Capítulo I – Víktor ¿Krum?

Parte I/III

Cuando a eso de las 06:00 A.m. el reloj despertador comenzó a sonar, con un golpe diestro y certero, en vez de apagarlo, Hermione casi lo hizo añicos. Bien por el exceso de ocupaciones que venían llenando su agenda el último tiempo o por la cantidad de preocupaciones que masticaba durante las noches; la palabra descanso prácticamente había desaparecido de su diccionario. En las horas que pasó recostada sobre la cama, apenas pudo pegar los ojos por escasas tres horas, tres dulces y preciadas horas de sueño que hubiese querido extender. De mala gana, tomó las tapas de la cama y las tiró lo más lejos que sus enjutas manos le permitieron. Ni por más ganas que tuviera, no podía entregarse a los añorados cinco minutos de postergación de todos los días; Danny, su compañera de departamento, le había rogado hasta el hartazgo para que la cubriera en una entrevista a la que no podría asistir. Seis meses insistió para obtener la cita. Desaprovechar la posibilidad no era una opción. A Hermione ese tipo de escenarios nunca le resultaban cómodos, pero se vio obligada a aceptar; a Danny, en realidad, casi nunca podía decirle que no.

Los minutos del desayuno se le escaparon revolviendo el closet en busca de algo apropiado. Su estilo casual le impedía de frentón adquirir piezas de tinte formal. Entre la escases de prendas adecuadas, lo único que encontró fue un faldón negro y una blusa desteñida; al verse frente al espejo, ella misma soltó una risa. Antes de arrepentirse de salir a la calle disfrazada de secretaria solterona, tomó sus apuntes, su cartera, las llaves del auto y cerró la puerta del departamento tras sus pies.

El lugar quedaba en el extremo opuesto de la ciudad, llegar le tomaría cerca de una hora. La niebla espesa y los gruesos goterones de lluvia hacían que conducir se transformara en una tarea compleja. Mientras combatía con la autopista y despotricaba internamente en contra de Danny, intentaba darle vueltas a las principales ideas que abordaría. Pensar en preguntas provechosas sería difícil, había muy poco de qué agarrarse. Los datos biográficos del entrevistado eran exiguos, casi nulos, ni siquiera había fotos suyas en internet. A menos de que fuese lo suficientemente hábil para improvisar, no podría conseguir nada muy interesante. De él sólo sabía tres cosas, dos de ellas eran ciertas y probables: era joven y multimillonario. El otro dato que manejaba, en realidad era algo así como un mito. Se rumoraba, incluso la misma Danny decía, que físicamente, era un hombre muy atractivo. De todas las aristas involucradas, ese punto en particular, la ponía sumamente nerviosa. Al tratarse de hombres, su seguridad escamoteada siempre le jugaba malas pasadas.

Al lado de los vehículos de lujo que repletaban el estacionamiento, su escarabajo parecía una chatarra indecente. Al advertir la diferencia, lejos de sentir vergüenza, levantó la cabeza con orgullo. Manejaba ese auto nada más que por decisión propia, si bien, el dinero no le sobraba, habría podido adquirir algo mucho más digno, pero la onda vintage le agradaba. Cuando llegó a la puerta de acceso al edificio, las manos le sudaban y las piernas comenzaban a temblarle. Aspiró aire con fuerza, llenó sus pulmones y exhaló. El tac tac débil y descoordinado de sus tacones, delataba la falta de experiencia y el nerviosismo. Al presentarse en el mesón, la encargada no tardó en darle el pase. Subió al ascensor y cruzó los brazos para abrasar con ellos su libreta. Las puertas se abrieron a la orden del tintineo; apretó los puños como preparándose para la batalla y se permitió un último suspiro. A su derecha, en grandes letras negras, podía leerse el apellido del jefe, ocupando prácticamente todo el muro; a su izquierda, un gran escritorio negro de talla sofisticada, con incrustaciones metálicas y superficie brillante, era, al parecer, la estación de trabajo de la secretaria. En lo que demoró en recorrer la distancia entre el ascensor y la recepción, vio desfilar un sequito de muchachas vestidas y peinadas de la misma forma, todas de características similares: rubias, altas y estilizadas. Su moral bajó todavía más, se sintió poca cosa; la idea eso sí, no tardó en ser remplazada por otra: definitivamente, el hombre elegía a su personal con pinza. Al parecer, tener dinero, también le facilitaba concretar sus fantasías. Aquello lo digirió como algo aberrante. Un punto en contra para él.

- Buenos días, soy Hermione Granger, vengo de parte de la señorita Danny Wood – se presentó, con cierta timidez.

- ¿La entrevista para el sun daily times? – preguntó, mirando la agenda de reojo.

- Así es.

- Perfecto, tome asiento – dijo, señalando los sillones de cuero a su derecha. Se puso de pie y se perdió tras una puerta doble situada a sus espaldas.

Una de las jovencitas se acercó a ofrecerle algo para tomar; Hermione aceptó un vaso de agua. Mientras bebía, pudo notar cómo, con absoluto descaro, las muchachas la recorrían de pie a cabeza. Probablemente, que el jefe recibiera a terceras no les resultaba grato. Aunque desgarbada y mal vestida, las mujeres la veían como una amenaza. No tardó en soltar una risita al pensar en la posibilidad. Se acomodó en el asiento e intentó evadir el contacto visual; era mejor no tomarlas en cuenta. Al sentir nuevamente los tacos de la secretaria, el estomago le dio un vuelco. La escasa tranquilidad que había conseguido, se esfumó por completo; las manos volvieron a temblarle.

- Señorita Granger – escuchó, temiendo lo probable.

- ¿Sí?

- El Señor Víktor la está esperando, adelante.

Se paró de la manera más digna que pudo, y atendiendo las indicaciones gestuales de la secretaría, caminó hacia la puerta que estaba tras el mesón. El acceso a la oficina parecía un corredor, unos cinco metros separaban la primera puerta de la siguiente. Con trancos exageradamente cortos, intentó prolongar lo más que pudo la llegada. Estaba bloqueada, completamente bloqueada; ni siquiera se le ocurría de qué manera saludar. Cuando su mano rozó la manilla, apenas podía mantenerse en pie. Se detuvo a pensar si en realidad era buena idea, pero en cuanto recordó a Danny, sintió el impulso necesario y abrió. Más que una oficina, el lugar tenía las dimensiones de una suite de lujo. Le costó reconocer donde exactamente se encontraba el hombre, al entrar, la luz que se filtraba por la pared de cristal le había nublado la vista. De pie, junto al escritorio, de espaldas a la puerta; ahí estaba. Su silueta al menos, sí calzaba con los rumores. Espalda ancha, brazos y piernas robustas, metro noventa de estatura; un cuerpo grande y esbelto.

En cuanto sus tacones comenzaron a resonar, aun dándole la espalda, él tosió para preguntar:

- ¿Señorita Granger? – el tono grave y algo rudo le resultó familiar; un acento evidentemente foráneo.

- Sss... sí, soy yo – reconoció en un hilo de voz – debí tocar, perdón.

- No se preocupe. Acérquese, tome asiento – más que un ofrecimiento, parecía una orden. Tímidamente, lo más rápido que pudo, se acercó al escritorio y ocupó una de las sillas.

- ¿Le parece si empezamos? – soltó de pronto. Apenas las palabras salieron de su boca, se lamentó internamente por la falta de cortesía.

- Si, está bien – aceptó él con voz expansiva, moviendo los hombros y el cuello como buscando relajarse. Sin alertarla siquiera, se giró para darle la cara. Ella leía sus notas, esperando quien sabe qué para empezar a hablar. Víktor puso sus manos sobre el escritorio y se inclinó levemente para llamar su atención. Hermione levanto la vista. Una gran O se estampó en sus labios y el lápiz y la libreta se le cayeron de las manos.

- ¡¿Tú?!


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