Bueno voy a comenzar con esto escribiendo un fanfic de Malec, una de mis parejas preferidas. La historia y los personajes están basados en los libros de Cassandra Clare. Hice este fanfic porque sin duda pienso que falta esta parte en el libro de Ciudad de Ángeles Caídos y qería hacerlo para "La Semana de Almas Perdidas" del blogger de TMI nws en español. Bueno os dejo con como me imaginaba que iban a ser la vacaciones de Magnus y Alec.


Capítulo 1. Una noche de sorpresa

Alec estaba en casa de Magnus, acaba de llegar. Se acababa de despedir de todos en el instituto.

Isabelle le había dado un gran abrazo y le dijo que se lo pasara bien, y que le llamara de vez en cuando. Jace simplemente se despidió de él con un simple "adiós" y un "pásatelo bien" con una pequeña sonrisa. Tenía la mirada perdida, seguramente por alguna cosa que hubiera pasado entre Clary y él. También se despidió de su madre y solo de su madre, ya que su padre, Robert, se había quedado en Idris. Su madre le dio un abrazo y le dijo que se cuidara y se lo pasara bien, lo típico en una madre. A Alec le costaba dejar a su madre así, su hijo pequeño acaba de morir, y había cortado su relación con su padre. Esperaba que Isabelle hablara con ella de vez en cuando, sabía que su madre estaba sufriendo pero ahora le tocaba su turno a él, de alejarse del mundo de los cazadores de sombras por unos cuantos días.

Tras haberse despedido de todos en la entrada del instituto fue de camino a casa de Magnus en taxi con sus maletas. Y allí estaba, sentado en la cama de Magnus observándole como metía millones de prendas, la mayoría de ellas brillantes, lo que hacía que se viesen a simple vista.

-Y bien, ¿a dónde vamos a ir? Aún no me lo has dicho. –preguntó Alec.

-Tal vez no te lo he dicho porque quiero que sea una sorpresa. ¿Dónde crees que vamos a ir? –le respondió Magnus con otra pregunta mirándole curiosamente.

-Pues siendo tú el que escoge el viaje… ¿algún sitio brillante? –dijo Alec irónicamente.

-Já. Muy bueno Alexander. No venga, enserio, ¿a dónde crees que te llevo?

-No lo sé, de verdad. ¿Me lo vas a decir?

-Podrías decir algún país al azar… –dijo Magnus enfadado- No, no –dijo moviendo el dedo índice de un lado a otro- Sorpresa.

-Si tu lo dices… ¿Por cierto, que vas a hacer con Presidente Miau?

-Hmm… le pediré a un amigo mío que le deje comida de vez en cuando, por lo demás él se las puede apañar solo.

-¿No va a venir con nosotros?

-Alec, cariño, hoy estás preguntón, eh? –esbozó una pequeña sonrisa- ¿No sabías que los gatos no pueden entrar en un avión?

-Podrías ponerle un glamour…

-Créeme, es mejor que se quede aquí. Bien, terminé de hacer mis maletas.

-¿No crees que te has pasado con las maletas? –preguntó Alec mirando las cuatro maletas. Había una, la más grande y las otras dos eran de un tamaño más pequeño que la otra y la última que era como un neceser.

-No. Creo que te equivocas de pregunta, la preguntaría sería: ¿No llevo pocas cosas? Porque solo llevas una maleta y una mochila. Te dije que te trajeras ropa de invierno y verano y seguro que no me has hecho caso.

-¡Si te he hecho caso! No necesito cuatro mil maletas para meter cosas de invierno y de verano como tú.

-Bueno, vale, vale. Ahora vayámonos a la cama, se supone que debemos descansar, nos espera un gran viaje. –dijo Magnus ilusionado.

Magnus cogió las maletas de los dos y las dejó en la entrada. Allí se encontró a Presidente Miau al que acarició y luego llenó su plato de leche para que bebiera. Luego volvió a su habitación donde había dejado a Alec.

-Magnus, si te das cuenta hemos metido nuestros pijamas en las maletas y los necesitamos para ahora, ¿sabes? –dijo Alec.

-¿Quién dijo que necesitábamos los pijamas para dormir?-preguntó Magnus. Alec tragó saliva. Se había puesto completamente rojo con ese último comentario.

Magnus le cogió de la barbilla para levantar su cara y con cuidado, le besó superficialmente. Alec cerró los ojos y cuando los abrió Magnus estaba encima suya, besándole el cuello. Alec mientas tanto pasaba su mano por su pelo y notaba como se le pegaba toda la purpurina a ella. De la boca de Alec salió un pequeño gemido y Magnus se rió. Alec volvió a sonrojarse.

-Eres tan adorable… -susurró Magnus al oído de Alec y volvió a empujarlo a la cama. Alec tenía claro que no iban a descansar mucho esta noche.