Es imposible negarlo.
No cuando su apariencia destaca como oveja entre lobos, pastando entre la jauría y en medio de las feroces fauces ávidas de sangre. Viste con poco más que su ropaje húmedo, sus anteojos que cuelgan de su suéter verdoso, el pantalón chorreante que va acabando ese poco a la gastada madera del piso o el aroma de libro viejo que impregna su nariz de vez en cuando. Tampoco pasa desapercibido ese semblante concentrado y agudo en contraste de la rebosante jovialidad entre los golpeteos de agua en los cristales como las voces animadas entre el tintineo de copas y bullas de camaradería.
No esta en su ambiente, es imposible negarlo.
Pero se le ve confiado, como si ya hubiera permanecido en tan entrópico lugar por toda una eternidad, ignorando sus alrededores con facilidad mientras toma su bebida con calma y los gestos que hace al pasar el líquido por la garganta le delatan su inexperiencia con el alcohol, o el cómo sigue anotando en un cuaderno con tal esmero que el sonido del grafito hace ritmo con la música de la rocola del bar.
Sin embargo, hay un punto de sumo interés que le impide quitarle la mirada de encima desde que entró al local cuando el torrencial se había tornado más fuerte, un punto que tira la lógica por la ventana y vende su apariencia por impostora.
—Oye, tú. ¿Acaso te agarraste tres rounds con la biblioteca antes de venir aquí?
Hay silencio por un momento, donde el joven deja caer el lapicero en la caoba de la barra y con premura lleva una mano al bolsillo del pantalón, sacando unos guantecillos de cuero y no tarda en ponerlos sobre sus magulladas manos. Prosigue en escribir.
—Venga ¿Quién ganó?
Ella mueve su propia copa con sus dedos, solapando con la mirada la bebida mientras recurre a tomar un sorbo, acomodando su cuerpo y procurando la distancia entre asientos en caso de que la conversación termine justo ahí.
—Ganó el hematoma y la Algebra Lineal. Para su desgracia la muy tonta no tenía sección de medicina, ya sabrás como terminó—masculla en tono agotado, un notable enfado por cada palabra fuera de sus labios.
Le sorprende que su voz sea bastante suave, rondando a lo fino y con cierta amargura que debe ser culpa de la bebida.
—Joder, entonces ni siquiera una biblioteca puede contra un cerebrito como tú.
—No soy un "cerebrito".
Jirou resopla por la nariz y no puede estar más en desacuerdo, sus pintas y la simple mochila que descansa a sus pies indica todo lo contrario a excepción por las obviedades que la impulsan a seguir lanzando palabras.
—¿Siempre golpeas hasta que los nudillos explotan?—cuestiona con sorna entre otro sorbo y mantener una mano sujetando su cabeza, tratando de mantener más el interés sobre el desconocido a su lado izquierdo.—O es que reprobaste los parciales y agarraste al tomo de cálculo como Punching Bag. Cualquiera de las dos, es algo excesivo para un universitario.
El sonido de lápiz sobre papel vuelve a su oído, lo toma como el cierra final y prosigue en seguir en el disfrute de su bebida y la música del local.
—Nunca juzgues la dureza de un libro de cálculo, aunque no, prefiero pegarle a mi libro de lógica proposicional y de predicados.
Ella le mira de nuevo, jurando captar un poco de fanfarronería entre sus labios expuestos, el borde de su vaso y la fumarola entre el cristal.
—¿Ahora se te da por hablar?
Un suspiro ahogado brota de sus labios, y Jirou es sorprendida en el momento que él gira su cabeza y se le muestra en su esplendor con un gesto torcido—Eso era lo que querías ¿no es así?
Le mira, y lo primero que se graba a la cabeza es como su rostro no tiene marcas ni heridas, solo la gran distinción de sus ojos esmeralda, las bolsas de agobio debajo de estos, su cabello húmedo y alborotado y la resequedad en sus labios. La falta de zonas purpureas le hace pensar que sus suposiciones son correctas y aquel joven se ha dado de golpes contra libros de texto y anaqueles de temas intelectuales.
—Luces como mierda—escupe e intenta no reír a carcajadas apenas le mira por completo, la osadía del alcohol en su sangre sacándole más carcajadas de las que acostumbra.
—Dime algo que no sepa.
—Que pareces un maldito asesino serial con esa cara y las manos ensangrentadas—dice la chica entre sus murmullos entre dientes, haciendo que el joven frunza el ceño en meditación.
—Touche.
Su risa se agota, y con más tranquilidad se gira para poder encararle mejor. Él siguiendo en su pose con el lapicero en mano y mirada taciturna.
—¿Entonces vienes a emborracharte hasta quedarte dormido y escribes en el cuaderno tu dirección para que alguien de milagro te lleve?
Él ríe levemente, dejando el lapicero y cierra el cuadernillo.
—¿Acaso te estas ofreciendo a llevarme a casa?—tallándose el ojo mientras el cantinero rellena el vaso con más Whiskey—¿O solo planeas aprovecharte de mi situación y robarme?
—No soy ladrona.
—Ni eres tan bien intencionada para llevarme a casa, bien tu podrías ser la asesina serial, y yo la victima perfecta.
Jirou no duda en rodar los ojos ante las palabras, se sugiere que era el momento de parar la conversación y seguir en sus propias cosas; se abstiene a ello debido ante las aún cuestiones que le rodean sobre el intrépido joven que apenas lleva en su bar favorito alrededor de dos horas y parece no importarle que algunos de los clientes ya han apostado sobre si logrará llevársela a casa por otra ronda más.
Mejor no defraudarlos, y mejor no defraudar una buena conversación mientras pasa la tarde.
—¿Y como porque yo quisiera acaba con la vida de un universitario que suele pegarle a libros como deporte?
Hay un corto espacio, donde el chico de cabellos verdes lleva una mano al mentón, realmente pensando en una respuesta.
—Porque soy el único universitario que suele pegarle a los libros como deporte, soy buen ejemplar de algo que jamás encontrarás de nuevo. Menuda asesina que resultas ser.
—¿Y como exactamente voy a hacer algo cómo eso?
—Podrías llevarme a casa, matarme y meterme en ese estuche que tienes a tu lado—narra con exactitud y apunta con su dedo al objeto que menciona, una sonrisa moribunda en sus labios al bostezo que se le escapa por accidente—Apuesto que no llevas una guitarra ahí dentro.
Y ella vuelve a reír por su buena intuición.
—Claro que no, llevo un bajo. Y no, creo que mejor preferiría matar a otro universitario que a ti—dice entre risas y dando sorbo a su licor de café—igual tus manos ya no me sirven.
Le ve con ganas de debatir, sin embargo, su debilidad le vence y solo agita su cabeza para ganar compostura.
—Ahora, estas en conservatorio, banda o debo preguntar en que parque tocas.
—Conservatorio.
—Felicidades, yo en Facultad de Ciencias. Matemáticas Puras.
—Como todo buen cerebrito—finaliza con un chiflido.
—Basta con eso.
Y esa es la conversación que adquieren por otro rato, donde el extraño individuo se mantiene a flote con pequeños comentarios y sacando información escaza sobre él y se limita en tratar hacerla hablar o empezar una nueva conversación cuando la anterior llega a una salida sin retorno.
Jirou reconoce que es agudo en muchas cosas, donde a veces parece que hablan más sus neuronas que sus propias ideas o del como cada punto los desmenuza hasta dejarlo en partes que le parecen tan pequeñas que solo él las encuentra en la conclusión que termina siempre con un dedo al aire y un "Resultando" que se le escapa de sus labios.
Apenas se escucha el exterior calmado y sin vista del agua, que el joven paga su trago y no tarda en ponerse la mochila a los hombros en ir hacía la salida.
Jirou lo detiene, apresurándose a ponerle el pie y hacerlo tiritar, golpe el extremo del banco y por inercia logra mantenerse de pie, él voltea con cierta curiosidad por lo sucedido.
—¿Cómo podre matarte si no me dices tu nombre?—Suaviza con sorna y apenas oculta los claros indicios del rojo en sus pómulos, impulsada por la sutilidad del alcohol y la cuestión de tener algo para reconocerle además de los nudillos rotos y la mirada inocente.
Y por primera vez en la tarde, él sonríe genuinamente.
—Midoriya Izuku, campeón en derrotar bibliotecas a puño limpio—finaliza ofreciéndole la mano.
—Jirou Kyouka, la música que suele ser asesina a sueldo.
Ambos estrechan firmemente las manos, Jirou un poco insatisfecha de experimentar el tacto del frio guante en lugar de la segura callosa mano aún envuelta en sangre.
Lo ve marchar, con la pregunta si realmente lo volverá a ver, a compartir tragos al refugiarse del temporal e ignorando a todo lo demás que no sea su mirar cansado y las manos lastimadas, y con la pregunta si realmente vencerá a bibliotecas en algún club dentro del campus universitario a finalizar las clases.
Poco después, no tarda el grito de victoria y el como unos billetes llegan hasta la barra y el cantinero se pone a repartir tragos a todos los comensales del bar, Jirou sonríe ladinamente y se abstiene a aceptar el shot de Vodka mientras se concentra en la música de la rocola y el porvenir del día siguiente.
¡Hola y gracias por leer mi primer aporte a este fandom!
Me fue muy difícil decidirme que quería hacer con este escrito en particular, en especial debido a que realmente fue un arrebato de inspiración y un capricho que decidí darme al no sentirme satisfecho por la forma en que usualmente retratan a Midoriya como un estudiante universitario. Además que realmente no hay muchos fics donde se encuentre este tipo de escenarios cotidianos.
Pero de todo el reparto de ships, creo que el IzuJirou es bastante interesante y me permite jugar con ellos a mi antojo para lo que quiero escribir, y también que se necesita más de ellos por estos lares.
Espero les haya gustado, dejen sus comentarios y háganme saber que opinan sobre estos dos dentro de un AU sin Quirks y a nivel universitario.
Si veo suficientes respuestas positivas, me animare a volver a escribir de estos dos.
¡Hasta la próxima!
