*Advertencia: AU, nombres humanos, fechas actuales, muerte de un personaje, palabrejas que no son para niños buenos.
La pareja en este fic es Prusia x Italia del Sur, un regalo para mi awesome novia~ asdasd ya un año con ella ¡Feliz aniversario, meine liebe!
Los personajes le pertenecen a Hidekazu Himaruya. Diálogos en bold, pensamientos entre "comillas" y en itálica, en itálica bold también las palabras dichas en otro idioma.*
Dietro le Gittern
Prólogo
–¡Esto es una vil tontería!
–¡Cállate!
Era una tarde gris, con nubes de tamaño considerable cargadas de agua, listas para dejar caer la lluvia. Dos hombres luchaban a gritos en medio de un sendero voluptuoso cercado por arbustos, arboles, pasto y cada tanto con alguna casa que conservaba un aspecto colonial. Aparte de ellos dos no había otra alma.
–Perdóname, Lovino –El mayor, que era castaño, con un lunar cerca de sus labios y los ojos de un intrigante violeta, se acomodó las gafas de media luna y le miró con molestia– Mis asuntos con tu hermano no te incumben.
–¿Qué no me incumben? –Lovino, de cabellos castaño-rojizos y tez ligeramente bronceada, se encontraba estupefacto y efectivamente furioso. Sus ojos de un verde oliva se clavaban como dagas en los violáceos– ¡Es mi hermano menor de quién estás hablando vaffanculo! ¡Y no voy a soportar que sigas tratándolo de esa forma!
–Que lenguaje más vulgar –Se quejó con un marcado acento austriaco, llevándose los dedos al puente de la nariz, harto– Mira, Lovino… –Le devolvió la mirada– Me parece que Feliciano ya está lo bastante grandecito como para ayudarse por sí solo –Respiró de manera sonora, dejando en claro lo desagradable que le era aquel encuentro– Me queda claro entonces que no tiene ningún problema con la educación que le impongo. A menos que sea tonto, y perdona mis palabras pero eso es bastante probable.
El ojiverde llegó a tal punto de frustración e indignación que provocó una exclamación ahogada de sorpresa en las cuerdas vocales del germano tras haber desenfundado un arma, una pistola negra– ¿Educación? ¿Tonto? –Lovino rió por tanta incredulidad y ofensas. Las manos le temblaban por el coraje, pero aun así lograba mantener el arma apuntando hacia el pecho del austriaco, el cuál se había quedado repentinamente mudo– Feliciano no es un niño que necesita ser educado a golpes –Gruñó, satisfecho con el temor del contrario– Y si lo fuera no es asunto tuyo, Roderich ¡No eres de mi familia! ¡No tienes derecho a tocarle ni un pelo a mi hermano por una estúpida razón como no tener modales! ¡Y mucho menos puedes humillarlo!
–Perdiste los cabales –Sentenció en un susurro audible– No pienso quedarme aquí ni un segundo más –Se dio la media vuelta, listo para retirarse.
–¡Eso, mierda! ¡Lárgate! –Se sintió victorioso, pero su euforia tuvo que interrumpirse al notar que Roderich no se había movido ni un ápice.
–No esperes que deje de tratar a tu hermano como el desperdicio de aire que es –Aquellas palabras dolientes tardaron unos segundos en ser procesadas por el cerebro y corazón de Lovino– Lo único que ganas, Vargas, es mi lástima… eso, y que voy a tratar de educarte a ti y a tu hermano con más esmero, solo que a tu hermano a escondidas de ti. Danke –Empezó a andar a paso tranquilo por el sendero, sin preocuparse que el otro estuviera armado. Pues probablemente Lovino jamás le haría nada, él también era un cobarde.
Sin embargo, Lovino Vargas sintió la rabia hervir por toda su sangre. No escuchó una palabra más, no percibió nada más. Era como si de repente estuviera vacío de los sentidos. Todos menos la vista, pues sus ojos seguían mirando, mirándose a sí mismo apuntar a la espalda del austriaco, a sí mismo tirar del gatillo como en cámara lenta pero casi al instante de que el otro hubiera comenzado su retirada. Lo vio caer, pero no escuchó ruido alguno, no sintió nada. La mejor venganza es la que es muda.
Y de pronto un golpe de aire en sus pulmones lo hizo volver en sí ¿Cuánto tiempo había estado aguantando la respiración? Miró el cuerpo inerte del austriaco, una mancha escarlata comenzaba a abrazar la espalda del de ojos violetas, coloreando lentamente su abrigo índigo. Lovino no pudo más que perder el aire de nuevo ¿Qué acababa de hacer? ¿Qué puta mierda acababa de hacer?
Corrió donde Roderich Edelstein y se arrodilló a su lado. Quiso gritarle que se levantara y que siguiera luchando pero la voz se le atoró en la garganta. Lo sacudió con torpeza. Sintió miedo. Una nube tronó en los cielos, como si le acusara. Temblando, posó sus dedos con inseguridad en el cuello del mayor, buscando un pulso inexistente. Y entonces se apartó con brusquedad.
Estaba muerto.
