No fue fácil, pero finalmente logró dar con la isla. Era pequeña, lo único que veía desde su lancha de motor era un gran y rocoso acantilado, sobre el cual se erguía un castillo. Eso era lo que a ella le interesaba.

Entrecerró los ojos tras las lentes oscuras de sus gafas de sol, estudiando la arquitectura del castillo.

—Parece del siglo XII, incluso anterior… esperemos que esté tan vacío como aparenta —Se dijo, deteniendo la lancha junto la orilla.

Pisó tierra firme. Sus ojos avistaron un sinuoso camino ascendente que parecía llevar hacia el viejo castillo. Lo siguió, siempre observando cuanto la rodeaba. Todo era verde y apacible, normal.

Se echó tras la oreja un mechón de pelo castaño, inquieta. Aquella paz era solo superficial, una ilusión, con cada paso que daba era más consciente de la maldad allí establecida, a ella no podía engañarla.

El camino se cortó al llegar ante un gran portón de madera: la entrada al castillo.

Rozó con los dedos la sencilla y antigua madera, empujando con suavidad, pero estaba cerrado a cal y canto.

Se frotó la barbilla, pensativa. Siempre podía destrozar la puerta, pero respetaba la antigüedad del lugar, y siempre había sido fiel al dicho ''más vale maña que fuerza''.

Alzó la cabeza. El portón debía medir unos cinco o seis metros, tal vez pudiera escalar un poco.

—Habrá que probar. Si no funciona siempre queda la violencia como segunda opción.

Retrocedió un par de pasos, y de uno de los compartimentos de su cinturón multiusos sacó una pistola-gancho que disparó hacia arriba, de forma que el afilado y resistente gancho acabó clavándose en la parte superior. Emplearía la cuerda para subir y luego se dejaría caer por el otro lado.

En medio minuto ya había cruzado. Se echó el pelo hacia atrás y acomodó las gafas negras, observando en a su alrededor: ante ella encontró un camino de escalones de piedra ascendentes. Fue por allí, deteniéndose un momento para estudiar una estatua de piedra con forma humana. De un bolsillo de la riñonera que colgaba del cinturón multiusos, tomó una cámara digital y le hizo una fotografía.

—Se conserva en muy buen estado, el escultor hizo un excelente trabajo con los detalles…

Aunque le habría gustado quedarse un rato por allí, siguió su camino hacia arriba hasta alcanzar una de las paredes del castillo, donde vio la entrada de un túnel. Se acercó, rozando ligeramente un borde con los dedos. Por un segundo, relució allí dónde tocó.

—Mmm… lo sabía. No está tan abandonado como parece. Habrá que tomar precauciones… ¿No crees?

Un ruidito de asentimiento proveniente de su riñonera fue la respuesta que obtuvo. Algo pequeño y oscuro saltó del interior del bolsito, cayendo ágilmente sobre el suelo de piedra e internándose veloz por el oscuro túnel que se abría por delante.

—Ten cuidado —le advirtió la chica—. Yo echaré un vistazo, también.

Entró dentro, perdiéndose en la oscuridad del estrecho túnel que conducía al interior del viejo castillo abandonado.