Era una mera coincidencia que estuviera ahí. Coincidencia macabra, seguramente. Y no era que la chica realmente le pareciera intimadante aunque seguramente tampoco le resultaba una pequeña flor de invernadero. Pero estaba ante algo tan íntimo que no sabía qué hacer.

-¿Necesitas ayuda?- balbuceó, con duda, esperando un sobresalto, el sinfín de insultos que podían venir de esos labios pintados de negro. Pero lejos de eso volteó a verla. Había tanta amargura en esas lágrimas negras que sus labios se arrugaron.

-¿ Puedes alcanzarme un poco de papel?- la había escuchado hablar, más bien vociferar varias veces en los pasillos, en la cafetería que le resultó más que doloroso el susurro. Asintió, rebuscando en el bolsillo de su falda un paquete de pañuelos con aroma a cereza que siempre llevaba y se los extendió. Se limpió las mejillas y la nariz, respirando un poco entrecortada por un último espasmo- gracias- le regresó el paquete pero Red , con una sonrisa tímida negó.

-Puedes quedártelos- ofreció y la chica asintió, sin mucho interés- ¿ Estás lastimada? ¿Necesitas que llame a alguien?-

-Lastimada como cualquier ser humano, sin duda- sonrió de lado, levantándose del frío azulejo del baño , pasando su mano por su falda para limpiar el polvo- no es necesario. Gracias, supongo- caminó con la espalda obligatoriamente recta por el corsé que ceñía su cintura, por las botas de tacón que resonaban contra el piso sin una duda. Se miró en el espejo, comprobando que una parte de su maquillaje había quedado arruinado. Miró la mochila que quedó en el piso y Red, de alguna forma que no encajaba con ella, se apresuró a levantarla del piso y extendérsela. Sacó una bolsa con adornos de encaje negro. La abrió para mostrar toda clase de cosméticos que llamaron su atención. Ella no pasaba del bálsamo labial cuando el frío cuarteaba su piel o un ocasional brillo saborizado.

-Antes de entrar vi a unas chicas salir riéndose. Si quieres puedo acompañarte con el director- La chica la miró con burla. Despótica y amarga, sin rastros ya de la fragilidad con la que le había encontrado minutos antes. Su labial negro estaba corrido en el medio, haciendo que su boca pareciera partida en dos al sonreír con ese filo.

-Ellas no me hicieron nada. Pero comprendo que se estuvieran riendo. La empatía no parece aplicar con los bichos raros ¿Sabes?-

-No lo sé- se encogió de hombros, recargándose contra un lavamanos próximo, apoyando su peso en sus talones mirando al suelo- me parece cruel que alguien vea llorar a otra persona y se burle, es decir, no es su obligación ayudar pero tampoco su derecho reírse-

-Eres una persona muy noble- aunque podía ser un halago, el tono frío y altanero de su voz lo hizo sentir más como un reproche, como un dedo señalando- ¿Vamos juntas en clase? Creo que te recordaría-

-Lo mismo digo, no todos los días se ve a alguien con un cateye tan perfecto ¿Cómo lo logras?- se inclinó un poco para mirar su reflejo en el espejo, sin notar que su cabello se estaba metiendo en el lavabo.

-Me maquillo casi desde los cuatro- continuó con el rimel de sus pestañas exagerando un poco a propósito sus movimientos, halagada.

-Por cierto, me llamo Red- sonrió, viendo el elegante arco de su dedo meñique bajo los guantes de encaje.

-Yo soy Henrietta- ambas escucharon el timbre que anunciaba el fin del descanso. Henrietta no dejó su rimel, mirando de reojo a la muchacha que la miraba con atención. Más bien a sus movimientos, a la forma en que la capa negra abrazaba sus pestañas a medida que la esparcía. No le gustaba ser observada, no por ojos extraños. Pero la curiosidad era tan sincera en esos ojos cafés que no podía sentirse agredida- ¿Quieres que te enseñe?-

-¿Eh?- pareció salir de un trance, sonrojándose al reparar en lo profundamente abstraída que se había quedado- no lo sé. Tú te ves bien con ese maquillaje porque tienes un rostro muy lindo. Tienes los ojos muy grandes y oscuros, me gusta la forma en que el maquillaje los hace más brillantes, como de gato- rió, meciendo sus pies- me gusta mucho tu ropa, pareces un ángel caído-

-Esa es la idea- si se sintió abrumada por el despliegue de confianza y sinceridad, sólo sus años de vivir a la sombra de las personas le ayudó a ocultarlo- ¿No deberías ir a clase?-

-¿Para qué?- se encogió de hombros otra vez, mirando fijamente la punta de sus zapatos blancos. Odiaba esos zapatos. Se ensuciaban demasiado para que pudiera jugar en el lodo. No era como si alguien quisiera jugar con ella, de todas maneras- que esté o no esté es lo mismo-

-Oh, así que tú también eres un bicho raro-

-Los bichos raros son lo máximo ¿ Has oído hablar de los trematodos? ¿Esos pequeños parásitos que invaden a ciertos animales y les guían a su muerte? Son tan pequeños que nadie les toma en cuenta, los peces no los suelen ver como una amenaza hasta que ya han sido infectados- rió entre dientes- así que no me ofende ser un bicho, si ese bicho puede ser un trematodo-

-Vaya- terminó sus pestañas y buscó la base blanca- eres mucho más que una cara bonita ¿No, Red?-

-¿ Piensas que soy bonita? Me siento muy halagada- río más abiertamente- te he visto varias veces por la escuela. A ti y a tus amigos. Me parecen increíbles, tan elegantes y misteriosos. Tan oscuros como de un universo de DC, a veces me gusta inventarles historias-

-Es sin duda lo más... Amable que alguien ha dicho al respecto de nosotros- terminó de esparcir el labial en sus labios, de nuevo la perfecta máscara de muñeca había vuelto. Se cruzó de brazos y Red le sonrió de nuevo, alejándose del lavabo para sentarse en el piso, palmeando el espacio junto a ella mientras sacaba una diminuta libreta del otro bolsillo de su falda. Rosa con dibujos de animales.

-Me gusta mucho dibujar pero no me gusta que la gente se ría. Una vez unos chicos de mi clase encontraron un cuaderno lleno de dibujos y los pegaron en toda el aula. La clase entera se estuco riendo por días y bueno, obviamente yo no tuve el valor de decir que eran míos ni me atreví a volver a comprar un cuaderno de dibujo. Opté por el minimalismo- le extendió la pequeña libreta y Henrietta arqueó una ceja- estos son ustedes, en este mundo son criaturas de fuego y están encargados de mantener la temperatura de la tierra ya que ha habido una reciente helada que destruyó a casi toda la humanidad. Muchos grupos criminales intentan sobornarlos para que modifiquen la temperatura y así puedan vender más aires acondicionados pero ustedes tienen su moral muy establecida-

-Tus trazos son hermosos- concedió, pasando la página con cuidado para no romper las pequeñas hojas.

-¿ En serio lo crees?-

-No soy la clase de persona que adula, tenlo por seguro-

-Puedo darme cuenta de eso- acomodó su cabeza en sus rodillas- envidio su libertad. La tuya y de tus amigos. Me encantaría poder salir al mundo sin tener miedo de que me señalen o se rían de mí por mis gustos, por la persona que soy realmente, me gustaría que nadie me volviera a decir que soy demasiado bonita para amar los videojuegos o que las chicas raras sólo lo son para llamar la atención- suspiró- lo que menos me gusta es que me presten atención, me encantaría ser invisible-

- Sería darle la victoria al enemigo. Desaparecer para que nadie se sienta incómodo es una ridiculez. Si la gente es tan estúpida como para creer que sólo existe una versión de las cosas ¿ Por qué debes hacerles el favor de complacerlos? Déjalos que se revuelquen en su conformismo pero no dejes que te manchen-

-Estás siendo amable conmigo-

-Velo como una cortesía por los pañuelos. Nunca había visto pañuelos aromatizados-

-Si quieres puedo decirte dónde los compro, hay de varios aromas. Es una tienda de productos coreanos, tiene poco que la abrieron. O podríamos ir juntas si no te molesta-

-No. En realidad no me molesta- se masejeó un hombro, estirando las piernas. Volviendo la atención a su libreta. Abrió los ojos, francamente sorprendida al toparse con un dibujo en especial-¿Qué es esto?-

-Ah. Ese es Bradley. Va en clase conmigo. Lo odio. Es el clásico niño mimado que piensa que ser superhéroe es tener un aura brillante, ya sabes, que sus privilegios lo hacen superior a los demás y por eso merece ser el rey, el dueño de la película. No lo soporto- se sonrojó, mirando al piso- para mí fue un shock saber que eran hermanos. Tuvo sentido que fuera adoptado, jamás podría correr sangre de Reina en unas venas tan mundanas como las suyas-

-No... No comprendo- volteó a mirarla con angustia, casi desesperada.

-Bradley es un imbécil. No me agrada. Es demasiado sonriente para ser sincero y odio a la gente hipócrita. Odio que todo el mundo se incline por él, con su ridículo cabello rubio bien peinado. No pienses que te espió, es sólo que tienes tanto magnetismo que es imposible no mirar. Es bastante obvio que tú eres la que tiene todo el control en tu equipo. Siempre te pongo como la líder- le señaló un dibujo unas cuantas hojas atrás- las almas fuertes son las que menos ceden, esas que no necesitan incendiarse a sí mismas para iluminar a otros. Una palabra dura educa más que una caricia condescendiente pero a la gente no le gusta ser educada sino salvada. Por eso se van por el brillo fácil y hueco de los superhéroes como Bradley y señalan la oscuridad y la dureza de los tuyos como la plaga, como lo que debe ser eliminado o censurado-

-Por la mañana discutí con el engendro del espacio porque tomó uno de mis libros y lo llenó de rayones. La estúpida de mi madre dijo que estaba exagerando, que me compraría otro pero que su " panquecito" era solo un niño y no lo había hecho por maldad. Al venir a clases me mostró un par de hojas de mi libro como una burla y sus amiguitos comenzaron a reírse y a gritar que la bruja iba a comérselos cuando me acerqué a ellos. Michael y los demás estaban en clase así que tuve qué enfrentarlo sola. Hay ocasiones en las que simplemente puedes romperte. Ni siquiera son sus insultos, las burlas. Es la rabia. Rabia de que nadie pueda ver qué mierda es lo que está mal. No estaba llorando por estar herida sino por estar siendo silenciada. Odio no ser escuchada-

-Me he dado cuenta, algunas veces tus gritos se escuchan hasta el otro extremo del patio- rió, haciendo que Henrietta arrugarse los labios en una especie de sonrisa complacida- al menos puedes tener por seguro que hay alguien que está dispuesta a escucharte. Así sean los insultos más terribles, las cosas más venenosas, yo voy a querer escucharte- aventuró su mano por el frío piso hasta apenas rozar el guante de encaje.

-Eres una persona muy noble- el dedo señalando de esa voz fue bajando hasta una íntima calidez- Eres un bicho raro muy noble- se corrigió, riendo sólo un poco.