Disclaimer: Dentro del Laberinto no me pertenece. Es propiedad de Jim Henson, etc... .
Este fanfic está escrito sin ánimo de lucro, su única finalidad es la de entretener a los fans
Y esta dedicado especialmente a alguien que adora a Jareth con toda su alma: Amelia Badguy. Un beso que lo disfrutes Wapa
La nostalgia
Las gotas de lluvia se estrellaban contra el vidrio dela ventana con su característico tintineo. Ella contemplaba el cielo gris que presagiaba el cercano invierno con su rostro apoyado en su mano, y una nota de tristeza en sus verdes ojos.
Era en esos días de lluvia otoñal, cuando más sentía esa punzada de soledad en su pecho. Pese a su carácter más bien solitario y retraído, podía considerarse que era una mujer de éxito, con apenas 27 años era la profesora de literatura inglesa, más joven y prometedora de toda la universidad, sus ensayos sobre Shakespeare, Tolkien, y la literatura del Medievo eran comentados y admirados por todos. Pero le faltaba algo, anhelaba esos días de su infancia y adolescencia en que vivía en su mundo de duendes y hadas, aquella aventura para rescatar a su hermano, vivida en las brumas de un sueño que ya apenas era capaz de recordar.
Salvo aquellos días, en los que la melancolía se apoderaba de ella, y si cerraba los ojos podía sentir aun el calor de su mirada en la suya, esa mirada que no había encontrado en ningún otro en esos 12 años. Podía recordar a los otros, a Ludo, Didymus y Hoglee con un cariño especial, pero con él era diferente…
La puerta de su desordenado despacho crujió al abrirse sin previo aviso, se sobresalto, agarrando instintivamente una de las redacciones que estaba corrigiendo, sus gafas resbalaron hasta quedar torcidas sobre su nariz. Maggie la joven secretaria del director de departamento la miraba con un gesto de reproche, y una bandeja con dos humeantes tazas de café.
-AHHH Sarah, estarás contenta…- Espetó la muchacha de rubios alisados cabellos, con un deje de fastidio en su voz. – Volviste a estropearlo otra vez. – Dejó la bandeja sobre su mesa, sin importarle que debajo quedaran las redacciones sobre "Sueño de una Noche de Verano" que andaba corrigiendo, apoyó las manos en la mesa y acercó la cara a la de ella arrugando la nariz con desagrado.
Sarah echó la cabeza hacia atrás fastidiada. – Vamos, Maggie, sabes que no hubiera funcionado.- La muchacha se irguió y se cruzó de brazos, mirando a su incomoda amiga con sus ojos azules muy abiertos.-…lo sabes…- Le susurró dulcemente. Sacudió la cabeza con resignación y bruscamente arrastró una silla que había junto a la pared para colocarla frente a Sarah, se sentó cruzando sus esbeltas piernas, de las que tanto le gustaba presumir con minifaldas como la que llevaba ese día.
-Sigo pensando que has sido una tonta. – Agarró su taza de café manchado con sacarina y le dio un pequeño sorbo. – Bill es un buen amigo de mi Steven, y como él un abogado con un brillante futuro. – Sarah miraba fijamente el fondo de su taza de café con leche, sin responder a su amiga, unos mechones de su espesa melena castaña caían a los lados de su rostro, escapando de la desordenada coleta que los aprisionaba a su nuca. –…Y volviste a huir, en el mejor momento, de verdad no te entiendo.- Se llevo la mano a la cabeza contrariada. - La vida es algo más que tus libros y tus estudios, deberías divertirte, salir, un hombre en tu vida.- Suspiró para sí. – Hace ya casi siete años que nos conocemos, y ningún hombre te ha durado más de 15 días. Terminas huyendo de todos.
Ella la miró contrariada. – O tal vez no he dado aun con el adecuado. Maggie dio otro sorbo a su taza.
-¿El adecuado?…no se qué esperas, ¿un príncipe azul? Como el de esos relatos de hadas que escribías cuando éramos unas crías.
Sonrió amargamente, "su príncipe…", había sido tan solo una ilusión de adolescencia, y en aquellos vagos recuerdos no era azul precisamente, sino un villano manipulador y malicioso, de negras vestiduras. – Tal vez tengas razón y debería salir un poco más, pero no necesito que me busques pareja de una forma tan urgente, no tengo ninguna prisa.
-¡Perfecto! –Exclamó la rubia, con una sonrisa de triunfo. – Podemos ir a bailar este fin de semana. ¿Qué te parece? Steven me ha llevado últimamente a un pub nuevo, donde hay buena música, mejores cocteles...- Guiñó un ojo pícaramente.- Y ejecutivos muyyy guapos…
Sarah se ajustó las gafas de pasta rojas sobre la nariz. – Este fin de semana…me marcho a casa, es el cumpleaños de Toby, le prometí que iría.
-¿Y aguantar a tu estúpida madrastra? ¡Qué mal plan, chica! - Se cruzó los brazos tras la nuca con gesto de desprecio, se llevó la mano al bolsillo de la fina chaqueta de lana rosa, y extrajo su paquete de cigarrillos. –Esa sí que es una bruja de las de verdad…- Ofreció uno a su amiga que negó con la cabeza. – No seas tan sana, de algo tienes que morirte…-Se llevó uno a los labios, lo encendió y tomó una calada, soltando el humo sensualmente. -…Aunque en tu caso será de aburrimiento. – Volvió a llevarse el cigarrillo a los labios, mirando con expresión divertida el enfadado rostro de su amiga. – Si, ya sé que no te gusta que fume en tu despacho, no seas amargada.
-Si, ahora me tocará tirar medio bote de ambientador. – Miró la ventana contra la que arreciaba lluvia. –Porque con la que está cayendo no pudo abrir para que ventile.
La rubia se encogió de hombros con una picara sonrisa. - ¿Y de verdad crees que soportaras a tu madrastra estos días?, ¿podrás contener tu genio ante sus desplantes?
Ciertamente no iba a ser fácil, siempre había existido algo en su madrastra que la repelía, ya no era solamente la rabia que sintió al ver a su padre sustituir a su madre fallecida por aquella mujer, sino el desprecio con el que ella la trataba, cuando Toby nació sintió celos de él, celos de que tuviera el amor de sus padres que a ella le faltaba, y por eso deseó que él se lo llevase muy lejos, al laberinto, pero pronto se arrepintió y luchó para recuperarlo. Después de aquello se había sentido culpable, intentó un acercamiento con ella, pero todo fue en vano, y las cosas aun empeoraron cuando ella demostró tener la misma frialdad hacia el pequeño Toby, ahora solo se tenían el uno al otro. Y aquella aventura solo había sido una ilusión en su mente.
-Ya no soy una chiquilla, ya no tiene poder sobre mí.- Se quedo un momento callada y pensativa, "No tienes poder sobre mí." acaso no era eso mismo lo que le había dicho a él. Y que equivocada estaba…
-Tu misma, pero luego no pagues con migo tu mal humor.- La mira de soslayo. – Y a ver si la próxima semana te llevo de compras, con esas pintas no sé cómo te puedo conseguirte un hombre. Sarah apretó los labios y tomó nerviosa la siguiente redacción.
-Me gusta ir cómoda, y pasar desapercibida, no como tú, que te gusta que todos te miren. - Y es que a Sarah le gustaba vestir con pantalones vaqueros, jerséis de sport y camisetas no demasiado ajustadas
-Lo sé, "santa" Sarah…- Rió con burla su amiga. –Siempre tan puritana.
-No es puritanismo, es comodidad.- Replicó. –No podría dar clases mientras los alumnos se fijan más en mi escote que en la pizarra.- Su amiga muestra una amplia sonrisa de satisfacción, disfrutaba de verdad viendo a aquellos jóvenes, y no tan jóvenes universitarios, tartamudeando, cada vez que acudían a su mesa a pedir cita con el jefe de departamento.
-Pobres "niños" inocentes. - Era una devora hombres y le encantaba meterse en el papel.
- Anda vuelve a tu mesa, a controlar a tus "niños", y déjame acabar con esto. – Le dijo en tono de burla al tiempo que le arrojaba una bola de papel.
-¡Eso!, sigue con tu trabajo. -Pegó un respingo, se levanto y coloco las dos tazas en la bandeja, la miro nuevamente. – Vendrás a almorzar con nosotros, ¿no?
-Lo intentare, pero tengo que terminar las correcciones esta mañana, me marcho esta tarde, y no quiero llevarme demasiado trabajo. - Se acomodó nuevamente las gafas, y bajó la vista a sus papeles.
-Como tú veas. - Le contestó ella, unos segundos después la puerta se cerró dejándola nuevamente sumida en su soledad.
Se quitó las gafas y las dejó sobre la mesa, se frotó los ojos con las manos y dirigió nuevamente la vista hacia la ventana, donde seguían golpeando las gotas de lluvia. Suspiró suavemente, tal vez en el fondo Maggie tenía razón, y debía vivir un poco más la vida real, fuera de sus clases, sus libros, sus cuentos… Esa tarde volvería a su casa, a su antigua habitación cargada de recuerdos de la infancia, a los recuerdos de aquel extraño sueño, un susurro salió de sus labios, mientras sus ojos seguían clavados en la lluvia. –…Jareth…
Al otro lado de la ventana, en un árbol azotado por la lluvia, una lechuza blanca observaba como la joven profesora continua con sus correcciones, sacudió el agua de su plumaje, y extendió sus majestuosas alas para emprender el vuelo hacia el cielo gris plomizo.
