Título: Observación
Summary: Quien busca lo que no debe, se entera de lo que no quiere. Tyrion nunca buscó. Supone que ser inteligente a veces conlleva sus desventajas.
Disclamier: La saga y los personajes no me pertenecen. De lo contrario esto tendría probablemente más putas y menos guerras. Todo sea por el bien de Tyrion.
Advertencias: Crack. Del duro. Also, cada capítulo tiene un estilo diferente, por diversión y entero capricho de la autora.
N/A: Escrito para el AI del foro Alas negras, palabaras negras, para Mitsuky, espero que te guste aunque no es específicamente lo que pediste y raya un poco en el absurdo de mi intento de sentido del humor. Un abrazo de AI :)
Diatriba
Ser inteligente tiene sus desventajas.
No muchas, en honor a la verdad, y no sobrepasan en número a las obvias preeminencias que conlleva el tener una sesera superior a la otorgada a un nabo. Suspira, y observa el vino bailar en el fondo de la copa, distorsiona el león, ruge y de las fauces le salen inocentes burbujas. Lo del nabo es de hecho una buena analogía pues, en su modesta opinión, sólo en poniente puede la gente cosechar un criterio tan yerto e insípido durante tanto tiempo. Sin frutos obvios.
Deja el libro un lado y se sirve otra copa. "Oh, bueno. Los nabos crecen mejor en el frío. Y si Stark tiene razón, se acercan el invierno… y las revelaciones"
Quizá sea culpa de la curiosidad. O de la imaginación. Tyrion diría que es culpa de su padre y de su tío Gerión. Twyin no era muy adepto a mostrar a su hijo en público, considerando público un número superior a tres personas en la habitación, siendo dos de ellas sus hermanos, y el tercero otro familiar cercano, las conversaciones escaseaban, los gestos hoscos abundaban, los gruñidos constituían un intercambio aceptable y la biblioteca del castillo un descubrimiento estimulante, especialmente durante el conticinio, cuando las hojas de los libros crujían, cantando al mismo ritmo de los grillos, y el polvo se elevaba en volutas que se le metían en la nariz y le arrancaban estornudos estertóreos (en alguna parte del castillo, en su pequeño nicho, una de las cocineras se retorcía creyendo haber escuchado un rugido).
Se bebía las hojas y a menudo se atragantaba con las palabras, las peores eran aquellas con muchas consonantes juntas, se le pegaban al paladar cuando intentaba pronunciarlas y no había forma de volverlas a bajar con la punta de la lengua, había que tomar aire y empezar de nuevo. Era una tarea difícil, a veces le tomaba toda la noche y le dejaba la boca seca, con la sensación de haberse tragado un puñado de arena. Al día siguiente dormía hasta entrada la tarde y sólo las criadas parecían extrañarle. A él le parecía suficiente. Los libros le enseñaron primero a hablar, guardaba debajo del almohada un pequeño cuaderno de pergamino viejo y piel de oveja en el que coleccionaba las palabras más difíciles, las menos vulgares, las del significado más exacto y la progresión más eufónica, las repasaba todos los días y ensayaba posibles frases en donde podría incluirlas: El efecto fue inmediato, hablaba más y mejor que el resto y ante la ofensa y la incredulidad de sus oyentes, Tyrion nunca había encontrado tan divertidas las cenas familiares.
En segundo lugar, le enseñaron a pensar (pronto, cínicamente y en las más oscuras posibilidades), y en esto habría que darle también algo de crédito a su tío Gerion quien vivía con la boca llena de aventuras y los ojos de secretos por descubrir, afirmaba medio en broma, medio en serio, que la versión oficial de una historia era siempre la parte aburrida y que el resto había que buscarlo entre las líneas y las comas, había que deformarlas y exprimirlas hasta que escupieran atragantadas lo que habían estado guardando.
Era una lástima que no pudiese hacer eso con Cersei.
Era una lástima que su cuñado intentara hacer eso con Cersei con tan terrible falta de dirección.
El ilistrísimo rey Robert, el I de su nombre, rey de los Ándalos y los Rhoynar y los Primeros Hombres, señor de los Siete Reinos y Protector del Reino, resultaba absolutamente incapaz de notar que los ojos de sus hijos no eran lo suficientemente verdes y que la espada de su cuñado, curiosamente, siempre tendía a apuntar un poco hacía su hombría cuando se encontraba cerca. Tyrion se rio. Se podría pensar incluso que Jaime tenía una extraña fijación fálica. "En ese caso mi querida hermana es la elección perfecta, porque como sufre la pobre por no tener una polla"
El vino se le había acabado y Tyrion adivinaba el dolor de cabeza que se avecinaría en la mañana, una mezcla de sobriedad y verdades insoportables.
Sí, definitivamente la perspicacia era una virtud injustamente recompensada.
