Disclaimer: Nada me pertenece, Haikyuu! es propiedad de Haruichi Furudate


Kei Tsukishima podía presumir de muchas cosas. Era una persona inteligente, con unas habilidades atléticas que eran sin duda envidiables y eso no era más que el principio de la lista de sus cualidades como persona.

-Y su pelo huele a frutas, ¿Te has dado cuenta?

Pero si había algo de lo que carecía, la paciencia para soportar un comentario más sobre lo guapa, fantástica y amable que era Hitoka. No era que la chica en si le resultara especialmente desagradable (no podía decir que tuviera una opinión firme sobre ella, simplemente estaba allí), pero tras escuchar durante tres días seguidos una lista de sus cualidades salir de los labios de Yamaguchi como si fuera agua de una fuente podía terminar con la paciencia de un santo.

Por eso, tras escuchar ese comentario antes de empezar la práctica sobre lo bien que olía siempre la rubia, decidió que lo mejor que podía hacer por mantener su salud mental era confrontar el problema nada más terminaran las actividades del club, antes de que se fueran todos a su casa. Pasara lo que pasara no podía ser peor que lo que le estaba ocurriendo.

-Yachi, a Yamaguchi le gustas.

Y le hubiera gustado quedarse a ver la reacción de la manager ante la confesión o la forma en la que el chico parecería al punto de la parada cardíaca o la cara que los otros miembros del equipo habían puesto, pero irse a casa sin duda era una mejor opción, era un hombre ocupado después de todo.

Por supuesto esperaba que ella le rechazara, que él estuviera tan deprimido que no volviera a pronunciar su nombre y que, como mucho, le llamara la atención por haberlo dicho cuando se suponía que era un secreto. En lugar de eso, el Yamaguchi que le tocaba soportar ahora le miraba con la mayor sonrisa que había visto nunca y hablaba sin parar de lo maravillosa que era la joven, ya no solo como mujer, sino también como novia y de lo agradecido que estaba por lo que había hecho.

Kei no tenía suficiente paciencia para soportar esto.