La vida diaria de Miyako
Disclaimer: Digimon es propiedad de Akiyoshi Hongo.
Aviso: Este fic fue escrito para el topic "Las mendigas fickeras II" del foro "Proyecto 1-8".
Dedicado a Kaiserin Carrie, quien pidió este reto. Espero lo disfrutes.
Capítulo 1: Miyako al rescate
Miyako acostumbraba iniciar su rutina con mucha prisa. Tenía un despertador pero también la costumbre de posponer la alarma cinco minutos más y cuando se daba cuenta le quedaba poco tiempo. Por lo general solía correr con una tostada en la boca para llegar a tiempo. Ayudar a sus amigos también era parte de su rutina.
Cuando Hikari le pidió que la acompañara a tomar fotografías pensó que sería diferente, algo menos aburrido. No era la primera vez que acompañaba a Hikari en busca de fotografías y no se trataba de algo que le desagradara pero en todas esas ocasiones habían hecho cosas más interesantes. Visitaron lugares fascinantes como eventos de anime, no se considera especialmente fan de estas actividades pero disfrutaba ver lo elaborados de los trajes. En esa ocasión habían ido a un jardín. A Miyako le gustaban las flores pero no entendía la fascinación de Hikari por las mismas.
Ella estaba tan aburrida que sentía que podía dormirse en cualquier momento pero Hikari parecía fascinada. No había dicho nada pero el esfuerzo que colocaba en cada fotografía la delataba. Su amiga se demoraba varios minutos escogiendo el ángulo, la posición y otros aspectos que desconocía al no haber estudiado fotografía.
Movida por la curiosidad quiso acercarse a una flor que se le hacía familiar. No había llevado una cámara pero consideró cortarle y llevarla a su casa, de ese modo cuando Hikari quisiera tomar fotografías de flores podría mostrársela y se evitarían el recorrido tan largo hasta ese lugar. En ocasiones como esa se preguntaba de dónde Hikari sacaba tanta energía.
No fue una buena idea, la flor se movió en cuanto tocó uno de los pétalos. Miyako estaba segura de que de no haber movido su mano con rapidez la habría mordido. Cuando vio la expresión preocupada de Hikari fue consciente de que había gritado. A modo de respuesta señaló a la flor que le había causado problemas.
—No es una flor, es un yokomon —le dijo Hikari con expresión divertida.
La pequeña Yokomon no intentó morder a Hikari, ni siquiera se comportó de manera agresiva, incluso se mostró contenta. De no haberse tratado de Hikari probablemente Miyako se hubiera enojado. Conocía a su amiga y sabía el efecto que podía tener. A veces Miyako pensaba que Hikari no solo tenía el emblema de la luz, ella era luz.
—Estoy jugando a las escondidas con mi camarada —agregó Yokomon sonriendo —, debo regresar a mi escondite para que no me encuentre.
Hikari y Miyako se alejaron tratando de no hacer ruido, no querían delatar a la digimon. Hikari tomó unas cuantas fotografías antes de que se dirigieran a la heladería más cercana. Quizás Miyako no comprendiera mucho sobre las flores pero había algo que Hikari y ella amaban por igual, los helados. Fue en ese momento que recibió una llamada de Daisuke.
Cuando Daisuke la llamó no tenía ni idea de lo que pudiera necesitar, solo le había dicho que se trataba de una emergencia. Cuando supo de qué se trataba se sintió un poco molesta, no era la primera vez que le pedían algo parecido, tampoco le molestaba ayudar, era solo que le molestaba que confundieran algo que consideraba tan sencillo.
—¿Sabes que debes ponerle papal? —preguntó Miyako, su mirada denotaba seriedad.
—Es ofensivo que pienses que olvide algo así.
Miyako no le dijo nada pero su mirada indicaba lo poco que le creía. Revisó los detalles más básicos de la impresora, al ver que todo estaba en orden probó con encender y apagar. Para su sorpresa no pareció funcionar así que decidió recurrir a otra técnica.
—Tomo clases de informática, no un taller de reparación de impresoras —comentó Miyako, no estaba enojada con Daisuke pero sí un poco molesta. Muchas veces había explicado en qué consistía lo que estudiaba pero algunos creían que ella sabía absolutamente todo sobre computadoras, internet, celulares e impresoras.
—Pero es una emergencia y eres la única que puede ayudarme —le dijo Daisuke, se notaba angustiado, Miyako le creyó.
—¿Tienes el disco de la impresora?
—Creo que sí —le dijo Daisuke antes de retirarse.
Daisuke se regresó en regresar con el disco. Miyako quiso decirle que era de gran importancia mantener ese disco seguro y al alcance pero desistió antes de siquiera intentarlo. También pensó que de tener su habitación ordenada se hubiera demorado menos pero fue incapaz de pensar en un Daisuke que lo hiciera.
—La informática consiste en el diseño, creación y mantenimiento del software, que son las aplicaciones que se usan —comentó Miyako frente a la computadora en lo que revisaba el estado de la impresora —, el hardware, parte física, es un área diferente, ajena a lo que hago.
Una hoja saliendo de la impresora fue la prueba suficiente de que la impresora estaba funcionando correctamente. Miyako probó del ramen de Daisuke antes de irse. Su amigo había comenzado a decir que tendría una de las cadenas de restaurantes más grandes del mundo y aunque Miyako no lo había dicho en voz alta creía que era capaz de hacerlo.
Miyako acostumbraba ayudar a Ken a estudiar. Desde que las semillas de la oscuridad habían perdido su efecto sobre él se había notado una disminución en sus habilidades. Seguía siendo bueno en los deportes y en los estudios pero no tan bueno como para seguir siendo considerado un prodigio. En los deportes era Daisuke quien lo ayudaba, a Miyako le gustaba verlos practicar y procuraba verlos cada vez que tenía una oportunidad.
Las clases a las que asistían eran diferentes y muy pocas veces tenían algo en común pero resultaba divertido estudiar juntos. Cosas pequeñas como ayudar a buscar un libro, preparar un refrigerio ayudaba a hacer de las jornadas de estudio más llevaderas. El problema era cuando se divertían demasiado, en esas ocasiones solían olvidarse de que estaban estudiando, de los dos era ella quien más ruido hacía.
—Hagamos una pausa —comentó Miyako mientras se dejaba caer sobre el escritorio —, estoy agotada.
Miyako notó que Ken dudaba. Se notaba cansado, las ojeras bajo sus ojos lo delataban pero tampoco parecía querer dejar sus responsabilidades a un lado. Miyako sabía lo importante que era para Ken sus clases, no porque extrañara ser un prodigio sino porque quería hacer una diferencia en el mundo.
—No tengo problemas en continuar.
—Si no descansas no podrás pensar con claridad —agregó Miyako.
—Solo cinco minutos, mañana tengo que entregar esta tarea.
—Y yo este código pero ambos sabemos que si no podemos pensar solo nos quedaremos aquí mortificándonos con lo que no podemos hacer.
Esos cinco minutos se convirtieron en días. Después de descansar Miyako y Ken comprobaron que era demasiado tarde y que era la hora de regresar a su casa. Las sesiones de estudio tuvieron que retrasarse debido a varios factores externos.
Miyako pasó a la casa de Takeru cuando iba de camino a la suya, quería darle su opinión del último capítulo que había escrito. Miyako se había convertido en la beta de Takeru por accidente cuando encontró uno de los manuscritos de su amigo. Miyako los leyó movida por la curiosidad, sus críticas fueron fuertes y no dejó ningún detalle sin analizar. A Takeru no le molestó, incluso le pidió que lo ayudara, sabía que era un escritor novato y necesitaba que le dijeran sus errores sin suavizarlos.
Miyako se sentía orgullosa de Takeru. Ese último capítulo había tenido pocos errores y muchas pistas sutiles de lo que estaba por pasar. A ella le gustaba revisar los capítulos de Takeru, incluso cuando estaba empezando disfrutaba lo creativas de sus historias. Tenía la esperanza de que pudiera convertirse en un gran escritor.
—¡Hola, Miyako! —le dijo Takeru, haciéndose a un lado le indicó que pasara —. ¿Té o café?
—¿Té? Ya terminé de leer el último capítulo.
—¿Tan rápido? —preguntó Takeru, se notaba sorprendido.
—Es mi don y maldición —respondió Miyako en un tono un tanto dramático. Ha sido un capítulo bueno, muy bueno si corriges algunos dedazos por aquí y describes un poco más pero no demasiado porque es bueno dejarle algo de trabajo a los lectores.
—Lo tomaré en cuenta —Takeru colocó algo de té y galletas sobre la mesa —, aunque no se me da bien describir la ropa.
—Tampoco es tan necesario —respondió Miyako en lo que trataba de enfriar el té —, debe ser suficiente para que los lectores puedan imaginar lo que ocurre pero no demasiado, haría la lectura pesada, y si agregaras yaoi sería perfecto, porque el yaoi es amor, el yaoi es vida.
—No estoy seguro de querer escribir romance, quizás en el futuro.
Miyako estaba acostumbrada a tratar con las emergencias de sus amigos, muchas veces ellos la llamaban para pedirle un favor pero no llegó a esperar la petición que Iori lo hizo. Quizás fuera el hecho de que era el menor del grupo, a veces a Miyako le costaba aceptar que había dejado de ser un niño.
—Debes ser sincero —le dijo Miyako sin abandonar la sorpresa que le produjo saber que Iori estaba enamorado —, en este momento tienes un no pero si le dices lo que sientes puede que tengas un sí.
—Pero si dice que no —preguntó Iori temeroso.
—Entonces se lo pierde porque dudo que encuentre a alguien tan especial como tú —respondió Miyako con absoluta seriedad —, puede doler al principio pero al menos te quedara la certeza de que lo hiciste y el tiempo borrara esas heridas. Eres un ni… elegido, puedes con esto y más.
—Gracias, Miyako.
Aunque era tarde ambos se dirigieron a la tienda más cercana. Iori estaba dispuesto a confesar sus sentimientos y ambos habían llegado a la conclusión de que un peluche era necesario. Ninguno tenía experiencia en el amor pero habían visto en las películas que siempre, o al menos la mayoría de veces solía usarse un peluche para hablar de amor.
Miyako acostumbraba terminar su día quejándose. No porque estuviera cansada, adoraba ayudar a sus amigos con sus problemas, sino por el poco tiempo que faltaba para que tuviera que despertarse y su incapacidad para acostarse temprano. Algunas veces incluso regañaba al despertador por avisarle que no podría dormir todo lo que quisiera, eso pasaba casi a diario. Si no se desvelaba haciendo un favor o con sus tareas el internet la distraía, esos cinco minutos que usaba para revisar sus redes sociales y navegar un poco terminaban alargándose demasiado para su gusto.
