Aullando hacia ti
Hola a todos, aquí les traigo este nuevo fic, espero que les guste, déjenme sus comentarios, opiniones o sugerencias yo les contestare en el siguiente capitulo!
Resumen: La guerra ah terminado, y todos los estudiantes afectados regresan a terminar su último ciclo en Hogwarts, entre ellos Draco Malfoy, que después de haber pasado unos meses en Azkaban, es forzado a terminar sus estudios. Sin amigos ni influencias, se encuentra solo hasta que un lobo le salva la vida en el bosque prohibido. Claro que nadie sabe que Harry siguió los pasos de su padre y su padrino y se convirtió en un hábil animago. SLASH Harry/Draco
Cap 1.
El mundo de Draco se había venido abajo, se sentía totalmente perdido y desdichado. La guerra había terminado y él se encontraba en Hogwarts cursando el séptimo año junto con toda su generación que había sobrevivido.
Su padre se había fugado y nadie sabía su paradero. Malfoy Manor estaba siendo retenida por el ministerio al igual que toda la fortuna Malfoy, gracias a Merlín, su madre también tenía unas sustanciales cuentas, herencia Black, por lo que no estaba en situación precaria. El apellido Malfoy había caído en desgracia, ahora todos sentían que podían mofarse de él, incluso los Hufflepuff, y él estaba ahí, tragándose su veneno, ya que sabía que no podía darle la excusa que buscaba el ministerio para enviar su lamentable trasero de vuelta a Azkaban. Porque si, Draco había estado en Azkaban, y aun sin la presencia de los dementores, continuaba siendo un lugar horrible… los guardias sabían perfectamente como torturar a los reos hasta llevarlos a demencia.
El único motivo por el cual había podido salir, es porque, para sorpresa de todos, Potter había presenciado la muerte del director y había atestiguado a su favor en el Wizengamot. El simple hecho de recordar ese evento le hacía sentir un frio escalofrió en su espalda. El haber estado en el centro de esa sala siendo juzgado por esos magos y brujas que decidirían su futuro sin que él pudiese hacer nada, como si su vida no le perteneciese más a él, ¿Quiénes eran ellos para decidir si él vive o muere? Sentía un ataque de rabia y deseos de gritar ante el odio que lo carcomía por dentro, despreciaba a la sociedad mágica, despreciaba absolutamente a todos, a cada ser que respiraba y por más que odiara admitir, a un lado del mundo mágico, la idea de alejarse y vivir entre muggles, donde nadie lo conociera, sonaba bastante tentadora.
Todavía quedaban algunos mortífagos libres, algunos bastante peligrosos entre ellos su tío Rodolphus, que estaba en tercer lugar en frecuencia e intensidad en sus pesadillas debido a todas las torturas que le propicio, únicamente superado por el mismo Voldemort y su tía Bellatrix, la cual había muerto a manos de Molly Weasley, que Draco podría haberla besado de tan agradecido que estaba.
Cuando termino la guerra, muchas personas habían intentado volver a sus vidas normales, algunos lo lograron otros fracasaron en el intento, las perdidas eran demasiado grandes, pero hubo alguien que no se recuperó: Potter.
Había vuelto también a Hogwarts pero difícilmente lo veía, había quedado trastornado de la guerra, no deseaba ver ni hablar con nadie más que con sus amigos, en las clases no participaba y tenía sorpresivos respingos cada vez que escuchaba algún sonido, como si constantemente esperara que alguien lo fuese a atacar, y es que para el todavía no terminaba, continuaban libres algunos de los peores, y eso no lo dejaba dormir. Por la noche lo azotaban terribles pesadillas y tenía problemas en contener su magia, porque si, era sabido que Potter ahora, con Voldemort y Dumbledore muertos, el mago más poderoso.
El Slytherin tenía sentimientos encontrados con respecto a Potter, lo odiaba y le estaba agradecido y eso hacía que lo odiara aún más, y más por el hecho de que si no fuese por él, estaría pudriéndose en Azkaban todavía. Esperaba que el Gryffindor se pavoneara por eso, pero nunca lo hizo, lo mas que había hecho era dirigirle un discreto "Buenas tardes" un día, y pasado de largo a su lado. Sin él y Potter peleando como hacían antes, y sumándole todas las molestias a las que era expuesta día a día, Hogwarts había perdido su encanto.
Harry había visto varias veces como la gente molestaba a Draco, pero él nunca había tomado partido en el asunto, ni para contribuir ni para detenerlo, Ron Weasley por otro lado, parecía disfrutar de su monumental caída, e incentivaba a la gente a abuchearlo.
Gracias a tanto ataque al que había sido sometido por parte de los estudiantes, se le había otorgado un modesto dormitorio privado. El hecho de ser un mortífago convicto no le quitaba su derecho a tomar represalias contra la escuela en caso de que algo le sucediera, y seguía teniendo el suficiente dinero para comprar un par de bolsillos, así que la tercera vez que había terminado en la enfermería a consecuencia de sus mismos compañeros de cuarto que ahora eran otros ya que Blaise se había cambiado de colegio y Crabbe y Goyle habían muerto, la directora McGonagall había decidido proveerlo de un dormitorio privado localizado en una torre, más cerca de Gryffindor de lo que le habría gustado. Con la única persona que podría decirse que todavía mantenía amistad era con Pansy Parkinson. Ella había permanecido "neutral" durante la guerra, aunque su padre era un mortífago. Se habían conocido desde que eran muy pequeños debido a los negocios que mantenían sus familias, y habían compartido muchos secretos entre ellos, al igual que habían estado comprometidos, ella siempre había estado enamorada de él. Su relación se había visto afectada pero realmente ahí seguía.
Ese día no iba a ser diferente para él, como todo viernes, se sentó lo más alejado posible en la mesa de Slytherin, cerca de la mesa de los profesores, no porque le gustara, pero era la zona más segura que le garantizaba no recibir maleficios y que pudiese ahogarse con un pedazo de lechuga, no era idiota. Recibió la usual carta de su madre insustancial, no se atrevía a escribir nada importante al saber que su correspondencia podía ser leída por terceros, y asistió a sus clases. Todo parecía marchar bien, no había recibido ningún ataque, solo un par de comentarios ácidos en su dirección. Como buen viernes, los alumnos estaban felices de que podían desvelarse y había parejas por todos lados.
Draco camino hacia un árbol que estaba ubicado a orillas del lago, cerca del bosque prohibido y se recostó sobre la hierba a leer, sintiéndose ajeno a todo el ajetreo que había a su alrededor. Escucho unas pisadas a su espalda que se acercaban a él, eran tres personas, podía saberlo, aun así, no se molestó en girarse, sabiendo que solo buscarían provocarlo, lo que siguió a continuación no lo recuerda.
Se despertó con un horrible dolor de cabeza y con sabor a tierra y sangre en su boca. "Qué demonios… "pensó. Escupió sobre el piso dándose cuenta que eran hojas secas y tierra, tenía la túnica raída y algo de sangre en su rostro, estaba muy oscuro. Alzo la mirada y solo vio arboles densos y algunas estrellas en el cielo y entonces lo entendió. Lo habían aturdido y llevado al bosque prohibido, y los malditos ni siquiera se habían tomado la molestia de levitarlo, sino que lo habían metido a rastras con algún hechizo. Era el colmo, pero no tenía tiempo para auto compadecerse, sabía que el bosque era muy peligroso, especialmente por las noches, así que todo su instinto de supervivencia salió a flote, puso su mente fría para pensar con claridad.
Escucho un aullido a lo lejos y el miedo se hizo presente, tenía que salir de ahí, pero no podía ver y era demasiado arriesgado realizar un lumos por que atraería a creaturas.
Hizo un encantamiento que le diría donde está el norte y así saber qué dirección tomar, hubo un breve instante de luz donde un rayo salió hacia donde estaba el norte, y comenzó a caminar en dirección opuesta, hacia el sur en medio de la oscuridad, al castillo. No sabía que tan profundo estaba en el bosque, aunque si lo habían arrastrado, era probable que no estuviese muy lejos, al menos eso esperaba.
A sus espaldas escuchaba el crujido de hojas, sabía que había algo siguiéndolo, pero no se atrevía a voltear por miedo a alertar a la creatura, así que acelero el paso. Podía sentir su corazón latiendo en su garganta, y sudor frio bajaba por su frente y cuello. Estaba preparado para correr en cualquier momento.
Podía ver el castillo a lo lejos, estaba cerca de salir del bosque, quería correr, pero se contuvo, continúo caminando a paso rápido cuando entonces vio recortada en la noche una silueta que no supo identificar y se quedó congelado. Era una especie de animal a cuatro patas, negro y bastante grande pero no tuvo tiempo de ver más ya que algo tomo sus piernas y su cabeza golpeo la fría tierra de nuevo. Comenzó a patear tan fuerte como pudo mientras era arrastrado y fue levantado en el aire cuando entonces pudo ver lo que era. Una maldita araña gigante, y lo estaba arrastrando de nuevo al bosque. Su varita yacía a un metro de él y no podía alcanzarla mientras luchaba por soltarse del agarre de la enorme araña, debió haberla tirado cuando lo levanto en el aire. Y entonces sin previo aviso escucho un rugido a su lado, fue soltado y se arrastró rápidamente hasta tomar su varita y se giró sobre su espalda, acostado en el suelo apuntando a la oscuridad, pero no veía nada, solo escuchaba gruñidos feroces y un sonido agudo que supuso provenía del arácnido. No podía controlar su respiración, su pecho subía y bajaba rápidamente, y su corazón latía violentamente.
- ¡Lumos! – La escena lo congelo, aunque solo duro unos segundos. Delante de el un enorme lobo negro peleaba con una araña de más de dos metros de altura. El lobo rodeaba a la araña gruñendo, y entonces salto hacia ella mordiendo su cabeza y tirando zarpazos con las garras hasta dejarla casi ciega, pero entonces sin poderlo evitar fue mordido fuertemente arrancándole un aullido de dolor y que se alejara gimiendo. La araña aprovecho esto para huir, aunque no presentaba buen aspecto, algunas de sus patas parecían rotas y estaba prácticamente ciega, chocando con todo a su paso.
El lobo quedo tirado en el suelo emitiendo aullidos de dolor que eran apenas audibles. Draco se acercó con miedo. Tenía una herida muy grande en un costado y sangre salía abiertamente de la herida, así como otras cortadas en su cabeza y su abdomen que también sangraban.
El lobo al notar al mago que se acercaba emitió un débil gruñido en su dirección e intento levantarse, pero sin éxito.
Draco se quedó mirándolo, la bestia acababa de salvarle la vida indudablemente y sabía que si lo dejaba ahí moriría, quizás lo mejor sería sacarlo de su miseria, a fin de cuentas, no había mucho que pudiera hacer por él.
Levanto su mirada hacia el lobo, y unos agudos ojos verdes se la devolvieron. Se agacho sobre él y paso una mano con desconfianza sobre el lomo ocasionando que el lobo comenzara a respirar agitadamente y lo mirara con miedo.
- Lo siento. - Dijo irguiéndose y apunto al animal herido con la varita. Lo miro a los ojos durante unos segundos hasta que vio como los cerraba con resignación, aceptando su destino… y entonces supo que no podía hacerlo. – Maldita sea…
El animal callo inconsciente a causa de la falta de sangre. Era demasiado pesado y grande para cargarlo, así que lo levito hacia el castillo rogando a cualquier dios piadoso que no fuese descubierto, no tenía idea de que hora fuese.
Entro a su habitación, lo bajo suavemente sobre el piso y se dirigió rápidamente hacia su cómoda, buscando alguna opción que pudiese servirle, ya que siendo el constante víctima de ataques, tenía un amplio repertorio, solo que no sabía cómo reaccionaría su paciente con medicina para magos, tampoco sabía que tenía que administrarle algo para el veneno de acromantula y solo tenía un vial que combatía venenos comunes.
- Maldita sea, no puedo creer que voy a usar mis pociones en ti… maldito animal. – murmuraba molesto buscando alguna otra opción.
Se acercó al cuerpo del lobo y murmuro varios Episkey hacia sus heridas, viendo cómo se cerraban lentamente, después destapo una poción y se quedó quieto, no sabía cómo dársela, y se sentía realmente estúpido al intentar salvar la vida de un animal salvaje que seguramente cuando despertara, intentaría matarlo.
- Que demonios estás haciendo Draco…- se dijo a su mismo mientras tomaba con cuidado el hocico del animal - Abre la boca bestia tonta. - murmuro enojado por la situación y vacío el contenido lo más atrás que pudo en la garganta ocasionando que el lobo hiciera un sonido ahogado, pero no se despertó. Enseguida fue a lavar sus manos que estaban llenas de saliva. Volvió a la habitación y vio como el torso del lobo subía y bajaba tranquilamente. Conjuro unas cadenas en torno a su cuello y fue a recostarse en la cama.
Esa noche no hubo pesadillas, pero tampoco durmió bien, con el miedo de que el animal despertara, podría decirse que estuvo con un ojo abierto toda la noche y cuando al fin logro conciliar un sueño profundo, un fuerte rugido seguido de un aullido de dolor lo despertaron. Se levantó de golpe para observar a su compañero de cuarto peleando contra unas cadenas invisibles aullando de dolor como si le quemaran y gruñendo tirando mordidas al aire.
- ¡YA CALLATE! – grito Draco levantándose de golpe, aun sentado en la cama y el lobo lo miro sorprendido con sus enormes ojos verdes. – ¡No seas exagerado! ¡Pareciera que te están matando! – el animal bajo la cabeza y le enseño los dientes amenazante, entonces Draco recordó que no estaba frente a un poddle, frente a el tenia a un lobo enorme, aunque se veía delgado, eso solo le daba un aspecto más feroz. – tuve que amarrarte, no quería que me asesinaras en medio de la noche… ¿Por qué estoy hablando con tigo? – Se levantó de la cama pero no hizo intento por acercarse al animal que continuaba mirándolo fieramente. – Vas a tener que quedarte aquí hasta que piense que demonios hare con tigo. – dicho esto se dirigió al baño.
¿En que estaba pensando? ¿Había perdido la cabeza? ¿Qué iba a hacer con ese animal? ¿Lo expulsarían si lo encontraban? Su padre le había contado lo que había pasado con el guardabosques… Estos pensamientos acompañaron a Draco mientras se daba una ducha y salía de su habitación rumbo al Gran Comedor. Ni siquiera le interesaba saber en ese momento quien lo había arrastrado al bosque, tenía cosas más importantes en que pensar.
Tenía que sacarlo de su habitación, era primordial, pero en fin de semana sería difícil ya que estaba lleno de alumnos los jardines, incluso a altas horas de la noche, no faltaba la pareja perdida a orillas del lago teniendo una velada romántica, no podía arriesgarse, tendría que esperar a que fuese el lunes por la noche para llevar al lobo de vuelta al bosque prohibido. Eso significaba que tendría que dejar al animal amarrado en su habitación, que ahora olería a perro y limpiar mierda no era su especialidad.
Continúo pensando lo desdichada que era su vida, bajo a las cocinas y pidió a los elfos que le previeran de comida… ¿Qué mierda comía ese animal? Pidió todos los tipos de carne que tuvieran, y volvió a su habitación con bastante comida y unos libros de limpieza. El nunca se había encargado de la limpieza en su vida, y quería saber que hechizos podría utilizar.
Dio la contraseña al recuadro y se adentró en la habitación. Fue recibido por un fuerte rugido. Draco sabía que el lobo estaba demandando ser liberado, pero no podía confiar en el.
- ¡Ya cállate! ¡Te traje comida, animal malagradecido! - le aventó uno de los filetes enfrente. El lobo lo olfateo desconfiadamente, y enseguida lo devoro en dos mordidas. Levanto la mirada hacia Draco expectante. – Ah… ahora si tengo tu atención. – dijo sonriendo y levanto otro filete en su mano el cual fue seguido por la mirada del animal, que se relamía el hocico ansioso. – No quiero hacerte daño. – Dicho esto aventó de nuevo otro filete a sus patas y lo miro comerlo. Era increíble como un animal pudiese tener ojos tan expresivos como el.
Transformo una taza en un plato enorme, sirvió agua y se acercó un poco. - ¿No vas a morderme verdad? – dijo mirándolo y el lobo en respuesta se sentó dócilmente. Draco puso el plato en el piso y comenzó a estirarlo con su brazo para acercarlo a el con cuidado, sin acercarse demasiado por miedo a que lo atacara, pero el lobo solo tenía interés en el agua. Cuando estuvo más cerca del plato, de nuevo comenzó a relamerse el hocico y a mover la cola, y cuando lo tuvo lo suficientemente cerca se lanzó sobre el bebiendo su contenido. Draco entendió que debía haber estado muriendo de sed y de hambre después de la noche que había pasado.
Enseguida se tiro a la cama a leer el libro que traía. El lobo solo se quedó acostado mirándolo, expectante, no sabía que sería de el.
Encontró un practico hechizo que mantendría su habitación limpia, era de uso exclusivo para mascotas, por lo que desvanecía pelo suelto, saliva y mierda antes de hacer contacto con nada. La mera idea de tener que limpiar mierda de un animal de más de 70 kg seria la cumbre de la desgracia Malfoy.
- Bueno, así está la situación. – dijo Draco sentándose en la cama y mirándolo. – Me salvaste la vida y yo salve la tuya, así que estamos a mano, pero tendrás que quedarte aquí el fin de semana ya que no tengo forma de devolverte al bosque. No quiero tenerte amarrado, pero temo que me ataques, así que, si te portas bien hoy y no haces movimientos bruscos, tal vez considere soltarte, ¡pero te prohíbo que muerdas mis zapatos! – Draco no sabía por que hablaba con el, pero tenía la sensación de que le entendía, o tal vez estaba volviéndose loco.
Así paso el día, Draco no se animaba a dejar la habitación, solo para lo estrictamente necesario, estaba sinceramente intrigado por su nuevo huésped, nunca había tenido buena mano para los animales, y la cicatriz que tenía en su brazo, cortesía de Buckbeak, se lo recordaba. Sus padres nunca le habían dado una mascota, así que tampoco tenía idea de cómo cuidarlos, sabia lo básico: comida y limpieza. Pero lo que tenía enfrente no era una mascota, era un animal salvaje.
Queriendo saber más de el, fue a la biblioteca buscando libros que podrían estar relacionados, no sabía si era un lobo común o una criatura mágica, pero por más que busco no encontró. En conclusión, no había lobos con ojos verdes, ni de ese tamaño. Se habían encontrado especies de esas dimensiones, pero en Alaska, no se explicaba cómo había llegado ahí. También el color era inusual para la zona, era negro sólido. – Eres todo un misterio eh… - murmuro mirándolo.
El lobo continuaba echado mirándolo con esos extraños ojos verdes. Draco se perdió en ellos… se le hacían… familiares. Se levantó de su cama y se sentó en el piso frente a el, a una distancia prudente, y acerco su mano con cautela. El animal no se molestó en moverse, continuaba acostado con la cabeza en el piso sobre sus patas delanteras, así que se atrevió a acercar más la mano hasta que estuvo a solo unos centímetros de su hocico. El lobo olfateo un poco y lamio su mano un par de veces dándole a Draco la autorización que necesitaba para tocarlo.
Acaricio su pelaje que realmente suave al tacto todavía con recelo, pero entonces el lobo suspiro y cerró los ojos. Draco entendió que no le haría daño.
- Voy a soltarte… más te vale que te comportes. - Draco se levantó por su varita y subió a su cama pegándose hasta la pared, en caso que lo atacara, y desvaneció el amarre en su cuello. El lobo pareció notarlo y se levantó mirando al rubio, el cual se le volcó el corazón del miedo en un momento, pero al verlo caminar por la habitación olfateando, se le paso. Se permitió a si mismo relajarse, hasta que vio que era lo que buscaba: el resto de los filetes.
- ¡No! No… ¡espera! - pero era demasiado tarde, el daño estaba hecho, había tirado todo en el piso, restos de comida, accidentalmente había pisado el trasto del agua así que había un gran charco en el piso, y con su tamaño había tumbado una mesita que tenía sus libros arriba. - Maldita sea, ¡compórtate! – grito Draco y se levantó rápidamente a recoger sus cosas. Por donde el animal pasaba tiraba algo. – ¡No me hagas atarte de nuevo! – pero no hacía caso. De un salto subió a la cama de Draco y comenzó a dar vueltas olfateando. - ¡Ah no! ¡mi cama no! ¡baja de ahí! – grito, pero todavía no se atrevía a tocarlo, por miedo a que si le negaba algo fuese a atacarlo, así que se quedó parado simplemente haciendo gestos con las manos, impotente a hacer nada. El lobo se acostó pasivamente en la cama de Draco y este, después de limpiar el cuarto con hechizos, y con miedo todavía, se sentó junto a él y comenzó a acariciarlo de nuevo, debía admitir que era muy hermoso y se sentía privilegiado al poder acariciar a un animal tan imponente.
- Orión. – dijo Draco después de un silencio. – Así te llamaras. – El lobo alzo la cabeza mirándolo, con las orejas en alto, como intentando entender y Draco solo se tendió en la cama junto a el acariciando su pelaje despreocupadamente, ya no le tenía miedo, y debía admitir, que por primera vez en mucho tiempo, no se sentía solo.
Así paso el sábado y gran parte del domingo, Draco había agarrado la extraña costumbre de hablar con el como si lo entendiera, cosas irrelevantes como quejarse de otros alumnos, o de algún trabajo que tenía que hacer que era demasiado complicado o demasiado fácil, o le preguntaba estúpidamente si le gustaban los filetes que le traía. Se sentía idiota al hacerlo al principio, pero después ya no le importo, el no tenía ningún amigo en el colegio, nadie con quien hablar, y no es que lo necesitara, el realmente nunca había tenido amigos, solo gente que lo admiraba y lo seguía, pero amistades estilo Griffyndor, jamás. Pansy podía ser la excepción a la regla, pero su amistad era complicada ya que su situación actual no les permitía dejarse ver juntos muy a menudo. El no quería exponer a la chica a todas las situaciones en las que el estaba, y ella, como buena Slytherin, no quería tomar partido con respecto a nada, manteniéndose neutral. Era difícil creer que su propia casa era la que tomaba más represalias en contra de el, muchos alumnos hijos de mortífagos no podían aceptar que sus familias estuviesen en Azkaban y el ahí, como si nada hubiese pasado, terminando sus estudios.
Orión había agarrado la costumbre de dormir en el piso junto a su cama, aunque Draco podía notar que nunca estaba completamente dormido, siempre abría los ojos en el menor ruido, hasta que comenzó a acostumbrarse a los sonidos de Draco, tal como el pasar de las hojas en sus libros, la pluma rasgando el pergamino o los murmullos que hacia al estudiar.
- Eh terminado por hoy. – dijo cerrando el libro de golpe sobresaltando a Orión. Se levantó de su silla y se sentó en el piso junto a el acariciándolo. - Como me gustaría poder salir a jugar al jardín contigo, pero no creo que a la directora le caiga muy en gracia verte corriendo por ahí. Aunque… - recordó que los alumnos tenían permitido ingresar animales al colegio, lechuzas y gatos principalmente, aunque había algunos que llevaban ranas, como Longbottom en primer año, o la asquerosa rata de Weasley, aunque en cuarto grado Nott había llevado una serpiente. En su mayoría eran animales no peligrosos, pero se hizo una nota mental de revisar el reglamento. – Ya se acerca el lunes y podrás ser libre, aun así, me gustaría verte en alguna ocasión. - Orión lamio su mano en respuesta.
El domingo en la tarde salió a comer al Gran Comedor recordándose pasar después a la cocina por algo de comida para Orión. Se había sentado en el extremo de siempre en la mesa de Slytherin. Otra vez Potter no estaba, tenía tres días ausentándose a las comidas, se preguntaba dónde estaría, aunque ya más bien lo notaba por costumbre, no por verdadero interés.
Aquella noche las pesadillas volvieron, después de haberle dado unos días de tregua lo azotaron con fuerza renovada recordándole quien era y que nunca se podría librar de su pasado.
Abrió los ojos, todo le dolía, sentía su carne desgarrada, sus huesos rotos, tan rotos como sus ganas de seguir peleando. Deseaba fuertemente que el Señor Oscuro le tuviera piedad y acabara con su vida en ese momento. Escupió sangre en el piso, sobre la piedra gris, fría y con manchas café oscuro que le recordaban cuantos más habían caído sobre ella, quebrados, rogando por su vida, ahí estaban las marcas de su sangre, y la suya mezclándose con la de ellos.
Podía sentirse desvanecer en momentos, como si pudiese simplemente cerrar los ojos y desaparecer, caer en un dulce olvido, morir. Y entonces otro crucio lo golpeaba y el desgarraba su garganta gritando. Podía escuchar a su madre llorar y pedir por el, suplicar que se detuviera, pero no podía ver, la sangre en su rostro había entrado a sus ojos y escocia. "No te preocupes madre, estaré bien…" Quiso decirle para tranquilizarla, pero solo un gemido salió de sus labios.
Entonces el Lord se acercó a el, podía escuchar sus pasos, lentos y tortuosos. - Me haz desobedecido, tu y tu familia son una vergüenza. – dijo mientras que con su varita tocaba el costado de Draco y este emitía un fuerte gemido de dolor. – No eres digno de mi marca, pero te dejare otra que te recuerde que me haz fallado. – Deslizo su varita por su costado hasta llegar a su abdomen, abriendo su piel cual cuchillo. La sangre comenzó a salir violentamente dejando un oscuro charco en el piso.
- No… por favor … - gemía, mientras sus manos intentaban contener la sangre, comenzó a sentir frio, como si su cuerpo se drenara y todo el calor escapara a través de esa herida.
- ¡NO! – grito y se levantó de golpe para encontrarse con unos ojos verdes mirándolo. Su cara, su pecho y espalda estaban cubiertos de sudor frio. Orión estaba sobre la cama a un lado de el, había intentado despertarlo, podía saberlo ya que sentía su brazo pegajoso y el lobo estaba muy inquieto. Se levantó la camiseta del pijama para descubrir la cicatriz que tenía en su costado, sangrando. Varias gotas de sangre caían por su abdomen. Orión se escandalizo dando vueltas y soltando pequeños gruñidos, sin saber que hacer.
- Tranquilo, ya estoy acostumbrado. – Se levantó y fue a tomar una poción y se aplicó una generosa cantidad sobre la herida punzante. – Uno de los recuerdos del Lord por no haber asesinado a Dumbledore. – Dijo Draco al lobo. – Cada vez que sueño con eso, se vuelve a abrir, supongo que pensó que sería un lindo recuerdo. – Se quitó la camiseta y se acostó en la cama. Orión no dudo y salto junto a el, recostando su cabeza en su regazo, se notaba preocupado. Draco comenzó a acariciarlo. – No te preocupes, vuelve a dormir. – su voz sonaba cariñosa, pero el lobo no durmió hasta que el rubio lo hizo, cuando su respiración se volvió tranquila, hasta que estuvo seguro que no tendría más pesadillas, entonces durmió, acostado a su lado.
Todos decían que la guerra había terminado, pero para el no se sentía así. Su vida había cambiado drásticamente una vez que venció a Voldemort, la gente festejaba pero el estaba ausente, perdido en sus propios pensamientos, sentía que estaba en la calma antes de la tormenta. Pero lo que realmente sucedía, es que se negaba a aceptar que todo haya terminado, tantos entrenamientos, tanta dedicación, el no haber podido disfrutar de su juventud, haber sido entrenado como un arma y enseñado que solo tenía un propósito en la vida, ¿Qué se supone que haría ahora? Se sentía vacío, como la sensación que queda después de pasar la última página de un buen libro, esa mezcla entre melancolía, el vacío que deja al saberse terminado, y el miedo a ya no tenerlo más, ya acabo, ahora ¿Qué sigue?
Claro que el nunca se admitiría así mismo eso, se decía a si mismo que aún había mortífagos sueltos, que no podía bajar la guardia, que tal vez alguno se alzaría como un nuevo Voldemort, por lo que el siguió entrenando, continúo aprendiendo, leyendo, intentando dominar su magia. Y entre sus entrenamientos, decidió que quería convertirse en animago como su padre y su padrino. Con ayuda de unos viejos libros de Sirius que encontró en el que había sido su dormitorio, logro su cometido. Supuso que habían sido los libros que el mismo había empleado en sus épocas de merodeador para aprender a convertirse en Padfoot.
Entrenaba en todo momento, la soledad que se había autoimpuesto era de mucha ayuda para esto, y cuando al final su animal se le manifestó, se sintió complacido. Haberse convertido en lobo había sido la mejor experiencia que había tenido en mucho tiempo, sintió una libertad de la cual no había gozado. Su cuerpo se sentía extraño, se le complicaba coordinar y tiraba todo con su cola, pero era increíble sentir como su olfato y su oído se habían desarrollado a ese nivel cuando estaba en su forma animaga.
Había leído en el libro que si el mago permanecía mucho tiempo en su forma animal comenzaría a adoptar algunos sentidos o conductas del mismo, y que a pesar de estar en pleno uso de razón, había conductas que no se podían controlar, pone como ejemplo un gato, a pesar de ser un mago o bruja, el impulso de auto limpiarse con la lengua persiste, así como el deseo de cazar creaturas pequeñas y se mantiene esa forma por tiempos prolongados, el mago puede desarrollar habilidades gatunas, tal como mejora de equilibrio, visión nocturna más aguda, entre otros.
Harry recordó a Colagusano, como a pesar de convertirse en mago continuaba moviéndose como rata, como su piel parecía gris y con más pelo del usual en algunas zonas de la cara o cuello, y como sus orejas parecían ser descomunalmente grandes. Una rata humana después de todo, por dentro y por fuera.
Dentro de la gama de animales los mas recurrentes eran animales pequeños, tal como gatos, aves, insectos, ratones, entre otros. Los animales grandes eran mucho menos comunes y mas demandantes y difíciles de dominar. Harry no entendió a que se refería con difíciles de dominar.
El libro tenía una advertencia. Como animago es fácil perderse dentro de tu forma animal y ponía ejemplos de magos y brujas famosos que se habían sentido tan cómodos viviendo en su forma animal que habían olvidado como volver a ser magos. No se sabe a ciencia cierta si lo olvidaron o si simplemente decidieron no hacerlo, pero con el tiempo todo rastro de humanidad se había desvanecido hasta dejar solo al animal.
Los casos eran pocos, pero existían, así que no debía dejarse llevar por eso, tenía que alcanzar el punto medio, ya que el deseaba adquirir las fortalezas del lobo en su forma humana, así que tendría que pasar mucho tiempo convertido para lograrlo.
Se aisló a si mismo en Grimmauld Place, donde se instaló una vez que termino todo, se negaba a ver a nadie más que Ron y Hermione, aunque no podía saltarse las cenas familiares de los Weasley que hacían cada domingo, aunque si le preguntaban el prefería no ir, el vacío que había dejado Fred se sentía demasiado, era un pesar para todos ya que el dolor por su perdida estaba a flor de piel.
Otra de las razones por las cuales no quería asistir a dichas cenas era que Ginny se había vuelto muy demandante con el, no entendía que el quería estar solo, ella insistía en que hablara con ella, en que quería acompañarlo, que estaban juntos en eso, pero Harry sencillamente no quería estar con nadie por algún tiempo, y aunque al final acepto, no dejaba pasar oportunidad para abrazarlo, tomar su mano, o darle algún beso, cosas que Harry jamás correspondía.
No le había contado a nadie sobre su reciente habilidad adquirida, el sentía que era algo suyo y de nadie más, además que sabía que Ron se pondría celoso por no haberlo incluido en los entrenamientos, y que Hermione le insistiría para registrarse, y eso era algo que el no estaba dispuesto a hacer.
Después de varios meses de vivir en estas condiciones Ron y Hermione llegaron con la noticia de que Hogwarts volvería a abrir sus puertas a estudiantes y que ellos estaban invitados a terminar sus estudios, junto con todos los demás que fueron afectados por la guerra.
- ¿Todavía quieres ser auror Harry? – pregunto Hermione sentándose en el sillón junto a el.
- La verdad no lo eh pensado. - Respondió este, la idea de seguir peleando no le apetecía mucho, pero ¿Qué otra cosa podría hacer? - Supongo que sí, ¿Tu que harás Ron?
- Yo creo que también aplicar a la academia de aurores. - respondió este encogiéndose de hombros. – Ginny también quiere ser auror, aunque no se decide todavía.
- Yo todavía no me decido si aplicar a la Universidad de Ciencias Políticas y Derecho Mágico o Medimagia.
- Ciencias Políticas. – dijo Harry al mismo tiempo que Ron decía "Derecho".
- Vaya, no me dejan opciones. – dijo ella mirándolos con el entrecejo fruncido.
- Oh, vamos Hermione, todos sabemos que eso va más contigo y tu personalidad. – respondió Ron.
- Si, además si estudias Derecho puedes ocupar puestos administrativos, tratados internaciones y cuestiones mercantiles, tendrías mucho campo laboral. - dijo Harry para respaldar el comentario de Ron.
Cuando el ciclo escolar inicio, los tres ya tenían muy claro lo que querían hacer. Harry había dejado de ser tan retraído, pero aún continuaba con una actitud antipática ante muchas cosas, en especial a la gente que lo idolatraba por la guerra y ante Ginny, que ahora más que nunca se desvivía por poder presumirlo como novio ante cualquier persona en el colegio. Harry se veía entre la espada y la pared, no quería lastimarla, después de todo era la hermanita de su mejor amigo, pero tampoco la llamaba "su novia" solo dejaba que ella lo hiciera.
Por las noches, cuando se sentía agobiado y extrañaba su soledad, se permitía a si mismo escapar hacia el bosque. Sentía que su lobo era parte de el y le exigía que le permitiese correr, sentir el viento, contemplar la luna.
Llevaba varias noches con esta rutina cuando un aullido lo alerto. Provenía del bosque prohibido. Hasta ese momento no se había atrevido a entrar, sabía que era peligroso, pero algo le decía que tenía que ir, hacia donde venía el aullido, lo estaban llamando.
Corrió tanto como sus patas se lo permitieron adentrándose en la oscuridad intentando ver tanto como la luz de la luna le mostraba hasta que dio con lo que buscaba. Dentro de un claro vio un ciervo. Estaba rodeado de árboles y una débil luz le mostraba su silueta. Se miraba nervioso y Harry podía oler el miedo que desprendía de el, se sintió excitado. Sin estar consiente se relamió el hocico, quería acercarse a el así que comenzó a rodearlo. Intimidantemente apunto su cornamenta hacia el mientras chocaba sus pezuñas contra el suelo, en un claro intento de alejarlo, pero Harry no cedió, se sentía totalmente abstraído por su presencia.
Entre los arboles comenzó a ver sombras grises avanzando, rodeando al animal. Un par de linternas observándolo. Escuchaba gruñidos, y entonces otra de esas sombras apareció cerca de el y emitió un aullido. Eran ocho lobos que rodeaban al ciervo.
Se unió a ellos comenzando a entender la estrategia. Ninguno atacaba, solo tiraban mordidas al aire acercándose a el cada vez mas, pero quedando a una distancia prudente para no ser lastimados por su cornamenta, agotandolo. Después de algún tiempo el ciervo se veía cansado y sus reacciones no eran tan rápidas como habían sido anteriormente.
Uno de los lobos salto hacia el y mordió su cuello, pero en un ágil movimiento fue pateado y cayó al suelo haciendo un sonoro aullido de dolor, el olor a sangre impregno el aire, excitando mas a todos.
Otro de los lobos emitió un aullido al cielo y entonces tres lobos saltaron hacia el ciervo tumbándolo al piso hasta que el lobo que había aullado al inicio se acercó, dando el golpe de gracia, mordió su cuello dando por finalizada la caza.
Y entonces todos se giraron hacia el. Había un conjunto de gruñidos, estaban empleando la misma técnica que usaron hacia el ciervo, lo iban a atacar, el no era un miembro de la manada, tenía que ser más listo para poder salir con vida de ahí.
Identifico al alfa, que supuso que era el que había mordido al animal al final y sin pensarlo dos veces se lazo sobre el, comenzaron a pelear y solo podía probar la sangre y sentir el pelo y la carne que eran desgarrados por sus propios dientes. Cada mordida que recibía era un golpe de excitación y rabia que lo hacía querer atacar más fuerte.
La pelea solo duro unos segundos, el macho alfa había caído, aunque continuaba vivo. Los demás lobos lo miraban expectantes y hambrientos, no sabía qué hacer, así que hizo lo único que podía: corrió de vuelta al castillo.
Cuando entro a su habitación ya en su forma humana, corrió al baño, su corazón latía a mil por hora, sentía que en cualquier momento saldría por su garganta. Se tiro en el piso e intento respirar profundamente para calmarse. Cuando logro controlar su cuerpo se levantó y miro en el espejo, la impresión lo dejo boquiabierto. Su boca estaba cubierta en sangre que escurría por su barbilla y cuello. Se desprendió de la ropa para descubrir varias mordidas bastante profundas que aun sangraban aparatosamente.
Esa noche la excitación no lo dejo dormir tranquilo, soñó con la pelea, con el ciervo. Soñó que se acercaba al animal caído junto a los otros lobos a reclamar su premio después de la ardua cacería, y su sabor… sabia a victoria.
Se levantó asustado, sudando frio y con una extraña sensación en su pecho, una mezcla entre miedo y poder.
Por algunos días decidió no salir como lobo, tenía miedo a todo el mar de emociones que se habían apoderado de el en ese momento, todavía no entendía por que, usualmente el tenía total control sobre su forma animaga, pero en ese momento se sintió sobrepasado por las sensaciones. Sabía que debía investigar sobre el tema, pero tendría que ir a la sección prohibida para encontrar algún libro que lo ayudase a entender.
Pero otra noche el aullido lo llamo y decidió acudir. Por semanas continuo con esa rutina, los lobos lo aceptaron como parte de su manada, y el a ellos. Todos formaban parte de esa extraña hermandad en donde todos cuidaban los unos a los otros, era tan fuerte el vínculo entre ellos que podía sentir y oler sus emociones, era increíble. Harry les quería, ellos a el y después de algún tiempo ellos le permitieron conocer sus nombres. No supo cómo, pero simplemente los miraba a los ojos y el nombre venía a su mente como un susurro, tan vago que no sabía si era real o no.
Aquella noche fue diferente. Como siempre, salió de su habitación cargando su mochila dispuesto a reunirse con los lobos. Sintió como la luz de la luna lo bañaba cuando sus pies tocaron la fría hierva y se convirtió en lobo mientras corría hacia el bosque, pero al borde se detuvo de golpe. Había un olor diferente en el aire, un olor a miedo y peligro, había una persona dentro, lo supo enseguida, se quedó estático. Lo vio y ambos se quedaron quietos durante un momento intentando reconocerse cuando una enorme acromantula lo tomo por las piernas jalándolo de vuelta al bosque.
Sin pensarlo dos veces salto hacia el enorme arácnido, pero las cosas no salieron como esperaba y quedo muy mal herido, así que cuando Draco Malfoy se acercó a el alzando su varita, sintió terror de lo que a continuación pasaría, sabía que no lo dejaría vivir, no en esas condiciones. ¿Quién diría? Después de haber acabado con Voldemort, haber sobrevivido al basilisco, al troll, al incendio en la sala de los menesteres, a dragones, para terminar ahí, muerto a manos de Malfoy. Tumbo la cabeza en resignación, a fin podría descansar.
Continuara…
