Hola lectores :D
Aqui les presento este fic que incluye ocs, asi que ya deben saber la temática de este tipo de historias y por tanto es mi versión de la historia original. Espero que les agrade y disfruten tanto como yo lo hago escribiendo, cualquier error o sugerencia que comentar son bienvenidas :)
Disclamer: La saga Harry Potter pertenece a la grandiosa J.K Rowling que nos regalo una historia trascendental, yo escribo este fic sin fines de lucro; diversión para Fans escrito por una Fan XD. Y si fuera mio cambiaría con urgencia muchas cosas, por ejemplo muchas muertes que nos rompieron el corazón /3 T-T
Arco I: Fuego Viviente
Solo creo en el fuego. Vida y fuego. Estando yo misma en llamas enciendo a otros. Jamás muerte. Fuego y vida.
Anais Nin
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Capítulo 1: Astros en el Callejón Diagon
Muchas cosas pueden cambiar en un parpadeo, el clima, los colores, el ambiente, las personas… las vidas. Así como la mía, un día llegas a tu casa donde una mujer algo mayor te dice que tienes una plaza disponible en un colegio de magia, algo absurdo ¿no? Pero eso hace interesante la vida, cuando nuevas aventuras llegan de improviso.
Hace tres meses que llego la señora McGoganall, tres días después de mi cumpleaños número 11 casualmente; hace una semana estaba en mi casa en Verona, Italia empacando mis cosas para mudarme a Reino Unido y ahora estoy volando por los aires en un avión con destino a Londres. Mi vida no cambio en un parpadeo exactamente, a pesar de que a veces lo siento como tal.
A mis lados están Regina y Cavaliere, o mejor también llamados mamá y papá pero los apodos en italiano me recuerdan mi vida en Italia. Regina, reina en italiano es una mujer que le hace honor al apodo, por lo menos a mi perspectiva, mamá es simplemente hermosa con su cabello negro igual que la noche y los ojos marrones como los troncos de los árboles, probablemente cuando la veas tenga pintura por algún lado y es que a pesar de hacer obras de arte con sus manos el resto de su cuerpo siempre queda expuesto a los oleos que usa en sus pinturas, todas firmadas con sus siglas en una de las esquinas: K.C, Katherine Connors.
Cavaliere por su parte era un hombre algo ocupado que se reusó antes a mudarnos de país por su trabajo, menos mal que tenían una sucursal en Londres junto con muchas insistencias de mi parte y de mamá logramos hacer que accediera, es decir, ¿Cómo puedes rechazar la oportunidad de ir a un colegio de magia? no estarías tan demente como para rechazar la oportunidad, tuve que hacer un par de berrinches para ayudar a que cooperara. Esperen… me salí del carril, como decía papa puede ser algo egoísta a veces con su trabajo y nosotras pero tiene buen corazón; muchas personas dicen que me parezco mucho a él, debe ser por el cabello rubio dorado, aunque tengo los ojos de mamá. Siempre pensé que soy la versión niña de Dominic Dell'Agnello, aunque mucho más alegre y creativa.
Por fin, después de horas de viaje llegamos a Londres, viviríamos en un departamento hasta conseguir un lugar más amplio después. Extrañe en cierta forma Reino Unido, aunque sus cielos grises en el día me quitan esa sensación, estuve aquí antes hace algunos años y ahora es algo raro volver. Por ahora aprovechare para dormir, Regina me dijo que al día siguiente iríamos al famoso Callejón Diagon, aunque dudo que pueda dormir algo con la emoción que llevo encima desde hace meses.
El despertador sonó justo a las 6:50 am para levantarme y con solo presionar el botón este dejo de emitir su estruendoso sonido, me saque de un tirón las sabanas de encima y me baje de la cama estirándome, con una sonrisa en mi rostro corrí a mi armario para sacar unas prendas escogiendo algo simple y llamativo. Entre al baño donde después de una ducha y cepillarme los dientes, salí cambiada con una blusa rosa con una estrellas de colores en el centro, una falda-short de color azul y mis zapatos blancos con detalles en rosados, sonreí a mi reflejo en el baño colocándome una diadema morada dejando mi cabello rizado suelto. Lista para empezar el día.
Apenas salí del baño y un sombrero puntiagudo violeta azulado choco contra mis piernas. ¿Acaso volví a darle vida a los objetos sin querer? El sombrero de movió por la habitación como una sombra, fui tras el pero no lograba alcanzarlo. Solo hasta que choco contra la puerta se detuvo, lo tome para levantarlo dejando ver una bola de pelos blanca.
Mi gatita, blanca como la nieve con los ojos azulitos se restregó contra mis piernas causándome cosquillas con su pelaje suavecito, la tome entre mis brazos para acariciarla haciendo que ronroneara frotándose contra mi ropa.
- ¿No te parece genial Luccichio? ¡Hoy comprare mis cosas para ser una verdadera brujita! –la sostuve frente a mi sonriendo y ella maulló en respuesta- Pero primero debo despertar a mamá y a papá.
Deje a mi gatita en el suelo y juntas salimos de mi habitación temporal yendo hasta la de mis padres. Abrí con cuidado la puerta viendo la habitación silenciosa con mis padres dormidos con mucha tranquilidad en su cama, eso no durara mucho.
Corrí hasta su cama dando un salto al estar cerca, aterrizando justo encima de mis padres que se despertaron asustados hasta que fijaron su mirada en mí y yo solo pude sonreír inocentemente, pero ellos me miraron con cierto enojo por interrumpir su sueño. Luccichio se subió también a la cama y araño levemente la cara de papa que se había vuelto a arropar para seguir durmiendo mientras que mamá se levantó dando los buenos días algo somnolienta, yo respondí con una sonrisa y luego me retire directo a la cocina para ahorrarle algo de trabajo y así poder salir más rápido.
Encendí la radio donde se empezó a escuchar una música muy pegajosa que no pude evitar empezar a cantar en voz alta mientras colocaba el pan dentro de la tostadora y bailaba por toda la cocina. A los minutos entro mi madre y comenzó a preparar el resto del desayuno, sin importarle que yo cantara y bailara por la cocina como si esta fuera un escenario y yo una cantante famosa, incluso me acompañaba en los coros.
Después de desayunar y tomar lo que necesitaríamos, empuje del departamento a mis padres para salir de una vez pero no habíamos llegado a la esquina cuando tuvimos que devolvernos porque a mi padre se le había olvidado el mapa que nos dio la Sra. McGonagall. Sin nada que nos detuviera comenzamos a caminar por la calles de Londres, siguiendo las indicaciones que nos daba le mapa hasta llegar a una calle algo concurrida llena de tiendas.
No pude evitar preguntarme si de verdad habría en medio de todo Londres, una pequeña ciudad mágica porque viéndolo con lógica ¿Cómo es que hay una ciudad en medio de otra ciudad? ¿Y no se veía en toda la ciudad…nugget… muggle? ¿Así se decía? Es muy extraño e increíble a la vez… es extracreible. Pero ya he visto y hecho cosas que son extracreibles, no entiendo porque me revuelvo el cerebro por eso.
Llegamos a una calle transitada por muchas personas, tantas que tuve que pegarme a Regina para evitar que me llevaran. Pasamos delante de muchas tiendas llenas de artículos hasta detenernos en frente de un bar pequeño de aspecto mugriento, arriba de la entrada se podía leer en las letras gastadas del anuncio "El Cardero Chorreante". Encarne una ceja al ver le lugar y luego a padre que sostenía el mapa observando la calle y luego el bar para asegurarse que fuera el lugar correcto. Por un momento desee que no lo fuera, ese lugar necesitaba urgente un renovación.
- Pues, es aquí –dijo al fin padre suspirando. Honestamente me esperaba de todo menos un lugar así.
- Qué lugar tan… peculiar –opine sin saber que decir realmente.
- Dicen que las mejores cosas están en el interior y no en el exterior, hija –dijo Regina sonriendo.
- Espero que así sea, porque si no vendré otro día con un tarro de pintura con brillos y mejorare este lugar –dije medio en broma medio enserio, este lugar de verdad necesita renovación.
- Me avisas tal vez, pueda colocar un par de mis pinturas aquí –
- Ojala y la pared donde estén no se caigan –dijo Cavaliere y podía jurar que estaba sonriendo por dentro mientras mamá lo miraba molesta.
- Vamos, que parecemos jarrones aquí parados –bromee tomándoles de la mano para jalarlos al interior del lugar.
Entramos y tuve que entrecerrar los ojos para poder ver más allá de dos metros, el lugar era oscuro y sentí las manos de mis padres apretando levemente las mias. Nos adentramos y pude notar a un grupo de señoras en una esquina hablando en susurros y a muchas otras esparcidas por el resto de las mesas. Cavaliere me soltó la mano para ir a la barra, donde un hombre calvo y algo viejo charlaba con un hombre que llevaba un sombrero puntiagudo morado, papá carraspeo llamando la atención de ambos hombres que dejaron su conversación y el señor calvo apoyo las manos en la barra con una pequeña sonrisa.
- Buenos días, ¿Se les ofrece algo? –pregunto viéndonos, en especial a mí. Tal vez sea por el hecho de que estaba fuera de lugar pareciendo un fuego artificial con mi ropa llamativa en ese lugar en penumbras.
- Si, ¿Por dónde se llega al Callejón Diagon? –pregunto papá.
El hombre nos miró analíticamente unos segundos más antes de sonreír de forma compresiva.
- ¿Muggles, no es así?–pregunto pero parecía más una afirmación.
- Así es –respondió papa algo incómodo por el término.
- Siempre es común verlos en esta temporada por aquí –comento el señor que hablaba antes con el que supuse era el cantinero.
- Los padres muggles siempre preguntan si este es el lugar correcto, de por si hace un rato una pareja de padres muggles junto a una niña paso preguntando lo mismo –continuo el cantinero.
- No los culpo en realidad –susurre para mi viendo alrededor todo lo que mi vista alcanzaba.
- En fin, supongo que eres la pequeña afortunada –dijo el cantinero dirigiéndose a mí. Asentí con una pequeña sonrisa y el cantinero me la devolvió- Pues espero que tengas mucha suerte pequeña.
- Gracias –mi sonrisa se amplió.
- Al fondo hay un pequeño patio por ahí se ingresa al callejón. Si saben cómo hacerlo ¿verdad?
- Si, no se preocupe. Muchas gracias por la ayuda –hablo mamá por primera vez desde que entramos.
El cantinero asintió levemente en respuesta y volvió a su trabajo cuando un cliente llego a la barra. Fuimos hasta el pequeño patio que terminaba en un muro de ladrillo rojizo, solté la mano de mamá mientras hablaba con papá sobre la contraseña, al parecer no solo habíamos olvidado el mapa antes sino también el papel donde estaba anotada la contraseña.
- No puedo creer que no esté aquí –se quejó mamá rebuscando en su bolso- Estoy segura que la metí antes de salir.
- Tranquila, puedo volver al departamento a buscarla y vuelvo –aconsejo papá- Danielle te quedaras aquí con Regina…
Pero yo ya había dejado de escuchar deslizando mi mano por la superficie irregular del gastado ladrillo.
- Tres arriba… dos horizontal –dije colocando la mano en un ladrillo. Con la punta de mi dedo índice lo toque tres veces.
El ladrillo que toque se agito como maraca hundiéndose en la pared dejando un agujero que poco a poco se hacía más grande. Me voltee hacia mis padres que miraban impresionados el agujero hasta que posaron sus miradas en mí y yo solo atine a sonreír emocionada. Repasar tantas veces las instrucciones de la Sra. McGonagall durante estos meses me ayudaron.
Volví mi vista al pasaje que llevaba justo a una calle adoquinada que se extendía como una serpiente hasta perderse de vista, llena de alegría y magia mirase por donde mirases. A ambos lados de la calle había tiendas muy diferentes y llamativas con sus carteles alumbrados por la luz del sol.
- Hey, ¿te quedaras parada en medio cómo miércoles? –Salí de ensoñación con la voz de mi Regina desde la calle que me miraba sonriente junto a Cavaliere. ¿En qué momento cruzaron?
- No, no. Ya voy –dije corriendo para ponerme a su par.
¡Ojala tuviera más ojos! Todo era increíble y fantástico, no podía dejar de mover la cabeza en todas direcciones para no perderme nada mientras caminábamos calle arriba. Había una tienda de calderos que los exhibía en la puerta resplandeciendo en dorado con el sol. El ulular de las lechuzas llegaba desde una tienda oscura con muchos pares de ojos brillantes saludando al que pasaban. Raros olores emanaban desde una droguería, destacándose el olor de huevos pasados y repollo podrido dándome nauseas por un momento.
Muchas personas salían y entraban de las tiendas, subiendo y bajando por el callejón que tuve que tener cuidado para no pisarlas o ellos a mí, todas vestidas de colores vibrantes y algunas con sombreros puntiagudos, sí que eran muchas. Supuse que el sitio era concurrido pero no pensé que tanto.
- Bueno son tus cosas las que compraremos Danielle, ¿Por dónde quieres comenzar? –pregunto Regina deteniéndonos a un lado del callejón.
- ¿Tienes la lista? –pregunte dudosa.
- Oh si… espera, aquí esta –mamá me extendió la lista de pergamino que estaba en su bolso. La tome viendo que era lo que necesitaría.
COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA
UNIFORME
Los alumnos de primer año necesitarán:
— Tres túnicas sencillas de trabajo (negras).
— Un sombrero puntiagudo (negro) para uso diario.
— Un par de guantes protectores (piel de dragón o semejante).
— Una capa de invierno (negra, con broches plateados).
(Todas las prendas de los alumnos deben llevar etiquetas con su nombre.)
LIBROS
Todos los alumnos deben tener un ejemplar de los siguientes libros:
— El libro reglamentario de hechizos (clase 1), Miranda Goshawk.
— Una historia de la magia, Bathilda Bagshot.
— Teoría mágica, Adalbert Waffling.
— Guía de transformación para principiantes, Emeric Switch.
— Mil hierbas mágicas y hongos, Phyllida Spore.
— Filtros y pociones mágicas, Arsenius Jigger.
— Animales fantásticos y dónde encontrarlos, Newt Scamander.
— Las Fuerzas Oscuras. Una guía para la autoprotección, Quentin Trimble.
RESTO DEL EQUIPO
1 varita.
1 caldero (peltre, medida 2).
1 juego de redomas de vidrio o cristal.
1 telescopio.
1 balanza de latón.
Los alumnos también pueden traer una lechuza, un gato o un sapo.
SE RECUERDA A LOS PADRES QUE ALOS DE PRIMER AÑO NO SE LES PERMITE TENER ESCOBAS PROPIAS.
- Mmm podríamos ir por la varita o el uniforme. Aunque quiero ver el telescopio y algunos libros suenan interesantes pero quiero comprarlos entre lo último o…-empecé a hablar observando la lista sin poder decidirme que hacer primero.
- ¿Qué tal si empezamos por las túnicas? –ofreció papá viendo al frente.
Alce la cabeza viendo el letrero de la tienda que estaba enfrente del otro lado del callejón, "Madame Malkin, túnicas para todas las ocasiones". No estaría mal comenzar por el uniforme.
- De acuerdo, no suena mal –decidí al final.
- Bien ya que estas emocionada y tenemos que terminar en un par de horas, tu padre y yo iremos por los libros, que son lo menos interesante para ti –no pude evitar sonrojarme de la vergüenza cuando mama dijo lo último y es que era muy cierto me eran muy aburridos los libros por mas entretenidos que dijeran que eran los libros, por eso quería ir de ultimo por ellos.
- Ok –dije algo apenada todavía.
- Te veremos enfrente de la tienda –dijo papá mientras se alejaban por el callejón, después de dejarme dinero para pagar los uniformes.
Entre a la tienda donde una bruja regordeta y sonriente usando un vestido color malva se me acerco. Supongo que debe ser la dueña del local, Madame Malkin; abrí la boca para hablar pero ella se me adelanto.
- ¿Hogwarts dulzura? –asentí sonriendo y la mujer casi me arrastro al fondo de la tienda donde también había otra niña sobre un escabel con una túnica puesta, siendo ajustada por otra bruja que ponía alfileres en la tela negra.
Madame Malkin me ayudo a subir en otro escabel y me paso una larga túnica negra por el cuello, empezando a ajustarla con alfileres. Gire mi cabeza viendo mejor a la niña en el otro escabel, tenía el cabello castaño y rizado, con los ojos del mismo color y su cabello me recordó a la melena de un león por lo enmarañado que estaba. Me reí ante ese pensamiento y la niña se giró a verme extrañada al notar que me reía con nada.
- Hola, ¿iras a Hogwarts? –dije sonriéndole.
- Si –respondió la niña- ¿Y tu también?
- Sip, por cierto soy Danielle Dell'Agnello, para servirte –bromee haciendo una reverencia en su dirección, ganándome un regaño de Madame Malkin por moverme- ¿Cómo te llamas?
- Hermione Granger ¿Eres extranjera? –pregunto curiosa.
- Ah sí, en parte –desvié la mirada algo incomoda- Espero que no te moleste mi acento –dije volviendo a verla.
- No, no me molesta. Por el supuse que eras extranjera, ¿De dónde eres?
- Italia –respondí feliz porque al fin a alguien en mucho tiempo no le parece raro mi acento cuando hablo o gracioso, por lo menos fuera de mi país- O bueno soy mitad italiana ya que papá es de allá y mamá es de aquí, aunque hasta hace unos años estuve aquí en Reino Unido pero luego me fui y ahora volví. Pero nací aquí, lo que me hace inglesa a pesar de que pase mucho tiempo en Italia y creo que eso me haría una itaglesa. –finalice viendo la cara ladeada de Hermione.
- ¿Itaglesa? –repitio confundida.
- Si, ya sabes una mezcla de italiana e inglesa: itaglesa –sonreí ante mi ocurrencia.
- Se te ocurren las cosas más raras que he oído–opino riendo levemente, hay note que ella tenía los dientes de adelante bastante largos, como un castor, pero esta vez no me reí por ese pensamiento- Bueno yo nací aquí y soy la primera bruja en mi familia. Fue una gran sorpresa cuando me entere y mis padres pensaron que era una broma. Tuvo que venir un empleado del ministerio y explicarnos todo cuando recibí mi carta, aunque yo ya suponía que no era como los otros niños desde hace un tiempo y hasta ese momento no sabía porque –siguió hablando Hermione y en vez de aburrirme con su parloteo, me pareció interesante. Ella es igual a mí.
- Que coincidencia, ¡yo también soy la primera bruja en mi familia! –dije sonriendo y Hermione después de verme sorprendida también sonrió- Si quieres podemos ser amigas en Hogwarts, somos bastante similares y seremos las mejores brujas que hayan visto a pesar de ser hijas de muggles .
- Gracias, es muy lindo de tu parte Danielle –Hermione es muy agradable, me recuerda mucho a alguien que no veo desde hace mucho- Y esa es una de mis metas, me han dicho menosprecian a los nacidos de muggles.
- Pues que tontas son esas personas, si queremos nosotras podríamos incluso superarlos.
- Puede ser y tienes razón son muy tontas esas personas por ver el estatus de sangre y no las habilidades y valo…
- Ya está listo lo tuyo nena –corto la bruja que atendía a Hermione.
-Ouh –solo pude decir un poco triste viendo como Hermione se bajaba del escabel.
- Bueno, supongo que nos veremos en Hogwarts –dijo Hermione viéndome.
- Así parece –respondí algo triste esa niña de verdad me caía bien.
- Adiós Danielle, fue un gusto conocerte –dijo sonriendo mientras agitaba su mano a modo de despedida alejándose.
- Adiós leonessa ¡también fue un gusto! –grite para que me escuchara en la parte de enfrente de la tienda.
- ¡¿Qué significa leonessa?!
- ¡Leona!
Escuche la risa de Hermione antes de que la puerta del local se cerrara y sonreí nuevamente, tenía una nueva amiga y bastante agradable e interesante, aunque note un pequeño deje mandón en su forma de hablar. Al poco tiempo de que se fuera Hermione, Madame Malkin termino con mis túnicas y me las entrego con una sonrisa, le pague con lo que me dieron mis padres y salí de la tienda al callejón viendo a ambos lados. Me quede en frente de la tienda por unos minutos hasta que llegaron mis padres con los libros y juntos nos dispusimos a seguir comprando el resto de las cosas de la lista.
Fuimos a la droguería que olía horrible pero con las cosas que había dentro compensaba el hedor. Botes con raras hierbas y barriles llenos de sustancias viscosas ocupaban el piso mientras que en las paredes y el techo había raíces, colmillos, garras, plumas y polvos brillantes colgando. Regina le preguntaba al encargado por los ingredientes básicos para pociones, al tiempo Cavaliere y yo veíamos unos ojos dentro de un frasco y colmillos que eran incluso más grandes que la mano de papá. El encargado me regaño cuando empecé a jugar con los colmillos y las garras, y cuando dejo de verme seguí jugando ganándome otro regaño y una amenaza de sacarnos de la tienda, a lo que mis padres se molestaron y yo solo pude sonreír con mi carita de ángel apenada.
Compramos un telescopio de madera plegable, la balanza y el caldero. En la tienda de las redomas de vidrio me quede afuera junto a mamá para evitar romper alguna cosa y es que a veces con cosas frágiles puedo tener el cuidado y la gracia de un elefante bailando ballet.
Luego de una caminata nos sentamos en un banco a descansar un momento con las cosas que compramos alrededor. Hicimos un reconteo de lo que teníamos hasta ahora, dándonos cuenta que solo me faltaba la varita. Sonreí emocionada, esta era una de las cosas que quería comprar desde el principio pero con lo demás se me olvido por completo.
- ¿Podemos ir por la varita ahora? –pregunte ansiosa.
- Claro, es lo último que falta y tenemos tiempo suficiente –dijo papá viendo el reloj en su muñeca.
- ¡Genial! –me levante de un salto de la banca dispuesta a irme pero me detuve extrañada al ver que mis padres no se levantaban- ¿Qué esperan? ¡Vamos!
- Danielle, hija ¿Por qué no vas tu por ella? –dijo mamá sonriendo levemente.
- ¿Por qué? ¿No quieren acompañarme? –pregunte extrañada.
- No es eso –negó papa rápidamente- Es que tu madre y yo queremos descansar un rato para ahorrar energías, y cuando lleguemos al departamento seguir desempacando.
- Aahh –dije asintiendo. Todavía quedaban muchas cosas para desempacar y aparte todavía había que acondicionar el sótano que madre utilizara como taller de pintura.
- Aquí tienes el mapa –Cavaliere me extendió el pergamino donde estaba el mapa del callejón con el que nos hemos estado guiando todo el tiempo.
- Te estaremos esperando aquí –dijo Regina y yo asentí antes de darles un beso a cada uno en la mejilla y adentrarme nuevamente entre las personas que se desplazaban por el callejón.
Camine entre las personas hasta llegar a una tienda pequeña con un aspecto lamentable, lucia mal cuidada y por un momento pensé que estaba abandonada. En el escaparate se exhibía un cojín purpura lleno de polvo que casi no se le notaba el color, en el descansaba una varita. Y sobre la puerta en letras doradas gastadas decía: "Ollivander: fabricantes de excelentes varitas desde el 382 a.C."; eso sí que era mucho tiempo fabricando varitas.
Al entrar una campanilla resonó en el lugar, estaba vacío salvo por una silla alta. Mi vista se paseó por el lugar donde miles de estrechas cajas con polvo descansaban apiladas en los estantes que llegaban hasta el techo. Me empezaba a sentir rara en el lugar, el silencio sepulcral que había me incomodaba y parecía que el lugar fue hecho para evitar ruidos del exterior porque todo el barullo del callejón no se oía ahí dentro.
- Buenos días –
Pegue un salto en el lugar junto a un grito de sorpresa al escuchar la voz. Delante de mí había un hombre algo viejo con un aspecto tétrico, que no cuadraba con la sonrisa amable que tenía y los ojos grandes, tan pálidos como la neblina resaltaban entre lo oscuro del lugar.
- H-Hola –salude algo torpe por el susto.
- Vaya, vaya –exclamo el que supuse era el señor Ollivander- Por un momento pensé que tardarías más pero por fin estas aquí, estuve esperándote pequeña.
El señor Ollivander hablaba como si me conociera de hace mucho, cuando yo nunca lo había visto. Por inercia vi por sobre mi hombro para asegurarme que no había nadie más detrás de mí que conociera al hombre, pero no había nadie y eso en cierta forma me asusto.
- Muy bien, pequeña, ¿Con que mano sujetas tu varita? –pregunto el señor Ollivander sacando una cinta métrica con marcas plateadas.
- Pues, soy diestra –respondí mientras el señor Ollivander se me acercaba y en sus ojos pálidos pude ver por un momento mi reflejo.
- Extiende tu brazo, así –me empezó a medir del hombro al dedo, después de la muñeca al codo, de la rodilla a la axila y hasta alrededor de mi cabeza. Mientras media hablo- Cada varita Ollivander tiene un núcleo central de una poderosa sustancia mágica. Utilizamos pelos de unicornio, plumas de cola de fénix y nervios de corazón de dragón. No hay dos varitas Ollivander iguales, como no hay dos unicornios, dragones o aves fénix iguales. Y, por supuesto, nunca obtendrás tan buenos resultados con la varita de otro mago.
Por un momento dude. Si eso era cierto, probablemente ninguna varita querría escogerme.
Siguiendo con la mirada al señor Ollivander note que la cinta métrica seguía midiendo por sí sola, por todas partes, hasta entre los orificios de mi nariz causándome comezón.
- Pero sobre todo las varitas escogen a los magos y brujas que desean que la empuñen, pequeña –el señor Ollivander se paseaba entre los estantes sacando cajas- También se pueden escoger pero entonces no sería tan efectiva y la varita podría ser algo rebelde a la hora de hacer hechizos.
- Vaya, no pensé que lo de las varitas fuera tan sofisticado –comente mientras la cinta métrica se enrollaba por si sola en el suelo. El ánimo tan rápido como bajo volvió a subir al saber que había altas probabilidades de tener una genial y apta para mí, y sino también puedo escoger.
- Oh, pues claro que lo es –dijo el señor Ollivander sonriendo- El negocio de hacer varitas es como un arte muy espectacular –la pasión se podía palpar en cada palabra que decía, este hombre de verdad adora su trabajo.
- Me gusta el arte –dije sonriendo. Me sentía un poco más cómoda que antes con el señor Ollivander es bastante agradable aunque algo misterioso.
- Que bueno, eso le ayudara un poco a darle algo de color a las otras –dijo el señor Ollivander amistosamente. Ladee la cabeza extrañada, ¿Cuáles otras está hablando?- A ver esta. Madera de sauce y nervios de corazón de dragón. 28 centímetros, inflexible. Muy poderosa. Tómala y agítala.
Tome la varita en mis dedos y la examine por un momento, con toda confianza agite la varita y el candelabro que colgaba en el techo exploto, dejando caer una lluvia de cristales por el lugar. Sin pensarlo la coloque con pánico en el mostrador, por suerte ningún cristal me daño.
- No, esa no es la adecuada –el señor Ollivander negó y saco su propia varita que agito apuntando a lo que quedo del candelabro que se reparó en un santiamén.
Se volvió a sumergir entre los estantes, regresando al poco tiempo con otro par de cajas. Me tendió otra varita y algo temerosa la agite, por un momento nada paso pero luego la silla alta que estaba al lado de la puerta empezó a arder en llamas. La volví a dejar en el mostrador mientras el señor Ollivander apagaba las llamas de la silla.
-Bien, prueba esta. Caoba y pluma de fénix, 19 centímetros, flexible
Bueno, dicen que la tercera es la vencida. Antes de poder siquiera poder levantar el brazo el señor Ollivander me la quito.
-No, esta no. Cornejo y pelo de unicornio, 23 centímetros y medio, medianamente flexible. Adelante inténtalo.
Agite algo temerosa la varita y cerré los ojos esperando algún desastre, apreté los ojos al escuchar una pequeña explosión pero no olía a quemado ni parecía que nada se hubiera roto, temerosa abrí los ojos y me sorprendí al ver que de la punta de la varita salían pequeñas bolitas de humo que se desvanecían al poco tiempo.
- Mmm, cerca pero todavía no es la correcta.
No sabía que era lo que buscaba el señor Ollivander, ni tampoco que buscaban las varitas en mí. Seguimos probando varita tras varita, las que ya había probado reposaban en una silla y al contrario a lo que pensaba, el señor Ollivander se alegraba con cada intento fallido en vez de irritarse. Ya estábamos cerca de la décima varita y nada, empezaba a creer que todavía no se había creado la varita para mí o que tal vez mi magia no era lo suficientemente poderosa para poder tener una.
- Cliente difícil, ¿eh? No te angusties encontraremos a tu pareja ideal, de seguro a las otras también les costara un poco encontrar la suya. Aunque una de ellas no busco su varita sino que renovó el núcleo de la varita que ya tenía. Que mal que no buscara, hubiera tenido una muy poderosa y más apta para ella, creo que de castaña y núcleo de pelo de unicornio le hubiera quedado anillo al dedo, de eso estoy seguro. Mucho mejor que el núcleo de pluma de fénix, espero que no tenga problemas para manejarlo -el señor Ollivander seguía hablando de esas otras como si yo las conociera pero la verdad es que dudaba mucho que así fuera, de seguro se trataban de los clientes anteriores a mí.
- Bien, prueba esta. Tengo un presentimiento de que esta es –me sonrió confiable tendiéndome la varita y dudosa la tome.
Sentí un calor indescriptible en la punta de mis dedos que se repartió por el resto de mi cuerpo causándome una agradable sensación de calor y alegría. Mire al señor Ollivander y el mi observaba expectante con una pequeña sonrisa. Al asegurarme que no me la quitaría, levante el brazo por sobre mi cabeza y la baje en un rápido movimiento, una ráfaga de chispas blancas y doradas salieron de la punta de la varita, titilando por el aire mientras se dispersaban por todo el local. Oí al señor Ollivander felicitarme y aplaudirme pero no lo estaba escuchando, admiraba con la boca abierta las chispas que titilaban como estrellas por el local y reí alegre por lo que había hecho. Sin pensarlo volví a agitar la varita y más chispas salieron atravesando la puerta y el escaparate del lugar, perdiéndose de mi vista ¡Desearía que mis padres hubieran venido para ver esto!
- Perfecto pequeña, tu varita te ha elegido –sonrió alegre el señor Ollivander.
- Es bonita –dije contemplándola y vaya que lo era. La varita era de un color pálido parecido casi al mármol o blanco, la empuñadura estaba en espiral y en ella había puntos que parecían estrellas y algunas líneas onduladas alrededor de ellas.
- Sí que lo es, madera de manzano, núcleo de pelo de unicornio, 21 centímetros y medio, flexible.
Tomo la varita para volver a meterla en su cajita y envolverla en papel de embalar.
- ¿Sabes? Hay quienes dicen que los portadores de una varita de madera de manzano, son personas que tendrán una larga vida y serán queridos –comento el señor Ollivander entregándome la cajita.
- ¿En serio? –pregunte emocionada.
- Si, además de que tienden a tener cierto encanto personal. Por un momento pensé que la de cornejo seria la indicada, son varitas muy juguetonas que tienden a buscar portadores que les harán pasar un buen rato y hacer cosas emocionantes. Debe ser por eso que no reacciono de forma tan desastrosa contigo –sonrió divertido.
Esa varita si sabía lo que estaba buscando, aunque parece que me falto algo que no me escogió, lo mejor es que si tenía lo que estaba buscando la de manzano. Le pague los 7 galeones al señor Ollivander, con una sonrisa emocionada salí del local, mire hacia arriba y me sorprendí de grandemente. Las chispas que había hecho antes estaban volando sobre las cabezas de todos y algunas hasta se habían pegado a varios carteles dándoles un brillo sin igual, parecían estrellas diurnas. Camine sin dejar de verlas a pesar de que se estaban empezando a desvanecer, tal vez tenía más magia de la que creía, yo había hecho eso… ¡Y sin saber absolutamente nada sobre la magia!
Por no estar pendiente del camino, tropecé con un adoquín que sobre salía cayendo encima de algo suave y duro al mismo tiempo, no fue nada cómodo el aterrizaje. Abrí los ojos alarmada al notar que era una persona, debajo de mí había una niña que parecía tener la misma edad que yo, tenía el pelo de un color parecido al cobre de algunos calderos que vi en la tienda aunque algo oscuro, había muchas pequitas marrones en su nariz que resaltaban de su pálida piel y los ojos verdes como los limones.
- ¡Perdonaci! {¡Perdona!}, no me fije por donde iba –me levante de encima de ella para tenderle una mano.
- No te preocupes, también fue mi culpa –dijo aceptando algo dudosa mi mano.
- De verdad lo lamento, no era mi intención usarte de colchón de aterrizaje –dije apenada ayudando a recoger la bolsa que supuse era de ella.
- Tranquila, no veía el camino –respondió tomando la bolsa con una mano mientras que con la otra se sacudía el vestido que traía, era bonito y además tenía una pinta innegable de ser costoso.
- Bueno, ve que estas bien y lamento haber caído sobre ti otra vez –dije sonriendo avergonzada.
- ¿Tiendes a disculparte mucho con las personas?
- Solo si les caigo encima –respondí riendo.
Ella también rio suavemente, parecía ser algo tímida y con una última disculpa de mi parte, cada una siguió con su camino. De seguro era bruja al igual que yo porque su bolsa contenía materiales que vi en la droguería, a lo mejor y la encuentro de camino a Hogwarts o terminamos teniendo clases juntas, me parecía alguien que valía la pena conocer un poco. No lucia como las típicas niñas ricas y mimadas que usaban ropa costosa, supongo que su actitud me atrajo de cierta forma a parte de sus ojos, esos tenían pinta de estar en su propio mundo y destilar tanta bondad que me pareció increíble por un momento.
Llegue junto a mis padres que me recibieron junto a un helado de caramelo y chocolate, justo lo necesario para finalizar la aventura de ese día. No podía esperar a que las cosas se pusieran mejor cuando aprendiera a usa correctamente mi magia, algunas estrellitas seguían flotando y una hasta se me paro en la punta de la nariz.
Ahora solo había que ser paciente, faltaba un mes todavía para ir a Hogwarts definitivamente. Espero que ellas también estén allá, desde hace años que nos la veo, más concretamente desde que me mude a Italia. De seguro no han cambiado nada, no pude evitar pensar que estar en Hogwarts será más emocionante de lo que espero y con ellas a mi lado será mejor, solo hay que esperar.
