A sus ojos de haber un dios en la tierra habría tenido la apariencia de Enjolras, alto, rubio, de mirada penetrante, hermoso. Había mas fuerza en sus palabras que en las de ningún otro, sus ideales eran inquebrantables, no vacilaba, brillaba por sí mismo.

Tal vez por esa razón les había sido tan fácil seguirle y confiar en él. Con Enjolras como líder sentían que no había nada que no pudieran hacer, se sentían como héroes, de verdad creía que podían cambiar las cosas.

Con él… con él se había sentido como con nadie, su pecho vibraba con fuerza, la sangre subía a sus mejillas con solo una mirada suya. Y Grantaire realmente quería que se fijara en él, que le mirara mas que a los otros.

Tal vez esa era la razón de que se le hubiera hecho tan natural levantarse con las pocas fuerzas que le quedaban y caminar hasta él, morir con su Apollo sería un placer. Las balas eran frías pero la mano que se aferraba a la de Enjolras, el calor que desprendía el otro y su mirada, aun poderosa contrarrestaban cualquier miedo.

No habían logrado nada y aun así se sentía que había vencido.