Así como sucedía con su hijo, todo el mundo consideraba que él tenía una vida perfecta. Y no los culpaba, porque...

¿Cómo no pensar en ello?

Vivía en una mansión, contaba con una grandiosa suma de dinero, y aparte de ello, tenía un trabajo estable. Era el diseñador más conocido de todo París. Había salido en millones de revistas, había publicado un libro y había sido entrevistado en televisión en más de una ocasión.

Pero, a pesar de todo ello, él odiaba la palabra "perfección", ¿por qué? Por su padre, claramente.

Recordaba con pesar su infancia. Él simplemente quería disfrutar de la niñez, ensuciarse, correr, jugar, ser un niño normal. Pero no pudo, su padre jamás se lo permitió. Al llegar a la adolescencia, tampoco se le permitió divertirse, ni ir a fiestas, ni beber alcohol.

—¡Tienes que ser un triunfador! Todos en está familia tenemos títulos, mi hijo no será un perdedor —le gritaba su padre cuando se enfadaba.

—¡¿En serio crees que con éstas notas tendrás un buen futuro?! Debes mejorar si es que quieres entrar a una buena Universidad.

A veces peleaban por las notas, otras veces por su comportamiento o por su actitud.

Gabriel estaba cansado de la vida. Pero tampoco podía escapar. Su padre al ser un hombre importante contaba con mucho dinero, entonces, tenía una asistente personal, la cual también lo vigilaba.

—En la Universidad conocerás a personas como tú, que también sufren —le decía Carla, acariciando la espalda del joven.

—¿Chicos que también deben lidiar con ser perfectos? Claro —refunfuñó.

Carla se levantó y lo único que le dijo fue:

—La Universidad es capaz de cambiar vidas, ya lo verás —después, se fue.

Carla no tenía idea de cuánta razón había tenido ese día.

Ir a la Universidad fue algo completamente distinto al Colegio. En el Colegio todos se burlaban de él, por ser el hijo de papá, por ser perfecto y por comportarse como una "niñita" (así decían ellos); eran cosas de chiquillos. Pero, ahora que estaba en la Universidad, a pesar de estudiar Administración de empresas (por obligación de su padre); algo sucedió, algo que cambió todo.

Si él pensaba que él era perfecto, al conocer a Emilie se dio cuenta de que la perfección estaba personificada en ella.

Era una joven delgada, alta, tenía una piel completamente blanca, un sedoso cabello rubio y unos ojos verdes que te hipnotizaban.

Ella no estudiaba Administración de empresas. Ella estaba ahí para seguir su sueño de ser actriz, y también, en el programa de tutorías. Se cruzaban en ocasiones en la biblioteca.

El día que hablaron por primera vez, la voz de Gabriel no salía. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no era perfecto, de que era solo un joven-adulto asustado.

Pero ella no.

Ella era joven, fresca, vivaz. Ella le habló. Y se hizo una costumbre para ambos verse en los almuerzos, conversaban, compartían comida o jugos. Y... poco a poco se fueron conociendo más y más.

Su padre no estaba muy de acuerdo, pero no negó esa amistad porque los padres de Emilie también eran importantes.

Emilie fue la luz que cambió todo para Gabriel, ella fue quien le enseñó la libertad que se estaba perdiendo. Ella fue quien le invitó su primera cerveza, ella fue quien lo llevó a su primer discoteca, la que le enseñó a decir palabrotas (Gabriel sentía algo genial al decir palabrotas, era una sensación de adrenalina asombrosa) y también, ella fue su primera relación sexual.

Emilie finalmente le entregó algo que pensó nunca en su vida podría recibir: amor sincero. Emilie hizo que él realmente se sintiera feliz, que se sintiera amado, y que todo podría ser bueno.

Ella era la perfección.

Pero, nada es perfecto.

Un día, la luz perfecta que había llegado a su vida, simplemente desapareció, simplemente se fue y nunca más se pudo saber nada de ella.

Y aún así, para pesar de él, lo seguían describiendo como el hombre "perfecto". Sin saber, que la única perfección existente es/fue Emilie.