LABIOS SABOR CEREZA

Y ahí esta ella, como siempre, como todas aquellas otras noches: besándolo con los ojos fuertemente cerrados y desnuda.

Finas lágrimas recorrían sus mejillas, mientras intentaba convencerlo con sus besos y caricias de que todo estaba bien, que nada más importaba mientras los dos estuvieras juntos, mientras tuvieran esa noche para los dos.

Sus besos eran desesperados y sus caricias gritaban en silencio contra su cuerpo que despertara y que la liberara de todo su sufrimiento. Se quedaban sin aire y las caricias comenzaban a lastimar mientras buscaba con las piernas abrirse camino a la felicidad, esa que esa noche parecía no querer hacerle compañía.

Hasta que por fin él se rindió y se dejó llevar por todo el amor que había comenzado a lastimarle el pecho y le regreso todos los besos y las caricias que ella le daba sin importar nada.

Las lágrimas dejaron de correr para dejarlos prendidos en eso que ellos llamaban amor.

Pero las cosas no podían continuar así: los dos ya habían sucumbido, era hora de poner las cosas claras.

Los dos abrieron los ojos al mismo tiempo y a pesar de la oscuridad que los rodeaba se pudieron ver claramente a los ojos. Esos dos pares de ojos brillantes nunca se habían mentido y si alguno de los dos encontraba cualquier otra cosa que no fuera amor, las cosas terminarían ahí. Pero eso nunca había sucedido antes y esa noche no fue la excepción.

Los besos y las caricias sabían ahora mucho mejor y las culpas se fueron volando. Porque ahí no había nada malo, sus acciones no traerían consecuencias, sólo era una noche y luego se detendrían.

O eso es lo que se repetían una y otra vez cuando el astro rey hacia su entrada triunfal y lo seguirían repitiendo una y otra vez hasta que se volvieran a encontrar y por más que lo negaran, volvería a suceder.

Porque esos besos y esas caricias les sabían a gloria y esos suaves susurros de te amo eran en silencio y porque ellos eran felices jugando ese juego a escondidas, en secreto y a oscuras.

Porque el amor estaba presente y lo demás no importaba, porque él era feliz teniéndola entre sus brazos y ella no conocía mayor felicidad que sus labios en los de él.

Por eso no sentían vergüenza ni se castigaban mentalmente por el pecado que estaban cometiendo, porque para ellos eso no era ningún pecado sino la reafirmación del más profundo y hermoso amor.

Porque los labios de Lily sabían a cereza por mucho que James insistiera en que sabían a fresa; y su cabello olía a manzana verde, fresca y dulce.

Porque él la había conocido cuando aún era la insoportable de Evans y no el ángel que había sido enviado especialmente para amar a James. Porque ella se acercó a él y lo consoló cuando solo tenían doce años, cuando le dijo que no importaba que su madre le gritara y lo desafiara en todo momento, que ella lo quería y que lo demás no importaba.

Porque se habían hecho amigos aún cuando James la odiaba sólo por ser amiga de Quejicus, porque se encontraban en la biblioteca a todas horas y hablaban de todo y de nada y reían sin parar y porque ella le había enseñado que merecía y podía ser amado.

Porque él se enamoro primero de ella y suspiraba en silencio cada que su melena pelirroja se asomaba entre el mar de estudiantes que los separaba.

Porque ella le dijo que lo amaba cuando sólo tenían trece años y porque le había dado su primer beso, aquel que fue dado ocultos de Filch y de James en un armario de escobas en el séptimo piso, ese que nunca antes habían visto y ese que nunca más volvieron a ver.

Porque sus pechos se abrieron en flor por primera vez para él, porque él había sido el primero, porque él le había dado todo el amor que poseía y ella le había dado el de ella sin importarle nada.

Porque él se había hecho a un lado y había dejado que James la conquistara, porque era su mejor amigo y porque él no podía soportar verlo sufrir. A fin de cuentas él ya estaba acostumbrado y Lily tendría un mejor futuro al lado de James que al lado de Sirius.

Porque las caderas de Lily se acoplaba a la perfección a las de Sirius y porque sus piernas siempre estaban dispuestas y su rodilla siempre encontraba la forma de abrirse camino entre las suyas y porque su cintura parecía estar diseñada especialmente para los brazos de Sirius.

Porque ella continuaba amándolo y nunca dejaría de hacerlo.

Por eso no les importo amarse aún cuando sabían que ella se casaría mañana con su mejor amigo.

Los besos y las caricias se intensificaron y los jadeos se hicieron más rápidos, porque el amor ya no les cabía en el pecho ni en el cuerpo y lo único que les quedaba era explotar de amor.

Las respiraciones se fueron acompasando poco a poco hasta verse convertidas en una.

Se abrazaron como lo hacían siempre y Lily acomodo su cabeza en el hueco que formaba el cuello y el hombro de Sirius, su lugar favorito. Podía perderse y nunca más salir de ahí y no lo lamentaría porque solamente ahí era completamente feliz.

Pero sabían que esa vez, las cosas eran diferentes y fue por eso que Lily no podo dormir entre los brazos de Sirius, en lugar de eso clavo su mirada en la de él y simplemente espero.

Ese verde esmeralda siempre había conseguido que él se perdiera en ellos, ese mar que se extendía delante de él y lo obligaba a no pensar en nada más que en ellos.

Y ese gris líquido que siempre la había hechizado, esos ojos siempre sumidos en una profunda tristeza y que sólo estallaban en felicidad cuando la veían a ella, pero no esa vez, esta vez estaban sumidos en la tristeza más profunda que ella había visto y eso sólo le confirmaba que esta vez era diferente.

Se levanto despacio, seguida de él y recargo su espalda en la de él. No podía decir lo que estaba sucediendo, porque no estaba pensando porque de haber estado pensando no lo haría, mientras continuara mirándolo a los ojos.

---Nos estamos torturando.

---Si…--- contesto simplemente Sirius porque no había nada más que decir.

Los dos se quedaron en silencio, disfrutando el placer que les producía su tortuoso amor.

---Siempre me gusto esta oscuridad--- dijo Lily con aire soñador y buscando con su mano la mano de Sirius--- Los rayos de la luna que entran por la ventana hacen ver todo…

---Gris--- termino por ella Sirius entrelazando su mano con la de Lily

---El gris siempre será mi color favorito

---Y el mió el verde esmeralda

Ambos se miraron directamente a los ojos, sólo como ellos lo sabían hacer: desnudándose el alma.

Lily no pudo más y lo beso; lo beso con amor, con pasión, con necesidad desenfrenada, entregándose todo ella.

---Te amo Sirius--- le dijo quedamente dándole un fugaz beso en los labios.

Se puso de pie mientras se ponía el abrigo y camino con paso decidido a la puerta, sólo se volvió para dedicarle una última mirada.

Porque ambos sabían que esa era la última noche.

Sus miradas se encontraron durante unos segundos que parecieron eternidades y después, ella, simplemente se fue.

Sirius nunca le había dicho que la amaba y eso a Lily no le importaba porque ella podía ver en sus ojos cuanto es que la amaba y las palabras no eran suficientes para expresarlo.

Sirius quería decirle que la amaba pero no lo había dicho porque sabía que si lo hacía, Lily no se volvería a separar de su lado.

Lily no quería escuchar que Sirius la amaba porque entonces ella no podría casarse mañana con James. Era verdad que lo amaba con todo su corazón pero Sirius… sin él no podía vivir, a él lo había amado primero y lo amaría por siempre.

Y por eso comenzaron de nuevo a repetirse una y otra vez que no lo volverían a hacer pero muy en el fondo existía esa pequeña llama que les daba la esperanza y la seguridad de que se volverían a encontrar y Sirius volvería a tocar el cielo con los dedos, siempre de la mano de Lily.

Porque mañana, cuando los primeros rayos del sol le dieran la bienvenida, no le importaba que se lo llevara el infierno, porque esa noche, él ya había conocido el cielo y si tenía que pudrirse en el infierno por amar, pues se pudriría gustoso.