Recordaba la primera vez que los vio ¿Cómo olvidarlo? Si estuvo presente cuando el reino que tanto amó llegaba a su fin. Jamás pensó en involucrarse sentimentalmente con uno de sus descendientes, menos aún, que el símbolo que adoptó pasaría a transformarse en un lazo inquebrantable de unión que ni el tiempo ni la guerra podrían borrar.

Notas Autor: Hola, ¿qué tal? Como ven estoy de vuelta con un proyecto que de hace tiempo vengo escribiendo x3 Bueno, ya deben haber caído en cuenta que esto es una trilogía. Lo pongo en cursiva, porque si bien siguen la misma temática y línea, son tres historias paralelas de la pareja en cuestión :P Así que no se preocupen, si leen éste no hay necesidad de leer los otros ;) (dependerá de si les gusta o no la pareja , o si bien, quieren darle una oportunidad y pasar a leer de todas maneras xD) Los tres parten de la misma forma: desde que China los conoce hasta avanzar en el tiempo y alcanzar su máximo apogeo en la Guerra Fría, y al final terminar con su relación actual :P De antemano aviso que habrán temas bélicos y políticos que espero tratar con cuidado xP Estos tres fics fueron hechos con la única intención de proporcionar un momento de entretención a quienes gusten de estas parejas y/o personajes :P En cualquier caso, cualquier duda, comentario, corrección o sugerencia será bienvenido y contestado cuanto antes :3

Advertencias: Temas bélicos; Violencia. Participación de personajes históricos.

Disclaimer: Hetalia no me pertenece. Todos sus personajes son propiedad de Hiramuya Hidekaz. OC!NorCorea (aka Im Hyung Soo) es propiedad de Lo-wah.

Importante sobre los Tres Reinos: Los dos primeros capítulos constan de Los Tres Reinos de Corea. Estos tres personajes en que me baso fueron hechos por la talentosa Lo-wah. En DA pueden encontrar el link, sólo agreguen /art/Commish-APH-Three-Kingdoms-161433260

Sin embargo, respecto a Silla, me baso en la maravillosa creación de Morrigansfury. Pueden encontrar la imagen también en DA agregando /art/Silla-Chuen-Hei-182536264

Koguryeo: (37 A.C - 668) OCMale! Antecesor de NorCorea y Surcorea. Reino guerrero y agresivo, dedicado a la guerra. Entraba en constantes conflictos con su vecino, China y su Reino hermano Baekje.

Baekje: (18 A.C - 660) OCMale! Antecesor de NorCorea y SurCorea. Reino más pacífico y dedicado a desarrollar su cultura. Actuó como puente entre China y Japón para transmitir su cultura. Mantenía buenas relaciones con ambos.

Silla: (57 A.C - 935) OCFem! Antecesora de NorCorea y Surcorea. Reino que en un principio fue el más débil y menos desarrollado. También el que se encontraba más alejado de China, pero eso cambió pronto al decidir poner fin a las constantes disputas entre Koguryeo y Baekje.


Un par de espadas a punto de separarse

lloraron primero en su vaina.

En la noche de lluvia se hicieron una

pero luego tomaron formas diferentes.

(...)

El Cielo se ha separado de la Tierra.

¿No es aún peor que cuando la luz abandona la oscuridad?

Las cosas mágicas no se separan para siempre,

pasan mil años y se vuelven a juntar.

Antiguo poema chino. A mi antiguo amor, dos poemas (Segundo poema), por Pao Chao.


Capítulo I: Aquel Antiguo Reino.

Mediados del Siglo VII: .:El Reino Silla establece una alianza con la dinastía Tang:.

Cuando la milenaria nación fue llamado por el emperador a presentarse al palacio, sacándolo de sus deberes diarios para con su gente, esperaba que se tratara de algo importante.

Desde que el emperador Taizong había ascendido al poder, China tenía su agenda completa. Claro que la manera de su jefe de haber llegado hasta ahí era criticable en muchos aspectos(1), pero después de las reformas al servicio público que mejoraron en gran medida su vida y la de su gente, eso quedaba en un segundo plano. Además, podía disfrutar de dedicarse plenamente a la poesía -uno de sus pasatiempos favoritos- y no sentirse culpable de descuidar sus demás obligaciones.

Sí, era un época gloriosa para China, quizás aún más que la dinastía Han.

Pero ahora había sido mandado a llamar sin previo aviso por un asunto desconocido. No tuvieron tiempo de contarle nada, sólo que se diera prisa en presentarse cuanto antes con el emperador y la Corte Imperial. Aquello le daba mala espina... En cierta forma, Yao evitaba a la familia imperial y a la Corte, ya que siempre habían por ahí malas vibras. No sería la primera vez que se armarían conspiraciones para derrocar al actual monarca y subiera al poder algún otro oportunista que podría arruinar todo lo que hasta el momento se había logrado.

Mejor ni pensarlo.

.

Una vez Yao llegó al interior del palacio, dos extensas filas de guardias se encontraban a sus costados, esperando recibirlo. Extrañado, la milenaria nación siguió derecho por el pasillo mientras los guardias le abrían camino. Demasiado ceremoniosos como para ser una reunión informal, pensaba. De haber sabido que sería recibido con tanto esmero, se habría tomado un poco de tiempo en arreglarse para la ocasión, aunque tampoco era que estuviera vestido como un vagabundo; los decorosos estampados en sus ropas le daban un aire galante y menos humilde, perfecto para reflejar lo bien que le iba últimamente.

Ya atravesando la ornamentada puerta de la sala imperial, en lo primero que se fijaron sus ojos fue en la figura de una joven vestida con largas telas color esmeralda y un velo púrpura colocado en la parte trasera de su cabeza y rodeado por adornos de oro. Permanecía de pie frente al trono, donde estaban sentados el emperador Taizong y su emperatriz, pero al llegar él con sus superiores, la mirada de la misteriosa joven volteó para posarse sobre la suya.

Hubo una extraña conexión en el momento que sus miradas se encontraron. Una sensación que China recordaría muchos años después como el vestigio de lo que fue el primer amor.

En un principio, al mayor le costó enfocar su rostro, puesto que ella subía y bajaba la mirada a cada instante. Pero pudo darse cuenta de inmediato que se trataba de una nación.

Parecía un poco nerviosa -¿de qué?- y Yao no podía adivinar si era parte de su personalidad o bien se había puesto así al llegar con sus jefes. La mente femenina era difícil de entender, en especial para él.

En breve, el emperador Taizong carraspeó suavemente y tomó la palabra, dirigiéndose a su nación.

—Esta joven es Silla; uno de los Tres Reinos al Este de nuestras tierras —declaró solemnemente presentando a su invitada—. Está aquí porque necesita nuestra ayuda.

Uno de los Tres Reinos... Silla...

China hacía memoria.

Le parecía haberla visto antes, quizá por asuntos diplomáticos, pero no estaba seguro. De cualquier modo, su mente sólo se centró en las palabras "Está aquí porque necesita nuestra ayuda", desconectándolo de cualquier otro pensamiento.

—¿Nuestra ayuda? —repitió la nación milenaria luego de mirar a la joven, preso por la intriga y el asombro.

El emperador asintió muy serio, a la vez que el Reino Peninsular parecía ocultar su mirada, y con una voz profunda respondió:

—Quiere establecer una alianza contigo para derrotar a sus dos hermanos; Koguryeo y Baekje.

China, quien en esos momentos tenía la mirada puesta en su emperador, volvió los ojos hacia la mencionada, la que a su vez, bajó su rostro con pesar como si aquellas últimas palabras la hubieran calado en lo más hondo de su ser.

Fue entonces que toda la pasividad de esa mañana para Yao se esfumó por completo.

Koguryeo y Baekje... Claro que los recordaba, en especial al primero. Su antiguo emperador lo había iniciado en una serie de campañas de expansión para someterlo a sus dominios(2), y su jefe actual hacía lo mismo sin buenos resultados. En unas cuantas batallas, China había salido victorioso, pero últimamente aquel reino bravo y hostil se hacía cada vez más poderoso y Yao no veía buenas posibilidades de que se rindiera en un futuro cercano.

Baekje por otra parte, parecía más calmado y gentil. No era que supiera mucho sobre él aparte de mantener buenas relaciones comerciales, pero en apariencia, y lo que una vez alcanzó a notar en su forma de ser, contrastaba mucho con la personalidad más tosca de Koguryeo.

Y Silla... El tercero de los Reinos, la mayor de los tres, según había escuchado. A simple vista parecía una joven frágil y delicada, quien aún cuando vestía esas ropas holgadas se notaba su delgada figura ¿Podía ser que se tratara de una fachada y en verdad no fuera tan delicada como aparentaba? ¿Entonces, porqué necesitaba su ayuda?

Perdiéndose en extrañas ensoñaciones sobre querer adivinar la mente del Reino Peninsular, su emperador volvió a retomar la palabra, esta vez con un tono más condescendiente.

—¿Qué opinas, Yao? —le preguntó, dirigiéndole una mirada penetrante. China no podía creer que le pidiera su opinión cuando sabía de antemano que los deseos de su monarca estaban por sobre los de él—. Sería muy ventajoso contar con su ayuda para ponerle fin a ese reino rebelde y de paso deshacernos del menor.

China meditó unos segundos.

Sí, aquella sería una alianza ventajosa, pero... ¿Qué pensaría Silla al respecto? ¿Estaría de acuerdo en atacar a sus hermanos así sin más? De ser él entraría en un gran conflicto. Era cierto que como reinos o naciones debían acatar las órdenes de sus superiores sin chistar, pero eso no quería decir que siempre estuvieran de acuerdo con ellos.

No tuvo mucho tiempo para detenerse a pensar sobre el tema, pues en ese momento el misterioso Reino se acercaba con un paso ligero y lento hasta ponerse frente a él.

El rostro de Yao se cubrió por un leve rubor cuando apreció mejor sus finas facciones y algunos de los broches que adornaban su cabello y su cuello. Algo que notó y le gustó mucho fue que el maquillaje del Reino peninsular no era muy pronunciado como para ocultar su verdadero rostro y suplirlo por uno artificial. Silla era una belleza natural.

Pero sus ojos... aunque bellos parecían infinitamente tristes. La expresión de ésta reflejaba un dejo de dolor que iba más allá que a cualquiera, fuera humano o nación, le hubiera visto antes. Por un minuto, la milenaria nación olvidó todo lo relacionado al tema de la alianza y únicamente enfocó su atención en Silla, en cómo podría cambiar esa expresión de tristeza y convertirlo en una sonrisa.

Todo el entorno para el mayor pareció haberse desvanecido, pero las palabras del Reino Sur de la península lo sacaron de su ensimismamiento.

—Es un gran honor estar frente a usted, China-nim —dijo ésta con una suave voz que a China se le antojó más bien como un murmuro melodioso—. Espero de todo corazón que podamos llevarnos bien.

Silla, quien en un principio había inclinado su cabeza para dirigirse al mayor, volvió a levantarla con timidez, y Yao, cautivado por el gesto sincero de la joven, no pudo sino decir:

Shì de, yo también así lo espero, aru.

Y la alianza fue formada.

.

.

Ya alejados de su rey y su emperador, China y Silla aprovecharon la instancia para caminar un rato a solas por las afueras del palacio, y así, aprovechar de conocerse mejor.

China decidió llevar a su reciente aliada a caminar por los jardines del palacio. Eran un lugar tranquilo, donde el mayor, a menudo pasaba el tiempo para relajarse de sus deberes diarios luego de una ardua jornada de trabajo. Ahora que estaba con Silla, el ambiente se le hacía un poco extraño, pero no incómodo, al contrario.

Durante un buen rato, charlaron sobre sus reinados, sobre su gente, sus gobernantes... todo aquello por lo que estaban de acuerdo y lo que no.

Yao pensó que a Silla le costaría abrirse y entablar una conversación con él, sin embargo, ella parecía mostrar mucho interés.

De vez en cuando, el mayor la notaba algo ruborizada —¿O sería su imaginación?— Como fuera, pudo darse cuenta que se trataba de una joven culta y educada, con quien se sentía a gusto y podía ser él mismo.

China lentizó un poco su andar a fin de caminar al compás de Silla, también para tener una vista más cercana de ella.

Yao esperaba la ocasión en que pudiera preguntarle sobre sus hermanos, pero Silla permanecía perdida en sus pensamientos. Pese a eso, el grato ambiente se mantenía sin la más mínima alteración, ya que ambos disfrutaban de la compañía del otro sin necesidad de recurrir a muchas palabras.

Aunque internamente, el mayor deseaba que Silla mencionara algo del tema.

—Y-Yo lo he visto antes —pronunció ella, deteniéndose repentinamente seguida por Yao, quien la veía con una expresión de desconcierto ante su declaración—. Luego de la última pelea que Baekje y yo sostuvimos contra Koguryeo... Lu-luego de que yo tomara posesión de una parte del Reino de mi hermano, de Baekje... pude tener acceso a su cultura y así depender menos de los dos —finalizó con un esfuerzo que pareció sobrehumano para sus labios.

China no supo cómo reaccionar ¿Debería sentirse halagado... o confundido que lo que empezó como una alianza entre ella y su hermano terminara por apropiarse de una parte del territorio de éste mismo en lugar del de Koguryeo?

Silla pareció adivinar sus pensamientos, porque nuevamente contestó con una profunda expresión de tristeza.

—Traicioné a Baekje —confesó ésta sin atreverse a mirar al mayor—. Cuando él ya había contrarrestado lo suficiente a las fuerzas de Koguryeo, yo debería haberle dado mi apoyo, pero en cambio... me aproveché que había quedado muy débil para atacarlo por la espalda y así apoderarme de un trozo de sus tierras.

La milenaria nación notó que a su aliada le había costado expresar aquellas palabras cargadas de culpa. No estaba seguro de qué decir, pero no se sentía en posición de juzgar a nadie. Lo que sí, no pudo contener más la curiosidad y atinó a preguntar lo que tantas vueltas le daba en su cabeza.

—Entonces... ¿Te parece bien que hayas hecho una alianza conmigo para...? —China no pudo completar la frase en consideración al dolor que mostraba. Bajó la voz—. ...Ya sabes.

—Quiero traer paz a la península, y jamás la habrá mientras sigamos peleando —determinó Silla; por primera vez mostrando un poco más de firmeza en sus palabras—. Me ha tocado verlos pelear mucho tiempo entre sí y ya no puedo seguir soportándolo —El Reino levantó su semblante, fundiéndose con un rayo de sol que deslumbró por un momento al chino—. La única forma de poner fin a esto es que yo misma establezca un sólo reino donde podamos convivir sin tener que volver a pelear.

China escuchó sus palabras con atención. La mayor de los Tres Reinos de la península hablaba con una convicción tal, que no pudo evitar que aquella declaración se quedara grabada en su mente y convencerse que tenía razón.

—Entiendo, aru —pronunció el mayor, tornando una expresión más seria y volviéndose a mirarla—. Si es así entonces cuenta conmigo. Haré lo posible para ayudarte a cumplir con tu objetivo.

—Muchas gracias, China-nim —contestó ella con una sonrisa conmovedora, la cual acompañó a sus palabras.

Un rubor se hizo presente en las mejillas del chino al ver el rostro de la joven. Ya se había dado cuenta que su aliada era hermosa, pero ahora, con la suave brisa que danzaba por los jardines del palacio, Silla le parecía una imagen mística, de la que podría sacar un montón de poemas acerca de su encanto.

China salió de su embelesamiento y procuró mantener la cabeza fría. Debía concentrarse en lo que sería el propósito de su alianza con el Reino Peninsular.

Para ser el comienzo de su relación, ésta había empezado muy bien. Sin embargo, Yao estaba muy lejos de saber lo que les esperaría a ambos en un futuro cercano.


Un joven de aspecto tranquilo y sonriente dibujaba a gusto unos caracteres con su pincel sobre un papel. En su frente llevaba una cinta con un símbolo grabado en ésta, de la cual sobresalían unos mechones de cabello.

Aquel joven era conocido como el Reino de Baekje.

En esos momentos, Baekje se encontraba sentado de rodillas en su hogar mientras se enfocaba en realizar con cuidado cada caracter que trazaba. Tan a gusto estaba, que no percibió cuando a sus espaldas se presentó una sombra más corpulenta, que se puso a un par de metros por detrás de él, sin moverse. Al parecer, esperaba el momento en que éste se diera cuenta de su presencia; acto que no demoró en concretar.

—Koguryeo... no esperaba que aparecieras tan pronto —pronunció el joven, totalmente tranquilo y sin volverse hacia el mayor.

—Ya debes haberlo escuchado, hermano —dijo éste, con voz grave y dura, saliendo a la luz—. Nuestra querídisima hermana ha hecho una alianza con el viejo Yao, y no tardarán en llevar acabo su ataque en nuestra contra.

—Claro, pero no puedo creer que hayas venido hasta aquí sólo para decírmelo —contestó Baekje con una sonrisa que demostraba que aquello no lo perturbaba a mayor escala.

—Pareces muy tranquilo sabiendo que eso podría significar tu fin —gruñó un poco el más grande, molesto de su actitud. Luego, con una sonrisa sardónica le dijo malicioso—: Aunque bueno, es así como eres tú... el más débil de los tres. Y cómo no vas a serlo... con toda esa basura que haces —dijo desdeñosamente mirando su trabajo con el pincel—. Si sólo te hubieras dedicado al plano militar no habrías sido vencido por Silla cuando luchaban en mi contra.

—Quizás sea porque en cierta forma he aceptado mi destino —dijo pacíficamente sin variar su expresión.

Baekje no hizo más comentarios al respecto, lo que provocó que Koguryeo se fastidiara y decidiera irse de casa del menor. Pero antes de hacerlo, Koguryeo se volvió hacia él con un gesto que iba entre la burla y la amenaza.

—Vendrán por ti pronto, Baekje, eso tenlo por seguro.

—Lo sé... —dijo él, con los ojos cerrados y una sonrisa tranquila mientras continuaba trazando con su pincel—. También lo harán por ti, hermano.

—¡Humph! A mí no me cogerán tan fácilmente —concluyó con arrogancia, y finalmente se retiró.


.:Año 660 Baekje cae ante la alianza Silla-Tang:.


El ataque tardó en llevarse a cabo.

El emperador Taizong había muerto y todas las campañas habían sido canceladas. No obstante, tras una década, el emperador Gaozong, hijo de Taizong siguió con su cometido.

Yao no parecía muy contento.

Su aliada, Silla, había escuchado que la familia imperial pasaba por problemas, y su monarca actual era incapaz de hacerles frente.

De todos modos, ella no podía hacer nada al respecto; tan sólo darle ánimos al mayor para continuar con la conquista. Porque dentro de poco ella también los necesitaría, a pesar de estar decidida de lo que iba a hacer.

.

China y Silla habían llegado a atacar las tropas de Baekje con un gran número de soldados. Silla atacó primero con cincuenta mil hombres a su mando, guiadas a través del río, mientras que su hermano menor apenas pudo hacerle frente con un ejército de cinco mil soldados. Pese a la desventajosa diferencia, en un principio Baekje fue capaz de repeler los ataques del Reino mayor, lo que provocó que ella perdiera un poco de confianza en sí misma, pero luego de que uno de sus comandantes fuera ejecutado, volvió a la carga y finalmente fue capaz de vencerlo.

La batalla había concluido luego de que China llegara con el apoyo, pero la mayor parte del mérito había sido de su aliada, quien se hallaba de pie frente a su hermano, con los ojos llorosos al tener a éste de rodillas a causa de una profunda herida que le había provocado en el costado de su abdomen por medio de su espada.

—Lo siento, hermano... —expresó el Reino mayor con la voz quebrada—. Sé que debes de odiarme.

—¿Odiarte? —La expresión de dolor desapareció y dio lugar a una cálida sonrisa—. Nunca pude odiarte, hermana... Incluso cuando ocurrió la ruptura de nuestra alianza —hizo una pausa y permaneció conmovido mirando a la mayor con lágrimas empezando a resbalar por sus mejillas—. Algo dentro de mí sabía que te volverías fuerte y serías la única capaz de llevar a cabo lo que Koguryeo y yo no.

—Baekje, yo... —Silla intentó acercarse a su hermano, tocarle su rostro, pero en ese preciso momento el muchacho se desplomó.

La sonrisa cálida de Baekje no desapareció aún cuando éste cayó al suelo. En su rostro había una expresión pacífica que dejó a Yao y a Silla por varios minutos de pie, mirándolo compasivamente. Silla buscó refugio en el pecho de Yao, quien a su vez la rodeó con sus brazos. No podía imaginar lo difícil que debía ser para ella ser la responsable de la muerte de su hermano.

Baekje había demostrado una gran valentía y honor en batalla pese a haber sido derrotado. Y había muerto sin rencor.


.:Año 663 Batalla de Baekgang:.

Al año siguiente, luego de su victoria con Baekje, Silla y China empezaron su ataque contra el reino restante: Koguryeo. Como era de esperar, no resultó fácil. Koguryeo le hacía mérito a la reputación que lo precedía. Tanto Silla como China sabían que el derrotarlo les llevaría tiempo, sin embargo, antes se enfrentarían a un nuevo conflicto que los pondría a prueba.

—Japón se ha unido a la resistencia restante de Baekje para intentar revivir el reino.

Al oír la noticia, Yao se estremeció por la sorpresa. No esperaba contar con la intervención de su hermano en este conflicto. Japón ya no era el pequeño niño que encontró en aquel campo de bambués. Ahora era un país hecho y derecho con sus propias ideas y costumbres.

No sabía que podía resultar de un enfrentamiento entre ambos... pero estaba decidido a no defraudar a su aliada.

—¿Ahora qué haremos? —preguntó angustiada Silla. Si Japón lograba su cometido todo lo que habían logrado se vendría abajo.

China puso con delicadeza una mano sobre el hombro de la joven para que no se preocupara.

—Tranquila, aru, yo me haré cargo de Japón —le dijo con una sonrisa conciliadora—. Tú ocúpate de contrarrestar la resistencia de Baekje.

—China-nim... ¿Estará usted bien? —preguntó preocupada Silla, levantando su semblante al mayor.

Un breve silencio y China respondió con una sonrisa más radiante, ocultando de la mejor forma que pudo su inquietud.

—Sí, déjamelo a mí.

.

.

Se encontraron en el río Geum, en la península de Los Tres Reinos.

Los buques del gigante asiático y los del país del sol naciente se encontraban listos para atacar tan pronto sus respectivas naciones dieran la orden.

—China-san así que quiere hacer esto por las malas —dijo con voz grave el japonés, mirándolo con desafío desde el frente de su flota.

—No tengo nada en contra tuya, Japón —contestó el chino muy serio, también a la cabeza de su flota—, pero no puedo permitir que traigas de vuelta a Baekje, aru. Él aceptó su derrota con honor, tienes que dejarlo así.

—Eso es lo que dice usted, pero no conocía a Baekje-san como lo conocía yo(3) —replicó con dureza, en un tono que amenazaba con quebrarse.

China veía un leve gesto de dolor en la expresión de Kiku, la cual la mayoría del tiempo se mantenía impasible. Sabía que, aunque éste no lo admitiera, la noticia de que Baekje había desaparecido lo afectó a un grado que jamás se atrevería a reconocer.

No había forma que desistiera de su objetivo.

De modo que dio inició el primer día de batalla.

.

En tanto, Silla y su ejército hacían frente a las fuerzas restantes de Baekje sobre tierra, cerca de donde las flotas de Japón tenían pensado desembarcar. Pero los barcos de su aliado los mantenían al margen y les cerraban el paso.

Silla se encontraba preocupada. Sabía que tenía que concentrarse en aplastar a la resistencia, pero en cada oportunidad que tenía aprovechaba de mirar hacia las orillas del río donde China y Japón tenían su lugar de contienda.

Deseaba fervientemente ver regresar al mayor con bien.

.

Japón estaba en problemas. Las flotas de la milenaria nación presentaban una fuerte resistencia y no le permitían avanzar. Pero no tenía ninguna intención de detener el ataque. Las batallas en el mar eran su especialidad; estaba en su terreno, no había forma en que pudiera perder, ¿o sí?

Era absurdo el sólo pensarlo.

No.

Quizás le costaría más trabajo del que imaginaba, pero no pensaba darse por vencido.

.

Al segundo día de batalla, los ánimos del sol naciente fueron avivados al llegar los refuerzos que se sumaron a los de su flota.

—Oh, rayos... —maldijo el chino al ver la cantidad de buques que llegaron al lugar de la batalla.

—Desista, China-san, lo supero en número.

Por un momento, China creyó tener la batalla perdida, pero por suerte, el río Geum era lo bastante estrecho como para permitir ocultarse a sus barcos y cubrirlos de sus ataques. Eso le daría un poco de tiempo en maniobrar una estrategia que pudiera derribar a la cuantiosa flota japonesa.

Ahora sólo debía esperar el momento de llevar a cabo su plan.

.

Japón siguió atacando las flotas de la milenaria nación durante todo el día, sin embargo, éstas contrarrestaban sus ataques y seguían manteniéndose firmes en su posición. En cambio Kiku, no tardó en llegar a su límite, y eso se demostró cuando su flota perdió cohesión.

Viendo su oportunidad, China sacó las reservas que tenía preparadas para atacar con todo, primero cerrándoles el flanco izquierdo, luego el derecho... hasta conseguir que les fuera imposible retroceder o avanzar.

—¡Japón-san, nos tienen rodeados!

Consternado, el país del sol naciente dio un paso atrás apretando sus puños. La impasibilidad en batalla que lo había caracterizado por años ahora se empezaba a derrumbar.

—¡Ataquen! ¡Ábranse paso como puedan! —gritó.

Fue inútil.

En pocos minutos la flota japonesa se volvió un infierno en llamas. Muchos hombres se arrojaron al agua, cayendo heridos en combate, terminando por ahogarse, otros eran cadáveres que de igual forma caían por la borda.

Ya sólo quedaba el país del sol naciente en medio de un barco, rodeado por los cuerpos de sus hombres. Miraba con resistencia al mayor, quien lo apuntaba con los cañones del barco que maniobraba.

—Lo siento, Kiku, aru —murmuró China, cerrando sus ojos antes de disparar hacia su hermano.

El barco estalló en llamas al mismo instante que Japón se arrojaba por la borda. El fuego llegó a alcanzarlo levemente, pero al entrar en contacto con el agua, por fortuna éste se extinguió.

Minutos después, el japonés salía a gatas desde las orillas del río hacia tierra firme. Estaba empapado, malherido y derrotado. Su orgullo había quedado tan hundido como sus buques de guerra.

Para empeorarlo, desde el otro extremo veía desembarcar a China, siendo ovacionado por sus tropas y las de Silla.

La sola vista del panorama le era humillante.

.

Silla, tan pronto vio a Yao descender a las orillas del río, fue corriendo a sus encuentro para abrazarlo efusivamente.

El chino dio un sobresalto, con sus mejillas tiñéndose de rojo, al sentir el contacto del Reino Peninsular pegado al suyo. Ya antes había abrazado a su aliada, pero eso había sido únicamente por consolarla cuando murió Baekje. La situación lo ameritaba, pensaba, mostrando un gesto de compasión. Sólo que ahora era diferente. Silla parecía desesperada aferrándose a su cuerpo como si quisiera asegurarse que no se trataba de una ilusión.

—¡China-nim! ¿Se encuentra usted bien? —preguntaba preocupada y de forma atropellada.

—S-Sí... —apenas pudo responder, avergonzado.

Cuando el mayor vio de reojo a su ejército y al de su compañera mirarlos de forma extraña, se sintió más cohibido aún.

Pronto, Silla, también se dio cuenta que era observada por sus tropas y se apartó con su cara cubierta por un fuerte rubor rosa.

—Di-Disculpe usted, China-nim —balbuceó apenada, ocultando su rostro—. Sólo quería... ¡Me alegra que esté bien!

—A-Agradezco que te preocupes, aru —respondió, igual de apenado que ella sin atreverse a mirarla directamente—. Y... ¿Cómo te fue? ¿Pudiste...?

—Sí, ya todo está bien —le interrumpió, queriendo evitar hablar del tema—. De hecho...

Repentinamente, la expresión del Reino Peninsular quedó petrificada mirando a un punto fijo que estaba por detrás de Yao y la había dejado pasmada.

Apenas la milenaria nación se dio vuelta para ver lo que perturbaba a su aliada, se encontró con Japón a unos pocos metros de distancia, sosteniéndose a duras penas con su katana y jadeando completamente exhausto.

Ni China ni Silla lo podían creer.

¿Qué pretendía Japón ahora que había perdido la guerra? No tenía ningún respaldo a diferencia de ambos. Estaba solo y en malas condiciones. Si pretendía seguir peleando sería un suicidio para él.

Yao se asustó.

No quería verse en la obligación de enfrentarse a Kiku de nuevo, no cuando se encontraba en ese estado.

—Japón... —masculló China, preocupado, tratando de encontrar que decir para detenerle.

En cuanto el país del sol naciente dio los primeros pasos hacia China y Silla, los ejércitos de éstos se pusieron en guardia, dispuestos para atacar en caso que atentara en contra de sus naciones.

Pero Kiku no llevó a cabo ninguna acción que pudiera ser ofensiva. Su atención esta puesta en una única cosa, la cual estaba tirada y sucia cerca de donde estaban Silla y sus tropas.

Tanto Silla como Yao se dieron cuenta que era la cinta que pertenecía a Baekje, y no pudieron evitar que sus pechos se contrajeran por un sentimiento de culpa cuando el japonés se agachó a recogerla como si se tratara de un objeto valioso luego de ser despreciado.

Una vez la cinta estuvo en posesión del país del sol naciente, éste se retiró. Sin palabras, sin hacer ningún gesto. Sólo por unos instantes se quedó observando a la pareja con una expresión vacía, pero que en el fondo guardaba un fuerte recelo ante aquella unión que podría representar un peligro para él.

.

Mientras China y Silla veían absortos a Japón alejarse de la península, uno de los mensajeros de la dinastía Tang se acercó a la nación milenaria para susurrarle a éste un comunicado de suma urgencia.

Primero China se volvió con una expresión aturdida hacia su mensajero para luego tornarse pálido, como si hubiera recibido la peor de las noticias.

—¿Qué sucede, China-nim? —preguntó preocupada el Reino peninsular al mirar a Yao.

—Ah, mi emperador quiere verme —respondió con una sonrisa forzada, tratando de quitarle importancia para no preocupar a su aliada—. Dejaré a mis tropas aquí para vigilar que no hayan levantamientos o Japón regrese al ataque, ¿bien?

—Está bien... gracias —murmuró no muy convencida. Por alguna razón, un mal presentimiento la azotaba con esa llamada, pero debía confiar en el mayor, ya que hasta ahora sólo podía valerse de él.


China no podía creer lo que escuchaba. Tenía que cerciorarse que su monarca hablaba en serio sobre lo que le acababa de decir.

—¿Cómo dice, emperador? —preguntó el chino desconcertado.

—Ya lo escuchaste, Yao —contestó Gaozong secamente—. Tendrás que anexionar los territorios de Baekje, y de Koguryeo una vez éste último sea vencido.


(1) El emperador Li Shi Min (Taizong de Tang) gobernó desde el 626 hasta el 649. Fue una época de esplendor para China, puesto que Li Shi efectuó una gran cantidad de reformas al sistema público que mejoraron en gran medida la vida de su gente; todos contaban con grandes riquezas y el pueblo se mostraba contento con el actual monarca. Sin embargo, Li Shi subió al poder matando a sus hermanos y arrebatándole el trono a su padre, pero debido a sus logros fue considerado como uno de los mejores emperadores de la historia sin darle importancia a como subió al poder.

-Respecto a la Alianza Silla-Tang, no encontré una fecha exacta de cuando se efectuó. Sólo pude enterarme que su unión se dio a mediados del siglo VII y que el emperador Taizong empezó una campaña contra Koguryeo, pero ésta fue suspendida tras la muerte del monarca en el 649. Al parecer, fue en su reinado que la alianza Silla-Tang surgió, mientras que su hijo, Gaozong de Tang, continuó con sus planes a pesar que en un principio canceló una segunda campaña.

(2) Las guerras entre China y Koguryeo se remontan a mucho antes de la dinastía Tang, específicamente de la dinastía Sui (581-618). Una de las causas de su caída fue debido a los fracasos militares contra Koguryeo, los cuales significaron grandes costos para el gobierno. A la serie de conflictos entre la dinastía Sui y Koguryeo se les conoció como las Guerras Sui-Koguryeo.

(3) Japón y Baekje tenían una estrecha relación más allá del ámbito comercial. Se dice que había ciertos lazos sanguíneos entre sus casas reales. Esto no se ha corroborado el todo, pero sí que había una relación muy cercana.


Notas finales: Ta-daaaa xD Bien, espero les haya gustado :3 Fue complicado terminar con este primer capítulo. Primero, porque había perdido la información que tenía guardada en mi disco duro y los avances que había realizado Dx Segundo, porque no quería que pareciera muy sobrecargado. La historia de Los Tres Reinos de Corea es muy compleja y extensa. En un principio tenía pensado hacer el resumen más breve, en un sólo capítulo xP, pero luego vi que no me quedaba bien para lo que quería desarrollar :P

Sobre la familia imperial china, no pretendo avocarme a ella. Las referencias y participaciones del emperador Taizong, y su hijo sucesor, Gaozong, fue para situar más o menos la diferencia en la estabilidad del imperio chino, y los conflictos en que entrará con ellos. En el siguiente capítulo, la emperatriz Wu Zetian tendrá su aparición para uno de los conflictos que Yao generará con Silla :3

¡Ah! Quise que Japón en este capítulo tuviera un lado más humano, con respecto a su relación con Baekje. En mi opinión, ninguna nación es malvada, tampoco buena. Son sólo seres arrastrados por las circunstancias y muchas veces manipulados que los lleva a dar la cara por las atrocidades que otros planean Dx Y por cierto, la cinta de Baekje tendrá un significado mucho más adelante en la historia :D

Ya saben que cualquier comentario, crítica, sugerencia o corrección es bienvenida ;)