DISCLAIMER: HP es de JK y de la Warner


Capítulo 1. Prólogo

—¡Pero qué mala suerte!—se quejaba Harry, mirando por la ventana el diluvio que caía.

—No es tu culpa, Harry—lo consolaba Ginny, apenas conteniendo la risa.

Habían empezado las vacaciones de verano, y aprovechando que Hermione, Ginny, Neville y Luna habían terminado el séptimo curso en Hogwarts, Harry y Ron habían planeado un viaje en agosto todos juntos por dos semanas a una enorme mansión-cabaña de campo que Harry había alquilado. Habían ido además a pasar el fin de semana Molly y Arthur, Percy, George con Angelina, Charlie y Bill con Fleur Delacourt.

Parecía que iba a ser un día espectacular, pero justo tenía que llover a cántaros, por supuesto, y Harry tenía que culparse, también por supuesto.

—Tendría que haber leído el pronóstico, o algo—seguía diciendo Harry.

—No hay problema, Harry. Podemos divertirnos aquí adentro—dijo Hermione, mientras revisaba furtivamente su bolso de viajes.

—Adentro… súper. Divertidísimo—se volvió a quejar Harry con ironía.

Mientras, Molly había ido a la cocina a preparar té y galletas para todos, Bill, Fleur, Percy y Arthur discutían sobre la situación de Gringotts tras la restauración, George, Ron y Angelina comentaban sobre los nuevos arreglos para Sortilegios Weasleys, y Luna y Neville escuchaban a Charlie comentarles sobre la fauna y flora de Rumania.

—Sigo insistiendo que debimos haberlo planeado mejor. Con mi suerte, lloverá todo el verano—se terminó de lamentar Harry desplomándose en el sillón junto a Ginny, quien intentaba consolarlo pero no podía evitar reírse por lo bajo.

—¿Sabes, Harry? Podrías contarnos un poco de tu primer año en Hogwarts—dijo Luna de repente.

Al instante, todos entraron en silencio y comenzaron a alternar la mirada entre Harry, que se había quedado atónito, y Luna, quien no parecía notar el efecto que había generado. Ginny fue la primera en reaccionar.

—¡Es verdad! Casi no sé nada sobre lo que paso antes de que entre a Hogwarts.

Harry apenas logró reponerse de la sorpresa.

—Está bien, pero créanme—dijo sombríamente—, interesante no le hace justicia para nada.

Nadie decía nada mientras Molly volvía con la merienda y Neville y Percy la ayudaban a poner la mesa. Luego de un rato que todos se agrupaban, Hermione sacaba finalmente algo de su bolso, lo escondía debajo de su buzo y discretamente volvía a la mesa.

—Entonces—dijo George luego de unos minutos entre sorbos de té—, ¿nos contarás de tu primer año, Harry?

Harry volvió a quedarse en silencio, pensativo. Charlie fue quien habló entonces.

—De paso también podrías contarnos del resto de tus años en Hogwarts. Todavía hay muchas cosas que no entiendo de lo que pasó el año que Ginny fue... bueno, tus primeros años—terminó un poco incómodo.

Ginny pareció entender lo que Charlie estaba por preguntar; ella también adoptó el mismo semblante que Harry. Molly frunció el ceño.

—No creo que sea lo correcto, Charlie. Quizás sea incómodo para Harry contarnos de su vida privada.

Harry estaba internamente agradecido con Molly, pero sabía que tarde o temprano debía contarles a todos lo que habían sido sus años en Hogwarts. Ellos más que nadie tenían derecho a saber todo lo que ocultó por el bien de sus respectivas saludes mentales.

—Está bien, pero es un poco confuso aún para mí. Esto va a llevar su tiempo.

Sin embargo, antes de decidirse a hablar, Hermione se le anticipó.

—Harry, si me permites—comenzó un poco nerviosa—, creo que tengo la solución.

Entonces, sacó un libro de debajo de su buzo.

—Sabía que no podrías resistir la tentación de leer aún en vacaciones, Hermione—se burló George. Ron se las arregló para disimular su risa con una tos fuerte y fulminar con la mirada a su hermano. Hermione los ignoró a los dos.

—Encontré este libro junto con otros seis más en una librería en el Londres muggle. Los siete tienen tu nombre en la tapa, así que tenía que averiguar de que trataban—le dijo en tono de disculpa, pasándole el libro.

Atónito, Harry tomó el libro y lo inspeccionó mientras todos se acercaban un poco más para verlo de cerca. Sintió como se le abría la boca de sorpresa: en la tapa aparecía una fotografía suya a los 11 años montando en escoba, con los terrenos de Hogwarts de fondo, un unicornio galopando a orillas del lago y el perro de tres cabezas Fluffy aullando a la luna llena. El título del libro era Harry Potter y la piedra filosofal.

—Leí el prólogo y las primeras páginas antes de cerrarlo—decía Hermione en tono de disculpa—. Juro que no leí nada más cuando me di cuenta de que se trataba de un libro que narraba tu vida. Lo lamento, Harry. Pensé que debías saberlo, espero que no te enojes conmigo—volvió a disculparse su amiga.

—Descuida—dijo Harry demasiado sorprendido para estar enojado. Dio vuelta el libro y leyó el prólogo en voz alta.

Harry Potter se ha quedado huérfano y vive en casa de sus abominables tíos y del insoportable primo Dudley. Harry se siente muy triste y solo, hasta que un buen día recibe una carta que cambiará su vida para siempre. En ella le comunican que ha sido aceptado como alumno en el colegio interno Hogwarts de magia y hechicería. A partir de ese momento, la suerte de Harry da un vuelco espectacular. En esa escuela tan especial aprenderá encantamientos, trucos fabulosos y tácticas de defensa contra las malas artes. Se convertirá en el campeón escolar de quidditch, especie de fútbol aéreo que se juega montado sobre escobas, y se hará un puñado de buenos amigos... aunque también algunos temibles enemigos. Pero sobre todo, conocerá los secretos que le permitirán cumplir con su destino. Pues, aunque no lo parezca a primera vista, Harry no es un chico común y corriente. ¡Es un mago!

—Parece que fue escrito para que los muggles lo lean también—dijo Ginny que también había seguido la lectura del prólogo—. Por ejemplo, explica lo que es el quidditch—acotó como si esto zanjara el asunto.

—Pero… no entiendo, Harry—dijo Neville confundido—, no sabía que tus tíos eran tan malos.

La mirada de Harry se ensombreció nuevamente.

—No tienes ni idea, Neville.

Todos estaban en silencio mientras Hermione tomaba nuevamente el libro.

—Entonces, Harry—comenzó tímidamente; el susodicho levantó la vista—. Si no quieres está bien, es tu vida personal, pero… bueno, como estábamos por recordar nuestro primer año…

—Sí, entiendo—la atajó Harry—. Creo que lo prefiero así. Puedes leerlo, quizás resulte interesante—concluyó en tono falsamente optimista mientras se desplomaba nuevamente en el sillón.

—¿Están todos de acuerdo en que leamos este libro?—preguntó Hermione en general.

De a poco, se oyeron murmullos de asentimiento general (aún Molly, quien muy a su pesar estaba muy intrigada).

—Bueno, si no les molesta, comenzaré—dijo Hermione abriendo el libro—. El primer capítulo se llama: El niño que vivió.

¿Quién lo diría?, pensaba Harry con amarga ironía, mi suerte aún podía ser peor.