Las Zapatillas y El Pincel
Capítulo 1
Había una vez en un lejano lugar, donde el aire estaba lleno de sal y los pies de arena, una niña y él. Él era su confidente, su guarida de deseos, los guantes negros que ocultaban sus picardías, el pañuelo que secaba sus lágrimas. ¿Quién es él? Te preguntarás. Pues muy bien, el era un cofre. Sí, como lees. Un cofre. La niña insistía en llevarlo con ella en todas sus travesías por el mundo, y nadie le decía nada. Pero lo que intrigaba más sobre el cofre era lo que en su interior guardaba. No eran riquezas, ni mucho menos muñecas. Eran un par de zapatillas, desgastadas y sin ningún valor relevante, al menos, no para aquellos que no son capaces de ver más allá de sus panoramas narcisos y ególatras; porque para ella, significaba mucho más.
Y así se encontraba, ella junto a él, sentada viendo las olas chocar contra la orilla de aquel paraíso desolado. Ella era un alma solitaria buscando luz donde ocultar su oscuridad y el mar que ante ella se encontraba erguido en toda su amplitud, era su esperanza. Pues era allí donde ella veía reflejada su alegría… y el lugar donde, hace muchas lunas atrás, había escuchado al aire susurrar que el amor existía, pero en vez de anhelar, debía esperar. El destino se revelaría en algún momento, y ella lo podía sentir cada vez más cerca cuando su mirada se perdía en las olas.
Mientras la brisa soplaba alzando la arena, sacó de entre sus pertenencias, que a su lado se encontraban regadas, una cadena, de la cual una piedra preciosa colgaba con las letras de su nombre grabadas… Kagome. Sí, así se llamaba aquella niña con un cofre y unas zapatillas viejas. En aquel instante, un pequeño bote se empezó a mostrar en la distancia, cortando el equilibrio en el horizonte entre el cielo y el mar. Ella se alarmó, y asustada, corrió hacia las rocas, pero el bote no se alejaba, pues un naufrago venía hacia la orilla, con muchas historias, igual que ella, que contar…
¿Quién será este inesperado personaje que decide hacer presencia en su vida?
Pues mi querido lector, me reservaré ese pequeño secreto para un próximo encuentro.
