Superman: Man of Steel

(Escrito por Federico H. Bravo)

REPARTO

Tom Welling...Clark Kent/Superman

Erica Durance...Lois Lane

Aaron Ashmore...Jimmy Olsen

Kevin Spacey...Lex Luthor

Cassidy Freeman...Tess Mercer

Michael McKean...Perry White

Frank Langella...George Taylor

Arnold Schwarzenegger...John Corben/Metallo

Marlon Brando...Jor-El

Helen Slater...Lara Lor-Van

Julian Sands...Alcalde Sullivan

ESTRELLA INVITADA

Allison Mack, como Chloe Sullivan


1

Un Superhombre en Metrópolis

Metrópolis. En un callejón.

Distrito Suicida. Noche.

La mujer estaba acorralada. Con la espalda apoyada contra la fría pared de ladrillos del callejón se apretaba inútilmente en un vano gesto de protección. Ante ella, un nutrido grupo de punks se congregaba, amenazante.

Sonreían, siniestros. Ninguna de sus intenciones eran buenas.

-Por favor… por favor… - pedía ella, temblando como una hoja. El que parecía el líder de la banda se adelantó. Sostenía una navaja filosa en la mano.

-Preciosa, ¿no te dijeron que por las noches el Distrito Suicida es peligroso? – le dijo – Este es territorio de los Dragones Púrpuras. Tienes que pagar peaje, cariño – le guiñó un ojo – Ya sabes a qué me refiero.

-Por favor… yo no...

-¡Quitate la ropa! ¡AHORA!

El miedo helado que la mujer sentía le recorrió por toda la espalda. No parecía haber escapatoria. Aquellos sádicos enfermos sonreían como hienas, con ansias.

Iban a violarla.

-¡Déjenla! – gritó una voz, con fuerza.

Todos miraron en dirección de donde había venido, sorprendidos. ¿Quién era el que se atrevía a darle órdenes a los Dragones?

Había un hombre parado sobre el tejado de un edificio vecino. Era alto y vestía con una gabardina negra. Miraba a los punks sin temor…

-¡Déjenla en paz! – dijo. Dio un salto y con grácil acrobacia, cayó entre los delincuentes y la mujer, interponiéndose entre ellos y su victima.

-¿Qué diablos…? – el líder de la banda retrocedió un paso - ¿Quién demonios eres tú? ¿De donde saliste? – preguntó. Miró al sujeto. El misterioso individuo llevaba puesta una camisa negra con un símbolo en el pecho. Una "S" blanca relucía en él.

-¿Quién mierda eres tú? – volvió a preguntar. No obtuvo más respuesta que una fría y penetrante mirada del otro. Estaba plantado ante el grupo como una estatua de mármol – No importa… ¡Seas quien seas, estas muerto! ¡A él!

Los punks sacaron sus armas. El hombre esbozó una media sonrisa. Avanzó hacia ellos sin miedo.

Abrieron fuego. Pistolas y escopetas restallaron en la noche. Todas las balas dieron en el blanco, pero ante la insólita mirada de los delincuentes rebotaron como si nada una vez hicieron contacto con el cuerpo del extraño.

-¿Qué es esto? – exclamaron, aterrados.

-Mi turno – dijo el misterioso de la "S" en el pecho y entonces sus ojos brillaron con una luz roja.

De inmediato, las armas de los pandilleros se derritieron, se fundieron en sus manos. Hubo gritos de sorpresa y alarma. Nadie entendía nada.

Pero el enigmático héroe no había acabado. Moviéndose a una velocidad extraordinaria, se encargó de la banda propinándoles golpes y puñetazos contundentes.

No tardó en termina con ellos. Solo el líder quedó de pie. Con mudo asombro vio como todos sus hombres yacían inconscientes, desparramados por el piso.

-¡Maldito! – gritó. Con su navaja lo atacó. Se la incrustó en el pecho, viendo con pasmo cómo la hoja de la cuchilla se partía por la mitad.

-No puede ser… no puede ser – repitió, mirando al otro con terror - ¡No eres humano!

-Francamente hablando… no.

Aferró al líder de los delincuentes con sus manos y lo revoleó en el aire como un muñeco de trapo. Lo metió en un contenedor de basura y cerró la tapa encima suyo.

-¿Se encuentra bien? – el héroe se dirigió a la mujer, muda testigo de la batalla que se había desarrollado. Ella no contestó. Estaba conmocionada, casi en shock.

Una sirena se sintió, cercana. Dos coches patrulla se asomaron a la salida del callejón.

-No tema. Ellos la ayudaran – le dijo a la mujer – Debo irme.

Se produjo un ventarrón. En un instante el hombre se esfumó a supervelocidad justo cuando dos oficiales de policía se acercaban, las armas en alto.

-¡Dios mío! – exclamó uno de los agentes de la Ley, al ver el tendal de cuerpos en el suelo - ¡Son los Dragones Púrpuras!

-¿Pero como puede ser? ¿Quién les hizo esto? – preguntó su compañero. Vio a la mujer en el fondo del callejón. Se acercó a ella - ¿Señorita? ¿Está bien?

-Yo… si, si. Estoy bien.

-¿Vio lo que pasó? ¿Quien hizo esto?

La mujer no pudo responder. Tartamudeó, pero entonces sorprendió a los policías al sonreír repentinamente.

-¿Señorita?

-Superhombre – dijo, convencida – Ha sido un superhombre.