Aquella mañana amaneció algo rara para Hana Inuzuka, ella jugueteaba con sus cachorros cerca del arroyo cuando vio demasiado movimiento en su casa. A veces odiaba ser pequeña por cosas así, ella había preguntado a sus tíos y a su padre pero nadie quería decirle nada y encima no había visto a su madre. Algo raro tendría que pasar cuando nadie le prestaba ni una pizca de atención, y más aún cuando ni siquiera la habían reprendido por no estar entrenando.

Pateó una de las piedrecitas, mientras pensaba que podría ocurrir, podría utilizar sus mínimas dotes ninja para pasar desapercibida y escurrirse hasta dentro de la casa. Uno de los perritos se acercó a ella olisqueándola y haciéndole cosquillas con su nariz, algo que la hizo reír levemente.

- Kuroimaru déjame –susurró la chiquilla- tengo que pensar como entrar y saber que pasa…

El perrito pareció entender completamente a su ama por lo que echó a correr, gesto que hizo a Hana saltar de su lugar y correr tras el animal. Los demás perros hicieron lo mismo y corrieron tras del otro animal, el cual se divisaba perfectamente por su pelaje negro.

- ¡Neee Kuroimaru! Vuelve que mama va a reñirme… -Ni aún con esos pedidos el perrito paró un momento entrando en la casa.- Kuro-baka…

Hana entró en la casa detrás del cachorro, todo estaba en silencio y parecía que nadie estuviera allí dentro algo que le pareció raro a la pequeña Inuzuka. Hasta que lo escuchó, unos pequeños lloros provenientes de la habitación de su madre la cual, era la única que tenía luz. Caminó con pequeños pasos hasta que entró y vio a su madre acostada en la cama con un pequeño bulto entre sus brazos, la chiquilla se vio sorprendida y bajo la mirada.

- Sumimasen okaasan…es…es que Kuroimaru…

- Ven Hana –susurró la matriarca del clan Inuzuka, la chiquilla caminó hasta su lado- mira, es tu ototo…

- ¿Nani? –la chiquilla se puso de puntitas mirando en el interior de la toquilla blanca que lo guardaba viendo una carita menuda y unos cabellos del mismo castaño que los suyos - ¿Es mi hermanito?

- Así es Hana

- ¿Y como se llama okaasan?

- Pues… no se, aun no le pusimos nombre –sonrió la mujer- ¿Cómo te gustaría que se llamara?

- Kiba –dijo Hana acariciando con un dedo las manchas rojizas en forma de colmillo que el pequeño bebe ya tenía- Kiba-ototo –sonrió justo antes de darle un beso a su hermano y haciéndose una promesa interiormente, la de cuidarle siempre…