La Misión

Había algo extraño en su nueva misión, a pesar de no gustarle un pelo debía realizarla, era una de las pocas misiones en solitario que realizaba en lo que iba de año y en cierto modo era excitante disfrutar de la tranquilidad, de estar fuera de la preocupación asegurar al grupo sin embargo tener que asesinar… Simplemente no solía recibir misiones por ese estilo, sabía bien que las aceptaban, pero era la primera que se le asignaba, también era cierto que ya había matado antes pero nunca por dinero.

En si la misión era sencilla, colarse en uno de los países con los que no guardaban alianzas y acabar con un feudal que tenía la zona empobrecida. Teóricamente sencillo, ahora estaba en la práctica si sería igual de sencillo, sabía que ese feudal estaba metido en asuntos muy turbios por lo que podría encontrarse cualquier cosa.

Se infiltró como doncella del edificio en el que residía, fue sencillo pues había cientos de mujeres en todo el edificio con finalidades muy diversas. Colarse por los pasillos era como un juego de niños, había miles de guardaespaldas y caza recompensas por todo el lugar, pero algo ocupados en mirar a las jóvenes que paseaban luciéndose por el lugar. Antes de poder acceder a la sala en la que podría hallarlo tubo que hacerse pasar por la dama de juegos ante los 8 guardias que vigilaban la puerta, esa parte estaba ya prevista, había entrado ataviada con las ropas ninja de cuando realizó el examen a chunin junto a sus hermanos así que simplemente ajustó el obi dejando que su escote reluciera un poco más, los guardias no vieron arma alguna así que le permitieron el acceso avisándole de que debería aguardar en la sala a que el feudal acabase con ciertos asuntos.

Al acceder a la sala dorada adornada con antorchas y relicarios, con una alfombra de terciopelo rojo hacia un pedestal en el cual se veía al feudal con un hombre aparentemente joven arrodillado frente a él. Avanzó el trecho que la separaban del feudal y se colocó a su derecha dejando que ambos la observaran bien, en su interior la mueca de asco se manifestaba abiertamente pero exteriormente mostraba un rostro apacible y divertido. Ninguno de los dos fijó más que unos segundos la vista en ella pues su tema de conversación era de mayor importancia.

Por lo que Temari dedujo el feudal debía pagar una elevada suma de dinero por el trabajo del joven pero no parecía muy por la labor de pagarle. Antes de que se diera cuenta el joven había hecho un profundo corte en el cuello al feudal tiñéndole el yukata de la sangre carmesí sin que el se viera manchado como ella. Temari no gritó por lo sucedido ya que la misión ya había sido cumplida, pero una de las sirvientas gritó de modo que toda la guardia que se apostaba fuera de las cuatro puertas, unos ocho por puerta, interrumpieron en la sala empuñando sus armas, fijando sus ojos en la rubia el joven de cabellos anaranjados.

En menos de un par de minutos se encontraba espalda contra espalda con el joven y cortando algún que otro miembro a los guardias siendo defendida en un par de ocasiones por el joven y viceversa.