Elegí la categoría de Sasusaku, debido a que Sakura es la más allegada en la trama de la historia, en el transcurso entenderán porque, el Fic contiene OC (personajes originals)
Prologo
El cielo yacía oscurecido, el aire pesado y el susurro del bosque doloroso. Tras una explosión el débil cuerpo amoratado de una niña caminaba torpemente, con sus extremidades rasguñadas y sus ropas rotas.
Huir
Repetía con desespero su mente, corrió como pudo con sus ojos vidriosos.
Konoha estaba oscura y solitaria, la que una vez fue reconocida como una aldea alegre y contagiosa por la amabilidad de sus aldeanos hoy yacía bajo el poder de los Akatsuki, que llevaban 50 años liderando el país del fuego.
Eran pocos los sobrevivientes de la cruel anomalía que azoto el país.
-A-ayuda-susurro desplomándose sin gracia sobre el suelo, el frio de la noche acaricio su melena negra, su piel blanca y sus ropas rotas.
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Despierta
Sus ojos temblaron bajo sus parpados, sus oídos abiertos ante los sonidos y aquella vos delgada y melodiosa que le hablaba.
-¿Dónde estoy?-musito, abriendo lentamente sus orbes amatistas, acostumbradas a la poca luz proporcionada, escucho como el sonido del agua caer sobre un recipiente.
-No te muevas, podrías abrir tus heridas-aconsejo nuevamente esa vos, giro la cabeza en su dirección y entre las sombras se acerco una figura femenina.
Su esplendida belleza y su lindo semblante le sorprendieron.
Era una joven muchacha, de largos cabellos rosas, piel tersa y pálida y poseedora de unos resplandecientes ojos azul tornasol.
Frunció el ceño y su corazón palpito con fuerza, abrió sus labios rosas alejándose con desconfianza, su espalda toco el acero de la cama.
-No te asustes, solo te quiero ayudar-se apresuro a decir, intentando calmar a la hermosa niña de cabellos negros.
-Soy Maya, te encontré lesionada hace varias noches-menciono acercándose con preocupación.
Hikari abrió sus ojos con fuerza.
-¿Cuanto llevo…?-la joven de delicados ojos los entrecerró con preocupación y un deje de tristeza, sentándose en el pie de la cama.
-Hace tres noches, pensé que no despertarías-explico, fue en ese instante en que Hikari se llevo una mano a la cabeza y se encontró con sus fuerzas renovadas.
-Estaba muy malherida ¿eres un ninja medico?-formulo atónita, la muchacha sonrió.
-Mi abuela lo era, fui su estudiante y aprendí cuanto pude mientras estuvo con vida-su semblante se entristeció, Hikari desvió la mirada y de repente sintió un fuerte estremecimiento y como la estructura se estremecía peligrosamente, derribando algunas cosas en el intento.
-Es otro ataque de los Akatsuki, últimamente han recorrido celosamente la aldea-dijo entre dientes, la pelinegra observo como apretaba la tela de su Kimono entre sus manos.
Se permitió observar el lugar en donde estaba refugiada, se asemejaba a un sótano, pequeño y viejo, pero igualmente cálido y acogedor. Las paredes se encontraban teñidas en un suave verde pastel.
-Debo irme-sentencio, la muchacha volvió a ella con rapidez sus ojos, la pelinegra noto que tenía el cabello muy largo, laceo y brillante.
-Puedes quedarte aquí, si no tienes hogar donde ir, este lugar es pequeño pero cómodo-Hikari frunció el ceño.
-Pero tú ni siquiera sabes quién soy-la joven de ojos tornasol sonrió con dulzura.
-Ya tú me conoces, sabes mi nombre y mi profesión…si tienes hambre en el burrito a tu lado deje comida, yo iré a por agua-comunico levantándose con una chocora llena de agua sucia de su sangre, Hikari la observo en silencio hasta que su figura desapareció.
-Ellos me buscan a mí-murmuro al vacio, se levanto con cuidado y calzo sus pies con sus sandalias, busco algún orificio el cual pudiera ver donde se encontraba.
Se acerco a un espejo adherido a la pared verde pastel, miro con atención su reflejo.
La niña frente a ella era preciosa y perfecta, tenía la piel blanca y relucía suavidad, su melena negra, larga y lacea, rosándole las caderas y enmarcando su frente, sus orbes como dos joyas moradas.
Hikari volvió sus ojos al burrito, donde aquella gentil chica le había dejado comida, bajo un rugido de su estomago acepto la merienda.
Tres meses después
Maya se acerco a la salita y comenzó a buscar a Hikari con los ojos, al encontrarla, sentada sobre el piso mirando fijamente a su regordete gato Buyo.
La niña yacía limpia con un hermoso Kimono blanco bordado en flores y su larga melena cayendo como cascada por hombros y espalda.
La joven pelirosa se acerco sonriente a la pelinegra, Hikari la miro por encima de sus pestañas.
-Tengo un obsequio para ti-dijo con emoción.
-¿Qué es eso?-inquirió suavemente, acariciando el pelaje del gato.
-Ten, quiero que lo lleves siempre contigo-la muchacha le puso alrededor del cuello una cadena de cristal, Hikari la tomo entre sus dedos y su rostro se ilumino.
-¿Por qué me lo obsequias?-pregunto con curiosidad, Maya se enderezó y se acerco al bibliotecario.
-Hoy es tu cumpleaños, lo compre para ti-musito, Hikari la observo en silencio, como siempre.
-Por cierto Hikari, necesito que vallas al bosque y encuentres esta flor, la necesito para una niña que se encuentra muy enferma; confió en que la reconocerás-Maya se acerco a ella y le enseño la foto de la planta.
La pelinegra se enderezo y tomo el pergamino, lo observo y asintió.
-Hai, adiós…-Hikari apretó el pergamino y la miro, pareciendo dudar-Maya-Sama.
Dicho esto le dio la espalda y la joven solo escucho el portazo de la puerta al cerrarse, Maya sonrió con las pestañas humedecidas, aunque ella desconociera el pasado de la niña, únicamente sabia que le había cobrado gran afecto.
Bajo un claro cielo azul, el aire del bosque parecía más ligero y menos terrorífico que la última vez. Las hojas de los arboles danzaban con libertad y se escuchaba el suave canto de las marmotas.
La pelinegra reunió algo de chacka en sus piernas y a una velocidad sorprendente llego al prado reluciente de flores bajo la discreción del mediodía.
-Aquí debe estar-abrió el pergamino y miro aquella flor de llamativos pétalos azules, al ser bastante peculiar entre las demás debería ser sencillo encontrarla.
Se hinco y rebusco entre las demás plantas coloridas con atención.
-¡Ayuda! ¡Por favor ayúdenme!-suplico con plegaria una vos infantil.
Hikari se acerco detrás de unos matorrales y vio a una niña aparentemente de su misma edad, la cual lloraba con gran lamento.
-¿Qué sucede?-pregunto, la niña se estremeció y la miro con sus grandes ojos castaños bañados en lágrimas saladas.
-Es mi madre, unos malhechores la han atacado-sollozo, la pelinegra se acerco y arrugo un poco la nariz.
-Indícame donde esta-la niña asintió y trago, guiándola a un claro rio, bajo la sombra de un árbol reposaba el cuerpo herido de una mujer.
-¿Podrás salvarla?-pregunto con nostalgia, Hikari se inclino diagnosticando la gravedad de sus heridas.
-Sí, solo esta desmayada-y después se hinco y de las palmas de sus manos salió una gran cantidad de chacka y las apunto en todas la direcciones en las cuales habían heridas.
Ante la mirada incrédula de la niña observo como los ojos grisáceos de su madre se entreabrían.
-¡Mamá!-sollozo precipitándose sobre su pecho, la mujer en un acto de reflejo la abrazo con fuerza.
Hikari se volvió a poner en pie y silenciosamente dejo a solas a las mujeres, permitiéndoles privacidad.
-Mi madre solía abrazarme así-musito, entre un punto fijo sus orbes amatista reconocieron la flor que hace unas horas había estado buscando.
La tomo entre sus manos y la envolvió en el pergamino, viendo ya que había oscurecido y que muy pronto el sol se ocultaría corrió con apuro hacia la aldea, antes de que montaran guardia los centinelas de Akatsuki.
En el camino el corazón de Hikari latía a una milla por segundo, miraba de vez en cuando hacia atrás, verificando que nadie le seguía.
Suspiro cuando llego a la casa donde vivía Maya, abrió la puerta y la cerro detrás de sí, la sala estaba a oscuras, entrecerró los ojos y encendió las bombillas.
Sus ojos se abrieron desmesuradamente al encontrar los muebles volcados y en el centro, aquel hombre de cabellos negros y mirada escarlata, culpable de sus más oscuras pesadillas.
-Feliz cumpleaños Hi-ka-ri-sintió un escalofrió recorrer su columna vertebral, sus ojos dilatados apreciando la figura ante ella.
-¿Dónde está ella?-ignoro el pavor que sentía correr por sus venas. Madara Uchiha movió un poco la cabeza y mostro una sonrisa torcida.
-¿Aquella hermosa jovencita de cabello rosa?-Hikari apretó sus nudillos, Madara se hiso a un lado y revelo el cuerpo magullado y sucio de Maya, pálido sobre el suelo. La chica respiraba entrecortadamente.
-H-hikari-reconoció en un hilillo de vos, La pelinegra se lleno de ira.
-¿¡Porque la lastimaste! ¡Ella no tiene la culpa de nada!-grito, fue allí, a una velocidad sorprendente el puño de Madara aterrizo sobre el labio de la niña, reventándolo.
-¿Enserio pensabas, estúpida niña que alguna vez escaparías de mi?-Bramo sermoneándola con brusquedad por los hombros, volviendo a golpear su rostro, su cuerpo se derrumbo sobre el suelo, su melena cubrió su cara.
Hikari tembló con dolor y miro por encima de sus pestañas el pálido rostro de Maya que lloraba amargamente.
Madara tomo a la joven por el cabello y la obligo a levantarse, ante la odiosa mirada de la pelinegra.
-Esa niña que ves allí, a la que protegiste con tanto fervor...no es nadie más que Hikari Uchiha; mi hija-susurro en su oído, Maya abrió los ojos con fuerza, paralizada de la sorpresa y el horror.
Por primera vez, lagrimas brillante rodaban por las mejillas de Hikari Uchiha, el asesino a su madre cuando ella tenía tres años, luego la rapto y la obligo a vivir con él, sometiéndola a crueles entrenamientos con cada uno de los miembros de Akatsuki, siendo luego curada bajo la triste mirada de las mucamas.
Llenando su corazón de odio y rencor, y cuando tuvo la oportunidad de huir y volver a comenzar. El nuevamente aparecía, doblegando todas sus esperanzas, ahogo un sollozo con su mano y cerró los ojos al escuchar un débil grito de Maya.
-Por favor, quiero olvidar…deseo olvidar, olvidar y volver a comenzar-
Suplico con melancolía al cesar los jadeos de su compañera, sintió una fuerte energía abrazar su cuerpo y después como era sumergida en algo blando.
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¡Hikari!
Abrió sus ojos con fuerza, como si estuviera bajo un mar y nadara hasta sacar la cabeza a la superficie.
-¡Ya levántate, llegaras tarde a la academia!
La pelinegra entrecerró los ojos con confuncion.
-¿Maya-Sama?-formulo, la dueña de unos orbes azules y cabellos rosas tiro de sus sabanas y de un jaloneo la saco de la cama.
-Me prometiste que harías esto, Ayer hable con el Hokage y te aceptaron debido a tu alto poder y tu clan-explico encerrándola en el baño, Hikari parpadeo con lentitud.
-Tuve un extraño sueño-susurro llevándose una mano a la cabeza e ignorando el parloteo de la pelirosa.
-¡Ya báñate!-grito, Hikari suspiro y comenzó a desvestirse, sometiendo luego su cuerpo a una fría ducha.
…
-¡Te ves increíble!-la Joven pelirosa elevo sus manos hasta la altura de sus pechos y sonrió encantada, Hikari guardo silencio y tomando una cinta en sus manos recogió su larga melena en una coleta alta.
-Hace tiempo que no lo recogías-comento, Hikari llevaba un chaleco corto morado con cuello tortuga, una falda cortada por los lados y unos calentadores de codo, calzaba unas sandalias igualmente moradas.
-Está muy largo, de lo contrario no podría moverme con libertad-menciono, de esa manera le rosaba la media espalda.
-Sí, pero no me gusta que lo cortes, así está muy lindo.
Hikari menciono un ligero "Mmm" y colocándose la mochila dejo un fuerte portazo al salir. Hoy seria la numeración de los equipos…esperaba tocar en uno bueno.
Continuara…
