- Aww, estás tratando de correr atado de pies y manos. Que tierna -fue lo que dijo aquella persona en la que tanto confiaba.
- Déjame, no sé qué es lo que buscas pero yo no lo tengo -dijo mientras intentaba soltarse, pero sus esfuerzos eran en vano, aquellas cuerdas no cedían.
- Claro que no lo tienes, pero sabes donde se encuentra -el chico se acercó a ella haciendo que levante su rostro, ambos empezaron una guerra de miradas, turquesa contra negro.
Ella nunca pensó que él pertenecía a la mafia japonesa, fue una tonta y se dejó engañar por sus lindos ojos y su forma de ser. Su falta de prudencia le cobro una muy grande, si tan solo lo hubiera investigado desde la primera vez que lo escucho hablar con esas personas. Solo esperaba que su hermano no estuviera enterado de la situación.
- Esto sería mucho más fácil si me dices donde está el Hōgyoku -pidió con una voz demandante a la chica.
- Te lo vuelvo a repetir por milésima vez, no sé dónde está así que déjame ir -su cansancio se hizo presente en su voz
- No llegaremos a ningún lado, dime o va a venir otra persona a sacarte información -le dijo en un tono amenazante para que hablara por las buenas.
Pero a pesar de eso ella no hablo nada, su silencio lo mataba. Le molestaba cuando se ponía terca y no decía nada, era algo que siempre hacia cuando sabía algo pero no quería que los demás se enteraran. Estuvieron así más de dos horas, en las cuales no dijo nada.
Así que se rindió, tendría que decirle a Aizen que ella no sabía nada y la dejaran libre. Porque él no permitiría que ella se quedara demasiado tiempo ahí encerrada.
- Porque no me dijiste la verdad desde un inicio -fue la última pregunta que ella le hizo, sin embargo no le contestó solo se dio la media vuelta dispuesto a salir de aquella habitación.
- Responde Toshiro, o acaso era mentira todo lo que me dijiste - dijo casi gritando mientras algunas lágrimas de frustración se hacían presente y comenzaban a caer uno tras otra.
El nombrado se quedó parado en el umbral de la puerta sin saber que decir, claro que era verdad todo lo que vivieron, él la amaba más que a su propia vida. Pero aun así no podía fallarle a su hermana, su vida dependía de él.
- Lo único que te puedo decir, es que me hubiera gustado conocerte en otras circunstancias -seguía mirando fuera del cuarto, sabía que si voltea a mirarla no podría dejarla ahí, por eso su mirada seguía al frente- Cuídate Karin.
- Ya veo...espero que seas feliz -dijo con una pequeña sonrisa que el no presencio- dales mis saludos a Momo y Matsumoto.
- Solo espero que sigas viva cuando salgas -fue lo último que ella escuchó de sus labios antes de verlo salir de la habitación.
