Drabble Dramione.

Advertencias: Ninguna.

Es lo primero que escribo sobre ellos, así que a ver que os ha parecido.


Diez mil quinientos pasos

Caminaba por los pasillos, a las doce, como siempre. Una mala cenicienta.

Sus pies descalzos bailaban sobre la fría piedra que bañaba los suelos de Hogwarts, sentía como el frío se calaba en sus huesos y la sacudía, aquel fino pijama de algodón no era lo suficiente fuerte como para protegerla de la brisa.

Sus ojos castaños podían ver a través de esa oscuridad, no hacía falta un hechizo, había contado los pasos el primer día y sabía de memoria que aquellos diez mil quinientos pasos la llevarían al quinto piso, pasillo de la izquierda, cuarta puerta de la derecha empezando por el final.

Estaba mal, nunca estuvo bien pues siempre fue incorrecto, ella estaba siendo incorrecta. Todo un lujo para Granger.

La culpabilidad no la permitió pararse, no la dejó abandonar la carrera, debía ser puntual ya que por alguna estupidez ella había averiguado que él adoraba la puntualidad. Le complacía, le otorgaba poder. Joder, por alguna maldita estupidez ella le necesitaba.

Se paró en el paso ocho mil trescientos, quiso preguntarse qué demonios estaba haciendo pero no lo logró cuando reconoció el aroma a menta fusionado con el aire.

Abrió la puerta y su figura delgada únicamente bañada por los resquicios de la luna la miró, con esos ojos grises altaneros que parecían hechos de la más pura plata. Sumisa y obediente a él, a lo que quería de ella.

Parecía tan frío que cuando la besaba no podría admitir si quiera que era Malfoy. Cuando sus manos la acariciaban una y otra vez, cuando suspiraba, cuando la abrazaba, cuando sin querer la decía que la amaba parecía otra realidad, no parecía un iceberg apunto de cortarla a la mitad, simplemente parecía un niño asustado buscando cariño dentro de ella. Pero cuando los primeros rayos de sol traspasaban el cristal, su rostro se volvía rígido y arrogante, sus manos no la tocaban y solo quedaban palabras llanas y carentes de sentimientos. Se transformaba en el idiota que la insultaba por los pasillos.

-Vete.

Eso decía siempre, eso escuchaba ella siempre.

Se acomodaba el pelo, alisaba su pijama y salía lo más digna posible de aquella cuadrada habitación. Con lagrimas en los ojos, con el orgullo roído.

-No vuelvas.

La decía justo a sus espaldas, tan cerca que podría sentir cada fibra de su cuerpo clamar por el de ella.

-No lo haré.

-Así me gusta Granger, que los sangre sucia se sometan a la voluntad de los que si merecen estar aquí.

-Te odio Malfoy.

Escuchaba su risa macabra bailar en sus oídos mientras se alejaba, y sabía que al día siguiente todo seguiría igual, que a las doce saldría de su cama, que contaría diez mil quinientos pasos y acabaría en ese aula compartiendo besos con la persona que más odiaba, que más la odiaba.