Capítulo 1: Necesito paz.
Mayo, 2.005
Esa era la tarde de domingo más soleada que Harry podía recordar de aquella primavera, que les había azotado con un aire despiadado y un frío casi polar la mayoría del tiempo. Con los bebés recién nacidos y con Bonnie, Ginny y él habían disfrutado de seis meses maravillosos de vida hogareña. Tan sólo visitaban ocasionalmente a los Sres. Weasley en la Madriguera y a sus cuñados, Hermione y Ron, pero eran muchas más las veces que todos ellos pasaban tardes agradables en casa de los Potter. Los Sres. Weasley les deleitaban con historias sobre las correrías de todos sus hijos, incluida Ginny, que se ponía colorada cada vez que sus padres recordaban lo trasto que había sido de pequeña. Harry los escuchaba siempre con una sonrisa, pero casi nunca intervenía en la conversación, salvo cuando las historias trataban de los primeros años de adolescencia de todos ellos, cuando él, al conocerlos y hacerse en un principio amigo de Ron, empezó a formar parte activa de su vida, complicándosela mucho en ciertas ocasiones, tuvo que admitir. Él no tenía historias infantiles que quisiese recordar, ni por supuesto contar, y todos sus amigos respetaban su silencio porque le conocían tan bien, que eran conscientes de la tristeza que causaban los recuerdos de su infancia. Él valoraba muchísimo aquellas tardes tranquilas, sintiendo que, por fin, podía disfrutar del amor de una familia de verdad.
Pero aquella tarde no estaba resultando típica. Muy pronto, por la mañana, Fred y George habían llegado a la casa gritando y alborotando sobre una gran fiesta que iban a organizar para esa misma tarde en su tienda de artículos de broma. Insistieron un montón para que los Potter les permitiesen llevarse a Bonnie con ellos, alegando que la tienda iba a estar llena de niños y que disfrutaría un montón. Al principio, Ginny no estuvo muy de acuerdo, temerosa de que sus bromistas hermanos no fuesen lo suficientemente capaces de hacerse cargo de la niña como es debido, pero al conocer la noticia de que también sus novias iban a asistir (Fred y George, ¿con novias? Esa noticia sorprendió y encantó a Ginny y Harry por igual) finalmente consintió. Tampoco el resto de la familia Weasley iba a estar libre esa tarde: Ron y Hermione tenían enferma a su pequeña hija, por lo que la Sra. Weasley y su marido habían marchado a pasar todo el día con su hijo y su familia.
"En fin, - pensó Harry, complacido – hoy va a ser uno de esos días de paz, tranquilidad, sosiego… Los gemelos están durmiendo la siesta con Ginny, así que voy a tener un rato para mí solo, para relajarme en mi despacho y descansar."
Se arrellanó en su cómodo sillón, frente al escritorio donde resolvía parte del trabajo de auror que siempre solía llevarse a casa y por el que Ginny le regañaba cariñosamente, y cerró los ojos durante unos segundos, disfrutando del silencio.
"RIIIIIIIING"
Harry abrió los ojos, sobresaltado. "¿Quién puede ser? No esperamos a nadie esta tarde. Será mejor que vaya a averiguarlo cuanto antes, antes de que los niños comiencen a alborotar si vuelve a sonar el timbre." Caminó hacia la puerta, aprovechando para estirar los músculos, que se le habían agarrotado, y abrió, preparado para mandar a paseo a cualquiera que osase molestarles esa tarde, pero no para asimilar la presencia de quien estaba esperando frente al portal.
- ¡Malfoy…! - exclamó, sorprendido – Tú aquí…
- ¿Puedo pasar, Potter? – Preguntó el aludido, con insistencia – Necesito hablar contigo de dos asuntos de suma importancia.
- ¿Conmigo? – Harry se extrañaba cada vez más con la situación.
- Eso he dicho.
- Pasa, pasa. Estaremos tranquilos en mi despacho – le dijo mientras cerraba la puerta tras su inesperado invitado y le conducía después hacia su "santuario", como él se empeñaba en llamar a su despacho.
Ninguno de los dos habló hasta que ambos estuvieron acomodados en sendos sillones, Harry ante su mesa y Draco al otro lado, frente a él. Hasta cierto punto, la estampa que allí se reflejaba, era curiosa. Muchas brujas habrían deseado poder espiarles aunque fuese tan sólo un momento. Dos de los hombres más ricos del mundo mágico y los dos más guapos y deseados por todas las mujeres… Ambos juntos. Uno vestido con traje elegante, el otro con una bata de descanso muy sexy e insinuante sobre un pantalón de pijama… Los dos midiendo sus fuerzas mediante miradas escrutadoras.
- ¿Puedo ofrecerte algo de beber, Draco? – rompió el hielo Harry, finalmente, con una cordial sonrisa.
- Por esta vez no te lo rechazaré – respondió el otro, demasiado serio. Parecía atormentado.
- Bien. – comenzó Harry, ofreciéndole un vaso con el Whisky de Fuego que él mismo se servía, ahora ya muy de vez en cuando. - ¿Qué es tan importante como para que vengas a mi hogar no habiendo sido obligado por Nadia? – le pinchó.
- Déjate ahora de historias, Potter, y escucha. Sé que te va a interesar. – Entró en materia, sin más - Al morir Bellatrix y mi padre, no toda su organización se desmanteló. Hubo gente que juró seguir adelante con sus ideales de dominación de los sangre pura.
- Lo imagino – le interrumpió Harry con aires de suficiencia – siempre sucede lo mismo. Es prácticamente imposible atraparles a todos. Pero con que no jodan con sus estupideces, es suficiente. Pueden pensar lo que quieran, incluso suicidarse en honor de sus ideales, si quieren. Estoy harto de ese asunto, Draco – terminó Harry, verdaderamente hastiado.
- Calla y escucha – le respondió el otro, controlando sus nervios. – Mi padre tenía dos asesinos en la sombra de los que jamás has oído hablar, ni tú ni nadie. Se hacen llamar Leman y Horts. Pero apostaría mi mano derecha a que esos no son sus verdaderos nombres. Yo sabía de su existencia por ser el heredero de mi padre, pero nunca me permitió conocerles personalmente ni saber detalles de sus actividades. Pero puedo jurarte esto: eran los más sanguinarios y despiadados de todos sus adeptos. Realmente ellos cometieron muchos de los crímenes que se atribuyen a los mortífagos más famosos, quienes tan sólo eran peones prescindibles en manos Voldermort y más tarde de mi padre. Investigando, he descubierto que, aunque en el caso de Nadia no fueron artífices directos de la muerte de su familia, sí la planearon. – Con ello captó la atención de Harry por completo – Son ellos, Potter. Han vuelto a actuar, y esta vez por su propia cuenta.
- Malfoy, tú deliras – se burló Harry, con sorna – No ha habido asesinatos últimamente, te lo puedo asegurar. El panorama mágico está calmado, incluso demasiado…
- Puntualiza, Potter. No ha habido asesinatos en la comunidad mágica "decente". Pero sí los ha habido en las bajas esferas. Eso yo te lo puedo asegurar a ti – le respondió a Harry, recalcando con fuerza esta última frase. – La persona que escuchó la conversación por la que yo sé todo esto, ya no respira en este mundo. Tendrás que reconocer que mis contactos siempre han sido menos… "ingenuos" que los tuyos. – Harry se revolvió en su asiento con esta última frase.
- Te lo permito porque eres el prometido de mi hermana y el padre de su hijo, Malfoy – le apuntó con el dedo, amenazadoramente.
- Por lo que sea – dijo Draco con un gesto de desprecio. – Su plan es tomar el control del mundo mágico entrando aparentemente en política.
- ¿Y qué pinto yo en todo eso, si puede saberse?
- Que esta vez su abanderado, su cabeza visible… – hizo una pausa teatral para dar más dramatismo a lo que estaba a punto de decir – es un muggle.
- ¡Vamos! ¡No me jodas, hombre! ¡A ti te ha dado demasiado el sol esta mañana! ¿Un muggle? ¿De qué demonios va a servirles un muggle para conquistar el mundo mágico?
- Quieren introducir a los magos de pleno derecho en el mundo muggle, Harry – al auror no le pasó desapercibido que en esa frase pronunció su nombre de pila por primera vez en toda la conversación - ¿Imaginas lo que eso significa? ¡No tener que ocultar nunca más nuestros poderes ante los muggles! ¡Actuar a nuestro antojo cuando, como y ante quien queramos!...
- ¡Pero eso es imposible! – Gritó Harry, escandalizado, a la vez que se levantaba de su sillón para quedar a unos centímetros de su rubio interlocutor – Nos llevaría a la autodestrucción… Si se rompe el equilibrio entre ambos mundos, el caos se adueñaría de todo hasta que sucumbiéramos, unos y otros. – Dijo Harry, desesperado.
- Yo lo sé y tú lo sabes, o al menos lo intuimos – continuó Draco, sin inmutarse – pero hay gente, sobre todo gente sin muchas luces, que lo único que ve es que ahora todos sus poderes están regulados y restringidos y que si sucediese lo que acabo de contarte, esto cambiaría sustancialmente su posición. Reconócelo, Potter, las personas piensan, las masas son dirigidas. Si consiguen crear una conciencia generalizada de liberación, no hace falta que te diga que el Ministerio deberá detenerlos, aún a costa de otra guerra civil.
- Por Merlín, - dijo Harry, mirando a su invitado directamente a los ojos, y abatido, se sinceró con él – estoy cansado, Malfoy, muy cansado. Mi vida ha sido una constante lucha, siempre he tenido que pelear duro por tener aquello que cualquier persona tiene desde pequeño: un poco de cariño, una familia… Con once años ya luchaba por mi propia vida y la de los que me importan… Y ahora que por fin he alcanzado la paz junto a los que amo, volver a luchar significa tener que volverme a ganar el derecho a tenerla. Nunca es suficiente…
- Te comprendo, Harry, ahora yo también tengo alguien por quien realmente deseo luchar… - mantuvo su mirada por unos instantes, pero al momento volvió a ser el rubio descarado de siempre. – He venido a tu casa porque, al menos por el momento, quiero que seamos tú y yo los que controlemos el asunto. No confío en nadie del Ministerio, nada más que en ti, - acalló el inminente comentario de Harry con una mirada furibunda - y entre la gente de mi padre, ya no soy "demasiado" popular. ¿Cuento con tu apoyo?
Harry le dio la espalda, situándose frente a la ventana de su despacho, que daba al jardín. Se mesó los cabellos, pensativo, mientras fijaba la vista en un pequeño pajarillo que se había posado en el alféizar de la ventana, juguetón. Draco respetó su silencio, expectante. De repente, se giró situándose de nuevo frente a él, decidido.
- Cuenta con ello. Quiero que me informes detalladamente de todo lo que sabes y que tracemos un plan de actuación cuanto antes. Yo averiguaré todo lo que pueda.
- Bien, pero no hoy. No le he dicho nada a Nadia sobre mi salida. No puedo demorarme mucho en volver.
- Lo entiendo – sonrió Harry al recordar a su "hermanita" – Pero, si no recuerdo mal, al entrar me has hablado de dos asuntos. ¿No es cierto? ¿Cuál es el otro?
El rubio titubeó, sin decidirse a hablar del otro problema que le había llevado hasta la casa del que había sido, en otros tiempos, su mayor enemigo y al que ahora debía agradecer en parte su libertad, cosa que, en el fondo, no le molestaba tanto, ni mucho menos, como él había esperado.
- Es sobre Nadia – se decidió al fin.
- ¿Nadia? – Respondió Harry, preocupado - ¿Qué le has hecho a mi hermana? ¿Va bien su embarazo?
- ¿Crees que si yo hubiese hecho daño a tu hermana vendría a contártelo a ti? – se burló Draco, sarcástico. – Su embarazo va perfectamente, Potter.
- Entonces, ¿qué pasa con Nadia? ¡Habla! ¡Por Merlín! ¡Que me pones nervioso!
- ¿Nervioso el gran Potter? ¿El niño que vivió? Sí – se calmó finalmente Draco, adoptando de nuevo el semblante triste con el que había llegado – tú siempre has sabido preocuparte por los que amas, no como yo… - Harry alucinaba, no esperaba tanta sincera amargura por su parte.
- Vamos, cuéntame. ¿Qué sucede? – le animó, conciliador.
- Ella me oculta algo, Harry, algo importante, tanto como para destrozar nuestra relación. Lo sé. – comenzó el rubio, abatido.
- ¡Eso no puede ser, Draco! ¡Ella te adora! ¡Te va a dar un hijo y os casaréis en cuanto nazca! – le dijo, totalmente incrédulo, pero la mirada de profundo dolor del otro le hizo guardar silencio por un momento y no tomar a la ligera sus palabras - ¿Me estás insinuando que Nadia te engaña con otro? – dijo finalmente, temeroso de la respuesta.
- No lo sé, Harry. Me niego a creer eso. Pero lo cierto es que ella guarda un secreto que nos está distanciando cada vez más y no sé cuánto tiempo podremos seguir juntos si no confía en mí y me lo cuenta, sea lo que sea. Ya sé que en el pasado he sido despreciable con todos vosotros, que he sido un borde y os he querido hacer daño, mucho daño…- tomó aire para serenar su voz quebrada - Te voy a rogar una única vez en esta vida, Potter, tenlo por seguro, y esa vez es ahora, y ni siquiera por mí, sino por ella, porque me moriré si la pierdo de esta manera, sin saber qué le sucede y si puedo hacer algo por hacerla feliz, aunque sea alejarme de su lado.
- Pero, ¿qué…?
- No lo sé, Harry. A mí me lo niega todo, pero lo cierto es que ya no somos una pareja, en ninguno de los sentidos, ni siquiera me abraza, prácticamente no permite que me acerque a ella…
- ¿Cómo puede ser eso? ¿No le habrás pegado en el pasado y ahora te teme…? Mira que te mato.
- ¿Cómo voy a pegar a la mujer que amo? Ella merece que la adoren en un pedestal, no que la lastimen, pedazo de animal. – Harry alucinaba en colores. Sabía que Draco quería a su hermana, por eso se iba a casar con ella e iban a tener un hijo en común, pero en público se comportaba extremadamente frío y distante a su lado.
- Hablaré con ella, no te preocupes. Hace tiempo que no hemos conversado a solas. Aprovecharé para quedar con ella con ese pretexto y le sonsacaré todo lo que pueda.
- Gracias, Harry. Esto sí que jamás podré agradecértelo suficiente…
- Como te he repetido varias veces, lo único que ansío es tener paz, Draco, que todas las personas a las que amo sean felices, poder sonreír con mi familia sin miedo a nada… Porque la amas, y por otras cosas – Harry le ofreció una sonrisa sincera – te respeto, aunque no lo creas.
- Yo también te respeto, Potter– le respondió el otro, incómodo – pero no me pidas nunca que te lo repita – terminó con una ácida sonrisa.
- Bien, tú y yo tenemos un trato. No, dos tratos. Así que espero que nos pongamos pronto en contacto.
De pronto, la puerta del despacho, que Harry había cerrado cuidadosamente para que no fuesen molestados, se abrió y Ginny la atravesó, todavía medio dormida.
- ¿Quién ha hecho sonar el timbre hace un rato, amor? Me ha costado horrores volver a dormir a Alan y Amy – al darse cuenta de que su esposo no se encontraba solo en la habitación, se detuvo – Draco, qué placer tenerte aquí, ¿y Nadia?
- Buenas tardes, Ginny. Yo también me alegro de verte – la saludó, amablemente. – Nadia está en casa, no ha podido venir. Además, yo he venido a tratar asuntos de trabajo con Potter, no de placer.
- Bueno, salúdala de mi parte – respondió ella, resignada a soportar sus frases ácidas y cortantes – No tardes mucho, mi vida – le dijo a su marido, guiñándole un ojo, y salió del despacho volviéndolos a dejar a solas.
Draco se levantó del sillón, se puso nuevamente la gabardina que había dejado colgada de cualquier forma en el perchero de la entrada y cuando ya estaba a punto de abandonar la casa, se giró y con una sonrisa sincera, dijo:
- Tienes una hermosa familia, Harry.
- Y tú vas camino de conseguirla también…- le respondió Harry, agradecido, aunque no pudo evitar advertirle implícitamente sobre su hermana - … si sabes conservarla.
- Es cierto – le respondió el rubio, conteniendo un breve ataque de rabia, aunque comprendió que el otro no quería hacerle daño, sino que había sacado su vena protectora con la que era lo más cercano a una familia que podía tener, a parte de los Weasley y la que él mismo había creado. – Nos vemos, Potter.
- Nos vemos, Malfoy.
Harry quedó a solas en su despacho. Una gran sombra gris había enturbiado su ánimo desde la conversación que acababa de mantener con Draco Malfoy. Volver a hablar de los mortífagos le recordó irremediablemente la última batalla que habían tenido con ellos, donde Ginny casi perdió la vida. Su corazón se encogió y no pudo evitar que una pequeña lágrima rodara por su mejilla izquierda. Aquellos acontecimientos eran demasiado recientes, todavía. Se acercó nuevamente a la ventana y, apoyando sus brazos en el alféizar, cerró los ojos, perdido en sus pensamientos, sus recuerdos… De pronto, sintió un calor muy especial acariciando su cuello. Unos brazos cariñosos le rodearon el torso, mientras unos suaves labios besaron su cuello con ternura. Permaneció unos segundos en silencio, sin mover ni un solo músculo, tan sólo disfrutando del momento. Después se giró lentamente, enamorado, para acoger entre sus brazos a la mujer que le había causado tanto deleite: su esposa, su amante… su mujer.
- ¿Qué te sucede, amor mío? – le preguntó Ginny, observando su semblante serio - ¿Has discutido otra vez con Draco?
- ¿Por qué crees eso? – dijo él, aparentando sorpresa e inocencia.
- Como si jamás lo hubieses hecho… - contestó ella, fingiendo no darse cuenta de la estratagema de él.
- Esta vez, no. – la abrazaba con inmenso amor, pero seguía tan serio como al principio.
– Gin…
- Dime, cariño.
- ¿Tú me amarás siempre?
- ¿A qué viene eso, tontito? – respondió ella con una sonrisa, pero comenzando a preocuparse por la actitud de su marido. - ¿Crees que todos los problemas que hemos superado para estar juntos no demuestran suficientemente la solidez de nuestro amor?
- Gin… Draco me ha confesado que Nadia y él tienen graves problemas. – Ginny le miró a los ojos, incrédula – Al parecer, Nadia le rechaza como… hombre.
-Mi vida, ten en cuenta que ella está al principio de su embarazo. Si tiene problemas de salud, no es raro que no tenga ganas de juerga – le respondió, con una sonrisa comprensiva.
- No es eso, Gin. Él me ha dicho que no permite que se le acerque, ni que le bese… Le trata tan sólo como amigo – terminó él, desconcertado.
- Es raro, Harry… ¿No se han peleado? ¿No le habrá pillado ella con otra…?
- Él me ha asegurado que no existe ninguna causa que él conozca para que Nadia actúe de esa manera. Está muy alterado, deberías haber escuchado nuestra conversación… Espera que ella le deje en cualquier momento o que él mismo no pueda aguantar mucho más la situación y cometa una locura… - Decidió omitir, al menos por el momento, el asunto del nuevo repunte de violencia de los mortífagos y sus planes de conquista. No quería alarmarla sin conocer exactamente el alcance del problema.
- ¿Quieres que sea yo quien hable con ella?
- No, vida mía, - respondió él, abrazándola más fuerte – yo hablaré con ella. Tan sólo quería saber si Nadia os ha comentado algo a Hermione o a ti, sé lo amigas y confidentes que sois las unas de las otras.
- No, cielo. - dijo ella con una sonrisa pícara, pero extrañada – Es la primera noticia que tengo. Bien, amor, habla con ella, pero no le presiones. Ya sabes cómo os ponéis los dos cuando discutís sobre su relación con Draco. Eres un troglodita – le reprendió ella, bromeando. – Y no te preocupes más por el tema, amor. Seguro que tan sólo es un mal entendido. Ya sabes cómo son los mal entendidos… - le insinuó, introduciendo ambas manos entre su bata y acariciando su pecho desnudo.
- ¿Cómo son los malentendidos, Sra. Potter? – le preguntó él, con malicia.
- Yo me enfado…- comenzó ella, desatándole el nudo de la bata y dejando que resbalase hasta el suelo desde los brazos de él, dejando al descubierto su musculoso y bien formado torso – tú te enfadas… – deslizó su dedo índice por el pecho de su marido, suavemente – sacas el macho que llevas dentro… - esta vez fueron sus labios los que llevaron al cielo a un Harry totalmente entregado a la pasión– me vuelves loca de deseo… - trató de seguir provocándole, pero fue él quien se le adelantó. Con un ligero movimiento, la alzó en el aire, llevándola encima de la mesa del despacho, donde la depositó suavemente y comenzó a besar su cuello, haciéndola gemir de placer.
- ¿Y? – preguntó él, deslizando sus manos bajo la camiseta de la pelirroja sin darle tregua, para acariciar sus senos.
- ¡Cielos, Potter! ¿Cómo puedes hacer que siempre caiga rendida a tus pies? – ronroneó ella, tratando de bajar el pantalón del pijama de él sin ningún miramiento.
- Amándote como te amo… princesa… - susurró a su oído mientras la desnudaba con expertos y sensuales movimientos. – Te estás cuidando, ¿verdad? ¿Gin?
- Calla y ámame o arderé en este fuego sin remedio – lo acercó más a su cuerpo, totalmente derretida.
- Mi diosa, mi reina… - dijo él, terminando de quitarse los bóxer – voy a hacerte experimentar el paraíso.
- Lo estoy deseando – le respondió. Hazlo ya, Harry, o te mato.
- Adoro cuando me deseas – cumplió su deseo con un placer incomparable, rindiéndose por entero a la única mujer que había amado, amaba y amaría en toda su vida.
Notas de Ginevre:
Ante todo: este fic va dedicado a pottershop, la autora del fic llamado "Querido diario" en que está basada esta continuación (id: 3791437). He tratado de ponerme en contacto con ella pero no ha habido manera posible y no he recibido contestación. Si lees esto, por favor, permíteme hacerte un homenaje contando la historia que tú misma me has inspirado. Eres la mejor.
Para todos los demás que lo leáis, por favor, primero leed el fic "Querido diario" o no os enteraréis de nada. Espero que os guste. Y por favor, mandadme reviews con vuestra opinión, sea la que sea. Os lo agradeceré.
