Sherlock Holmes, John H. Watson, Mycroft Holmes, la señora Hudson, y demás personajes pertenecen a Sir Arthur Conan Doyle y a los creadores de "Sherlock", Steven Moffat y Mark Gatiss. El Sherlock Holmes de carne y hueso pertenece indiscutiblemente a John Watson.
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Todo comenzó una tarde en que, con su nula discreción, Sherlock fue al despacho de su hermano a reclamarle unos documentos que, según deducía, Mycroft se los había robado en su última visita a Baker Street.
Sin dejar de escribir en su BlackBerry, Anthea trató de explicarle que su jefe estaba ocupado pero, de todos modos, el detective abrió la puerta sin llamar.
Allí descubrió la escena que lo dejó por primera vez sin palabras. En un rincón, sobre el sofá de cuero negro, se hallaba Mycroft agazapado, con la corbata desanudada, el chaleco arrojado al piso y los cuatro primeros botones de la camisa abiertos. Debajo se encontraba acostado Gregory Lestrade con el torso desnudo.
-¿No te enseñaron a golpear antes de abrir? – le recriminó su hermano.
Más pálido que de costumbre, Sherlock observó a uno y a otro, tratando de mantener la mente en blanco y no deducir nada de lo que veía, mientras que Lestrade empujaba a Mycroft para alcanzar una posición menos embarazosa.
-Te lo repito, Sherlock –sentenció el mayor con voz de trueno -. ¿Por qué entraste sin llamar?
Normalmente Sherlock no contestaba las preguntas de su hermano porque lo consideraba un metiche, pero esta vez no lo hizo porque se había quedado mudo. Parpadeó dos veces, cerró la puerta y olvidando los documentos extraviados, salió del edificio con esa rapidez que tenía para cazar criminales.
Finalmente Mycroft se levantó del sofá y comenzó a abotonarse la camisa.
Lestrade se sentó y alzó la suya del suelo.
-Lo he visto perseguir a toda clase de maleantes, lo he visto entrar en las escenas de crímenes más escalofriantes, lo he visto lidiar con la muerte cara a cara. Jamás se le movió un músculo pero ahora su mirada era otra. No lo vi antes así, Myc.
Divertido, Mycroft miró a su amante.
-¿Ahora soy Myc?
-Deberías serlo – respondió el policía, vistiéndose -. Tú me dices Greg.
Mycroft le detuvo el brazo antes de que se abrochara la camisa.
-Ahora que se fue, no hace falta que nos vistamos – sugirió con voz melosa.
-¿Qué tal si regresa? – sonrió Lestrade, siguiéndole el juego.
-Creo que subestimas a Sherlock Holmes en shock, Greg – bromeó Mycroft Holmes y empujándolo hacia el sofá, lo abrazó y sumergió en un beso.
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