Grimmjow echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, tomando aire para calmar sus nervios. Estaba sentado sobre el tejado de una de las casas residenciales de la ciudad de Karakura. Lentamente, soltó el aire que había estado conteniendo y volvió a abrir sus ojos de color zafiro.
Siempre iba a Karakura cuando las cosas se hacían demasiado pesadas en Las Noches. Simplemente, había demasiados recuerdos. Demasiados recuerdos de un cierto arrancar de ojos esmeralda. Demasiados recuerdos de su roce. Demasiados recuerdos de besos robados en los pasillos. Demasiados recuerdos de él.
Lo único que pude hacer fue observar cómo la única persona que me había importado se convertía en cenizas lentamente mientras ese maldito shinigami de Ichigo Kurosaki y esa puta de Inoue se quedaban allí sin hacer nada. Se giró para mirarme con esa expresión estoica que conocía tan bien. Pero sus ojos esmeralda decían otra cosa. Su mirada era de disculpa, suplicándome perdón, llena de tristeza. Y entonces desapareció. Sus cenizas se dispersaron con el viento.
No necesitaba pedir perdón. No lo culpaba por lo que había pasado.
Me esforcé por coger algunas de sus cenizas, pero éstas se escurrieron entre mis dedos. Toda prueba de su existencia había desaparecido.
Tuve que ahogar un sollozo.
¿Por qué te has tenido que ir?
Más de un año había pasado ya desde la muerte de Ulquiorra Schiffer, pero Grimmjow lo recordaba con toda claridad.
Muchas cosas habían ocurrido desde ese incidente. Aizen, Ichimaru, Tousen y los tres Espada más fuertes se habían retirado de la falsa Karakura. Habían podido salvar a todo el mundo a excepción de tres Espada; Ulquiorra, Zommari y Aaroniero. Ahora sólo quedaban siete. Grimmjow no sabía cómo lo había hecho Aizen, pero éste había alzado una barrera impenetrable alrededor de Las Noches de manera que ningún shinigami de la Sociedad de Almas pudiera entrar. Sin embargo, el hecho de que se hubieran retirado de la batalla no significaba que la guerra hubiera acabado. Ni de lejos. Aizen estaba esperando el momento oportuno para reconstruir su armada para la última batalla contra la Sociedad de Almas. Básicamente habían vuelto al punto de partida, con Aizen enviando al azar a arrancar recién creados a Karakura para crear el caos para su goce.
Grimmjow apretó los puños.
Sabía que ya había preguntado eso muchas veces, pero… ¿por qué Ulquiorra, de entre todos, se había tenido que ir?
Me giré para encarar a ese Vaizard idiota con los ojos llenos de lágrimas y el cuerpo tembloroso. Incluso en mi débil condición debido a todas las heridas causadas por Kurosaki y Nnoitra, me obligué a moverme. Cada paso era un tortura y mi sangre goteaba sobre el suelo, pero seguí avanzando de todas formas. El chico de pelo naranja me miró alarmado. ¿Alarmado de verme llorar? ¿Alarmado de ver a su enemigo moribundo esforzándose por andar? ¿Alarmado de ver cuán patético parecía?
¿Cómo iba a saberlo?
"¡Grimmjow! ¡No deberías moverte! ¡Morirás!" Gritó.
Lo ignoré. De todos modos, ¿por qué debería importarle?
Cuando estaba a unos pocos pasos del joven Vaizard me detuve; me temblaban las piernas, me sentía mareado por la pérdida de sangre y mi cuerpo era incapaz de seguir avanzando sin importar cuánto se lo ordenara.
Entonces dije las palabras que había estado deseando decir. "Lo has matado," dije en voz baja y con los puños apretados.
"…" Él sólo me miró en silencio con sus ojos marrones. Me entraron ganas de arrancárselos. Entonces dijo, "¿Puede…?" Se detuvo y después continuó con poca convicción, "¿Puede que haya ido a otro sitio a regenerarse…?"
En ese momento deseé que estallara en llamas.
"¡LO HAS MATADO!" grité, incapaz de contenerme. Eso sólo hizo que empezara a toser sangre. "Tú… tú has matado a Ulquiorra," acabé en voz baja. Mis lágrimas se derramaban por mis mejillas.
Ulquiorra se había ido.
Mi cuerpo temblaba. Le lancé una mirada llena de odio a Kurosaki.
¿Era posible que lo que Kurosaki había dicho fuera cierto? Sabía que Ulquiorra poseía habilidades regenerativas.
Pero no importaba.
Porque había jurado protegerlo. Matar a cualquiera que se atreviera a ponerle un dedo encima. Rugí y, con la energía que me quedaba, me lancé sobre Kurosaki enseñando los dientes y con mi zanpakutou desenvainada y lista para la batalla.
Era hora de acabar el trabajo que me había asignado: matar a Ichigo Kurosaki.
Grimmjow no había podido matar a Ichigo Kurosaki. Al que había causado la muerte de Ulquiorra. El Vaizard simplemente había esquivado todos sus ataques hasta que, finalmente, Grimmjow se había desplomado por la pérdida de sangre. Y lo peor de todo era que el Vaizard había hecho que esa zorra de Inoue lo curase. Grimmjow odiaba a Ichigo. Odiaba al adolescente por haber matado a la persona que amaba. Lo odiaba por haberle perdonado la vida. Pero más que nada, se odiaba a sí mismo. No había sido capaz de proteger a Ulquiorra.
Le había fallado.
Siempre que andaba por los pasillos de Las Noches, no podía evitar recordar todos los momentos que había pasado con el arrancar de ojos esmeralda. Solían estar siempre juntos. Se había acostumbrado a ver a Ulquiorra cada día. Pero ahora no tenía a nadie a quien besar. Nadie a quien abrazar. Nadie por quien preocuparse. Nadie a quien decir que lo amaba. No había Ulquiorra. Grimmjow sabía que sus camaradas lo observaban. Sabían por lo que estaba pasando. Y sabía lo que debían pensar de él. Que se había ablandado. Así que normalmente actuaba como si la ausencia de Ulquiorra no lo afectara, pero ¿a quién pretendía engañar?
Echaba de menos a Ulquiorra.
Lo sabía. Y sus camaradas lo sabían.
Había intentado seguir adelante, pero era demasiado duro.
¿Cómo te libras de la persona a la que has entregado tu corazón?
La humedad se acumuló en los ojos de color zafiro de Grimmjow, pero no hizo nada para retenerla. Dejó que las lágrimas cayeran por sus mejillas. Allí no había nadie para juzgarlo como hacían en Las Noches.
Una chica de pelo oscuro llamó a la puerta del teniente de la Novena División. Se mordió el labio inferior. Siendo honestos, en verdad no quería hablar con ese hombre. Era frío, estoico y a duras penas hablaba. No era que no le gustase, pero de algún modo la asustaba. Era un personaje intimidante y no sabía mucho sobre él, sólo que era excepcionalmente poderoso. Lo respetaba y lo temía al mismo tiempo. Al no recibir respuesta, Momo Hinamori volvió a llamar.
"Teniente Schiffer," dijo con voz tímida.
Hubo una pausa y entonces oyó la voz del teniente. "Adelante."
Hinamori entró y vio al pálido teniente. Estaba de espaldas a ella. Al parecer, estaba a medio vestir. Tenía el hakama puesto y estaba metiendo los brazos en las mangas. Hinamori se sonrojó al ver la espalda de ese cuerpo bien definido, dejándola sin habla. Después de acabar de meter el brazo en la manga y atar el cinturón del hakama para asegurar ambas piezas, el hombre se giró para enfrentarla.
La chica se quedó sin aliento. El hombre tenía una piel de porcelana y cabello negro, corto y alborotado. Pero lo que más llamaba la atención en ese hombre era que tenía los ojos más verdes que jamás había visto. Eran del color de las esmeraldas, grandes y llenos de inteligencia. Brillantes. Calculadores. Su rostro, parecido al de una muñeca, no mostraba emoción alguna, y enarcó una ceja al ver que Hinamori no decía nada.
"¿Bien? ¿Tienes algo que decirme?" dijo, sacando a Hinamori de sus pensamientos.
Ésta se sonrojó, completamente avergonzada por haber sido pillada mirándolo fijamente. "¡Sí, Ulquiorra!" Jadeó al darse cuenta de lo que acababa de decir y se tapó la boca. "¡Quiero decir, teniente Schiffer! ¡Lo siento, lo siento mucho!" Hinamori se cubrió la cabeza con los brazos.
El hombre llamado Ulquiorra Schiffer suspiró. De verdad. No sabía por qué había gente que lo temía tanto. Era irritante. Estaba seguro de que algunos de los shinigami le ocultaban algo. Podía deducirlo por la forma en que lo miraban furtivamente y hablaban en susurros en cuanto el tema de los arrancar era sacado a colación. Especialmente cuando hablaban de arrancar que formaban parte de un grupo llamado los Espada. Qué le ocultaban, sin embargo, no lo sabía. Sólo sabía que probablemente tenía que ver con los arrancar.
Sin embargo, quedaba fuera de su comprensión qué tenían que ver los arrancar con él.
Ulquiorra siempre se había mostrado indiferente ante ese tipo de reacción, pero en el fondo deseaba saber qué pasaba. Quería saberlo. Quería saberlo todo.
"No pasa nada," dijo Ulquiorra bruscamente. "Y ahora, ¿sobre qué querías hablar?"
La chica bajó los brazos y miró a Ulquiorra, agradecida de que no hubiera decidido darle una colleja como había esperado.
"Bien," dijo con timidez. "El capitán Yamamoto quiere verle en su despacho."
"Ya veo," Ulquiorra pensó durante un momento. "Ahora mismo voy." Se giró de espaldas a ella para enderezar su uniforme de shinigami. "Gracias por informarme, teniente Hinamori. Puedes retirarte."
Dicho esto, Hinamori salió de la habitación.
Ulquiorra esperó hasta que la perdió de vista antes de salir, cerrar la puerta y dirigirse hacia el despacho del capitán Yamamoto.
¿Por qué tenía la sensación de que los shinigami no confiaban en él? ¿O acaso sabían algo sobre él que ignoraba?
El sonido de pasos resonaba por el suelo.
Era imposible que supieran algo sobre él de lo que no fuera consciente. O algo sobre él que pudiera considerarse malo. Tenía un expediente impecable. A menos, claro, que supieran algo sobre su pasado.
Ulquiorra sacudió la cabeza, apartando de su mente esos estúpidos pensamientos.
Eso también era imposible. No había modo de que supieran nada de su pasado. Llegaban tantas almas a la Sociedad de Almas que era prácticamente imposible conocer y recordar el pasado de todas ellas. Además, aunque Ulquiorra no recordaba como había sido su vida anterior, estaba seguro de que había sido perfectamente normal. Así que no veía dónde estaba el problema. Quizás lo único que ocurría era que no les caía bien a los shinigami.
Ulquiorra siempre había sabido que era diferente. Sólo que no sabía cómo era de diferente.
Cuando llegó al despacho del capitán Yamamoto, llamó a la puerta. "Capitán Yamamoto. Soy yo, el teniente Schiffer."
"Entra," respondió inmediatamente el anciano.
Ulquiorra abrió la puerta y entró en el despacho. Vio al anciano sentado tras su escritorio. Enarcó una ceja negra. Allí también había un adolescente de pelo naranja, apoyado contra la pared con los brazos cruzados sobre el pecho. ¿Qué estaba haciendo él allí?
"Capitán Yamamoto," dijo Ulquiorra, haciendo una pequeña reverencia. "Kurosaki Ichigo." Lo saludó con un gesto de la cabeza y el chico le correspondió con una sonrisa.
El anciano asintió. "Ulquiorra Schiffer." Señaló la silla que había frente al escritorio. "Toma asiento."
"Gracias." El shinigami se sentó e, ignorando al adolescente, miró al capitán de la Primera División mientras esperaba que el anciano se explicase.
Ulquiorra siempre había respetado al capitán Yamamoto y era leal a su causa. Desde que se matriculara en la academia donde entrenaban a los aspirantes a shinigami, había tenido al hombre en gran estima. Se había graduado en poco más de un año, ganándose el título de prodigio, igual que Toushirou Hitsugaya. Y debido a su habilidad, fuerza e inteligencia había sido destinado a una de las Trece Divisiones. Al cabo de poco había sido ascendido a teniente, ya que Shuuhei Hisagi se había convertido en capitán.
Muchos lo habían considerado como un gran logro, pero Ulquiorra no pensaba lo mismo. Creía que no se merecía el ascenso, puesto que no había tenido que superar ninguna prueba. En su opinión, había sido ascendido simplemente para llenar el puesto vacío de teniente de la Novena División, no por sus habilidades.
"Hoy va a ser tu último día como teniente, Ulquiorra," dijo el capitán Yamamoto con una pequeña sonrisa en los labios. "Has progresado mucho en muy poco tiempo. En unos poco días tendrá lugar una ceremonia para celebrar tu ascenso a capitán."
Ulquiorra parpadeó. Sabía que había aprobado el examen de competencia con buena nota ese mismo día, pero aún no lo había asumido. Al haber pasado esa prueba, iba a convertirse en el capitán de la Quinta División. Ese puesto había estado vacante durante mucho tiempo y Ulquiorra no sabía quién había sido el anterior capitán. Aparentemente, el capitán de esa división había traicionado a la Sociedad de Almas dos años atrás. Pero Ulquiorra no sabía su nombre. Había intentado preguntarlo a los demás pero, al parecer, ésa era una de las cosas de las que no se podía hablar.
O era una de esas cosas que se suponía que no debía saber.
"¿Una ceremonia?" repitió Ulquiorra. "Nunca he oído que…"
"Sí, sí. Pero la Quinta División nos ha pedido que la hagamos especialmente para ti. Están ansiosos por tener un nuevo capitán." Yamamoto se inclinó hacia delante. "Sé que harás un buen trabajo. Has progresado más allá de toda expectativa. Y ahora, ¿qué te parece hacer un último trabajo antes de convertirte de forma oficial en el capitán de la Quinta División? Es algo sencillo. Para acabar antes de tomar tu puesto como capitán."
El shinigami asintió.
"Haré cualquier cosa por el bien de la Sociedad de Almas."
"Justo la respuesta que esperaba." Yamamoto se echó atrás en su silla. "Quiero que Ichigo y tú patrulléis por Karakura."
Ulquiorra Schiffer se levantó e hizo una reverencia. "Considérelo hecho."
Ulquiorra escudriñó sus alrededores con ojo crítico en cuanto sus pies tocaron el suelo. Había pasado un tiempo desde la última vez que había ido allí. Había dejado de patrullar ciudades del mundo humano cuando se había convertido en teniente. Miró al shinigami sustituto, que estaba de pie a su lado.
Ciertamente, Kurosaki Ichigo era otra de las personas que se comportaban de forma rara a su alrededor. No miraba a Ulquiorra con miedo. Más bien, sus ojos marrones parecían mirarlo con tristeza y… ¿vergüenza? Y también parecía mostrar una inusual preocupación por su bienestar. No en un sentido romántico, pero Kurosaki siempre le decía que tuviera cuidado cuando iba a alguna misión. Sin embargo, el joven lo trataba igual que los demás shinigami. Parecía estar ocultándole algo, algún tipo de secreto. No era que realmente le importara, aunque a veces sí le resultaba molesto.
¿Qué era tan terrible que no podía saberlo?
"Umm…" Ichigo arrastró los pies, incómodo. "¿Qué hacemos ahora?"
Otra extraña cualidad de Ichigo. No mostraba mucho respeto por otros capitanes ni seguía tampoco sus órdenes. Sin embargo, con Ulquiorra se volvía extrañamente contenido y obediente. Ulquiorra sólo veía al shinigami sustituto de vez en cuando, pero todos sus encuentros eran iguales: incómodos.
La guerra entre Hueco Mundo y la Sociedad de Almas estaba aún en pie, así que la Sociedad de Almas necesitaba toda la ayuda posible. E Ichigo Kurosaki era ciertamente una valiosa ayuda. Era muy diestro luchando y había demostrado numerosas veces que sus poderes estaban casi a la altura de los de un capitán. El número de arrancar que aparecían en Karakura había aumentado últimamente, así que era necesario tener luchadores poderosos. Aunque Ulquiorra nunca había luchado con el joven Vaizard, así que no sabía si estaban igualados o si era más fuerte que Kurosaki. Probablemente no, ya que él acababa de ser ascendido a capitán, mientras que Kurosaki había sido shinigami durante mucho más tiempo que él.
Ulquiorra se lo pensó durante un momento. Cuando finalmente tomó una decisión, dijo, "Tú patrulla el lado norte de la ciudad. Yo patrullaré el lado sur."
Ichigo asintió.
El shinigami de ojos verdes estaba a punto de girarse y dirigirse hacia el sur cuando Ichigo habló de repente.
"Ulquiorra. Quiero decir, teniente Schiffer."
Ulquiorra se detuvo. Miró por encima del hombro al adolescente, irritado. "¿Sí?"
Ichigo pareció dudar un momento antes de decir, "Tenga cuidado."
Ulquiorra asintió y se alejó con el shunpô, dejando atrás a Ichigo.
Una vez fuera del campo visual del joven, Ulquiorra frenó y empezó a andar despacio, ya que no quería pasar por alto ningún indicio de que hubiera Hollows rondando por allí. Kurosaki Ichigo se preocupaba demasiado. Ulquiorra era más que capaz de cuidar de sí mismo. Por dios, si era capitán. No le gustaba que los demás se preocuparan por él como si fuera un niño pequeño.
Pasó junto a unos pocos humanos que aún rondaban por las calles a pesar de que ya era tarde con la mente centrada en detectar el reiatsu de algún arrancar que estuviera por la zona. Los humanos no se dieron cuenta de su presencia. Pues claro,pensó. Al fin y al cabo, estaba muerto.
El shinigami se tensó cuando pasó junto a una casa y notó un reiatsu que no le resultaba familiar. Uno poderoso, pero no tanto como el suyo. Ulquiorra entrecerró los ojos y desenvainó su zanpakutou, preparado para atacar en el momento dado. Alzó la mirada y vio a una figura con el pelo azul sentada en el tejado. Desde su posición en la calle, pudo ver con claridad que la persona tenía un agujero en el abdomen.
¿Un arrancar…?
Considéralo eliminado.
Grimmjow alzó la vista a las estrellas con los ojos aún húmedos. Ulquiorra y él solían venir a menudo a Karakura a mirar las estrellas. Lo encontraban extrañamente relajante. Grimmjow se pasó una mano por la cara. Tenía que dejar de pensar en Ulquiorra. Lo estaba volviendo loco. Pero, sin importar lo que hiciera, Ulquiorra siempre estaba metido en su mente. Parecía que su corazón no le iba a permitir olvidarlo.
Y además estaba el hecho de que Grimmjow esperaba en secreto que Ulquiorra volvería algún día. Sabía que era una cosa estúpida y que él mismo también lo era. Pero no podía evitar pensar que quizás Ulquiorra volvería, incluso a pesar de que el pálido arrancar había muerto ante sus ojos.
Una lágrima rodó por su mejilla. Era patético.
El arrancar se tensó al notar un reiatsu extremadamente poderoso cerca de él. Agarrando el mango de su zanpakutou, Grimmjow miró de reojo y vio una figura vestida de negro con cabellos oscuros. Reconoció el uniforme. Era uno de esos shinigami de la Sociedad de Almas. Bien, podía ser que ese shinigami fuera poderoso, pero se iba a llevar una sorpresa.
Grimmjow usó su sonido, apareciendo detrás del shinigami y pasándole un brazo por el cuello y el otro por delante del pecho para evitar que escapara.
"Sorpresa," le susurró Grimmjow al oído con una sonrisa salvaje.
Tenía que concederle el punto. Aunque el shinigami pareció sorprenderse bastante, no perdió el temple. En vez de eso, el hombre simplemente dijo, "Inútil."
"¿Cómo demonios me acabas de llamar?" Grimmjow apretó su presa sobre el hombre, molesto, intentando ahogarlo.
El hombre se regiró y al cabo de nada estuvo sobre Grimmjow, lanzando al arrancar al suelo y desenvainando su zanpakutou con un movimiento veloz. Joder, el tío es rápido, pensó Grimmjow, un poco mareado. Apretó su zanpakutou contra su garganta con una expresión de aburrimiento. "Basura. Basura inútil," dijo el shinigami con un tono asqueado.
¿Basura…? Sólo conocía una persona que dijese eso, y esa persona estaba… esa persona ya no estaba allí. Grimmjow intentó no pensar mucho en ello. Probablemente sólo fuera una coincidencia. "Que te jodan," se burló el arrancar. Bueno, si iba a morir, mejor hacerlo luchando que suplicando por su vida. "Y yo no soy basura inútil."
"Hmm." El hombre miró a Grimmjow ligeramente molesto y con una mirada condescendiente. "¿Unas últimas palabras, arrancar?" dijo con voz monótona. El filo de su zanpakutou era peligrosamente afilado.
Esa voz…
¿Por qué le sonaba tan familiar?
La única persona otra persona con una voz así estaba muerta.
Muchos pensamientos cruzaron la mente de Grimmjow, haciendo que se sintiera mareado, pero todos desaparecieron cuando el shinigami se inclinó hacia atrás desde su posición sobre el otro. Porque en el momento en que el hombre se movió, la luz de una farola le iluminó el rostro, revelándolo.
Grimmjow se quedó boquiabierto, sin creer lo que veían sus ojos.
Piel pálida…
Cabello negro…
Ojos grandes y verdes…
"¿Ulquiorra?" jadeó, abriendo mucho los ojos. "¿Ulquiorra Schiffer?"
El shinigami frunció el ceño y afianzó el agarre de su zanpakutou. Se inclinó hacia Grimmjow con una mirada seria y enojada. "¿Cómo es que sabes mi nombre, arrancar?" siseó, presionando su zanpakutou contra la garganta de Grimmjow, de manera que ésta atravesó su grueso hierro e hizo que la sangre manara.
NdA: Este fic puede considerarse como la continuación de Ashes to Ashes, pero también lo podéis leer suelto. En los próximos capítulos se explicará cómo empezó Ulquiorra en la Sociedad de Almas.
NdT: Bien, aquí empieza la traducción de otro fic de Bleach. Debido a que me pidieron que tradujese más GrimmUlqui, me puse a buscar alguna historia que me pareciera interesante, y de repente recordé que estaba leyendo ésta (aún en desarrollo). Así pues, no pude resistir la tentación y me puse manos a la obra. El otro fic del que habla la autora, 'Ashes to Ashes', no lo he leído aún, pero si lo encuentro interesante y necesario para entender mejor este fic, sin duda lo traduciré también. Sin embargo, quiero que tengáis en cuenta que estoy estudiando en la universidad, así que no podré colgar los capítulos muy a menudo. Intentaré subir uno cada 1-2 semanas, pero no os prometo nada. De cara a las vacaciones de Navidad me pondré las pilas e intentaré avanzar bastante para que tengáis algo con lo que entreteneros. Muchas gracias por leer. Los reviews serán bien recibidos.
