Ni Harry Potter ni Cómo Entrenar a Tu Dragón me pertenecen, el primero pertenece a J.K. Rowling y el segundo a Dreamworks Animation. He tomado personajes y líneas de historias de ambas sagas, aunque también mi historia incluirá varios personajes originales. Trataré de ser lo más fiel que pueda a la historia cannon de Harry Potter y a las reglas universo magico (la historia comienza en 1993, después del viaje de los Weasley a Egipto). Espero que les guste y me gustaría saber lo que piensan en los comentarios.
Imagen de portada es de "Imaginative Ink", artista a quien pueden encontrar en tumblr con el usuario: imaginative-ink
Charlie Weasley acababa de terminar su segundo año de estudios en el santuario de dragones ubicado en lo profundo del bosque transilvano, en Rumania. El santuario era un sitio de alto prestigio en toda Europa por ser el lugar más grande del continente donde se preservaban y estudiaban los dragones de todas partes del mundo, y por haber formado a los dragonolistas más famosos de las últimas décadas. Desde antes de graduarse de Hogwarts, Charlie había enviado su solicitud para estudiar ahí, a pesar de que se pudo haber dedicado a jugar Quidditch profesionalmente, como tantas personas le habían dicho; pero su fascinación más grande siempre habían sido los dragones. Y, ahora, ya solo le quedaba un año más de estudios para poder convertirse en dragonolista y dedicarse a trabajar de tiempo completo con estas criaturas.
Sus primeros dos años en el santuario fueron una combinación de clases, tareas, y de aprender a cuidar a los dragones que allí vivían. Y aunque tuvo que empezar limpiando excrementos y cazando animales para alimentar a las gigantescas criaturas, cada interacción con ellos, por más pequeña que fuera, lo alegraban por el resto del día; por lo mismo no le importaba (y hasta se ofrecía a) hacer trabajos extra. En la segunda mitad de su primer año aprendió a curarlos, y durante su segundo año había aprendido a entrenarlos, lo que hasta entonces había sido la parte favorita del joven Weasley. Durante el tercer (y último) año, los estudiantes debían llevar a cabo un trabajo de campo sobre un tema de su elección, y sobre el cual debían entregar un detallado trabajo final para así poder graduarse. A Charlie le había llevado mucho más tiempo decidirse por un tema que al resto de sus compañeros, pero cuando su supervisor académico le mandó un tercer aviso de que se había pasado de fecha límite para elegirlo, tuvo que elegir (casi al azar) uno de la no-tan-pequeña lista de temas que tenía. Al final, el tema ganador fue el estudio de los dragones extintos (o sin avistamientos en los últimos ocho siglos) en la zona escandinava; específicamente en la actual Noruega.
Durante sus años en Hogwarts, cuando no se encontraba explorando el bosque prohibido, o jugando Quidditch, Charlie ocupaba grandes ratos de su tiempo libre leyendo sobre los enormes y majestuosos dragones que existieron en la antigüedad, y sus favoritos siempre habían sido aquellos provenientes del norte de Europa. Desde entonces le gustaba fantasear con cómo hubiera sido su vida si hubiera nacido varios siglos atrás, como un vikingo, y hubiera podido ver con sus propios ojos dichos dragones.
Una vez concluido su segundo año, regresó a la Madriguera para pasar el verano con su familia. Y desde su llegada, tuvo que enfrentar un ataque de preguntas de parte de sus hermanos, quienes no pudieron esconder su sorpresa cuando Charlie les reveló que se iría a Noruega a estudiar dragones extintos. Ellos se habían imaginado que lo más lógico hubiera sido aus elegiría un tema que le permitiera pasar su último año trabajando frente a frente con dragones vivos. Su madre, Molly, fue la única que no se sorprendió en absoluto, pues ella había pasado varios años viendo a su hijo leer sobre los antiguos dragones de la zona vikinga, e incluso dibujar y armar pequeños modelos de papel.
- Solo porque dedique mi último año a estudiar dragones que ya no existen, no quiere decir que después de graduarme no pueda trabajar con dragones de carne y hueso. ¡Por supuesto que voy a trabajar con dragones vivos, es lo que me encanta! – comentó Charlie cuando George le cuestionó al respecto.
- Y entonces, ¿por qué no convivir con los dragones vivos de una vez, si eso vas a acabar haciendo? – preguntó Fred.
Charlie puso los ojos en blanco a manera de broma; característica muy suya a la que recurría cada vez que sus hermanos no podían entender algo que a él se le hacía obvio, pero que hacía de tal manera que ellos no se sintieran ofendidos.
- Porque ya sé todo lo que necesito saber sobre dragones vivos – explicó Charlie, encogiéndose de hombros –. Y, aunque voy a extrañar convivir con ellos por varios meses, quiero aprovechar esta oportunidad para aprender sobre la vida y extinción de los dragones del norte.
Los gemelos, Fred y George, intercambiaron miradas de todavía no entender, y Ron estaba a punto de hacer una pregunta cuando la señora Weasley llegó a la sala, interrumpiendo repentinamente el interrogatorio.
- Bueno, ya fue suficiente de cuestionar las decisiones de vida de su hermano. Él conocerá sus razones, y lo importante es que cuenta con el apoyo de sus profesores y el nuestro. Ahora vengan todos a la cocina que ya está lista la cena.
Después de cenar, la mayoría de los hermanos Weasley subió a sus respectivas habitaciones. Ron le preguntó a Charlie si quería jugar ajedrez mágico, pero éste le dijo que primero quería salir a tomar algo de aire freso. Salió a sentarse en el jardín, donde se puso a contemplar a los gnomos que, a su vez, lo espiaban curiosos y nada discretos. Molly, que lo había visto desde la ventana de la cocina, salió unos minutos más tarde con una taza de té de lavanda que le ofreció a su hijo.
- Gracias mamá – dijo este con una sonrisa casi imperceptible, aceptando la taza de té.
- Ya va siendo hora de desgnomizar el jardín otra vez – murmuró Molly, viendo a los gnomos correr a esconderse entre los arbustos, mientras ella se sentaba junto a su hijo.
- Creo que te tienen miedo.
- Sí, bueno, parece que no lo suficiente como para irse de una buena vez.
- ¿Tú crees que cometí un error al decidir irme a Noruega? – preguntó a su mamá después de dar unos cuantos sorbos a su té.
- No escuches a tus hermanos, tú sabes que ese tema te gusta mucho. Además, así por fin me quitas la preocupación de encima de que acabes calcinado por un dragón.
- Ya he dicho que pienso dedicarme a trabajar con dragones vivos después de graduarme, mamá.
- Sí, bueno... pero, al menos, por el siguiente año tendré la esperanza de que tal vez cambies de parecer y descubras que lo tuyo es el estudio de dragones muertos.
- Bueno, si eso te hace sentir mejor… Solo no mantengas muy altas esas esperanzas – se rio Charlie –. Además, ahora te toca esperar que no me muera congelado durante el invierno Noruego.
- ¡Ay! ¿Por qué no puedo estar nunca tranquila con ustedes? – exclamó Molly, golpeándolo ligeramente en el hombro –. Primero, Bill arriesgando su vida en las tumbas malditas en Egipto, y luego tú, que si no estás en constante riesgo de quemarte, ahora resulta que de congelarte… – lanzó un suspiro –. Solo espero que tus otros hermanos tengan mejor juicio.
Charlie la volteó a ver, con la ceja levantada y una sonrisa burlona. Ambos soltaron una carcajada.
- Creo que Percy es tu única esperanza, mamá.
- Lo sé, lo sé – dijo Molly todavía riendo –. Pero nada me cuesta soñar.
Durante las semanas siguientes, Charlie decidió que ya no valía la pena preocuparse en si había elegido el tema correcto o no, la decisión estaba hecha. Entre sus cosas de la infancia descubrió los dibujos que había hecho de él mismo siendo un vikingo, y la emoción de la aventura que le aguardaba crecía cada día. Sus hermanos, por su lado, dejaron de cuestionarle su decisión, y Fred y George incluso le regalaron un 'casco vikingo' de broma con su nombre grabado. Además, la familia recibió la noticia de que su padre, Arthur, se había ganado el gran premio anual Galleon Draw del diario El Profeta, y toda la familia pasó un mes (que fueron casi todas las vacaciones de Charlie) en Egipto, visitando a su hermano mayor, Bill. Durante el viaje acabaron de desaparecer todas sus dudas de su ida a Noruega, sobre todo por el ánimo que le dio Bill, quien siempre había apoyado todas sus decisiones y acciones, por más locas o peligrosas que fueran.
El fin de sus vacaciones llegó un poco antes para él que para sus hermanos que asistían a Hogwarts, ya que tenía una fecha acordada para llegar a Noruega. La noche anterior a su partida, sus padres entraron a su cuarto mientras empacaba. Molly le entregó un nuevo suéter tejido con la letra C, casi idéntico a los que le daba cada Navidad, pero el doble de grueso.
- Para que te proteja del frío nórdico – le dijo, viéndolo con una mezcla de ternura y nostalgia a la vez. Era la misma mirada que le lanzó cuando se despidió de él en el andén 9 ¾ la primera vez que se fue a Hogwarts, y de nuevo varios años después cuando se fue a estudiar a Rumania.
- Gracias, mamá. Estoy seguro de que me vendrá muy conveniente en el invierno.
- Buena suerte, hijo. Sé que esta será una gran aventura para ti. Y no te olvides de contarme con detalle cómo hacen los muggles del norte para sobrevivir a tan bajas temperaturas. – comentó su padre.
- Ahora a dormir, que mañana debes irte temprano – le dijo Molly mientras posaba su mano sobre la mejilla cubierta de pecas de su segundo hijo.
Charlie les agradeció a ambos y, acto seguido, murmuró 'bauleo' e hizo un pequeño movimiento con su varita, provocando que todo lo que tenía sobre la cama se guardara ordenadamente en su vieja mochila de excursión. Sus padres salieron de su cuarto, con un sonoro suspiro de parte de Molly.
A la mañana siguiente toda su familia se reunió antes del alba en la sala de la Madriguera para despedirlo. Estaban todos más dormidos que despiertos, pero Molly los había forzado a salir de sus camas para decirle adiós a su hermano. Sus profesores del santuario lo habían asignado con una especialista en dragones escandinavos, la profesora Noora Horbbak, quien sería su tutora durante todo su año en Noruega. La profesora Horbbak le había mandado una lechuza hacía un par de semanas con las instrucciones detalladas de dónde debía de aparecerse el día acordado de su llegada al país del norte, y le había pedido que lo hiciera a las seis de la mañana, porque en alla el sol salía muy temprano durante el verano, y a ella le gustaba empezar su día igual de temprano.
- Promete que me escribirás – dijo Ginny, abrazándolo.
- Cada semana, como siempre.
- Diviértete analizando caca fosilizada de dragón – exclamó George con un bostezo.
- Gracias por los buenos deseos – respondió Charlie con una mueca —. Me asegurare de mandarles un poco como recuerdos.
Con la desgastada (y chamuscada) mochila de excursión sobre los hombros, y una bolsa con comida que le dio su mamá, Charlie se despidió de su familia con una sonrisa cansada pero feliz, y desapareció de la sala haciendo un chasquido.
