Disclaimer: Ninguno de los personajes aparecidos en esta historia, ni los rasgos generales de ésta última, me pertenecen. Todo es propiedad de Cassandra Clare, de la saga "Cazadores de Sombras". Este fanfic está ambientado en el cuarto libro de la saga (conocido como CoFA), que todavía no ha salido a la venta. Así pues, son suposiciones mías, o más bien lo que deseo que pueda pasar. Si no has leído hasta, como mínimo, el tercero, puede haber spoilers que te revelen parte de la historia.

Espero que os guste, y si es así, hacédmelo saber para que siga colgando más capítulos. Nada más. :)

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Jace ya no podía más. Esa situación se le estaba yendo de las manos, pues nunca había pensado que cuando se dirigían a la casa de los Penhallow para la fiesta se iba a encontrar con tal problema. Ni siquiera había bebido, pero se estaba haciendo el ebrio para humillar a Clary. Podía decir mil veces en voz alta que la odiaba, que la detestaba, pero cada vez que aquellas palabras eran pronunciadas por sus labios, un amargo ardor ascendía por su garganta prendiéndole las cuerdas vocales. No era cierto, por mucho que intentara negarlo. La amaba, y no tenía ninguna excusa para comportarse de aquél modo. Había estado tonteando con Aline Penhallow delante de la propia Clary, como venganza personal. ¿Por qué? Era simple: ella le había estado evitando desde que, en un arrebato de injustificada rabia, le había dicho que era infantilmente estúpida. Sabía que sus palabras podrían herirla más que cualquier cosa, y no se equivocaba, siempre era infalible.

Pero ¿ahora? Se arrepentía. Sin saber muy bien cómo, se había dejado arrastrar por Aline a la cocina, que estaba más apartada del salón de la casa. Ella le miraba con ojos floricientos, como el niño al que le entregaban un dulce caramelo para que con él se entretuviese. Estaba haciendo mal, lo sabía; su corazón palpitaba fuerte en su pecho y su respiración era pesada, su mente no dejaba de torturarlo con pensamientos nada adecuados en aquél instante. Aline, con una sonrisa curvada suavemente en una de las comisuras de sus labios, lo agarró por la camisa blanca. Debido al tirón que le había dado para atraerlo hacia ella, los primeros botones se desabrocharon, dejando al descubierto un perfecto pecho musculado, cubierto aquí y allá con runas mágicas.

El rubio sabía perfectamente que aquello era lo que podría herir a Clary con ímpetu: todavía recordaba el rostro descompuesto de ella cuando lo halló en una habitación con Aline sentada a horcajadas sobre él. Pretendía reproducir entonces una escena parecida, sólo que ésta vez sin ningún tipo de interrupción para que pudiera consumar aquello.

Los ardientes labios de ella atraparon los suyos, hundiendo sus lenguas en una batalla por el poder. Jace sintió en su espalda la fría pared de la cocina cuando Aline le empujó con rostro perverso hacia ella. Volvió a la carga y se lanzó a él como un león lo haría contra su presa; podía ver perfectamente en los ojos de la chica cuán deseosa estaba, el tiempo que había esperado aquello.

– Jace... –Musitó en un sensual susurro. La voz de la cazadora de sombras sonó ronca y retumbó en los oídos de él. El chico se limitó a cerrar los ojos y permitirse, de nuevo, saborear sus labios. Tenía un toque ácido, o quizá simplemente era la acidez que él sentía al estar traicionando a quien más amaba.

Aun así, Jace no movió las manos, que descansaban con las palmas apoyadas contra la pared, al igual que su espalda. Sólo se limitaba a acompasar sus labios a los de ella, cuando la aventurada mano de la muchacha se atrevió a sobrepasar los límites de la intimidad. Él sintió un tacto caliente tirando de la hebilla de su cinturón, y sin haber podido si quiera reaccionar, la mano de Aline empezó a juguetear con el borde de sus jeans. Justo cuando la iba a detener, arrepentido de haber ido más allá, ambos escucharon al mismo tiempo un ruido en el marco de la puerta. Viraron sus rostros en aquella dirección, dando con unos atónitos ojos verdes que emanaban de ellos estupefacción, y sobretodo traición.

– C-Clary... –La voz de Jace sonó baja, un murmullo apenas, intentando recuperar la compostura ante una situación así.

La chica pelirroja todavía tenía la boca entreabierta. Entonces no sabía decir cómo se sentía: ni siquiera estaba iracunda, simplemente se había quedado... vacía por dentro. Con la misma expresión en el rostro, dio media vuelta, trastabillando con sus propios pies e intentó buscar el camino a tientas hacia la salida, tropezando con los inmuebles.

Clary tenía la vista nublada, su mente se hallaba colapsada, como si un tornado hubiera pasado por ella arrasando con todos sus pensamientos. Las calles de Alacante estaban llenas de bullicio, extrañamente aquella noche todo el mundo parecía estar de buen humor. Pero no escuchaba nada, todo era como una película muda en la que la protagonista iba corriendo todo cuanto sus piernas se lo permitían por una empinada calleja que desembocaba cerca de una avenida más ancha. No sentía el cansancio y había perdido la noción del tiempo. ¿Cuánto había estado corriendo? ¿Segundos, minutos o incluso fueron horas? No estaba muy segura. Su respiración era forzada, las venas le ardían por dentro, pero se encontraba tan fría como un témpano. Alzó un instante la vista para ubicarse: se encontraba en uno de los callejones que se acercaban cada vez más a la colina en la que reinaba el Gard. Sin duda ya había recorrido un buen tramo, pero no se veía capaz de frenar. Quería huir, pero no sabía a dónde.

¿Por qué Jace se estaba comportando así? ¿No eran tal para cual, como las piezas del yin y el yang que se cumplimentaban a la perfección? Ella, que habría dado su vida en todo momento por él, se encontraba inusualmente desorientada. ¿Cómo habían llegado a aquella situación? Un pequeño flash iluminó su mente, recreando una escena en la que Jace, fuera de sus cabales, le gritaba a Jocelyn que era una mentirosa, que realmente tantos años junto a Valentine le habían pasado factura. Clary no entendía nada y estaba horrorizada, ¿por qué decía aquello? Nunca lo supo, ni se aventuró a hacerlo, más cuando una hora más tarde de aquello le había dicho estúpida e infantil. Fue la gota que colmó el vaso para su disfrazada tranquilidad y paciencia, pues desde que Raziel lo había resucitado de entre los muertos, los comportamientos de Jace no parecían del todo justificables.

De repente, algo la embistió por detrás. Si no hubiera sido gracias a una cárcel de brazos que rodeaban su cintura, habría caído de bruces hacia delante por el impacto. Repentinamente se sintió presa del pánico sin saber el motivo, quizá había estado muy acostumbrada a vivir en Brooklyn y a sus continuos atracos. Pataleó entre aquellos musculosos brazos, y gritó hasta quedarse sin resuello hasta que una fría y dura mano selló sus labios. Intentó ver el rostro de su atacante, pero no lo consiguió. No se había dado cuenta hasta entonces que sus mejillas se encontraban inundadas en lágrimas que manaban desde sus ojos como cascadas puras y cristalinas desde que salió de la casa de los Penhallow. Y, entonces, su llanto se acrecentó, borrándole ya por completo la visión. Quienquiera que fuese quien la tenía atrapada en unos rudos brazos nada acogedores, dio media vuelta para ver el rostro de la muchacha. Clary no supo identificar nada ya que las lágrimas opacaban su visión. Siguió llorando, pensando que la iban a secuestrar o algo peor, ya que no sería la primera vez que alguien con malas intenciones atravesaba las murallas de Alacante. Quizá era Sebastian, cuyo cadáver no había sido encontrado tras exhaustivas búsquedas, quien clamaba venganza por la muerte del padre de ambos. Su pánico fue en aumento al distinguir un pelo rubio, como el de su hermano de sangre, que parecía mucho más intenso bajo la luz del astro lunar plateado...