Mi primera incursión en el mundo de la escritura...cualquier cosa puede salir de aquí xd

Habrá de todo, sin ofender, pero si cortarse.

Clexa otp, always.

Cerró los ojos, respiró profundo y se dejó invadir por el olor a rosas recién cortadas. No había mejor sensación para un Sábado por la mañana. Echaba de menos esos momentos, de paz y serenidad. Suspiró. Por fin tenía por delante una semana de descanso entre rodajes.

Ese día se levantó temprano, se recogió el pelo en un moño, se enfundó sus pitillos negros y una blusa blanca, y tan pronto como estuvo listo su café para llevar, salió a merodear el mercado de las flores. Era un mercado semanal que se montaba en una gran plaza a 5 minutos de su casa, bullicioso a media mañana, pero casi desierto a esas horas. Se oía el sonido metálico de barras chocando entre sí mezclado con el "mío mío" de las gaviotas del puerto cercano. Todavía había puestos terminando de montar sus carpas y colocando el género cuidadosamente, era una mañana fría pero soleada, todo era perfecto, casi perfecto.

Le gustaba especialmente el puesto de Indra, lleno de flores extravagantes entre las que se podía perder. Caminó entre los puestos hasta encontrarla. Dejó su cesta bolso de mimbre en el suelo.

- Mmmm, tienes las mejores flores de todo el mercado, Indra. Ni que estuvieran recién cortadas! - Exclamó Lexa.

- Es que lo están! -Rió Indra -Para tener la mejor mercancía hay que hacer algunos sacrificios, levantarse al alba y realizar todos los preparativos. Ven, deja que te enseñe mi último descubrimiento. Has tenido suerte de venir hoy, hacía mucho que no te veía el pelo. -le gritaba Indra mientras entraba en el almacén.

- Sí, el trabajo, buff -respondió distraída mientras perdía su mirada entre ramos de flores.

-Mira, te gusta? - Preguntó Indra mientras le acercaba una flor de tallo kilométrico coronada por un gran pétalo blanco, que, como una trompeta, se enrollaba para acoger un largo órgano de amarillo brillante.

-Oh! - Exclamó sorprendida Lexa, mientras se embriagaba por su olor - Me encanta!

-Lo supuse, contestó Indra. - Es muy de tu estilo, elegante, pura, y alegre.

-Ohhh, gracias! Siempre tan adorable! Me la llevaré! Y un ramo de 5 rosas rojas, quiero darle una sorpresa -Dijo Lexa.

-Siempre tan detallista -contestó Indra mientras preparaba el ramo.

Indra la había visto corretear por ese mercado desde que tenía siete años y sus padres se mudaron a ese barrio. Para Lexa era como su segunda madre, podía confiarle sus mayores preocupaciones, lo había hecho desde pequeñita. Indra siempre la había aconsejado con honestidad. Desde recomendarle unas buenas protecciones para los patines porque la veía estampada contra una farola, hasta consolarla cuando fue consciente de que nunca podría viajar a la Luna. También la animó a empezar el conservatorio especializándose en percusión. "Te brillan los ojos cuando tocas Lexa, tu interior arde. No puedes ignorarlo", la dijo. Y aunque ya no tocara profesionalmente, seguía animando las fiestas o tocando para ella en su apartamento cuando conseguía quedarse sola.

-Ojalá fueran sólo un detalle -Frunció el ceño Lexa.

-Sigues con las dudas? -Preguntó Indra.

-Nunca se han ido, cada vez es más distante y ya no sé qué hacer. Además vivir en San Francisco me está haciendo replantearme muchas cosas. La distancia es una mierda, Indra -La dijo. Sabía que no era sólo la distancia, sabía que era algo más, pero prefería engañarse.

-Tenéis que hablar, Lexa. No eres feliz... -Empezó a decir Indra.

-Otra vez con eso no, por favor. Aprovecharé las flores para aclararlo, todo volverá a ser como antes y ya está. -Sonrió Lexa.

-Si eso es lo que quieres -Respondió Indra.

-Ayss Indra -Dijo, mientras ponía los ojos en blanco, -Déjalo ya -Gruñó Lexa.

-Sólo digo que no te brillan los ojos, tú verás cómo quieres malgastar tu vida -Dijo mientras levantaba las palmas de las manos.

-Ay, por dios, qué intensa eres Indra. -Rió nerviosa -No hay por qué ser tan extremista. -Dijo un poco ofendida.

-En el amor sí -Replicó Indra.

-Uff me voy, que estás muy trascendente hoy. A ver si arreglo el desaguisado. -Se despidió dándola un fuerte abrazo.

No podía aguantar más esa conversación. La conocía muy bien y la había dicho demasiadas verdades seguidas. Apretó el paso, tenía que aclarar la situación ya.


Se conocían de toda la vida, pero no fue hasta el último año de instituto que empezaron a salir juntos. Gustus siempre se había sentido atraído por ella, y al final el que la sigue la consigue. Él se caracterizaba por ser respetuoso y adulador y no paró hasta que consiguió conquistarla entre clase y clase de percusión. Empezó mandándola cartas, luego flores y con eso de:

-No, es no es el ritmo Lexa, déjame que te enseñe. -insistía Gustus

Fue rompiendo el hielo, hasta que un día se armó de valor:

-No sé cómo decirte esto Lexa, se acaba el año y no puedo hacerme a la idea de no verte. Ahora tú irás a estudiar a EEUU, yo me quedaré aquí en Australia y no quiero perderte. Tenemos una conexión especial. -La colocó sus rizos rebeldes detrás de la oreja y dejó su mano cubriendo su mentón. -Sé que tú también la sientes -Se acercó mientras la acariciaba la mejilla -Y quiero que nunca olvides que quiero ser el dueño de tu corazón -Suspiró tímidamente en sus labios mientras posaba un dulce beso en los suyos y la dió una cajita de cartón cerrada con un lazo. Al abrirla, Lexa descubrió dos colgantes, uno era una pequeña llave y el otro un corazón con una cerradura en su interior.

Deslizó la llave en la cerradura y giró con cuidado, no quería despertarle. Fue hasta la cocina, colocó la el lirio de agua en un largo jarrón con agua y preparó el desayuno en una gran bandeja adornada con las rosas. Casi siempre era Gustus el que tenía este tipo de detalles, pero esta vez, ya que llevaban 1 año sin verse y se volvería a ir otros 3, quería ser ella la que empezara con buen pie. La última vez que hablaron acabaron discutiendo y esa noche ni se tocaron. Esperaba que un desayuno en la cama y un ramo de rosas pudiera desatascar las cosas. No se le ocurría nada más y eso la hacía sentir culpable.

Acarició el pequeño corazón que colgaba de su pecho, parecía mentira que hubieran pasado ya 5 años desde que dejara Australia y el instituto. Estuvo 4 años estudiando audiovisuales en San Francisco, no podía haber elegido una ciudad mejor, con ese aire de felicidad y libertad, que la caló hasta los huesos. Todo era excitante, Gustus la visitaba varias veces al año y fantaseaban con que él se mudaría allí y montaría su propio negocio.

Pero el último año estaba siendo duro para su relación. Su vida ya no era estructurada como antes, viajaba, trabajaba y se iba de fiesta a partes iguales y su comunicación no era tan fluida. Sentía que quería a Gustus como el primer día...y eso la desconcertaba. El chico amable, tierno y atento del instituto se convirtió en su novio y ella de repente se vio en una relación que no buscó, pero la gustaba, con un chico que no buscó, pero que la conquistó. Todavía veía en él lo que, con el tiempo, la enamoró, pero ahora se preguntaba si era suficiente.

-Gus, Guuus -Susurraba mientras le daba golpecitos en el hombro. -Despierta, es más de medio día.

-Más de las 12? -Preguntó mientras parpadeaba torpemente y se desperezaba.

-Casi, faltan 5 minutos. -Contestó ella.

-Mierda, tengo que entregar un informe.

Tiró de las sábanas y se levantó como alma que lleva el viento, cuando oyó un estruendo. La bandeja que Lexa había depositado sobre la cama se había estampado contra la pared. Él se limitó a mirar el destrozo y susurrar un "Perdón", más obligado que sentido, antes de salir disparado hacia su despacho. "Pues sí que empezamos bien" -Pensó Lexa.

Era el momento de coger el toro por los cuernos, ignoró el desaguisado y se fue hacia el despacho.

-Gustus, qué ocurre? Llevamos un año sin vernos, qué menos que buenos días, no? Quería hablarle de lo que estaba sintiendo antes de tomar ninguna decisión.

-Sí, un segundo, ahora estoy contigo. -Respondió sin ni siquiera levantar la vista del portátil.

-A mi no me hables como a uno de tus trabajadores! -Gritó Lexa. Se estaba enfureciendo.

Lexa no solía gritar a menudo, pero cuando lo hacía, imponía. Gustus paró en seco de escribir y la miró con los ojos encendidos.

-Si has esperado un año para verme, puedes esperar otros 10 minutos. -Dijo con toda la tranquilidad del mundo.

Golpe bajo que la enfureció más todavía. Apretó su mano en un puño.

-Sábes que el trabajo no me ha dejado venir antes. Tú tampoco es que hayas hecho mucho por verme...o por saber de mí. Antes me llamabas antes de acostarme, ahora ni me cojes el teléfono, sigues siendo el mismo, sigues ahí, pero me tratas de distinta manera, qué ha cambiado? -Preguntó Lexa, intentando relajarse. No quería haber llegado a los reproches tan pronto. Se estaba clavando las uñas en las palmas de las manos.

-El trabajo, que me tiene liado. -Respondió Gustus. Le estaba dando de su propia medicina.

-A mi el trabajo nunca me ha impedido hablar contigo. -Le dijo muy seriamente. -Me estás evitando -Añadió.

-No soy tan hábil como tú -Respondió con ironía. -No soy capaz de hacer tantas cosas como tú. -Continuó recalcando el tú.

Ahí estaba. Algo le pasaba.

-Tantas? -Preguntó incrédula

-Sí, sí, tantas. Trabajas un montón, viajas un montón y también tienes tiempo para irte de fiesta un montón. -Dejó caer Gustus. -No sé para qué te voy a llamar, si siempre estás ocupada. -Dijo con rintintin.

Lexa estaba alucinando pepinillos. Esto si que no lo iba a consentir. Se tranquilizó.

-Que yo sepa nunca te he rechazado una llamada. No sé qué mosca te ha picado, pero te acabas de pasar de la raya. No confías en mí? -Preguntó de manera pausada.

-No. -Respondió Gustus, y los ojos de Lexa se abrieron como platos.

-No puedo creer lo que me estás diciendo -Balbuceó Lexa

-Lo que oyes. He hablado con tus compañeros de piso y con algunos de tus compañeros de trabajo, y me han dicho que tienes muchos pretendientes. -Soltó Gustus

-Qué? Que interrogas a mis compañeros a mis espaldas? Pero de qué vas? -Espetó Lexa

-Solo quiero protegerte. -Dijo Gustus -A saber quien te ronda, y siendo como eres, seguro que te dejas engatusar. -Por fin dijo Gustus

Lexa no era capaz de procesar toda la información. Gustus nunca se había comportado de manera posesiva o celosa, desde luego, algo tenía que haber pasado para que cambiara de actitud. Se intentó serenar colocándose los puños de la blusa.

-En todo este tiempo no te he dado ningún motivo para que pienses eso...por qué ahora sí? Por qué desconfías de mi? Por qué hablas con mi entorno antes de hablar conmigo? Por qué ya no me cuentas cómo te sientes? -Gustus sentía cada pregunta como puñales que se le iban clavando en el pecho. -Qué ha ocurrido? Y no me mientas, porque me enteraré igualmente -Dijo Lexa mirándole directamente a los ojos.

-Te he sido infiel -Confesó Gustus

-Q...qué? -Balbuceó Lexa. No se lo esperaba, su orgullo pisoteado de la manera más ó frío en todo su cuerpo, pero sudor en la nuca, se le nublaron los ojos y tuvo que apoyarse en una mesa cercana para no desvanecerse. Era cierto que su relación había ido de mal en peor en el último año a causa de su trabajo, pero esto? Nunca lo esperaría de Gustus, el chico devoto del instituto. Su primer y único amor, aquel con el que algún día se imaginó formando una familia, envejeciendo juntos.

Es verdad que ella era un mar de dudas en la relación, siempre había tenido dudas. Pero siempre luchaba por la relación, como hoy, que estaba dispuesta a pelear otra vez. A contarle sus miedos, a intentar que la comprendiera. A buscar soluciones, a cambiar por él. Pero nunca le había sido infiel, no, eso nunca.

Se arrancó el colgante del pecho y se lo lanzó a la cara con toda su fuerza. Intentando alejar lo más rápido y lejos posible todos esos sentimientos. Y con una mezcla de furia y tristeza dijo:

-No permitiré que me trates así.

Gustus sintió como si una larga espada le atravesara el corazón lentamente, siendo consciente, en ese instante, de cómo le había faltado el respeto a Lexa tantas veces. Sabía que la había perdido, el arrepentimiento no valía de nada ya. Ni siquiera intentó retenerla.

Aguantando las lágrimas, Lexa se dio media vuelta y salió del despacho. Con mucha calma recogió sus maletas medio abiertas y caminó hacia la puerta principal. Salió muy lentamente y cerró la puerta de la casa suavemente. Se limpió la lágrimas con la manga de la camisa y, con paso firme, puso rumbo a casa de su madre.

Pasaría allí una semana antes de volver a San Francisco. A raíz de su experiencia en varias producciones indies, la habían llamado para ser una de las cámaras de la película Thumper, también de rollo indie. Necesitaba estar centrada en ese trabajo, podría ser el trampolín que la haría saltar a las grandes producciones.

Se daría una semana para llorar y regodearse en la mierda. Su corazón ya no tenía llave, estaba sellado y fortificado. Se sentía sin fuerzas, no volvería a adaptarse a nadie, no iba a cambiar por nadie.

No podía volver a sentirse vulnerable otra vez, no volvería a invertir energías en una persona.

Su trabajo sería su obsesión -Pensó, ignorando el velo de tristeza que cubrió su corazón.