Título: Luna roja
Pareja: Ronald Weasley / Luna Lovegood
Rating: K+ (sujeto a cambios)
Género: Romance/Friendship
Tabla de retos: Melódica
Tema: 012. Balada de un encuentro fugaz
Notas: Primer año de Luna en Hogwarts. HP and the Chamber of Secrets.
Advertencias: Posible o ligero OoC.
Había soñado con ello durante años, desde que su madre le contó las maravillas del lago y los espléndidos días en los jardínes de Hogwarts. Soñó con ello, pensó en ello y pronto el día en que se convertiría en una alumna de aquella prestigiosa institución llegó. No estaba nerviosa, ¿cómo estarlo? ¿Por qué estarlo? En su lugar sonreía encantada a toda lechuza, humano o gato que se encontrara, incluso una vez le sonrió a un sapo perdido entre las piernas de varios magos antes de que su padre la halara hacia la entrada del andén nueve y tres cuartos.
Había tanta gente ahí, tanta que con la vista no alcanzaba a contarla a toda y para los tiernos once años de Luna Lovegood eso era maravilloso, pues tendría cientos de personas a las cuales hablar de los snorckacks de cuernos arrugados y de las exóticas criaturas que su padre investigaba.
Sin embargo, algo que le llamó la atención no fue el número indecente de magos y brujas de su edad correteando por ahí en espera de pasar por el andén, ni mucho menos unos gemelos pelirrojos que hacían bromas a unos cuantos metros más allá, lo que le llamó la atención fue una cicatriz brillante en la frente de un niño de cabello negro y alborotado y la mirada entre triste y expectante de un niño pelirrojo al ver cómo su madre abrazaba al otro.
Los saltones ojos de Luna Lovegood se quedaron clavados en los del niño pelirrojo, que eran tan azules como los suyos y que a su vez, sabía que irradiaban el mismo sentimiento, una especie de miedo y tristeza. Casi de rechazo.
La niña estaba por decir alguna cosa sobre los bibblers maravillosos y las propiedades de éstos para curar la depresión cuando su padre la apremió para pasar por el arco que separaba los andenes. Y entonces ya no vio nada más, ni esos ojos azules devolviéndole la vista por un ínfimo segundo, ni como la familia Weasley se dirigía también hacia allá. Su vista quedó eclipsada por la locomotora de vapor de color rojo y por los cientos de lechuzas ululando alrededor.
Iba a Hogwarts. Iba a tener amigos.
Y esperaba que uno de ellos fuera ese niño pelirrojo, pues no había nadie mejor que ella, que conocía las propiedades de los bibblers, para sanar su corazón.
