Título: Sólo era Rukia.
Cantidad de Palabras: 487
Notas: Otro shot para "Los Cuervos de Santa" en fandom-insano. Esta vez, dejo descansar un momento a Gintama, y regreso a Bleach. Hace mucho no escribía algo de Ichigo/Rukia.


Rukia no acababa de comprender por qué Ichigo se negaba tan rotundamente a pasar la Navidad en su propia casa. Después de todo, era su familia y Navidad se debía pasar con la familia. O al menos así lo hacían los humanos.

Pero no Ichigo.

Ése año, el joven se empeñaba en simplemente no ir. Diciendo que la estaba pasando mejor en la Sociedad de Almas, aún cuando anduviese con el ceño fruncido y refunfuñando a cada momento.

Después de varias discusiones, la shinigami logró arrastrar a su compañero a su casa. Para cuando llegaron al frente, el muchacho se detuvo en seco, musitando una sola palabra:

— No.
— ¿Pero qué dices, Ichigo? Tu papá debe estar preocupado por ti.
— No. Y punto. Déjame ir.

Rukia suspiró, tratando de no perder los estribos, se ubicó detrás de Ichigo y lo empujó con toda la fuerza que tenía. No logró arrastrarlo, pero si hacer que perdiese el equilibrio y su cabeza diera contra la puerta, con un fuerte golpe.

Isshin abrió la puerta, con una expresión más alegre de lo usual. Gritando a viva voz: "¡Bienvenidos, los estábamos esperando!". Y arrastró a su hijo dentro, Rukia los siguió.

La casa estaba completamente decorada con artículos navideños; incluso, el poster gigante de Masaki tenía un gorro de papel pegado en la cabeza; era una suerte que no se le hubiese ocurrido colocar luces navideñas. O tal vez se le había olvidado. Rukia decidió que era mejor no decir nada.

Se sentó en el sofá, escuchando las canciones propias de la época, sumadas a las risas de Isshin, luego, escuchó un golpe y un grito de: "¡No, papá!". Rukia sólo vio la figura emerger y pararse frente a ella, con una caja mediana envuelta en papel de regalo. La chica la tomó, dubitativa y la observó atentamente.

— ¡Ábrela! ¡Ábrela!—, exclamó Isshin, luego se acercó a ella, susurrando— Es de mi hijo—. Rukia miró extrañada a Ichigo, que se mantenía alejado con expresión seria. Se sentó de nuevo y abrió el paquete.

Si hubiese estado sola, hubiese gritado de alegría. Sin embargo, sonrió ampliamente al ver el contenido: Era un conejo de peluche muy similar a Chappy. Miró a su alrededor, buscando a Ichigo, pero de repente, el shinigami se había esfumado. Lo encontró acostado en su cama, dándole la espalda a la puerta. Rukia se sentó a su lado.

— ¿Dónde lo conseguiste?
— Lo olvidé.
— No te creo, Ichigo.
— Como quieras.
— Está bien, entonces ¿Por qué no me lo entregaste tú?
— No sé. Deja de preguntar estupideces, enana.
— Bueno, pues para tu información, me gustó—. Ichigo se sentó, mirándola a los ojos, enseguida volvió a acostarse, cubriéndose la cara con su almohada.
— Me alegra—, con los dientes apretados escuchó a Rukia salir de la habitación, nunca en su vida había sentido tanta vergüenza y lo que era peor, no había razón alguna, después de todo, sólo era Rukia.