Derechos: El Doctor, Rose, otros personajes y algunas situaciones nombradas no me pertenecen, son propiedad de la BBC, Russel T. Davies y otros escritores. Lo típico: Todo lo reconocible en la serie es suyo, todo lo demás es mío. No recibo compensación económica ni hay ninguna mala intención en escribir esto.
Spoilers de las dos primeras temporadas. Comienza justo después de "La invasión en Navidad" 2x00.
Se ruegan comentarios. Recordad que el comentario es el alimento del escritor de fanfics. Se ruegan críticas constructivas pero críticas sobre todo.
AGUA EN UNA PLAYA ARDIENTE
Your skin is like water on a burning beach
And it brings me relief.
Nails in my feet, Crowded house.
1.-COGER SU MANO
Tomas su mano y le sigues. Situación que se repite. La misma emoción, anticipación, electricidad en el estómago, de la primera vez.
"Oh, da igual dónde vayamos, si yo he estado antes o no, que sea el pasado o cuál de los futuros: Siempre es la primera vez porque nada es nunca igual", te recuerda él a veces, cuando te pierdes en la marea de tiempos y confundes haber estado en el futuro con conocerlo.
Como la primera vez, tomas su mano y tiemblas un poco por fuera, mucho por dentro, cada vez más y distinto.
Situación que se repite, pero esta vez tienes que callar otras preguntas, gritarles que se callen, aplastarlas con su sonrisa, contagiosa aún en labios distintos.
No, nunca es igual. La sonrisa se clava en las preguntas y las rasga. Nunca es igual y eso puede con todo ahora.
Será distinto después. Lo sabes.
2.-TÚ EN EL ESPEJO
Te sientes seguro al entrar en la habitación.
Sensaciones extrañas.
Nada es habitual aún, ni poner un pie tras otro al andar siquiera. El largo de las piernas, la lengua en tu boca no deja de moverse explorando, distintas ambas. Acaricias la pared con tus nuevos dedos. "Soy yo", le dices a la TARDIS y los labios sonríen. La TARDIS sí lo sabe, sabe que eres tú. De momento lo sabe mejor que tú mismo.
Miras el dormitorio con ojos nuevos, la calma y seguridad casi extrañas. Ha sido complicado desde la transformación: Rose dudando de que fueses tú, un pinchazo en el vientre ante ese recuerdo. Dolor, inconsciencia, más dolor, un mundo que salvar sin saber aún qué cara tenías, tu propia voz sonando extraña en tu cabeza, un cuerpo raro corriendo y doliendo.
Después una cena. Rose, Jackie y Mickey mirándote y esforzándose en no mostrar extrañeza. Humanamente corteses.
Tú, tratando de sonreír, ralentizando deseos: el de devorar todo lo que había en la mesa, el de tocarte para sentir quién eras ahora, el de pensar, pensar cualquier cosa, pensarlo todo, sólo por saber si funcionabas bien ahí dentro. El de coger la cara de Rose en tus manos y decirle cosas, cosas que incluirían un "No me mires así, soy yo".
Luego, Rose tomaba tu mano, doblemente nueva, la sensación de sus dedos y tus dedos acomodándose, aquello también fue calma y seguridad, y decidía venir contigo.
Ahora duerme, o necesita estar sola un tiempo. Eso está bien, no es para preocuparse. Rose es fuerte, lo entenderá. Necesitará tiempo.
Tú también lo necesitas.
El cuerpo pide de todo, necesita tocar, sentir, ver. Dudas entre el espejo y el escritorio. Salta hacia el escritorio, es rápido. La ligereza aún resulta extraña, pesa poco. Tomas una pluma en los dedos. Fascinado durante un momento, sólo los miras moviéndose, buscando la posición adecuada alrededor de la pluma. Sabes que escribir es raro al principio, pero quieres saber cuál es tu letra ahora. Escribes tu nombre real, tembloroso, la tinta empapa el papel en un par de puntos. No será así cuando te acostumbres pero da una idea. Va a ser una letra alargada, más inclinada a la derecha que antes. Casi bonita, piensas antes de tacharlo y romper el papel.
Ahora el espejo. Entiendes a Rose. Aunque no sea la primera vez aún sientes como si hubiese otro tipo en tu habitación, escrutando tu mirada. No está tan mal. Parece simpático. Confiarías en él si te lo encontrases. Un tipo nervioso y delgado, todo curiosidad en sus ojos. Arruga la nariz de un modo que te hace reír. Saluda con la mano, un "Hola" divertido resuena dentro mientras sus labios se mueven. Se toca la cara, luego ya no le ves, las manos se tocan, los dedos se entrecruzan. Aún te hueles como si fueses un extraño. Acercas la muñeca a la nariz tratando de hacerte a ese olor, te lames el interior del antebrazo. Cosquillas en la piel, suavidad en la lengua. Mezcla de sabor con el de la propia saliva.
Al tipo del espejo le vibran los labios cuando vuelves a mirarle, mientras escuchas dentro un resoplido. Un deseo abrumador de sentirlo todo. Te descalzas sólo para sentir el suelo. Deseas desnudarte y lanzarte sobre la cama, "tu" cuerpo deslizándose y sintiendo las sábanas, tanta piel no tocada, sólo el roce de la ropa. Quieres más, tanto más, quieres que lo laman, aliento sobre esa piel y manos en todas partes.
Recuerdas a Rose, te recuerdas en otro cuerpo besando a Rose, absorbiendo toda la energía del núcleo de la TARDIS. Intentas aislar la sensación de sus labios y los nuevos labios parecen gritar que no estaban ahí y lo quieren, ahora. Se extiende veloz por el resto de la piel, como agua deslizándose, el deseo de sentir. Mezclado, el recuerdo de otra piel tocando a Rose. Luego otros cuerpos, no éste, no el anterior, tocando y hundiéndose en otros cuerpos.
Te abres el pantalón, sólo roce con tela aún, miras no sin cierta curiosidad. Piensas que no está mal, estúpido hacer comparaciones. Asalta la fantasía de que esta vez sean otras manos las que lo toquen por primera vez, al menos excitado. El tipo del espejo te devuelve una mirada de condescendencia. Acaricias levemente, antes de rodear con toda la mano y te sientes responder. Sexo ahora, pero lo grita todo el cuerpo, lo grita el final de tu espalda, subiendo a la nuca por toda la médula espinal, la boca extraña vacía, un punto de energía en el vientre. Hasta los dedos de los pies sintiendo el suelo gritan que quieren esa electricidad, quieren sexo ahora. El recuerdo más cercano, Rose, un sí pero no. Más condescendencia en el espejo: Todo eso no se calma con una mano rodeando el nuevo sexo por agradable que sea la sensación. Lo harás más tarde, con calma, con infinita calma. Mal pensamiento para intentar calmarse. Te recolocas con un gesto de contención que casi te hace reír de nuevo.
Te concentras en convencer a tu cuerpo de que se calme. No es sólo el sexo, es todo. El estómago duele con un hambre voraz, secuela aún de la transformación, lo sientes vacío, como clavado a tu espalda. Energía bajo la piel, aún recolocándose un poco, faltando, sobrando, por zonas. Hormigueos que saltan de un punto a otro. Te repites que todo está bien, sólo es tiempo lo que necesitas.
El hambre, sin embargo, es una señal a la que hay que hacer caso.
Vas a la cocina, sin dejar de observarte, las piernas, las manos, acariciando las paredes. Devorarlo todo, grita el cuerpo allí. Miras los estantes casi sin saber si te van a gustar esas cosas. Abres un bote de mermelada de melocotón, hundes los dedos. Parece que la mermelada sí gusta. Un poco de carne seca para acompañar. Nueces de Trenquendare, un olor que sigue pareciéndote maravilloso. Canela sobre la carne, explosión de sabores. Intentas contenerte sabiendo que si te pasas lo lamentarás. Te sientas y colocas los pies sobre la silla. Revuelves mezclando semillas de árbol de manteca de Rasinosof con la mermelada. Es mejor que Rose no esté, se preocuparía si te viese comer así. Te fuerzas a ir despacio, saborear. Intentas retirar la idea de mermelada en el pecho de Rose, pero la sustituye el recuerdo del sabor de la piel de Rose, puro. Luego, el otro sabor de Rose aquella vez, la sensación, justo antes de hundir la lengua distinta, de que era demasiado, lo que sentías era demasiado. Dedos y boca tratan de reconocerse entre mermelada con semillas, arrastras la lengua entre ellos despacio.
Muchas cosas distintas en este cuerpo pero es ya un hecho que se llevó del otro el deseo hacia Rose. Escrito aún tembloroso sobre la piel, como un tatuaje, se lo ha quedado. Ninguna sorpresa, combina con lo que sientes por ella, lo que piensas sobre ella. "Calma y cuidado y muy despacio y casi mejor que no" le dices, pensando con un dolor preciso que quizá ella no quiera. Una parte se queja contra la tela de nuevo. Tiempo, hay tiempo. Quizá ella no quiera y tú no deberías querer.
Está establecido que todo lo que eres, lo que se ha mantenido a través de la transformación y lo que ha cambiado, quiere. A Rose. En cuerpo y alma. La quieres con cuerpo y alma. "Quizá ella no quiera, sigue siendo mejor que no, quizá nunca más vuelva a mirarme igual. Pero ha venido. Lo está intentando. Tiempo, tiempo, ni siquiera yo me he acostumbrado..." Piensas antes de caer dormido en la silla, los dedos aún en el bote casi vacío.
3.-SOBREVIVIR A LA GUERRA
Despiertas empapada, la imagen aún presente. Sólo una pesadilla.
Ahí estabas, la energía surgiendo de ti, pero los Daleks no te temían, los Daleks no desaparecían, no hablaban. Permanecían estáticos girados en dirección al Doctor. Disparaban. Él mutaba. Sin luz surgiendo en chorros de su cabeza y sus brazos, sólo un instante y era otro, el nuevo. Los Daleks se giraban hacia ti. Tú le mirabas buscando ayuda, consuelo, lo que pudiese. Y él sonreía de forma siniestra.
No hay más sueño. "No se puede soñar la propia muerte", piensas.
La guerra, para ti, no era tan sólo una palabra antes de conocer al Doctor, pero tampoco mucho más que un concepto. La guerra eran pesados textos en pesados libros, terribles imágenes en televisión, portada de periódicos al pasar junto al kiosco, tema de conversación en los pubs. La guerra era una emoción compartida con miles en las calles mientras se pedía la paz, las lágrimas de algún anciano al hablar de sus recuerdos.
Más que una palabra, no más que un concepto.
Recorres los pasillos de la TARDIS en busca de ese lugar. Te pierdes cada vez que lo haces, te cuesta encontrarlo, supones que esa es la cuestión, que por eso es ahí donde él va. A refugiarse solo. Quizá funciona al revés y te cuesta encontrarlo porque él no quiere que lo encuentres.
Ahora casi cuesta llevar la cuenta del número de guerras en que has participado en menos de un año. En la última, te lanzaste a una misión suicida para salvar el mundo que aún no existe y salvarle a él, que acabó siendo otro. "Misión suicida" es algo que sólo cabía en películas antes de conocerle. Se queda en nada, sin embargo, comparado con otras cosas. Te estalla la cabeza al pensar que él ya no es él o que salvaste la futura Tierra.
Cierras los ojos con dolor al recuerdo del dolor, viendo en tu mente el tiempo no como una línea, no como una constante, el tiempo no-temporal. Ni siquiera tienes palabras para colocar en pensamientos lo que viste al absorber el corazón de la TARDIS.
Luego él absorbiendo la energía de ti para salvarte, luego él era otro, luego otra guerra que abortar.
Sobrevivir a la guerra depende de muchas cosas, a veces sólo de la suerte. Sobrevivir a haber sobrevivido a la guerra es más complicado, ahora que todo parece en calma y da tiempo a pensar. No sabes qué hacer con esos recuerdos. Todos los que murieron. Jack quedándose atrás. Lo que hubiese implicado no lograrlo. Tanta responsabilidad.
Por eso le buscas, él sabe de esas cosas, él sabe de todo.
Sólo que el hombre que te observa con una sonrisa y saluda con la mano girado sobre el respaldo de un sillón es un hombre al que sientes que apenas conoces. Lo que tú quieres es hablar con El Doctor, Tu Doctor, el que estuvo contigo todas las veces, el que murió para salvarte. Es él quien quieres que te abrace.
-Eh, Rose, hola.
La sonrisa abierta de siempre, que no es la de siempre sino la de otro, interrogante y cálida todo a la vez. Mirada triste tras un velo de alegría y sorpresa al verte.
Te has detenido en la puerta de la chismes-teca. Te gusta llamarla así porque a él le molesta. El Doctor la llamó Cajita de souvenirs, cuando te la enseñó. A ti te parece un almacén de cachivaches. Como un desván, casi un baúl de recuerdos con puerta. Vadeas diversos objetos acercándote al sillón, algunos móviles. Recuerdas su otra voz y su otra cara: "No, no están vivos, tampoco son robots, bueno ése sí, sólo es que...son inquietos. Autorregulación a largo plazo convexa de energía potencial. Complicado".
-No podía dormir, o dormir más. No tengo ni idea de cuánto he dormido-explicas reflejando la sonrisa y encogiéndote de hombros.
Él hace un gesto con la mano, invitándote a sentarte. Piensas que es curioso que tenga dos sillones en un lugar al que crees que va para estar solo.
La habitación resulta pequeña en comparación con otras, en parte por la cantidad de objetos acumulados. Está en penumbra, como siempre. La única iluminación se debe a una cascada de luz que surge entre la pared y el techo, sin límites definidos, sólo chispas leves, como destellos de cristales diminutos. Caen constantemente en catarata a distintas velocidades, como si no fuese cosa de la gravedad, salpicando en el suelo y a veces escapándose (literalmente, parece que echasen a correr desbocados sin dirección definida) por el aire hasta apagarse.
Sigue dándote un poco de miedo. Incluso después de aquella vez que el Doctor hundió las manos dentro y recogió esa luz para acercártela.
-Sólo son megafotones. Fotones en esencia pero un poco modificados, ¿sabes? Tecnología de primera pero nada más. ¡Coge!-Colocaste las manos bajo las suyas y él las abrió levemente dejando caer "luz" sobre ellas.-No quema ni nada...
Quizá ahora tendrás que esforzarte en disfrazar todos los recuerdos para poder relacionarlos con el hombre sentado a tu lado. Te dejas caer en el sillón, pensando que no te apetece. No te apetece lo más mínimo. No tienes ni idea de si son la misma persona por dentro, pero no quieres olvidar y te parece asquerosa la idea de recomponer recuerdos con otra imagen. Quieres recordarle, te caía bien. Joder, le querías. Miras alrededor pensando en si, entre los innumerables objetos irreconocibles, habrá alguna máquina mágica que te haga entender de verdad qué ha ocurrido o qué ha sido de él. Te preguntas hasta qué punto ha cambiado. Es obvio que ha cambiado, es "otro". Eso confunde y lo hace todo mucho más raro de lo que consideras puedes soportar. Pero si realmente ha cambiado por dentro, ¿entonces qué?
Reparas en la jukebox y la apuntas.
-Y eso es una jukebox, -dices tan sólo por romper el hielo.
El nuevo sonríe, casi agradecido. Es una broma personal, siempre que estás ahí lo dices, el único objeto que reconoces aparte de los sillones.
El Doctor apunta con algo así como un mando a distancia y suena Put your head on my shoulder.
Él permanece en silencio. Su silencio siempre te resulta sobrecogedor. Deja la expresión de "silencio incómodo" a un nivel de chiste. Te da miedo, te confunde, te pone nerviosa. Buscas tema de conversación pero todo te suena mal. Piensas en preguntarle qué demonios ha ocurrido en la cocina, parecía que hubiese pasado un vendaval cuando te asomaste buscándole, pero supones que tendrá que ver con el cambio y no estás de humor para sacar el tema.
Piensas en irte pero no quieres estar sola después de la pesadilla, aunque él fuese lo que más miedo daba en ella. Necesitas estar ahí y ver que no ha cambiado, no hasta ese punto.
Sigues su mirada, perdida en la "Bola de nieve". En realidad la bola de nieve no está rodeada por cristal y mide cosa de un metro. No sólo nieva, llueve, graniza, se forman nubes y abajo el agua se mueve en olas, una niebla se eleva y todo a la vez.
-Es bonita,- susurras por decir algo.
-Oh, es brillante.- Odias el cambio de adjetivo.-El agua es brillante, Rose,...
Luego sigue un monólogo acelerado sobre enlaces, moléculas, fuerzas, energías, formas en distintas partes del Universo. Debería hacerlo todo más fácil, por habitual, pero no lo hace, porque su voz es otra.
"Rose, soy yo. Sé que es difícil, pero tienes que esforzarte en entender que soy yo", te dijo, unas horas atrás, cogiéndote por los hombros y clavándote la mirada. No pudiste evitar buscar y buscar, más allá del color, la forma, las pestañas en los párpados colocados en otro gesto de comprensión y preocupación que no era el gesto conocido. Buscaste y buscaste.
Y él se dio cuenta.
Y tú dijiste que necesitabas dormir.
4.-LAS BRECHAS
Lo llamas "Brechas". Consideras que hay múltiples palabras que se acomodan mejor a la metáfora pero te gusta cómo suena Brechas y sirve. Es una palabra resumen, o sea que da igual y Brecha suena bien.
Mientras hablas del agua, sólo piensas en las brechas que se abren con los seres que has conocido en función del tema de ser un Señor del Tiempo y de que los humanos no tienen ni idea de cómo funciona eso. Dentro de las brechas comunes, las causadas por el cambio físico son muy comunes. Culpa por supuesto de la estúpida tendencia humana a valorar la vista por encima de otros sentidos. Basta ver su pornografía, pero el caso: Si los humanos fuesen capaces de entender que una imagen no dice gran cosa, todo sería distinto... Y la TARDIS habría sido descubierta miles de veces, todo tiene su parte buena.
Bueno, en realidad, si los humanos no tuviesen también la capacidad de negar lo que ven, la TARDIS y tú mismo habríais sido descubiertos miles de veces.
El tema: Brechas. Lo de los cambios de cuerpo te hace perder bastante la paciencia. No es que no entiendas que es molesto, lo es y mucho, sólo que consideras que lo es más para ti. Con lo doloroso que es morir, para empezar, el peligro asociado al periodo posterior al cambio de cuerpo, la engorrosa acomodación a los cambios de todo. La altura, el peso, el tamaño de los pies, de las manos, tener que cambiar totalmente de vestuario (peor, tener que pensar en ello), y que nada se acomoda ni cabe igual y... Tan engorroso. Coger los tonos de voz. Hubo una vez que pasaste días antes de conseguir sencillamente no gritar. Y, por supuesto, los cambios de verdad, del ritmo de los corazones al metabolismo más complejo, hormonas, neurotransmisores, todo. Pero lo peor, lo peor es la maldita brecha con los que te conocían, el tener que ir explicando por ahí que eres el mismo, una y otra vez.
Tener que acomodarte a un nuevo cuerpo para luego tener que esperar, con paciencia y esperanza, ambas, a que alguien a quien considerabas compañero, amigo y a quien en definitiva querías mucho te vuelva a mirar como si fueses algo distinto a un "Bicho raro".
Eres un señor del tiempo, y ahora es aún peor porque eres el último de tu especie, estás solo en el Universo. En parte no estás solo pero de algún modo está ese sentimiento que escuece de que estás solo. Lo aceptas. Eres más inteligente, comprendes cosas que la mayoría no logran ni imaginar, has visto cosas que la mayoría no pueden ni soñar. Sí, vale, muy normal, normal en el sentido de habitual, no puedes ser. Tu especie se ha extinguido, ya no hay habitualidad posible.
Pero eso no es motivo para mirarte como a un bicho raro.
O lo es.
Pero es un fastidio que lo del cuerpo importe tanto.
El caso es que ahí está, tu estúpido, estúpido, estúpido cuerpo, bastante bueno por otro lado, flexible y rápido y manejable, pero distinto y ya, alejándote de Rose y abriendo una brecha muy estúpida.
Porque hay otras brechas, otras brechas habituales. El tema, ley, de no poder variar acontecimientos fijos, el no poder viajar en la línea personal de tiempo, el "vamos a morir todos y vamos a morir ahora", plato tan común como poco apetecible. Aquello de decepcionar por sentir de vez en cuando un poco de rabia, lo cuál es de lejos más de lo que sueles permitirte. Y las cosas sin remedio, esos momentos en que sólo cabe un "Lo siento", un doloroso y terrible "Lo siento, no he podido". Brechas inevitables. Es como si les costase entender que no tienes nada de todopoderoso, sólo...haces lo que puedes, intentas ayudar.
Has visto antes la decepción en Rose, has podido con ello. Causar decepción es inevitable a veces. Lo que duele de esta decepción es precisamente que Rose siempre ha vencido esas decepciones, y muy bien. Se esforzaba y se esforzaba, pero lo lograba. Lo que te duele, hasta de una forma racional, es que esa misma Rose, con la que tampoco llevas tanto tiempo viajando, a la que quieres a muerte, con pruebas, es una mujer que eligió sacrificar su propia vida y logró encontrar el modo de que la TARDIS la llevase de vuelta a ti para salvarte y salvar al mundo. Ella sola, sin pistas, se saltó todas las dificultades que le pusiste para que lo lograse y lo hizo, sin dudar.
Rose es brillante.
La sientes brillar cada pequeño instante que pasas junto a ella y la idea de perderla te parece soportable sólo en el caso de que sea el único modo de salvarle la vida. La parte racional del dolor, es que no sólo es una buena compañía, una gran compañía, un punto de referencia, un apoyo, una constante, no sólo es todo lo que es. Además es buena, buena de verdad. Ha salvado el mundo sin ayuda ninguna, jugándose la vida, ella sola, de forma totalmente consciente. No puedes perder a Rose.
La chica acurrucada en el sillón de al lado, en pijama y con zapatillas peludas, que definitivamente no está escuchando tu apasionante descripción de los puentes de hidrógeno (quizá debiste elegir otro tema).
No puedes perder a Rose, no por algo tan absurdo.
Claro que quizá esa es una escusa, en ti y en ella, para no pensar que, efectivamente, un cambio de cuerpo no es nada de otro mundo para un señor del tiempo.
Absorber la esencia del tiempo sí lo es para una mujer.
La vieja cuestión. "La cuestión": Especies distintas.
Te vuelves a mirarla y ves que está dormida. El ceño fruncido, no lo suficiente para una pesadilla. Te planteas llevarla en brazos hasta su habitación, pero abandonas la idea. Porque la quieres cerca. No te cuesta nada, al fin y al cabo, velar su sueño por si las pesadillas vuelven. Sabes que hay pesadillas.
Nada de malo en tenerla cerca. Nada que ver con el miedo a perderla.
Rose Tyler, la chica que salvó el mundo, susurra tu nombre que no es tu nombre, tiende la mano y cambia la preocupación por sonrisa cuando se la tomas. Dedos distintos. Nada más que eso. Sonríes al pensar que alguien como ella, para ser exactos ella, sabe eso.
Sólo es cuestión de tiempo.
5.-EL MISMO QUE COMÍA PATATAS FRITAS
Hay cosas que no puedes pretender entender.
Recuerdas el primer viaje, la Tierra a punto de estallar al otro lado del cristal. Sin costumbre aún. Habías viajado en el tiempo, metida en una cabina que era más grande en el interior. Incomprensible. Seres imposibles te hablaban, el Doctor intentaba ser paciente y explicarte. No entendías nada. No entendías cómo el hecho de que estuvieseis en el futuro cambiaba el significado de que todo lo que conocías, la Tierra, fuese a estallar.
Todo lo que conocías saltando en pedazos.
No, se podía volver a casa, atrás en el tiempo, a ese mismo planeta en llamas. Después de que todo lo que conocías hubiese saltado en pedazos.
Todavía estalla la cabeza si piensas en ello.
Él dijo una vez que le sorprendía tu capacidad para entender lo que estabais viviendo. Te callaste que no lo entendías en absoluto. Te estaba mirando de esa manera, como si fueses fantástica.
Ahora te mira como si fueses brillante, sólo porque has hecho un chiste tonto comparando la TARDIS con una versión futurista de Internet. Te hace menos gracia que a él. Sonríe y te mira como si te conociese de siempre, con esa confianza hecha de tiempo y cosas compartidas. Te cuesta devolverle la sonrisa, sabes que no hay lo mismo en tu mirada. Quieres pensar "Aún", quieres decir "Aún", cuando la suya cae en un halo de pérdida.
Consulta la pantalla, todo pasión. Te recuerda a sí mismo en eso. Sabes que es él. Al mismo tiempo tienes un impulso tonto, muy tonto, como de decirle que no toque el coche de tu chico.
Cambiar de cuerpo: Incluido entre las cosas que no entiendes en absoluto. Te recriminas por ello. Te hace sentir pequeña, superficial, como una niña que se queja de que la muñeca que le han comprado no era exactamente la que quería. Sabes que él lo entiende, por supuesto. Él lo entiende todo. Le duele, a él le duele todo, ahí, a través de la sonrisa y otro discurso acelerado.
Es tan distinto a todo lo que ha saltado en pedazos al conocerle.
Dijo que sería peligroso, fantástico, difícil y peligroso. Se esforzó en mostrarte que siempre se podía volver a casa, te envió a casa sola cuando pensó que no había otra salida. El mismo hombre distinto que te habla de las mil maravillas de un planeta lejano.
Cambió de cuerpo, al fin y al cabo, para salvarte la vida. Merece que le mires como si fuese el mismo. No sabes cómo.
Se puede volver a casa pero no volver a él, el que era. Genial. Le pedirías el folleto de normas, para ahorrarte futuras sorpresas, si no fuese porque estás segura de que por escrito ocuparían toda la TARDIS; tamaño interior, no exterior.
Fantástico, difícil y peligroso, y lo único que parece necesitar es que creas en él.
Has salvado el mundo, deberías poder con esto.
Se te ocurre una idea por fin, no es gran cosa y suena mal pero es una idea: Pensar en él-el otro, en lo que habéis vivido, agarrarte a un momento y mirarle a él-éste a través de ese recuerdo. La próxima vez que retire la mirada de la pantalla y calle se encontrará con eso. Un poco de fe.
Surge un recuerdo pequeño, sin importancia. Cuando volvisteis al presente tras ver estallar la Tierra. Esforzándose en darte normalidad, os sentasteis a comer patatas fritas en el banco de un parque. Después de todo lo ocurrido estaba sentado a tu lado, hablando de moda, de la ropa del siglo XXI, del presente. Se atragantaba, tosía, reía un chiste tuyo sobre medias de rejilla, se subió el cuello porque tenía frío, dijo que las patatas estaban fantásticas, cogió de las tuyas cuando se le acabaron. Tan humano que sentiste un escalofrío cuando empezó a hablar de una raza extraterrestre.
Siempre, siempre se te olvida que no es humano.
El truco no funciona, estás en ese escalofrío cuando te mira de nuevo.
-Aún quieres ir, ¿verdad?
No entiende la fuerza con que respondes
-Aún.
Un poco de fe. Has salvado el mundo, piensas poder con esto. Él lo merece.
6.-BARCELONA, O LOS PELIGROS INHERENTES A LA PERFECCIÓN
Cuando Rose insistió en que le contases algo sobre a dónde ibais, dijiste "Perfecto".
Esa es la palabra: el planeta Barcelona, al menos en su quinto milenio, no es nada por debajo de perfecto a los ojos de un humano. Hasta donde sabes, no hay un sólo lugar en todo el planeta que no resulte insultantemente bello. De las cataratas añil de los trópicos a las construcciones móviles del siglo 31 que aún rondan el ecuador, Glasnat, la ciudad de rubí, los bosques aéreos del norte,... Se lo cuentas todo de camino salvo el lugar al que vais: Las playas luminosas del hemisferio sur.
Por lo general, Barcelona está infestado de turistas. Es pequeño, está lejos de todo, pero aún así. Salvo, por supuesto, durante el quinto milenio cuando la ola de frío dejó la temperatura por debajo de los 40 grados de máxima y 30 de media. Las especies que la habitan migraron al ecuador en esa época por no poder soportar el frío, los turistas invasores que la conocían estaban acostumbrados a sus habituales 50 grados de media y dejaron de visitarla.
Así que Rose y tú sois los únicos seres conscientes, al menos fuera del agua, en kilómetros a la redonda. Nada por debajo de perfecto.
Rose sonríe, sonríe y vuelve a sonreír una y otra vez desde que salió de la TARDIS. Mira las tres lunas llenas, casualidad en esto, moviéndose a distintas velocidades por el cielo repleto de estrellas. Mira los acantilados que cierran la bahía salpicados de pequeños árboles plateados, las casas colgantes ahora abandonadas con su entramado de ramas y arcilla rojiza, la arena blanca, brillante por los restos de la marea y, por último, como si dejase lo mejor para el final, pierde la vista en el mar turquesa resplandeciente.
Se vuelve hacia ti sonriendo, te agarra de las solapas, da saltitos, grita, te abraza. Por primera vez desde que ocurrió sientes que se siente realmente cómoda contigo. Por primera vez todo parece de nuevo perfecto. Ese era el motivo, al fin y al cabo.
-Dime que me puedo bañar.
-¡Rose! ¿Cómo puedes pensar que te traería a un lugar así si no pudieses? Dije perfecto. No suelo decir perfecto. Y dije bañador. No suelo decir bañador.
Así que hay otro abrazo y te coge de la mano para arrastrarte corriendo hacia la orilla, tambaleándoos porque los pies se hunden en la arena. Sólo te suelta allí para quitarse la ropa. Antes de que siquiera te aflojes la corbata ya está corriendo por el agua.
-No vayas muy lejos, y espérame, y no tragues demasiada agua, no es peligroso pero es molesto. Que me esperes. Ah, y si algo te roza...
Pega un chillido.
-Si algo te roza no chilles. Les asustan mucho los chillidos.
-Lo tendré en cuenta, a partir de ahora.
-Lo tendré en cuenta a partir de ahora,-murmuras dándole la espalda para recoger su ropa desperdigada, llevarla donde las olas no lleguen y desnudarte ahí. -Una sola especie sensible al tacto en todo el hemisferio y les aterroriza nada más llegar.
Quieres pensar que es demasiado impulsiva, que está loca y que no piensa las cosas, pero cuando lo piensas te parecen cualidades bastante agradables y sólo hay una sonrisa tras otra sonrisa. Hasta que te das la vuelta, dispuesto a seguirla, y ella está ahí.
De pie, a menos de un metro, mirándote con malicia, brillando empapada, los brazos abiertos. Por un instante te recuerda lo que ocurrió, la luz surgiendo de ella cuando absorbió el corazón de la TARDIS, casi te asusta, pero no hay tiempo. Se lanza sobre ti tirándote al suelo en el impulso. Apenas eres capaz de entender que sólo es una broma, la mayor parte de tu cuerpo ni se acerca a entenderlo.
-Y esto es lo que en el planeta Barcelona se llama dejar huella.
Se sienta a horcajadas sobre ti, mirando el rastro de agua luminosa que ha dejado en tu cuerpo. Se retira a un lado, sentándose sobre los tobillos, demasiado rápido para pensar en por qué. Aún mirando tu pecho, reflejos de luz en sus ojos.
-Creo que es lo más bonito que he visto nunca.-Estalla en una carcajada,-No te lo tomes como algo personal, no quiero decir tú.
-No lo haré.
Ahí debía ir un chiste que no sale, lo dices sólo por llenar el silencio, esperando que no se dé cuenta.
Quizá demasiado solos, quizá demasiado perfecto.
Mantiene la mirada mientras la luz se va desvaneciendo en tu piel, la suya, húmeda, aún brilla. Arrastra un dedo despacio por tu mejilla, a tu cuello, a tu hombro, brazo abajo, lo cambia por otro cuando dejan de tener luz, dejando el rastro.
-¿Por qué...por qué se apaga?
Tragas saliva, respiras lo menos hondo que puedes, agradeces la escusa para hablar.
-Es el agua en realidad lo que...
-¡No! No me lo cuentes,-haciendo espirales en la palma de tu mano, cambiando dedos por dorso cuando ya no hay más-no quiero saberlo. Esto no.
Piensas que tiene que haber una opción, entre todas las posibles opciones, mediante la cual este momento no se rompe y que no incluye un beso. Es sólo que no se te ocurre ahora. Esperar que se le ocurra a Rose, intuyendo en parte lo que siente, es confiar demasiado en la naturaleza humana. Si conoces un poco a los humanos, y los conoces mucho, esto sólo tiene un final distinto a que salgas corriendo a esconderte. Por otro lado, o aún no le has pillado el ritmo a tu nuevo cuerpo o todo indica que tu cuerpo no se mueve de ahí.
¿Cómo pudiste olvidar que la perfección siempre, siempre, es una mala idea? ¡Va contra las leyes más básicas del Universo! No puede salir bien.
-Creo que te voy a besar.-Su voz ronca se cuela en la confusión de opciones que bulle en tu mente. Ni idea de cuánto llevas mirando sus labios, tarde para no hacerlo. Ahora sonríe.-Porque si no te beso va a ser aún más raro que si lo hago... y también un poco porque sí.
Se encoge de hombros, la preciosa Rose aún brillante. Por supuesto, cómo no iba a saber qué hacer con el momento. Es humana y encima tiene 20 años, en eso tenía que ganarte. Ella no sabe que lo perfecto es antinatural. Por eso todo.
No piensas salir corriendo, no piensas huir de ninguna manera. Tendrías que haber encontrado el modo antes. Ahora cualquier opción es peor opción. No vas a negarte. No es sólo que quieras, es la idea de lo que hay detrás de su intención. Si es lo que quiere, adelante.
Te incorporas lo justo, ella se inclina, a medio camino un beso leve, calmado. Se retira mirándote a los ojos, sonríe como si acabase de recibir la respuesta que buscaba.
Sencillamente lo pones en sus manos, esperas su decisión. Se pone en pie y tira de ti.
-Vamos, no quiero que se desvanezca.
Corréis hacia el mar. La luz en todas partes. Rose sonríe y te empuja, se sube a tus espaldas, te salpica, te llena el pelo de agua resplandeciente, lo peina y lo revuelve, y te observa. No te mira, te observa. "Sólo es por el agua que brilla" te repites, sabiendo que lo que observa son tus ojos: Lo único de ti que no brilla por el agua, sino por el reflejo de ella.
