Descargo de responsabilidad: Akatsuki no Yona pertenece a la maravillosa Kusanagi sensei.
Advertencia: No apto para todos los estómagos ni mentes sensibles.
KAFKIANO
Soñé que mataba a alguien…
No sé quién era, así que no lo preguntes, pero sí sé que yo quería a esa persona. Tuve que matarla. Se había convertido en un monstruo, en un bicho horrendo que quería devorarme, así que le arranqué la cabeza…
Pero seguía vivo… Con su cabeza en mis manos, sus patas de insecto se agitaban en el aire, y las fui quebrando una a una, mientras sus ojos verde mar me miraban desde el suelo.
Pero de su cuerpo muerto empezó a brotar algo. Se abrió, dejando salir un líquido viscoso amarillento, como pus envenenada, y yo supe, con esa certeza que solo se tiene en los sueños, que solo el fuego podría destruirlo. Y mientras ese cuerpo infecto se agitaba en convulsiones, trayendo a este mundo a otro monstruo, el mismo monstruo, yo recogía mis cosas a toda prisa. Mi abrigo, mis camisas, mis zapatos. ¿Dónde estaba mi bolso? Me llevé la foto de mi padre…
No miré atrás. No quise. Ni pude. Tuve miedo, sí, de lo que podría ver.
Cerré los ojos y prendí el fuego.
Lo escuché gritar… Y con cada grito sentí esa cuerda dentro de mí, que me impulsaba hacia él, al mismo fuego en el que ardía, que tiraba de mí, de los años de amor infantil y traicionado. Una cuerda atada a mi corazón, a mis sentidos, a todo mi ser.
—¿Y qué hiciste? —pregunta él, empujando suavemente la taza de café frente a ella.
—Me arranqué el corazón y me desperté —Ella evita sus ojos y rodea la taza con las manos.
—Pero estás aquí.
—Vine a buscarte.
—¿Por qué? —pregunta él, demasiado quieto, demasiado tenso…
—Porque solo tú puedes darme un corazón… —declara ella, como si ese fuera el razonamiento más lógico del mundo. Él enarca una ceja, a medias burlona, a medias curiosa…
—¿Vienes a arrancarme el mío? —Él finge que no le importa saberlo, finge que no entiende. Pero su café se enfría, intacto, sobre la mesa.
—No… —dice ella sin más, y se lleva las manos al regazo, ocultándolas, pero alza el rostro y en sus ojos, él está seguro de que arde el fuego de un dragón—. Porque sé, Son Hak, ahora lo sé, que mi verdadero corazón vive dentro de ti.
Él escucha, de verdad que la escucha… Se deja caer hacia atrás, apoyándose en el respaldo de su silla, y no dice nada.
Y cuando ella piensa que tendrá que aprender a vivir sin un corazón, la voz de él, con un toque de risa apenas contenida, dice:
—Pues entonces tenemos un problema, princesa…
—¿Hak? —pregunta ella, sin saber qué pensar…
—Para empezar —le interrumpe él—, el mío siempre ha sido tuyo…
Corazones que se arrancan, desdichas que se dejan atrás, naufragios a los que se sobrevive y corazones que se entregan, almas que viven el aire de otro cuerpo… Sueños que te muestran el camino y te revelan la verdad que la razón esconde…
Las manos se entrelazan por encima de la mesa y ya no hacen falta las palabras…
