Dragon Age en su totalidad pertenece a BioWare.

Advertencia: violación desvergonzada del canon y toda lógica que éste pueda llevar. El presente relato fue iniciado durante una clase soberanamente aburrida y amenaza con ahogarme si no lo escribo. Se espera, además, una ola de clichés y mala escritura. Proceda con precaución. También: Fenders (tal vez) y posibles spoilers de la saga hasta Dragon Age II. No tengo dinero ni tendré para Inquisition en mucho, mucho tiempo.

1.

Tocaban a la puerta de la clínica.

Anders calculaba que no había pasado ni una hora desde haber apagado la lámpara, avisando con dicho gento la indisponibilidad de sus servicios sanadores por el resto de la noche. A menos de encontrarse frente a una emergencia, claro está.

Sentándose en su cama y posando ambos pies en el suelo, gruñó. Se preguntó por lo bajo si realmente valdría la pena levantarse; Justicia creía que sí pero también creía que dormir y comer era sinónimo de desperdiciar el tiempo, entonces no era un juicio a tomar en cuenta para decidir en ese momento.

—¡Mago!

Ah, entonces era un sueño. Era la única explicación lógica para dar cuenta al hecho de oír la voz de nadie más ni nadie menos que el señor "todos los magos deberían ser Tranquilos y dejarme bailar de cuarto en cuarto dentro de mi mansión con la tranquilidad de su tranquilidad". Fenris.

—¡Abre la puerta, mago! ¡Sé que estás ahí!

Ah, entonces era una pesadilla. Un descanso de los engendros tenebrosos o la oscuridad de los recuerdos del confinamiento solitario pero pesadilla al fin y al cabo. Única explicación posible para el hecho de no poder ser libre ni de su deber ni del endemoniado elfo. Se cacheteó, pensando erróneamente que sería una buena idea para espabilar y arrepintiéndose inmediatamente, había usado más fuerza de la esperada en sí mismo.

Caminó pesadamente hacia la puerta, con los golpes y gritos de Fenris como música de fondo. Suspiró, enderezó la espalda y abrió.

Juraría luego que Fenris había mascullado sus típicos insultos a su persona, sumados a quejas contra el hecho de haberse tardado tanto en abrir su puerta, pero Anders estaba muy ocupado observando el manojo de cobijas roídas y húmedas que llevaba el elfo en brazos. El manojo temblaba.

Mejor dicho, el cachorro de mabari que el elfo llevaba en brazos temblaba.