Kate Beckett estaba tan acostumbrada a que Richard Castle le siguiese a todas partes que cuando se tenía que quedar en casa escribiendo ella se sentía bastante sola. Esa mañana le había dejado preparada una taza de café con una nota que decía "por todos los cafés que te debo" pegada a la cafetera. Después de darle un ligero beso en los labios, lo suficientemente suave como para que no se despertase, se había marchado a la escena de un crimen.

Como siempre hacía antes de salir del coche comprobó que su placa y su pistola estuviesen en su sitio. Era una especie de ritual que le hacía creer que todo iría bien, como si llevar esos dos elementos encima la cubriesen con un halo protector. A lo lejos vio a sus detectives Esposito y Ryan. No sabía cómo, ni porqué pero siempre estaban en donde el cadáver había sido encontrado antes que ella. Ryan solía pedir declaración, Esposito flirteaba con Lanie, la forense que solía ocuparse de los casos de su jurisdicción, mientras tomaba notas para ponerla a ella al corriente cuando llegase.

-Qué tenemos?- preguntó poniéndose unos guantes azules que Javier le tendió.

-Mujer blanca, unos treinta años. La golpearon por todo el cuerpo y después le pegaron un tiro en la cabeza.

-Voy a intentar sacar algo de sus uñas por si acaso se defendió, pero no lo creo. Tenía esto escondido en su sujetador- Lanie le tendió una llave que parecía de un coche- No sé que tendrá escondido, pero creo que puede ser por lo que la mataron.

-Espo, mira a ver si localizas qué abre esta llave. Sea lo que sea tenemos que encontrarlo. Ryan!- exclamó volviéndose hacia su compañero- algún testigo?

-Una mujer abrió la ventana hacia las 12 para dejar pasar a su gata y escuchó una pelea en este callejón. No llevaba las gafas puestas y sólo vio dos figuras que no puede identificar. Nadie parece reconocer la foto de la víctima, así que creo que no era de la zona.

Beckett se fijó en la mujer. Era muy guapa. Unos pómulos marcados, un bonito color bronceado, pelo negro hasta la cintura. Vestía discretamente, con unos vaqueros desgastados y una camiseta negra de manga corta, poco apropiada para el otoño en Nueva York. No tenía cartera, ni nada que pudiese identificarla. SU mejor pista era la llave.

-No creo que fuese un simple robo- expuso Lanie levantándose del suelo y alejándose de la víctima- Tengo que comprobarlo, pero tengo la corazonada de que esto va más allá. He encontrado este número apuntado en un papel en el bolsillo de sus vaqueros. Parece un teléfono. Me voy al depósito, te llamaré si encuentro algo más- le dijo a Beckett.

-Ryan, porqué no miras si hay cámaras de seguridad por la zona. Algo que nos diga de donde venía o ha donde fue el asesino. Yo estaré en la comisaría intentando averiguar de quién es este número.

De nuevo por rutina empezó a rellenar la pizarra en cuanto llegó a la comisaría. Datos de la víctima, de las pistas que por ahora tenían y una gran incógnita debajo de la palabra "sospechosos". Pasó el número de teléfono a los técnicos para que lo identificasen y fue a prepararse su segundo café del día. Nunca era fácil. Mirar el cuerpo de una persona e intentar averiguar de dónde venía, qué hacía y porqué la mataron. Odiaba la incertidumbre pero le encantaba el misterio. Le gustaba investigar hasta dar con la respuesta y se enorgullecía de poder decir que ninguno de sus casos se había cerrado sin encontrar al culpable.

Mientras removía el extracto de vainilla que había echado en la taza su móvil comenzó a vibrar. Ya sólo con ver quién le llamaba tuvo que sonreír.

-¿Ya te has puesto a escribir?- le dijo a Castle, sin siquiera saludarle.

-Estoy disfrutando del café que me has dejado preparado mientras miro a una página en blanco en el ordenador.

-Deberías empezar a pensar en algo para tu capítulo, sino Gina se volverá loca.

-Lo que nadie entiende es que la inspiración no llega así como así. Tiene que aparecer por sí misma.

-Hubo un tiempo en el que yo te servía de inspiración- dijo Kate dejándose caer en la silla de su escritorio.

-Oh, detective Beckett, lo sigues siendo. Sólo que no es fácil matar a gente en los libros y conseguir que la historia tenga un sentido.- Castle dejó la taza sobre la mesa y puso los pies en alto encima de una mesilla.- Tenéis un nuevo caso?

-Sí, pero todavía no hemos avanzado mucho. Sólo tenemos a una mujer de unos treinta años con un tiro en la cabeza en un callejón en el distrito financiero. Sin identificación, sólo con una misteriosa llave y un número de teléfono encima.

-Suena a uno de esos casos que me encantan. Intentaré rellenar palabras rápido para poder ir para allá.- se acomodó en la silla y se hizo crujir los dedos mientras sujetaba el teléfono entre su oreja y el hombro- Llámame si averiguáis algo.

Colgó sin decir nada más y Beckett dejó el móvil en la mesa con una sonrisa. Si cuatro años antes le hubiesen dicho que iba a estar comprometida con ese escritor se hubiese reído. Pero estaba loca por él, tal vez desde el primer momento en que le vio, aunque quizás nunca lo admitiese. Le enamoró su mente rápida, su ingenio y su imaginación, pero también su carácter bromista, el amor por su hija y que pareciese un niño hiperactivo. Le echaba de menos cuando no estaba con ella en la comisaría. Miró a la que se había convertido en su silla al lado de su mesa con añoranza pero sacudió la cabeza tratando de concentrarse en el caso.

Llamó a los técnicos de informática pero dijeron que no había habido suerte aún con el teléfono. Lo habían comprado con efectivo y no estaba localizable en ningún punto de Estados Unidos. Parecía estar en continuo movimiento por alguna parte de Europa Central. Todavía no habían conseguido determinar a quién pertenecía.

Aprovechó para completar el papeleo de su anterior caso. Era lo único que no soportaba de su trabajo. Se le hacía completamente tedioso tener que rellenar informes con cada uno de los pasos que había seguido en el proceso, con cada una de las pistas que había seguido, haciendo transcripción de todos los interrogatorios que no habían sido grabados oficialmente.

Por suerte el teléfono sonó, sacándola de su ardua tarea.

-Beckett.

-Soy Espo. Hemos encontrado el coche que abre la llave. Será mejor que vengas.

-¿Por qué? ¿Qué había en el coche?- preguntó mientras se ponía la cazadora.

-Hemos encontrado una niña- comentó Esposito alejándose del coche- Está muerta del miedo. Tendrá unos cinco o seis años y no quiere hablar. Creo que no le gustan mucho los hombres, no quiere acercarse a nosotros.

-Voy para allá.