Lazos de Odio


Katekyo Hitman Reborn © Akira Amano

Lazos de Odio © Violet Winspear


Capítulo 1:

Haru sabía que el Club italiano Ceciderit estaba en la calle Curzon, en el barrio de Mayfair. Se decía que un fantasma de algún vendedor de flores estaba en la puerta, perfumando el aire a su paso con el aroma de violetas. Al cruzar la puerta, Haru recordó esta leyenda que, según su jefa, la modista textil Kurokawa Hana, podía ser cierta. Sacudió la lluvia de su chaqueta de lince pensando que, en noches como esta, algunos barrios de Londres tenían aspectos misteriosos que estimulaban la imaginación.

Había un enorme espejo en la entrada del club y se detuvo por un instante para verse. Sus ojos enormes en su cara…una expresión de temor e inseguridad, se sentía indefensa, a pesar de la chaqueta de piel que cubría su vestido largo de color claro. Haru compro la chaqueta en una pequeña tienda de ropa semi-nueva y esta era la primera vez que la usaba. Pensó que le podría dar una apariencia seguridad, pero no podía ocultar lo tensa y nerviosa que estaba.

Cuando Sawada Tsunayoshi llamo, para concertar esta cita, él le había dicho que estaría en el Club a las nueve; su voz era fría y dura con acento extranjero. No tuvo que explicarle la razón por la que deseaba verlo; él le dijo que había estado esperando su llamada.

El club se había construido hace dos siglos y fue una casa de juego frecuentada por los aristócratas que, sin duda, actuaban con una intolerable arrogancia.

El actual propietario le había devuelto su antigua belleza y esplendor. La madera, el cobre, y el terciopelo de color carmesí, creaban un ambiente deseado. La escalera por la que ascendió Haru hacia la oficina privada del dueño estaba alfombrada de color granate oscuro, y conducía a un pasillo iluminado por lámparas de cristal en las paredes.

Al cruzar el pasillo hacia la puerta con el letrero tallado en color dorado que anunciaba: "Privado", sintió que sus piernas se debilitaban bajo la falda de seda. Había un silencio profundo, que era interrumpido por el murmullo de voces a lo lejos, proveniente de los salones de apuesta, donde ricos extranjeros, de varios países estarían haciendo apuestas, el tipo de apuestas que había metido en problemas a su padre. Haru no sabía cómo lograr que Sawada Tsunayoshi fuera benévolo con su padre, pero estaba decidida a intentarlo. Pensó que quizá no le resultara difícil ya que, hacia un par de años este hombre le propuso matrimonio…pero lo más probable era que la odiara por rechazar su oferta.

Se detuvo frente a la puerta de la oficina para cobrar ánimo antes de enfrentarse a él. Hacía mucho tiempo que no lo veía, y tuvo que armarse de valor para levantar la mano y pulsar el timbre. Oyó un zumbido, y el picaporte cedió bajo la presión de su mano.

Entro en la habitación, donde Sawada Tsunayoshi la esperaba. Estaba de pie, sus hombros recortaban en las cortinas de color carmesí que cubrían las ventanas, y aislaban la lluvia y la oscuridad.

Una vez más, esa penetrante mirada la envolvió…una vez más, Haru contemplo aquellos ojos fieros que parecían no haber conocido nunca la ternura. Tenían el brillo de la inteligencia…ojos ámbar, como los de un león, pensó Haru, y los parpados entrecerrados hacia que la sombra de sus pestañas se proyectara en su piel.

El perfil de rostro era semejante al de los japoneses pero tenía algunos rasgos extranjeros, quizás italianos. Sus labios parecían no pronunciar palabras bondadosas o tiernas. Haru sintió que solo su presencia dominaba la habitación y tuvo miedo.

–Así que nos volvemos a ver señorita Miura–el tono áspero de su voz suave y gutural hizo que su corazón diera un vuelco– ¿Cuánto hace que no nos veíamos…dos años, si mal no recuerdo?

Estaba segura que la memoria no le fallaba en los asuntos que afectaban su vida personal. Se dio cuenta, aun antes de hablar, de que su voz iba a delatar su nerviosismo.

–Haru…debe ser como usted dice, Sawada-san–su lengua casi se enredó al pronunciar su apellido, y las palabras salía un poco ronca, y con dificultad, de su garganta reseca.

–Primavera, parece que necesita un trago–se acercó al bar y saco una botella y dos copas alargadas. Sus movimientos eran elegantes, algo poco común en los hombres como el, y eran acentuados por la costosa tela de su traje. Sirvió las bebidas con pulso firme, sin embargo, Haru estaba segura que el trataba de dominar su ira, lo que podría hacerlo más peligroso.

–Venga, siéntese–indico un sillón de piel cerca del escritorio–. Quítese la chaqueta, y siéntase cómoda.

Se comportaba con ironía, claro. Sabía que ella estaba más nerviosa que un gato, esto se reflejó en sus ojos mientras la observaba acercarse al sillón. No se quitó la chaqueta, pues no quería sentir la mirada de aquellos ojos sobre su cuerpo envuelto en el claro vestido de seda. Tenía una cita para cenar con Hana Kurokawa pero la había llamado por que se sentía mal…lo cual no era una mentira, porque estar a solas con Sawada Tsunayoshi era tan inquietante, que se sentía un poco débil.

–Aquí tiene–le entrego una copa de vino–. Está muy pálida, primavera, por lo que el vino le hará bien.

–Haru…A-Agradece…–La voz surgió débil y dio un largo trago del vino de una cosecha muy especial. Sawada Tsunayoshi quizá paso una juventud viviendo con problemas económicos pero, era obvio que pretendía vivir sus años adultos disfrutando de lo mejor que el dinero pudiera comprar…lo que desmentía a su padre, quien aseguraba que el gozaba haciendo dinero, no gastándolo. Era un débil rayo de esperanza que el dinero no fuera su dios.

– ¿Se siente mejor?–él se sentó en una esquina del gran escritorio y la miro fijamente y Haru nunca había sido más consciente de todo su atractivo, ¿Cómo lograría convencerlo de que su padre era digno de perdonar, cuando la verdad es que su padre no era un estafador que merecía ser castigado? Se enojó consigo misma al saber que aún tenía algunas tendencias a hablar en tercera persona…se odio en ese instante.

–E-El vino…es muy bueno–logro decir, a pesar de que no era el vino, sino quien la estudiaba, lo que la había dejado sin aliento. Una sensación de humillación invadió todo su cuerpo al darse cuenta que vino aquí para pedir que no castigaran a su padre como era correcto hacer.

– ¿Quieres que le facilite las cosas?–Tsunayoshi se inclinó y la obligo a mirarlo–. Usted está aquí por la insistencia del bribón de su padre, ¿no es así? Él se esconde en las faldas de su hija, ¿no? La empuja al coliseo con el leone, esperando que la atrape entre mis mandíbulas, mientras él está en un bar, en algún lado, confiando que no será castigado como un ladrón si yo encuentro que su hija me agrada, ¿no es así?

–No del todo, Sawada-san–la mirada de el parecía que atravesara su cuerpo hasta la medula…la mirada de un fiero italiano en el cuerpo de un japonés. Un japonés que se había abierto camino en el mundo, a fuerza de su trabajo, no perdonaría una suma de dinero robada que se elevaba a muchos miles.

–Entonces, explíqueme un poco, Señorita Miura–había un tono lleno de sarcasmo en su voz–. Hubiera jurado que su padre la estaba entregando en los brazos del mal, a cambio digamos, de su pellejo.

Haru no pudo evitar sobresaltarse. Era cierto, parecía que hubiera venido a ofrecerse a Sawada Tsunayoshi, a cambio de la promesa de que su padre no sea llevado a prisión.

–Ha…Ha…Haru vino a verlo–dijo–, esperando hacerle comprender porque mi padre es de esa manera. Él es un hombre sin carácter, así que, por lo tanto, para usted será complicado entender su debilidad.

Primavera, no me halague hablando de la fuerza de mi carácter, más bien, sería mi mal genio el que debe considerar–hablaba en tono mordaz, haciéndole entender que la cortesía que mostraba no era más que superficial y que, en su interior, el enojo emergía, como ella imaginaba.

–No lo culpo por su enfado–sus dedos se afirmaron en la copa de vino y no se opuso cuando él la lleno de nuevo–Tiene…todo el derecho a estar enojado, pero, ¿Le devolverá su dinero mi padre si está en la cárcel?

–Quizás no–sus ojos brillaban–, pero al menos tendré la satisfacción de ver a ese despreciable sujeto entre rejas. No te gusta que lo llame ladrón, ¿verdad, Haru? Veo una sombra de dolor en tus ojos, pero el abuso de la confianza que le di y, ¿no esperas que pase por alto su delito? Tendría que ser un tonto, o santo, si lo hiciera…y no soy nada de eso. Soy japonés, con sangre italiana, y casualmente creo en la Vendetta.

Ella lo miro inquisitiva, después de apurar su copa de vino, el explico:

–Se trata de la justa venganza que tengo derecho a reclamar.

Haru suspiro temblorosa al comprender que no había ninguna esperanza de que este hombre se apiadara de su padre.

–Mi padre esta atemorizado de pensar en la prisión… ¿no entiende lo que puede ocurrirle al estar encerrado con esos criminales? Él no es un criminal al pensar en un delito. Es tonto y tiene el vicio del juego, si de verdad fuese un ladrón. Sería más cuidadoso para encubrir su robo, y usted lo sabe.

–El hecho de ser un tonto aumenta mi desprecio–dijo con desdén Tsunayoshi–, ¿Por qué te molestas por tu padre? ¿Crees que se preocupa por alguien, además de sí mismo? Al estar en prisión, tal vez deje de ser tan estúpido, egoísta y engreído.

–Usted…es muy duro–Haru trago con dificultad– ¿No tiene padres o hermanos por el que se sienta responsable?

–Soy hijo único…hijo de una madre viuda–al decir esto, una expresión de melancolía ensombreció su rostro, mientras sus ojos analizaban el cabello negro de Haru, que lo llevaba recogido en un moño bajo. Quizás tal vez le recordó el peinado de su madre durante un tiempo.

–En Japón, no es fácil ser hijo de una mujer viuda–continuo–. Mi madre enviudo cuando tenía cinco años, mi padre era un hombre fuerte…pero un día falleció en un tiroteo en Italia. Mi madre desde entonces se dedicó fuertemente a darme educación con sus esfuerzos al vender ropa, temiendo a la burla de los vecinos, salimos del país después de terminar el Tercer año y llegamos a Italia buscando apoyo en el empleador de mi padre.

Una leve sonrisa se dibujó en sus labios, y al momento desapareció.

–A pesar de los problemas, teníamos una vida sana, aunque difícil. Aprendí a sobrevivir trabajando para aquel hombre muy amable por cierto, a enfrentar los tiempos buenos y malos, a endurecerme frente a las burlas de otros por estar solo con mi madre. Mi madre era hermosa, pero no se volvió a casar. Un italiano o japonés rara vez propone matrimonio a una mujer que perdió su virginidad con otro. A pesar de todo investigue sobre mi padre, y encontré muchas cosas de el…

Tsunayoshi hizo un gesto con la mano y continúo:

–Sospecho que mi madre no conocía algunos aspectos de su vida. Solo sabía lo amoroso que era, y que habían vivido muy poco juntos gracias a su trabajo. Ahora después diecisiete años, estamos tu y yo, uno frente al otro, en las oficinas privadas de un club que me pertenece, e ingenuamente, o tal vez porque me odias, esperas que te diga que está bien que tu padre me robe dinero…un montón de plata. ¿Te dijo la cantidad?

Haru se sintió sonrojada por la humillación que le producía el comportamiento de su padre, que la hacía parecer como si ella justificara su actitud al interceder por él.

–Sí, mi padre me lo dijo–las palabras parecían arrancarse de su garganta obligada.

–Yo iba a la secundaria en Japón, a pesar de no tener lo suficiente–contesto el hombre con expresión de ira–. A los diecisiete años estudie con fuerza y busque un empleo que me ofreció luego aquel hombre como ayudante, y trabajaba más horas de las normales para tratar de mejorar mi suerte. Tuve éxito y nunca robe dinero a nadie.

Haru bajo la mirada, sintiendo que la vergüenza la invadía. Ella nunca cuestiono a su padre de hablar mal de este hombre, tal vez porque guardaba rencor contra el por lo de su Hogar en Japón, Su castillo, su Hogar, donde porque su padre decidió un tiempo atrás hipotecar su casa y vivir con ella y su madre en Londres cuando tenía dieciséis…en york, ahora su amado hogar estaba ahora en sus manos…nunca olvido las lágrimas que derramo después que supo que este hombre tenía todos los derechos sobre la casa en la que había vivido durante muchos años. Ese sentimiento de amargura no disminuyo aun, el día del funeral de su madre, el abogado de la familia leyó, para ella y su padre la carta que le entregaron a su custodia. El dinero de su madre era quien había comprado la casa y su padre acepto que estuviese a su nombre…

En la carta explicaba su madre que debido a la hipoteca y a la insistencia de Sawada Tsunayoshi había aceptado los derechos sobre Home. La hipoteca era tan alta que era imposible que la familia Miura retuviera la propiedad. A cambio de las escrituras, el padre de Haru había utilizado ese dinero para llegar a Londres y estudiar en una buena Universidad para que terminara una buena educación.

¿Por qué, se preguntaba Haru, no la había sacado de ese instituto tan caro, explicándole que su vida sería menos holgada y con menos privilegios, debido a que no percibía los ingresos suficientes para vivir una vida cómoda?

¿Por qué los humillo, educándolos a expensas de un extraño, que ahora tendría el derecho de juzgarlos? Pero, al menos, no podía decir que ella se esforzaba por ganarse la vida.

– ¿Aun está viva su madre, Sawada-san?–se oyó preguntar. Nunca sintió curiosidad por su familia. El pertenecía al grupo de hombres que triunfo por su propio esfuerzo y que parecían tan duros y no eran suaves.

–Sí, mi madre vive aún–respondió con voz profunda, pronunciando con suavidad el japonés, como se lo habría enseñado algún maestro de idiomas. Su habla era buena y el acento italiano añadía distinción a su manera de hablar. Haru percibió la decisión que era la característica principal que regía su vida.

Vivió mal, y quizás no fue muy inteligente ni tampoco por ese entonces el mejor. Pero ahora era muy inteligente y quizás había heredado de sus padres algunas dotes de conocimiento intrínseco o quizás el chico tenía talentos ocultos.

– ¿Su madre vive en…en Home?–Haru trato de no mostrar el resentimiento que le provocaba la idea de que alguien más viviera en las habitaciones de su antiguo hogar, donde jugó cuando niña con las flores del jardín y el viento fresco de la mañana en Japón, rodeado por las paredes.

Haru adoraba el lugar donde habían vivido, amaba el lugar donde los Miura habían vivido. Se le estrujo el corazón al saber que el hombre frente suyo tenía el derecho de hacer lo que quisiera en su antiguo hogar, y de que viviera quien el escogiera. Sus ojos ámbar enfrentaron los suyos como si leyera sus pensamientos.

–Mi madre prefiere vivir ahora en un país donde puede sentir más el sol calentando su piel. No quiere ser la dueña de una casa solitaria donde la niebla y el viento soplan.

Haru entrecerró los ojos con fuerza sintiendo un poco de dolor.

–Pero usted está cordialmente invitada a venir a Home cuando quiera–Sawada Tsunayoshi hablaba sin emoción–. Casi no ha habido cambios.

–La casa ya no tiene relación alguna conmigo–Haru respondió fríamente, porque sentía frio y nunca más podría llenarse de calor frente a la chimenea en el invierno. Suspiro con tristeza, y se dijo que no debía pensar en Home. Con un esfuerzo aparto sus pensamientos de su hogar cuyas paredes la resguardaron durante mucho tiempo.

Miro a Sawada Tsunayoshi, en cuya piel pálida con algunas tonalidades, haciendo que sus ojos ámbar se destacaran de forma amenazante. ¿Cómo convencer a alguien así? Al preguntarse esto Haru encontró una respuesta inquietante. Enfrento los rasgados ojos ámbar que había puesto precio a la cabeza de su padre, y los agitados y temerosos latidos del corazón confirmaron sus sospechas.

Siendo astuto en lo que se refería a las personas y al dinero, habría adivinado que su padre no podía trabajar en el Club sin que tratara de apoderarse de las ganancias del club. El sabia, como ella, su padre no debía trabajar donde escuchara las monedas y el ruido de apuestas.

–Usted sabía que lo haría, ¿no es así?–los ojos de Haru resplandecieron en su cara pálida y asustada.

– ¿Hacer que, primavera?–pregunto tan cortésmente que ella estuvo a punto de lanzarle el resto de vino al rostro.

–Usted sabe a lo que me refiero.

– ¿Ah, sí?

–Lo tenía planeado.

– ¿Qué insinúas, Haru?

–Escuchar mi nombre en sus labios me da asco.

–Qué pena, primavera, porque el significado de tu nombre te sienta bien. Que indicado seria con mi nombre…que significa frió, des-esperanzador ¿no te parece?

Haru se puso de pie, pero cuando trato de lanzarle vino, el ya no estaba en su sitio. De manera instintiva y con rapidez, se había apartado y el vino salpico el escritorio manchado de papeles que estaban sobre él, y un estuche de piel, con sus iniciales grabadas en letras doradas.

En el silencio, el corazón de Haru latía con dolorosa fuerza y rapidez. Esta vez, él le propondría matrimonio con un tono cortes y distante…esta vez, le diría que, si deseaba la libertad de su padre, ella tendría que renunciar a la suya.


Hola a todos, esta es una nueva historia...que comienza de cero pues bueno escogí katekyo esta vez, espero les agrade como El dia mas feliz. y me despido de ustedes , bendiciones...¡Ciaossu!