Disclamer: BBC Sherlock, sus personajes y el contexto de esta historia pertenecen a – valga la redundancia- BBC y sus creadores, Mark Gatiss y Stephen Moffat, quienes a su vez se basaron en las obras de Sir Arthur Conan Doyle para su creación, elementos que también serán referenciados en esta historia, específicamente el cuento "La aventura del cliente ilustre" perteneciente al libro "El archivo de Sherlock Holmes"


1.

John Watson se había dedicado a salir exclusivamente con mujeres tras regresar de Afganistán. No estaba seguro de por qué lo hacía.

El punto es que después de que su relación con Sarah fracasase rotundamente, se comenzó a cuestionar su decisión.

Le divertía, salir con gente, tomar unos tragos, hablar de nada en particular y conseguir números de teléfono, bajo la promesa de reencuentros que, la mayoría de las veces, simplemente no ocurrían. Era divertido, y no le preocupaba cuantas citas conseguía, o con cuántas de ellas realmente sentía que podía formar algo sólido, puesto que, a pesar de estar soltero por hace más de tres años, el doctor Watson no se sentía solo o frustrado. O quizás, no tenía tiempo para eso.

Entre la consulta, las citas, los amigos y sus cada vez más extraños y emocionantes casos con su compañero de piso, Sherlock Holmes, Watson no encontraba tiempo para quejarse, o para que el estrés post-traumático lo persiguiese demasiado. Si Mycroft estuviese en lo cierto, las aventuras que compartía con el detective eran el placebo perfecto para su afección. Correr tras criminales, enfrentarse cara a cara al peligro, resolver (o, mejor dicho, ver cómo eran resueltos) los más complicados e increíbles acertijos se había convertido en un estilo de vida al que el ex soldado y médico se había acostumbrado con facilidad.

En ese contexto, uno de los más recientes casos del único detective consultor del mundo, los había llevado a salvar la reputación del Spa del hotel four seasons[i], uno de los más exclusivos en Londres. A modo de agradecimiento (y tras un generoso pago) el gerente del hotel les había extendido una invitación para pasar un día completo en dicho spa, que podía ser cuando ellos quisiesen.

- Deberíamos tomarlo. - Sugirió Sherlock, una tarde de sábado, luego de una aburrida mañana. - Después de todo, pareces bastante tenso y yo estoy algo… no ocupado… en fin ¿Te parece si llamo y agendo para mañana?

- Si, suena estupendo.

- ¿Vas a salir hoy? - Preguntó, luego de unos segundos de meditación en el sofá. John lo miró extrañado, y el detective se explicó: - Bueno, es sábado. ¿No es algo que la gente hace? ¿Salir el sábado en la noche? - Y dirigió una mirada acusadora al doctor.

- Bueno, sí. Es decir no. - Replicó John, nervioso. - No, no voy a salir hoy, ¿Por qué? ¿Tenías planes?

Sherlock no respondió y se puso de pie, rumbo a la cocina, dónde puso agua en la tetera y llamó al Spa. Una vez que el agua hirvió, sirvió dos tazas de té y las llevó a la sala. Luego de que él y John bebieron, Sherlock se fue a su cuarto. John se quedó un poco más, bebió algo de whiskey y medio leyó el comienzo de "Ricardo III", cuando el sueño lo venció, pasadas las diez de la noche.

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El tratamiento que fue regalado al detective fue "the sky's the limit sky suite experience[ii]" que consistía en cuatro horas de tratamientos (que incluían masajes, faciales, aromaterapia, etc), una hora de relajación con fruta fresca en una suite privada para dos personas. Además del almuerzo de spa y una copa de champagne servida en el 10 piso, cuyas habitaciones contaban con ventanas del piso al techo para disfrutar de la vista de la ciudad.

- ¿Entonces cuanto nos estaría costando esto? -Preguntó John.

Ya se habían registrado y habían recibido algunos implementos necesarios, además de elegir los tratamientos que tomarían en conjunto. La curiosidad del doctor Watson se debía básicamente a que su amigo tuvo que hacerle un gesto para que cerrase la boca ante el lujo de la suite que les habían proporcionado.

- ¿En serio importa? No tendremos que pagar por ello.

- En un rango de "puede que, si ahorro veinte años" hasta "esta será la primera y última vez", si, me gustaría saber qué tan inalcanzable es.

- £1,300. - Replicó Holmes y miró de reojo al hombre para comprobar su expresión.

A John le costó poco superar la tensión de verse envuelto en una situación, que de no ser por sus particulares circunstancias, le sería inalcanzable. Después de una ducha en la suite dónde dejaron sus pertenencias, fueron guiados hasta las instalaciones dónde serían atendidos durante cuatro maravillosas horas.

El silencio hubiese sido total de no ser por algunas expresiones que escapaban de los labios de ambos hombres de vez en cuando, como reacciones a las placenteras atenciones recibidas. La mirada del detective consultor se perdía en el horizonte; casi inmaculadamente azul, con una que otra nube, que aportaba el realismo necesario a la perspectiva, y ese corte casi brutal, pero aun así, estético, entre el concreto de los rascacielos de la capital inglesa y el cielo, en una línea que se extendía imaginaria hasta dónde llegaba la vista. La visión de John, sin embargo, estaba en un estado conflictivo. Sus ojos habían decidido perderse también en la magnífica vista que ofrecía la ventana (y que después de todo, era parte del atractivo del paquete que les había sido otorgado), sin embargo, a poco andar, la masajista le pidió voltear la cabeza un poco, con tal de tener mejor acceso al área de tensión que detectaba. El médico se volteó y pudo ver al detective consultor ahí, en esa camilla, cubierto únicamente con la toalla sobre su trasero. Y reparó en su piel pálida, sus extremidades largas y elegantes, las formas fibrosas de sus músculos, no demasiado marcadas, pero sí bastante llamativas. En que, no era tan delgado cómo él lo imaginaba y que de hecho, las proporciones de su espalda concordaban con su estatura. Y se dio cuenta que en realidad, llevaba mucho tiempo saliendo exclusivamente con mujeres. Eventualmente John tuvo que volver su vista al frente, pero eso no impidió que en un par de ocasiones, mirase de reojo al hombre a su lado.

Después de una hora de tratamiento para manos y pies (John no se había dado cuenta hasta ese momento cuanto necesitaba esa manicura) el detective y su blogger fueron conducidos de vuelta a su habitación, dónde, frente a la ventana había un buffet con toda clase de frutas, además de zumos y agua. La mucama les informó que volvería a traer el almuerzo, dentro de una hora.

Ambos se acercaron en bata a la mesa y Sherlock tomó una brocheta, que constaba principalmente de piña y mango. John bebió un largo trago de agua y luego se decantó por un rojo y jugoso trozo de sandía.

- En serio no sabía que un buen masaje podría dar tanta hambre. - Comentó el médico, para luego expresar por medio de murmullos su satisfacción tras probar la fruta.

- No sabía que, de hecho, algo pudiese causar hambre, pero estoy de acuerdo contigo. -Comentó el detective, que tomó una jarra que contenía zumo de zanahoria y naranja y se sirvió un poco.

Eventualmente, comieron un poco más y luego cada uno de ellos tomó un plato y mezcló diferentes frutas y tomó una botella de agua para recostarse sobre las camas que parecían nubes.

Watson comenzó a dormitar, con una pierna colgando, que no llegaba al piso, mientras Sherlock parecía sumido en un profundo sueño, recostado de espaldas, con las manos entrelazadas sobre su vientre. Su respiración era rítmica y pausada.

- Entonces, mañana a las seis vendrá este sujeto, Damery.[iii] - Comentó Holmes, con voz somnolienta. - Quiere que tome el caso de uno de sus clientes respecto a su hija…

- ¿Se perdió? ¿Robó algo? ¿Tienes que probar que no es una asesina en serie? - Preguntó el médico, con tono de broma al final.

- No, quieren que… los ayude de alguna forma a que evite que se case, o algo así, no sé mucho de ello. Supongo que mañana me dirán más.

En ese momento, un joven anunciaba que su almuerzo sería servido en breve, por lo que tanto el médico como el detective se incorporaron perezosos, y mientras uno miraba la hora, el otro decidía qué opciones del menú tomarían.

Se sentaron a la mesa, aun con la imponente vista frente a ellos y sus copas de champagne fueron servidas. Un par de minutos más tarde, dos apetitosos y coloridos platos de sopas frías fueron puestos frente a ellos.

- Entonces, impedir el matrimonio de una muchacha, ¿No es un poco arcaico? Sin mencionar que no suena para nada a tu estilo de caso. - Comentó John.

- Pensé lo mismo y estuve a punto de enviar el email a la papelera de reciclaje, sin embargo, hice una lectura rápida de lo que seguía y algo llamó mi atención, lo suficiente como para re-leerlo con más calma. - Respondió Sherlock y buscó el correo electrónico para enseñárselo a su amigo.

El doctor leyó el mensaje (bastante largo), pero nada le sonaba muy conocido realmente, salvo el apellido del cliente del abogado, "De Merville".

- ¿Algo? - Preguntó Sherlock, mientras se guardaba de vuelta el teléfono.

- No… es decir… Mathew De Merville… es ¿es el general? ¿O no?

- Si, si, efectivamente. Su hija Violeta acaba de comprometerse con este sujeto, George Gruner. Eso fue lo que me llamó la atención.

- ¿Qué sea la hija del general?

- No. Gruner. Es el dueño de un club en el centro y tiene otros negocios vinculados a este, no muy bonitos. - El detective bebió un poco de agua antes de continuar. -Y me la debe. Hace unos años, Lestrade y yo tratamos de atraparlo en un asunto relacionado con tráfico de armas, pero las cosas salieron mal y el maldito se salió con la suya.

John sonrió ampliamente.

- ¿Entonces fue un caso que no resolviste? ¿Eso pasa? - Y rió un poco, para luego beber el último resto de su champagne.

- Se supone que esto iba a ser relajante John. -Replicó el detective, obviamente ofuscado.

- Tú trajiste el trabajo a la mesa. - Contestó Watson, triunfante. -Pero, oye. No estaré a las seis mañana. El turno de tarde termina a las ocho, pero si requieres de mi asistencia, estaría feliz de ayudarte.

- Por supuesto, después de todo, ¿quién le contaría al mundo sobre mi oscuro pasado de casos sin resolver? -Arrojó, sarcástico.

.-.-.-.-.-.

Cuando John volvió de trabajar, cerca de las nueve de la noche, se encontró con un montón de ropa tirada, que abarcaba todo el pasillo, desde el cuarto del detective consultor hasta la sala. Playeras, con estampados de bandas de rock; Jeans rasgados, claros, anchos, apretados; camisas, ropa interior, con bordes de colores fosforescentes; chaquetas de cuero, entre otros ítems.

- Tomaste el caso. - Comentó el doctor, apoyándose en el marco de la puerta del cuarto del detective.

Sherlock llevaba encima únicamente un par de jeans oscuros, más grises que negros, ajustados en la parte de abajo y algo sueltos en las caderas, lo que permitía ver el borde de su ropa interior, con las letras de la marca en un tono de naranjo bastante escandaloso. Su torso estaba desnudo.

- Un poco obvio, considerando la información que te entregué. - El hombre se daba vueltas, buscando entre un mar de camisas con cual combinar su estilo (que parecía ser el definitivo)

- Entonces vas a ir al club hoy, para ver si puedes conseguir algo de este sujeto.

- No. Vamos a ir al club esta noche, ambos. Arréglate, salimos en una hora. - Informó el detective, mientras pasaba junto a Watson para, una vez más, recorrer el pasillo de ropa.

Finalmente, Sherlock se decidió por una camisa de color rosa pálido, y agregó una chaqueta de cuero negra a su atuendo, lo que de hecho, lo hacía lucir bastante guapo.

John, dentro de su estilo habitual, optó por unos blue jeans clásicos, una camisa oscura y una chaqueta de tela, un poco más delgada que la que llevaba el detective. Tomaron un taxi y se dirigieron hasta el club Carlton.

Mientras iban en el taxi, Sherlock le comentó a John sobre su conversación con Damery. Él era el abogado responsable de fijar todos los asuntos legales respecto a la pequeña fortuna que el general De Merville poseía. Distribución de riquezas, donaciones, pago de impuestos, etc. Como el militar era viudo y su familia sanguínea, reducida, su única heredera directa era su hija Violeta, una joven hermosa aunque no muy lista, cuya vanidad parecía ser su atributo más destacado. De Merville, héroe de guerra en Khyber, estaba enfermo en condiciones terminales. John admitió que recordaba haberse enterado por la prensa de la situación y que la lamentaba mucho. Justo después de que la noticia se hiciese pública, Violeta conoció a Gruner (Conocido profesionalmente como "El barón") y entablaron una relación sentimental que escaló bastante rápido. Como familia militar, rígida y conservadora, la chica pidió el consentimiento a su padre para contraer matrimonio con el hombre, sin embargo, éste encargó primero una investigación, dónde su turbulento pasado había salido a la luz. Pero ella no entendía razones y amenazó con entablar el lazo matrimonial de modo apresurado. Sin embargo, se le sugirió que su compromiso sería aceptado luego de la firma de un contrato pre-nupcial.

- Pero supongo que la idea del contrato tampoco es muy alabada por el general. - Infirió John, cuando el taxi se detuvo.

Holmes pagó y respondió:

- Efectivamente, es sólo una treta para conseguir tiempo y encontrar algo. La cosa es ¿Qué podría disuadir a una joven obstinada como ella de contraer matrimonio con un charlatán como este?

Los hombres entraron al club, y luego de pasar por el medio de una multitud de gente, se sentaron en el bar y Holmes pidió dos cervezas.

- ¿Qué hay de una infidelidad? O no sé, si este tipo es tan peligroso como se dice, quizás mató a alguien. Dudo que Violeta quiera casarse con un asesino. - Dijo Watson, mirando a la pista de baile.

- Por eso estamos aquí. Hasta dónde yo sé, la chica sabe mucho, el abogado dijo que incluso le habían hablado sobre los tres años que el sujeto pasó en una cárcel serbia, pero ella no se inmutó. Lo que nos deja tu primera opción. - Explicó el detective y dio un largo sorbo a su cerveza. - O, vamos a mandarlo a la cárcel por un largo, largo tiempo. - Dejó la botella sobre la barra y tomó al doctor por el brazo.

Cruzaron nuevamente la pista de baile, pero esta vez se dirigieron al fondo del recinto, dónde había una escalera de caracol que subieron a toda prisa, con Holmes siempre sosteniendo y guiando a su amigo. En el pasillo frontal, había algunos guardias de seguridad, vigilando todo, mientras que, tras caminar un poco y doblar a la derecha, se encontraron con otro pasillo, con habitaciones a ambos lados, cerradas únicamente con cortinillas de lentejuelas, seda y otros tipos de telas. Había varias ocupadas, la mayoría de ellas por parejas del mismo sexo[iv], mientras que más al fondo, había otras que John presumió, estaban destinadas al comercio sexual.

- ¿Entonces el tipo permite la prostitución en su recinto? - Preguntó, mientras intentaba averiguar a dónde se dirigían.

- No seas ridículo, John. Él es el proxeneta.

El doctor Watson tuvo una sensación desagradable en la boca del estómago. Si había algo que le parecía más desagradable que los hombres que frecuentaban prostitutas, eran aquellos que obligaban al trabajo sexual.

Finalmente llegaron al fondo del pasillo, donde Sherlock destrabó la puerta con una pequeña palanca que había metido en el bolsillo interno de su chaqueta. Luego de entrar, y ayudándose con la luz de sus teléfonos móviles, comenzaron la búsqueda.

- ¿Y qué buscamos exactamente? - Cuestionó el médico.

- Un libro, hojas, fotos, cualquier cosa que nos sirva para demostrar que él dirige esa área del negocio.

John revisó una repisa, mientras Sherlock abría cajones y buscaba por fondos falsos. Ya casi se daban por vencidos cuando Holmes descubrió que una funda, para un libro que supuestamente hablaba sobre administración de ventas, era mucho más ancha que el material que estaba en su interior, por lo que lo tomó y descubrió que el hombre no sólo llevaba registro del negocio, sino que además, tenía una especie de ficha de cada una de las jóvenes que mantenía bajo su dominio. Fotos, edad, país de origen, descripciones bastante grotescas y de mal gusto sobre sus habilidades y características físicas, además de los porcentajes –bastante altos- que cobraba a cada una. Todo estaba ahí.

- Mira esto. - Le dijo a John, enseñándole algunas páginas.

El doctor dio una rápida mirada y dijo:

- ¿Y ahora qué?

- Salir de aquí.

Por el pasillo se encontraron de frente con "El Barón", escoltado por un guardia. Sherlock recogió la mano del doctor, tratando de pasar desapercibidos, pero el hombre lo reconoció de todos modos y tuvieron que emprender una pequeña carrera, escaleras abajo, para salir por una puerta lateral.

En el exterior, los demás guardias habían sido advertidos, por lo que el detective y el médico tuvieron que salir corriendo a toda prisa, entre callejones oscuros, intentando perderlos de vista.

Cómo estaban cerca de Kensington, llegaron rápidamente a los jardines[v], que por la hora se encontraban cerrados, y tuvieron que saltar la reja. Al interior, continuaron con su corrida, mientras Sherlock seguía atentamente cualquier ruido que le fuese útil para deducir qué tan cerca estaban sus persecutores y cuántos eran. Cuatro hombres armados, a varios metros. El detective volvió a recoger la mano de John y lo arrastró junto a él, detrás del invernadero de los naranjos. Ahí, se tiraron boca abajo al piso, conteniendo la respiración y tratando de agudizar sus sentidos lo más posible.

Dos de los sujetos que los perseguían habían pasado a escasos metros de ellos cuando Sherlock rodó sobre sí mismo y apoyó la espalda en el piso, mientras una de sus manos iba sobre su vientre. John lo imitó. Iba a decir algo, pero el detective lo detuvo, en silencio, le señaló su reloj.

Tres minutos que se hicieron una eternidad, pero que finalmente sirvieron para corroborar que el equipo se había dividido y que, posiblemente, ahora los buscaban en otra área del parque. Apenas un pequeño haz de luz se colaba entre las ramas de los árboles, y jugueteaba entre las sombras, convirtiéndose en un verdadero laberinto entre las formas del rostro del detective consultor.

Entonces, John lo vio por primera vez. Bueno, por segunda. Distinguió esos ojos fríos, por definición imposibles, su nariz fina, que no sobresalía por sobre los otros rasgos de su cara y esos pómulos, afilados como el demonio. Su piel, clara, que parecía brillar bajo esa iluminación tan especial. Y sus labios. Y John Watson se detuvo a mirar sus labios, y cuando desvió los ojos, apenas un poquito, intentando memorizar los otros rasgos fascinantes en la estructura del detective, se dio cuenta que Sherlock había notado todo. Entonces sus ojos se encontraron brevemente, y la lengua de John se asomó entre sus labios apretados, solo un poco, mientras su mirada volvía a la boca de Holmes.


[i] En un artículo de "The Telegraph", se menciona que el spa del four seasons es uno de los mejores para hombres. En la página web pueden encontrar los distintos tipos de tratamientos y "paquetes" que se ofrecen.

[ii] Los tratamientos ofrecidos en "SKY SUIT COLLECTION" son para parejas.

[iii] En "El cliente ilustre" Holmes y Watson están en los baños turcos cuando el detective le comenta a su amigo sobre el caso. Me pareció buena idea iniciarlo de esta forma, ya que, desde mi punto de vista, la descripción de Watson como narrador en este relato es fascinante.

[iv] En este fanfic, el Club Carlton es un club gay. Quise ponerlo en alguna parte, y quizás lo explique en el capítulo siguiente, pero no me pareció necesario incluirlo en la descripción que hice en esta parte, puesto que, como lo habrán notado, no es un escenario tan relevante para el transcurso de la historia.

[v] "Kensington Gardens" está situado junto al Hyde Park y era el jardín privado del palacio de Kensington. Hoy es un parque que abre durante el día y cuenta con varias atracciones, como estatuas, monumentos o el invernadero de los naranjos (Orangery) en el que se escondieron nuestros protagonistas.


N/A: Esta historia será un fic de tres capítulos que iré actualizando en la medida en que los escriba y que el tiempo me aguante. Reviews y demás son bien recibidos :D