Disclaimer: Los personajes, hechizos, escenarios, etc pertenecen a J.K. Rowling.
Si me pertenecieran a mi hubiera hecho cosas completamente diferentes, como terminar la historia original con un Dramione xD
Planeo hacer un fic bastante largo, espero que lo entiendan y lo disfruten! En este caso o en caso contrario haganmelo saber.
¡Saludos! Brabura
Capítulo 1
Luego de haber terminado sus Éxtasis en Hogwarts, vivir en Little Whinging le parecía sumamente aburrido. A sus 20 años, su vida había dado un giro de 360 grados. Ya no era una alumna pupila de un enorme castillo; Ahora era una mujer que debía mantenerse con un sueldo que apenas le alcanzaba para comer. Sin embargo ella había dicho que iba a poder mantenerse sola "cueste lo que cueste" y pensaba cumplir con aquellas palabras a como diera lugar. Quizá si hubiera podido encontrar a sus padres luego de hechizarlos, ahora no tendría necesidad de vivir por su cuenta, ahorrando centavo tras centavo para poder vivir dignamente.
En esta ciudad muggle las cosas eran muy diferentes y por más de llevarse bien con vecinos y compañeros del trabajo, se sentía extremadamente sola.
Aún podía escuchar en su cabeza la voz exigente de la señora Weasley ofreciéndole vivir con ellos, pero tratándose de la madre de Ron, bajo ningún pretexto podía aceptar vivir en la Madriguera. No luego de haber sido novia de su hijo por dos meses. Si bien ambos habían aceptado volver a ser "amigos" y por más que las cosas no habían quedado mal, tampoco estaban tan bien como para aceptar esa propuesta.
Era orgullosa, y siempre se tomaba sus palabras como si fueran leyes de la Constitución Nacional. Por esto mismo se había hasta rehusado en aceptar el dinero que Harry le había ofrecido tras enterarse de la situación en la que se encontraba. Pero ella minimizaba el problema diciéndole que pronto todo se solucionaría.
Sin embargo cada día su orgullo perdía fuerza. Cada día que pasaba significaba que faltaba menos para pagar su renta, y esto no la animaba en lo absoluto.
George bromeaba sugiriéndole hechizar a la señora Denise cuando ésta fuera enojada a exigirle el pago del alquiler -puesto que llevaba atrasada dos meses- pero se negaba rotundamente a hacerlo. Pensaba que caería demasiado bajo haciendo algo así, pero no podía negarlo, ganas no le faltaban.
¿Quién iba a pensar que para trabajar en el Ministerio de magia debía esperar hasta los 21 años? Era injusto, pero Kingsley Shacklebolt sostenía la idea de que para cargos tan importantes en el Ministerio se requería de ciertos años y sobre todo "madurez".
Aunque si había algo que la animaba, era saber que ya estaban en Octubre, por lo que en menos de un año contaría con los requisitos necesarios. Estaba completamente segura que una vez allí su vida iba a cambiar para bien, trabajando en el puesto que el mismo Ministro le había ofrecido: el "Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas" siguiendo obviamente con la P.E.D.D.O
Once meses Hermione. Tú puedes…
Como era esperar, ella no era una chica que podía quedarse cumpliendo una rutina sin agarrar un libro. Al contrario, hiciera lo que hiciera, su afán de informarse y aprender era lo único que despertaba en ella algo que nada ni nadie más podía. Por lo tanto, luego de haber empezado a trabajar de moza en el lujoso Restaurant de su barrio "The Gem" había seguido estudiando con libros comprados en la tienda de Flourish y Blotts, esta vez para aprender hechizos médicos, libros para medibrujos y sanadores.
Se le hacía extraña esta nueva rama de la magia, pero era indiscutiblemente entretenida, tan así que no había dudado en viajar hasta San Mungo y pedir clases de prácticas personalizadas.
Simplemente esto fue la que la dejó sin un centavo.
Las clases prácticas habían resultado salir caras –demasiado- más de lo que ella podía costear, pero confiando en sus capacidades de salir adelante por más duras que sean las circunstancias, sabía que podía pagarse un curso y luego ver como se hacía cargo de la renta.
Sus grandes expectativas respecto a las prácticas, se habían marchitado en cuestión de segundos de haber empezado. Sólo un medimago había aceptado ser su "maestro", un tipo de avanzada edad.
"-Esto hubiera sido diferente si no pedias curaciones tan extrañas como esa - le dijo sin mirarla mientras acomodaba sus enormes y cuadrados lentes que bajaban por el puente de su nariz - Tienes suerte que yo sé hacerlas, pero no creo que nadie más pueda. Hoy en día la gente ya no se enferma de esas cosas…
La habitación de prácticas de San Mungo, estaba repleta de libros y pociones de enésimos colores, pero el frío que había le quitaba las ganas de examinarlos bien.
-¿Habla de la curación de Morbus Immobiliter? – preguntó con confusión.
-Esa misma – respondió, levantando ambas cejas mientras se rascaba sus largos bigotes - La enfermedad de la inmovilidad… Al último al que le ocurrió eso fue hace seiscientos años atrás, seiscientos años –repitió elevando un poco su gruesa voz- Esas cosas ya no son normales como para que alguien requiera aprenderlas.
-Es lo último del libro - contestó la castaña con voz de súplica, buscando la mirada de Daniel por encima de una estantería de mármol - Hemos visto todo lo anterior y realmente le agradezco su paciencia por haberme enseñado, pero si no termino con el último hechizo del libro no sentiría que terminé el curso. Sé que quizá nunca voy a utilizarlo, pero me gustaría aprenderlo de todos modos.
Si supiera Qué tan equivocada había estado…
-Bien… -respondió rendido mirando aquél molesto y viejo libro con hostilidad – Empecemos de una vez"
-¿De veras crees que se encuentra bien? Todos sabemos que aún no pudo encontrar a sus padres…
-No lo sé, Ron – contestó Ginny molesta luego de haberle respondido la misma pregunta decena de veces – Ella dice que tiene buen trabajo y por lo tanto puede mantenerse en perfectas condiciones.
-¿Buen trabajo? – exclamó levantando una naranja ceja – Su empleo de camarera en el Restaurant es bajo, ¡y su alquiler está por las nubes! Yo quitaría la palabra "perfecta" y agregaría "escasas" – Ginny sólo dio un fuerte bufido.
-Yo no entiendo por qué siempre insiste en cambiar el tema de conversación, cada vez que le preguntamos por su vida – añadió la pelirroja, quién se encontraba apoyada dentro de una de las paredes de Sortilegios Weasley – Su actitud de que "todo está bien" me molesta. Todos sabemos que desde que se graduó de Hogwarts ha estado investigando por sus padres, pero sólo pudo averiguar que se cambiaron de nombres y están en Australia – Pronto, inclinándose hacia adelante, se alejó de la pared para comenzar a caminar por el mostrador en donde estaba su hermano y su novio.
-¿Cómo se sentirá despertar cada día, sabiendo que tu familia no te recuerda?
-Lo hizo por su bien, Ron – Ginny se acercó a Harry, quien estaba muy pensativo mirando sus anidadas manos – Aunque me alegra que se haya distraído en este tiempo con ese curso de prácticas que pidió en San Mungo…
-¿Si? – preguntó su hermano confuso – Te recuerdo que le pidieron pagar una pierna por eso…
-Eso simplemente habrá sido, una necesidad personal - añadió Harry acomodándose los lentes, participando por primera vez en la conversación, cansado que siempre se repitiera el mismo tema. Pero no se podía engañar, a él igual le parecía sospechosa la actitud de Hermione – Todos estamos esperando lo mismo, ¿cierto? Kingsley nos dijo que para trabajar en el Ministerio, debíamos esperar hasta los 21 años, y para eso sólo nos queda menos de un año… - hizo una pausa, trago aire y siguió – Allí con un sueldo más digno, ella cree que todo se arreglará. No quiere dar lástima, la conocemos bien. Quiere probarse así misma y luego una vez en el Ministerio se las ingeniará para encontrar a su familia y volver a tener una vida "mejor".
-Me da rabia todo esto – siguió furioso Ron – No tiene necesidad de andar viviendo de esta forma cuando puede evitarse. Harry, tú le ofreciste dinero, y mi madre hasta la casa para que viviera con nosotros. No tiene necesidad de regalarle dinero a esa horrible mujer regordeta de Denise.
-Insisto… Quiere probar que puede arreglárselas por su cuenta.
-Opino lo mismo Harry – la pelirroja suspiró profundamente, mientras Ron los veía del otro lado del mostrador – En fin… en dos minutos debemos abrir la tienda, así que saquen esas malas caras, Herms es inteligente y es obvio que está bien, en caso contrario, acudirá a nosotros.
Ron luego de oír a su hermana, levantó ambas cejas y dirigió a la puerta para cambiar el cartel de "cerrado" a "abierto", pero al mirar por la ventana, se percató de la cabellera rubia platinada que estaba pasando fuera de Sortilegios Weasley, junto a una mujer que se distinguía perfectamente: su madre.
¿Narcissa?
-Vean – dijo llamando la atención de su amigo y hermana – El hurón y su madre se dirigen al callejón Knockturn.
Hermione recién salía de trabajar. Estaba cansada, y creía que nada iba a ser mejor que llegar y tomarse un chocolate caliente con Crookshanks en su regazo, justo al lado de la chimenea de su pequeña casa.
Al llegar, le sorprendió ver una lechuza esperando en su ventana. La reconocía perfectamente: era la lechuza de Harry. Eso era raro, demasiado, ya que nunca su buen amigo le escribía pasada la tarde. Confusa, se acercó al animal, y sacó de su pata izquierda la carta que tenía atada. Rompiendo el sobre en el camino, entró a la casa ignorando completamente a su gato quién había ido a recibirla.
"Querida Hermione.
Buenas tardes, cómo mañana no trabajas, creí que sería buena idea que vinieras temprano a la mansión Black, hay algo que debo contarte.
Te espero.
Harry"
Al terminar de leer, sintió la tensa expresión de su rostro. ¿Acaso algo malo había ocurrido?
-Harry - dijo apenas vio la mirada del muchacho en puerta de la mansión Black.
-Hermione - contestó éste preocupado, haciéndose a un lado, para que su amiga entrara.
Confirmando que nadie más se encontraba allí, fue directo al grano.
-Harry –Susurró acercándose a él - ¿Ha ocurrido algo? – El ex Gryffindor se dirigió hacia la mesa, haciéndole señas como para que ella hiciera lo mismo.
-Mira… - dijo tomando aire pensativo, como si buscara las palabras justas antes de comenzar a hablar.
A pesar de estar al otro lado de la mesa, Hermione no tenía interés en sentarse en la silla. No había podido dormir muy bien la noche anterior, pensando en qué había ocurrido –si es que había pasado algo-.
Harry le dio la espalda, marchándose hacía un cercano lugar de la habitación, por lo que la bruja lo siguió con la mirada. Pudo observar perfectamente como éste tomó un diario y volteó regresando a ella. La bruja lo agarró suma con brusquedad.
Era el diario El Profeta. La portada tenía un título lo bastante grande como para poder leerlo de lejos: "Robo en el ministerio". Hermione arrugó el ceño.
-¿Robaron? - pregunto extrañada, pero queriendo ir a la página que indicaba "más información", Harry se abalanzó sobre la mesa cerrándolo con ambas manos.
-¿Que robaron Harry? - pregunto aún más curiosa y seria.
-Frascos Hermione. Frascos con virus dentro - contestó sin pestañear, mirándola detenidamente.
-Para que… ¿Por qué guardan eso?
-Porque necesitan examinar enfermedades para emplear las curas, y no son enfermedades normales o comunes. Kingsley no sabe qué hacer para tranquilizar a la gente, pero no advertirles de lo que ha ocurrido no lo iba a dejar tranquilo. Para colmo, uno fue lanzado en el Callejón Diagon el día de ayer, donde unas 45 personas que caminaban por allí se vieron afectadas. San Mungo se está haciendo cargo de ellas, pero hoy temprano una mujer llegó infectada con otro virus y… - La bruja lo miraba estupefacta, sin poder emitir palabra alguna - uno que tú conoces bien, Hermione. El Morbus immobiliter. - Hermione abrió varias de veces la boca como para responder, pero en todas las ocasiones volvió a cerrarla. ¿Quién podría haber contraído esa horrible enfermedad? ¿Quién podría haberse visto afectado por aquel virus que con solo respirarlo te quejaba un estado de petrificación tal que perdías todos los sentidos donde sólo te permitía respirar? Era algo sumamente grave, horrible y si no se trataba a tiempo con meses de tratamiento, podía matarte en sólo días.
-Eso es muy…
-Peligroso. - completo por ella. Tomando aire, se sentó en la silla en frente de ella - El medimago Daniel me ha pedido que te lo contara Hermione. Necesita verte, y me temo que desea que vayas lo antes posible.
-Crees que… ¿Sea por aquella mujer? No sé en qué otra cosa podría serle útil.
-Él me ha dicho que es grave, y sé que quizá la pregunta que te haré ahora es bastante tonta, pero, ¿hay mucha diferencia entre eso y la petrificación del basilisco de Salazar? Esos fueron curados gracias a las mandrágoras de la señora Spro….
-Si Harry. Es muy diferente - La bruja se paró y se fue hacia la ventana. Quedando espaldas a Harry - Una vez que eres infectado con esto, vas perdiendo toda la sensibilidad del cuerpo en cuestión de segundos, hasta que quedas en un estado donde sólo puedes respirar - ahora giro de nuevo hacia él, para enfrentar sus ojos verdes que la veían detenidamente - Si no eres tratado a tiempo, en tres días a más tardar, mueres. Pero recuperarte es un proceso que lleva meses de tratamiento – terminó de explicar desanimada.
Minutos más tarde, la bruja se puso de pie, dispuesta a marcharse a San Mungo, despidiendo al mago, prometiendo volver después.
Luego de contar hasta tres, y respirando hondo, la bruja empujó la puerta de San Mungo sigilosamente, donde pudo comprobar todo lo que venía sospechando: La gente estaba en un nivel de completa desesperación, con caras cubiertas de pánico y horror. Aun no estaba informada cual había sido ese virus que habían tirado en el Callejón Diagon, pero estaba segura que era igual o más grave que el del Callejón Knockturn. Haciendo paso entre la multitud, Hermione caminaba lo más rápido posible. Necesitaba ver a Daniel con suma urgencia y saber de una vez por todas por qué necesitaba hablar con ella.
Los murmullos de la gente llenaban sus oídos y le ponían la piel de gallina. Juraba que desde la guerra no veía a tanta gente allí y menos en ese estado de paranoia.
- "¡No deja de escupir sangre!"
- "¡Morirá desangrado!"
- "¡Se le están cortando todos sus órganos por dentro!"
- "¿Cómo se le produjo esta hemorragia? ¡Explíquenme!"
Hermione tras escuchar todas estos gritos que sucedían a su alrededor, aumentó su paso y fue casi corriendo a la oficina del medibrujo, aunque sabía de antemano que no lo iba a encontrar desocupado, no con tanta gente esperando ser atendida.
-¡Hermione! - Escuchó de pronto su nombre proveniente de un tipo de avanzada edad, con una voz grave y fuerte. Indiscutiblemente de Daniel.
-Daniel – susurró y se acercó rápidamente hasta quedar justo a su lado – Daniel, ¿qué ha ocurrido? - preguntó desesperada, observando sus grandes ojos azules, al igual que unas ojeras producto de lo que parecía ser cansancio.
-Sígueme por favor – ordenó él con un tono autoritario, del que Hermione no se animó a desobedecer, por lo que siguió sus pasos en completo silencio.
En el camino pasaron por decenas habitaciones repletas de pacientes, cada una con al menos tres medimagos dentro.
Al llegar, él cerró la puerta. Hermione vio como le temblaba su mano por más que quisiera disimularlo. Parecía como si él le quisiera trasmitir una calma de la que él mismo carecía.
-Supongo que si estás aquí, el señor Potter ya te ha contado lo sucedido - al ver que ella asistía con la cabeza, siguió - Hubo un robo ayer en el ministerio de magia, pero todo indica que fue alguien de confianza, puesto a que ningún empleado dice haber visto a algún extraño allí. El robo no fue menos que unos frascos antiguos, que contenían terribles, terribles – repitió - enfermedades dentro. El problema de esto es que una de ellas es tan antigua que sólo tú y yo sabemos tratarlas.
-morbus immobiliter… -Susurró, a lo que él confirmó inmediatamente con su cabeza
-Si – Siguió asistiendo - si… - repitió agitando la cabeza haciendo que se provoque un largo y molesto silencio – Pero, las personas que están allá afuera o en camillas – apuntó con su dedo índice la puerta - se vieron afectadas por Sanguis Cultro, asquerosa enfermedad – dijo esto último murmurando a sus adentros – y ésta, necesita atención inmediata, y dada la cantidad de personas que son, no podría hacerme cargo de la mujer inmovilizada. – Se acercó rápidamente a ella y la tomó por los hombros, nervioso - Pero tu si, y sabes perfectamente cómo.
-Pero Daniel – abrió la boca, completamente anonadada – Yo nunca he atendido a nadie, y ella…
-Ella te necesita a ti. El tratamiento es largo y requiere de mucho tiempo. Yo aquí con tantos pacientes no puedo, menos yendo a domicilio…
-¿Qué quieres decir con eso?
-Pertenecen a la alta sociedad. Su familia no quieren dejarla aquí, por miedo a que contraiga Sanguis Cultro y tienen mucha razón, mucha razón - repitió - esa enfermedad es altamente contagiosa, pero por más cantidad de dinero que me ofrecieron, me negué rotundamente. No puedo dejar aquí a tantos enfermos por ocuparme solo de uno, no me lo perdonaría nunca, por más que esa opción me dejara las manos cubiertas de galeones.
Hermione mordió su labio fuertemente, pensando… era obvio que no iba a rechazar el pedido de Daniel, puesto a que no iba a dejar que alguien muriera, pero con tanto tiempo que debía dedicarle al tratamiento, dudaba en qué hacer con su empleo de camarera. Sin ese sueldo no podría pagar el alquiler, alimentarse o mantenerse.
Mordiendo fuertemente sus labios y dirigiendo su mirada a aquel aburrido escritorio, sólo sintió cuando su voz salió sola de su boca.
-Déjala en mis manos - dijo para luego buscar los ojos de él, quien ya parecía estar más relajado.
-Sé que podrás hacerlo. Eres más joven y seguro más inteligente que yo. Ya sabes… Cuando uno ya es viejo y por más de tener tanto conocimiento dentro, el cuerpo ya no te responde con la misma agilidad…ya no te responde - La bruja lo miró casi con compasión ternura. Le hacía recordar tanto a su abuelo, que sin darse cuenta una sonrisa salió sin su permiso de sus labios. Su abuelo al igual que su padre era un dentista demasiado inteligente. Pero tal y como había dicho Daniel, "el cuerpo deja de responderte" y fue eso lo ocurrido. Su abuelo había enfermado de Parkinson, y por más de saber tanto sobre dientes y muelas, ya no podía seguir ejerciendo su profesión en las bocas de sus pacientes, no con esa horrible enfermedad - …así que quizá sepas de quien hablo.
Hermione se sobresaltó al salir de aquel trance, completamente perdida en sus pensamientos. No le había estado prestando atención. ¿Conocer a quién?
-Si - Respondió sin saber qué cosa afirmaba. Pero decirle que en todos esos segundos no lo había estado escuchando le parecía un tanto desubicado.
-Bien, se encuentran por aquí, sígueme… - Saliendo de la oficina e ignorando las súplicas de ayuda de los pacientes en espera, se abrieron paso entre ellos. Las enfermeras corrían de una punta a la otra. Hermione podría jurar que nunca había visto a Daniel tan preocupado.
Al subir las escaleras, y girar al primer pasillo de la derecha, se toparon con una habitación mucho más amplia que era al parecer donde se encontraba la mujer.
-Es aquí - le susurró antes de entrar - Saben que vendrá otra persona a hacerse cargo de la señora, así que no te aterres si sientes como te examinan con la mirada - Hermione asistió silenciosamente - Bien, entremos.
Al entrar lo que vio la dejó perpleja. No había duda, la persona enferma no era nadie más ni menos que Narcissa Malfoy.
