Cáp. 1. Promesas.
Era extraño verlo después de tantos años en soledad. Se había separado por su posición social, o por lo que fuera en realidad. No lo había visto desde nuestra última cita, hacia 7 años atrás. Cumplía su promesa, y a la vez la mía…, y aunque me arrepintiera, era mujer de palabra. Mi falda amplia y larga se paseaba por mis largas y torneadas piernas, el aire acariciaba mi cabello y me lo despeinaba. Mis rulos normalmente peinados se despeinaban y bailaban una danza completamente natural. Me faltaban unas cuadras para llegar a su casa. Pero podía mirar las mansiones en su lugar, era extraño que después de lo vivido, él viviera ahí, en ese preciso lugar. Temía que no me reconociera, pues ya no era la misma jovencita de 17 años de edad, que cualquiera que me viera, diría que era una joven menor. Pero seguía caminado, poco a poco llegando a su casa.
El viento soplaba con mayor fuerza, y mi ropa se movía. No se si iba bien vestida para la ocasión. Pero sabía que a él le fascinaría. O por lo menos me lo esperaba así.
Desde la última vez que lo vi, supe que era el indicado, y aunque saliera con otro, en ese momento me enamore. No un amor normal y común, sino uno real y pasional. Uno de los cuentos de hada, donde el amor vence, y la maldad cae. Pero tristemente, esa no era una historia ficticia, donde los personajes hacían lo que querían, donde se creía en el amor a primera vista y donde todo terminaba con un final feliz…No, esa no era la realidad, era lo que deseaba en ese momento. Deseaba verlo, tocarlo, besarlo y acariciarlo… pero… ¿me recibiría con los brazos abiertos?, me preguntaba, esperaba que si.
Esperaba que recordara la promesa que nos hicimos después de la guerra. Una promesa, que yo jamás incumpliría. Una promesa que citaba que nos veríamos cada 7 largos años, para ver como habíamos progresado, si estábamos casados, si salíamos con alguien…y muchas mas cosas. Pero sobre todo, era para ver, como habíamos estado, si estábamos y seguíamos vivos…Pues la guerra había matado parte de nuestras almas y corazones. En la guerra habíamos visto caer a quienes amábamos y apreciábamos, a quienes odiábamos o nos eran indiferentes, pero después de ver tantas muertes, tanta violencia, tanta crueldad, sabíamos que todo lo que éramos ya no era tan importante. Tal vez, la guerra nos había cambiado para un bien… un bien por el cual todos lucharíamos, o por lo menos, nos había dejado claro, que el tipo de clases de personas que éramos era lo importante, no nuestra posición social, no nuestra sangre, no nuestra magia, no nuestro dinero y mucho menos, nuestro poder…
Recordando la guerra y el pasado, llegue a su casa sin darme cuenta. Levante la vista y mire. Era más chica de lo que recordaba, y aunque fuera una mansión, no era tan espectacular como las demás. Tal vez fuera porque había crecido, y ya no me impresionaba con tanta facilidad, o tal vez, porque estaba un poco descuidada, claro, todo en comparación a las demás. Recorrí el camino hacia la puerta de hierro, que no dejaba paso para entrar por el jardín. Apreté el interlocutor y me identifique. Después de que el mayordomo me abriera la reja, y fuera a buscarme (a la calle), me miro como si fuera una don nadie o un insecto mal nacido. ¡Jamás había recibido tan gran insulto! ¡Era una heroína! ¡Ayude a terminar con el temible que quería la guerra! ¡Yo logre que terminara la guerra! ¿¡Y me trataban así!? , pero que podía esperar…-Pensé con resentimiento… Ellos, la familia de él, apoyaban esa causa, la limpieza de sangre, la matanza de seres inferiores, entre otras cosas… La injusticia y el malestar que eso me provocaba eran enormes… Pero, yo había logrado que no los mataran por sus pensamientos tan cerrados. Estaba tan absorta en mis pensamientos que esa voz me saco de ellos.
-¿Va a pasar, señorita?-Pregunto mirándome inquisitivamente el mayordomo, y aun con su mirada de "Aunque yo sea mayordomo, usted sigue siendo inferior a mi ser". Pero no dejaría que se tomara tanta la molestia de hacerme enojar y rabiar. No, le mostraría quien era, y que si tal vez lo fuera, tenia una mayor educación que él.
-Si…-Dije educadamente mientras caminaba tras él.
Era raro al entrar a su mansión, sabia que era grande, pero no tanto. Era mas grande de lo que aparentaba por fuera, pensaba mientras miraba los retratos familiares que yacían colgados en las paredes. El señor, o mayordomo, como prefieran. Me guió hasta una pequeña y frívola sala. Era elegante, tenía que aceptar, pero no era lo que se podía decir un lugar calido o acogedor. Pero que podía pedir de él. Siempre había sido el joven arrogante, frívolo, elegante y un poco petulante. Si…Así era él. Empezaba a recordar esos ojos grises…fríos y amargados por la vida. Pero también recordaba, que hace 7 años, habían brillado de emoción, de alegría, de felicidad, de cariño y de amor. Fue cuando le dije que le quería… y el me correspondió besándome tiernamente y diciéndome que él me amaba. Pero la vida no siempre puede ser miel y hojuelas…siempre tiene que darte algo y luego quitártelo, para saber cuanto la apreciabas y lo valorabas…Para recordarte que solo eres algo insignificante y sin importancia, que solo es un juego en el cual juegan los dioses. Dioses…-Pensé-Ellos me lo habían quitado…Me habían despreciado y hecho sufrir. Me habían mostrado que era el real amor. Y todo por su estúpida apuesta… Una apuesta que había cambiado el significado y el camino de mi vida…
Estaba en la sala caminando y toqueteando todo inconscientemente con las yemas de mis dedos…Lo rozaba todo, desde el cuadro de él, hasta la chimenea, mientras me lo imaginaba delante de mí. En ese momento escuche que la puerta se abría, e inconscientemente voltee a ver quien o que había llegado.
-Viniste.-Dijo él…A quien yo tanto esperaba ver.-Pensé que no lo recordarías…
-¿Y por qué no?.-Pregunte mientras me acercaba hacia él.-¿Creías que podrías liberarte tan fácil de mi?
-No, eso jamás, eres como una peste que no se puede sacar.-Dijo sonriendo, sabiendo que eso me molestaría. (Y no se equivocaba el cretino)-Pero lo decía porque éramos unos críos cuando hicimos la promesa.-Dijo mientras me tomaba la mano y me depositaba un dulce y tierno beso en ellas, para luego guiarme hacia el sofá.
-Creía que sabias que era una mujer de palabra, o joven… como en ese entonces-Dije mientras tomaba asiento y él me servia un coñac con miel y canela. Se que suena raro, pero era mi bebida preferida cuando era chica.-Lo recordaste.-susurre impresionada, alagada, enternecida y entusiasmada de que recordara algo que tuviera que ver conmigo. Algo que nadie nunca recordaba u olvidaba.
-Si…Recuerdo que me asuste e impresione cuando te vi preparando eso. Era tan raro que se me antojo probarlo.-Dijo sonriendo sinceramente…sus sonrisas no eran dadas casi nunca, pero cuando lo hacia, su cara se iluminaba y era la perfección pura.
-¿Y qué te había parecido?.-Pregunte sonriéndole a que contestara.
-Que estabas loca, sabia a demonios…. Nunca logre quitarme su sabor de encima.-Decía mientras hacia su mueca de asco, haciéndome reír.-Y me imagino que aun te gusta, ¿Cierto?
-Cierto.-Conteste sonriéndole sinceramente, mientras él se acercaba hacia mí con las copas en la mano.-Pero, te preparaste uno igual…-Dije extrañada al mirar las copas, si tanto le disgustaba ¿Por qué se preparaba el una igual? - ¿Por qué?
Él pareció no darse cuenta de haberlo hecho, miro su copa y se quedo callado…Empezó a jugar con el liquido, parecía que estaba más interesado en su contenido, que en responder en mi pregunta. Estaba callado, y creí que mi pregunta lo había incomodado… ¿pero por qué tomaba eso si no le gustaba? Era irónico y tonto. Y también un poco extraño. Baje mi mirada mientras reflexionaba todo eso. No se porque hacia eso, pero también me mordí el labio, tal vez así ya no diría ninguna tontería…aunque también ese gesto señalaba que estaba triste, confundida o contraída…Como en ese momento.
-Porque…-Empezaba hablar, y fije mi vista en él…Pero no me estaba mirado, seguía jugando con su copa.-Porque es lo que me recuerda a ti…a tu sabor…a tus besos… a tus labios-Dijo susurrando y con la mirada perdida ya en otro lugar que no fuera la copa.
-Y si yo, te dijera que cada vez que como una menta, te recuerdo… Recuerdo el sabor de tus labios…y que a veces mezclo menta y canela para imaginar el sabor de los besos dados, entre tu y yo… ¿Me creerías?-Dije mientras le levantaba la cara con los dedos, para que me mirara, y supiera que decía la verdad.-Creerías que muchas de las cosas que hago ahora me recuerdan a ti…¿Me creerías?...-Preguntaba con los ojos llenos de lagrimas aun sin mostrar…No era digno de mi, mostrar mis sentimientos. Pues con los años había aprendido que era mejor ocultarlos.
-Si, mi amor…Yo te creería…-Dijo tocándome la mejilla y mirándome a los ojos con amor.-Porque yo también e hecho lo imposible para no olvidarte jamás.
Sus palabras eran dulces y sus caricias eran tiernas. Sus toques eran suaves, y dejaban un camino hecho de fuego en mi cuerpo. Empezaba a perder el sentido…sentí sus labios en mi cuello, y su mano seguía recorriéndome, como si deseara grabarse mi cuerpo. Si seguíamos por ese camino, no lograríamos el cometido de la promesa…con todo mi pesar pare su mano, que yacía en un lugar un poco apropiado, y aparte su cara de mi cuello. Lo mire a los ojos, esperando expresar todo con esa pequeña mirada. Y al parecer él la comprendió, pues inmediatamente se alejo un palmo de distancia, y me miro con unos ojos nublados por pasión.
-¿Por qué paraste?.-Preguntó mirándome y dándose cuenta que yo también ardía en pasión, en una no consumada.-¿Te sientes insegura?
-No es eso…-Dije mirándole tristemente.-Vine aquí por una misión. Y si hacemos esto, no la lograre. Y lo sabes perfectamente.-Comente sin dejar de mirarlo.
-Lo se…Lo siento.-Dijo con cólera y rabia.-Creía que habías venido porque me querías, me extrañabas, porque no podías vivir sin mi…Pero veo que me e equivocado. ¿Cierto?.-Preguntó, mientras yo miraba sus ojos, en las que brillaba la llama de la rabia.-Tu solo estas aquí por una estúpida promesa que nos hicimos de críos.
-Sabes que eso no es del todo cierto…En parte si vine por la promesa que hicimos, por la cual tú me esperabas. Y por otra, estoy aquí, para verte, saber que sigues vivo, que continuas con tu vida, que ya no eres una persona que solo odia en esta vida, sino que también ama. Sabíamos que lo nuestro no podía pasar, desde el momento en el que me aceptaron en la academia de aurores en el sur de Francia… sabíamos que no podía ser, porque podrían matarte o lastimarte, Draco.-Dije su nombre en voz baja, mi corazón latía desenfrenadamente. Lo quería…Pero era algo que no se podía. Por primera vez pensaba en él como Draco, y no como en él. Era impresionante el avance que había hecho yo en esos momentos.-Yo vine, para saber si tenias a alguien a tu lado, si compartías tu lecho con alguna amiga, novia, amante o esposa…Si tendrías hijos…de ojos grises y pelo amarillo…corriendo por la casa.-Empecé a divagar por mis pensamientos imaginándome esos hechos, y era tan doloroso que tuve que romper la imagen.-Como sea…ya sabes que preguntas responder, y tienes que contarme como has vivido estos 7 largos años.
-No fue gracias a ti.-Contestó en un murmullo que creo que pensó que no escucharía…y me dolió. Aunque jamás lo mostraría.-Eh estado con cientos y cientos de mujeres a lo largo de los primeros tres años, para poder olvidarte…Me case, Hermione. Y si tengo una hija, llamada Mia…Pero mi esposa, Amelía Malfoy, murió en el parto… Y si sigo vivo, es por ella. Por Mia.-Dijo mientras una solitaria y amarga lagrima recorría su perfecto rostro. Quede desconcertada al saber que me había cambiado por esa…
-¿La amabas, Draco? -Pregunte con un hilo de voz.-¿La amaste como me amaste a mi? O ¿Fue más?-Sabia que si la respuesta era afirmativa me iba y nunca mas volvería…Era demasiado doloroso que él me hubiera besado y acariciado unos momentos antes…cuando acaricio también a otra unos años antes. Una lagrima recorrió mi rostro…y luego otra la acompaño, no espere mas y le pregunte mientras desviaba mi rostro para que no viera que lloraba.-¿Por qué no me esperaste?
-¡Qué te esperara! ¡Como te atreves a pedirme algo así, Granger!-Dijo Draco saliendo de sus casillas, me miraba furioso, pero al ver mis lagrimas se relajo un poco y empezó de nuevo a hablar.-No sabia que volverías, tu misma lo dijiste…Tenía que vivir la vida, aunque tu ya no estuvieras en ella. Pensé que te habías olvidado de mí, porque nunca recibí ninguna carta de ti. Nada que demostrara que pensabas en mí, que me extrañabas, que me amabas. Pero era tonto pensar eso.-Dijo mirando de nuevo la copa que tenia en sus manos. Manos de la que una vez había recibido un trato.-Pero no…Nunca pude amar a Amelía… ella se parecía a ti. En cuanto al físico, pero… Nunca la pude comparar con tigo, pues no había nada de ella que pudiese ser comparado. Me había casado con ella para olvidarte…Pero eso nunca sucedió…Pues me di cuenta de lo mucho que te amaba a ti.-Me confesó con un murmullo.
En ese momento olvide que me sentía herida, todas esas palabras…Tenia que procesar la información. Había dicho que me amaba… me amaba. ¡Me amaba! ¡No me había olvidado!-sin darme cuenta me lance a abrazarlo, a sentir el calor de su cuerpo contra el mió. Al parecer él se sorprendió, pero luego me abrazo como si temiera que pudiera perderme de nuevo. Pero había algo mal con esa situación… Algo por lo cual también había aparecido ahí… No fue solamente por lo que le había contado a él… Sino también por Nicholas…
-Tengo algo que contarte.-Susurre aun pegada a su pecho, con mi cara en su cuello.-Algo importante…Solo espero que no me odies…
-Yo jamás te podría odiar.-Me dijo mientras me miraba a los ojos y agarraba un mechón para colocarlo en mi oreja.-Nunca te odie cuando te fuiste…¿Por qué e de odiarte ahora, que regresaste?
-Porque esto podría cambiar nuestras vidas…-Dije intentando agarrar el valor necesario para poder decirle la verdad…-Y no solo las nuestras.-¡Dios! Necesitaba ayuda, no iba a poder decirle…Era…Doloroso, si doloroso, y sentía miedo y pánico de cómo pudiera reaccionar él.-Si vine aquí, también fue por otra razón…Me fui cuando tenia 17 años, no solo por la academia…Sino porque además estaba embarazada…-Lo dije…lo dije…Bueno parte, ahora me faltaba la otra.-Un bebe tuyo…Un bebe que nació…Y vive con migo.-¡Ahí estaba! ¡Uff! Por fin lo había dicho, era hora de mirar su reacción, ¡Dios! Cuanto miedo sentía, y si me rechazaba por nunca habérselo dicho…
Él era su padre, el padre de Nicholas Alexander… De mi hijo. Pensé en voltear a verlo…aun con el miedo que sentía, seguíamos abrazados, pero note que se tenso al haberle dicho que teníamos un hijo. Suavemente subí mi mirada hasta encontrarme con su rostro. Sus ojos grises habían vuelto a ser fríos e indescriptibles. Y su mirada recayó en mí. Me perforo en busca de algún indicio de broma pero al darse cuenta de que no lo era, me soltó… Fue un golpe bajo… Pero lo entendía, decirle que tenía un hijo de 6 años, creado por el fruto de nuestro amor, y que nunca había conocido, era un golpe duro. Y más si la mujer que amabas era la que te lo escondía… Realmente lo entendía. Me separe al sentir que ya no me abrazaba, y empecé a caminar. Estaba completamente destrozada, porque él no había dicho ni una palabra. Hizo lo inimaginable para mi, fue a la entrada y abrió la puerta, para que me fuera…Entendía que me odiara y nunca me perdonara…Le había arrebatado a su hijo por un acto de cobardía… por miedo a que si lo sabia, me desechara. Me quede parada, y las lagrimas se me escaparon de mis ojos. Lo mire pero él me bajo la vista y en un murmullo me ordeno que me fuera. Ya no había nada que hacer aquí, recordé, había cumplido mis promesas, la primera, con él, y la segunda con mi hijo…En le había dicho que iría a ver a su padre… a su amante de hace 7 años atrás. Lo mire por última vez, y empecé a ir hacia él, con la intención de marcharme. Nicholas me esperaba en casa…y yo, ya no podía hacer nada ahí. Pero antes de irme, cuando pase alado de él, saque una tarjeta…
-Si quieres venir a verlo…Seria un gran regalo para él.-Susurre mientras le dejaba la tarjeta en la mano y me iba…Para siempre.
