el cambio, y asociarlo con la flor. Merlín había agradecido aquello, pero le rogo que no avise a nadie: él solo iba a encontrar la manera de arreglarlo. Pero claro, no al encontró, por eso ahora se hallaba abrazado a sus amigos.

Cuando los guardias los echaron de la sala, los caballeros se dirigieron con Arthur, mientras que Merlín iba con Gaius: a buscar sus cosas y partir hoy. No quería estar ni un minuto más en el reino. Tenía que hallar a Kilgharrah antes que sea más tarde.

-No puedo creerlos – dijo Gaius ni bien entró. - ¡Desterrado! ¡Con pena de muerte! ¿Cómo hare para visitarte? ¡Esto es una locura! ¡Una…una….

-Obra de Agravaine. – terminó Merlín, sabiendo de antemano que él ayudaba a Morgana.

-Sí, exacto. – concordó Gaius, que no dejaba de dar vueltas por la casa. - ¿Cómo haremos ahora? ¿Y lo que dijo el dragón? Merlín, ¡tienes que hacer algo!

El morocho estaba recogiendo sus últimas pertenencias, mientras le daba la espalda al viejo. Se dio la vuelta y lo miro, exasperado:

-¿Y porque creéis que me marcho hoy?

Gaius se quedó sorprendido.

-¿Te marchas hoy? – susurro, dolido.

Dioses, esto no era una situación nada fácil.

Merlín dejo las cosas y volvió a abrazar al viejo, cómo había hecho hoy por la mañana. Pero esta vez, sintiendo otro sentimiento dentro de él: cómo si todo estuviera por cambiar. Cómo si ya nada volviera a ser como antes.

Bajo las escaleras del palacio lentamente, recordando todos los momentos que habían transcurrido allí, todas peleas bobas que había tenido con Arthur, todos los enojos, todas las risas…. en fin, todo.

Cerró los ojos y aceleró el paso: no quería derramar una lagrima ahora: no sabiendo que abajo lo esperan sus leales amigos.

Gwen había ido a la casa de Gaius, y ni bien entró, había comenzado a llorar. Lo único que entendió Merlín fueron algunas palabras tiradas al azar, por lo que la abrazó todo el tiempo, calmándola. Era gracioso: él tendría ser el que estuviera llorando y Gwen, la que lo estuviera calmando.

Su amiga le prometió que iría a visitarlo: no importara donde se encontrará: ella iría. Merlín le agradeció aquello, y cuando se marchó, nadie más vino a visitarlo. Ni siquiera Arthur.

Al llegar a la puerta de entrada, tomo aire y salió, percatándose de que tampoco su amigo rubio se encontraba allí. Bien, no iría despedirlo. ¡Qué gran amigo!

Ni bien llego, descubrió que todas sus cosas ya estaban puestas en su caballo: no era tanto equipaje, a decir verdad. Solo algunas camisas y pantalones, comida para el viaje, y una pequeña bolsita de oro, que prefirió atarse a la cintura.

Nadie hablo. Todos se miraron, pero nadie hablo. Merlín sonrió tristemente, y abriéndose paso, se subió al caballo, triste y cansado.

-Aquí nos despedimos. – murmuró, reuniendo todo el valor y fuerzas para no llorar.

-Nos volveremos a ver. – prometió Gwaine.

-Acompañaremos a Gwen. – acoto Elyan, palmeándole la pierna.

Todos sus amigos sonrieron, y según pensó Merlín, también ellos estaban aguantándose las lágrimas. Para no hacer peor aquella despedida, trato de sonreírles como siempre hacía.

-Cuiden a Arthur por mí: que no engorde mucho, sino el cinto ya no le entrara.

Rieron por lo bajo, y Merlín sintió una punzada de dolor: iba a extrañar aquellas risas.

Se mordió el labio superior y asintió con la cabeza, más para sí mismo que para aquellos. Ya no podía retrasar lo inevitable. Además, tenía que reunirse con Kilgharrah.

-Tened cuidado. – le pidió Percival, hablando por primera vez.

-Lo tendré. – prometió Merlín, jurándolo de verdad.

Quizás no podía defenderse con una espada, pero tenía su magia.

Agito las riendas del caballo, listo para marcharse, pero Gwaine tenía algo más que acotar:

-Es injusto.

Todos lo miraron y guardaron silencio. Nadie iba a apoyarlo, pero tampoco a contradecirlo. Estaban hablando de su Rey.

Para que no se sintiera incomodo, Merlín se encogió de hombros.

-Es parte de la rutina. – Sujeto con fuerza las riendas, y listo para marcharse, se despidió-: No osen seguirme hasta unos días, no quiero que los traten como traidores. Estaré bien. Me marchare a Ealdor, y haré la vida de antes. No es tan malo, a decir verdad.

Todos asintieron, y conforme, espoleo su caballo, dispuesto a no escuchar alguna respuesta.

Cada paso que daba el caballo, sentía que estaba más cerca de fallar con todo lo que había construido en los años que habitó Camelot. Nada parecía tener sentido ahora. Ni siquiera rumbo.

¿En verdad iría a Ealdor? ¿En verdad quería que su madre se preocupara por él, como las veces anteriores? No podía hacerlo. No podía ir a Ealdor.

Negó con la cabeza e hizo detenerse al caballo en la puerta de salida de Camelot. Dio la vuelta, para mirar a sus amigos. Quien iba a saber cuándo sería la próxima vez que los iría a ver.

Sonrió tristemente, y consiente de que no podían mirarlo con exactitud, dejo que las lágrimas se resbalaran por sus mejillas.

En donde antes había cuatro caballeros, ahora había cinco. Arthur se les había sumado, y ahora lo estaba observando.

Aunque Merlín no podía contemplar su rostro sabía que estaba pasándola mal. Sabía que aquella separación también le dolía. Pero Merlín no podía hacer nada. No ahora.

Levanto el brazo y los saludo por última vez. Los caballeros le devolvieron el saludo, y satisfecho, volvió a dar vuelta a su caballo, dispuesto a correr.

Eoeoeoeoe, Hello nuevamente (? Aquí estamos de nuevo, con otro fic de Merlín. Que se le va a hacer, cuando estas aburrida, los dedos reclaman escribir. Bueno, espero que les haya gustado. Cualquier duda, consejo, algo que quieran decirme, se los agradecería ^^. Si les ha gustado, no olviden sus reviews :)