Disclaimer: Digimon no me pertenece.
Advertencias: Universo alterno.
Dream High
Sueño destruido
Reflectores y cámaras apuntándola sólo a ella; una enorme audiencia escuchando con una sonrisa en sus rostros a una hermosa chica de voz angelical que cantaba haciéndole dueto a su famosa maestra de canto. Ella era Mimi Tachikawa, una joven que parecía tenerlo todo… belleza, talento, voz y dinero.
Llevaba un bello vestido blanco que hacía juego con la joyería que portaba en su cuello y en sus orejas, todo parecía muy fino y en su delicado cuerpo se veía deslumbrante. Su largo y sedoso cabello castaño estaba recogido con ayuda de una tiara y sus ojos color chocolate brillaban con las luces de los reflectores.
Sin duda cantaba como los mismos ángeles, y ella lo sabía. Ella sabía de lo que era capaz, no por eso había sido la mejor de su escuela de artes y había tenido el honor de cantar un dueto en el concierto de Maeda Ai, su maestra.
Todos miraban maravillados a las dos hermosas mujeres cantando al compás del piano y el violín de fondo. La audiencia no emitía ruido alguno y no parecían querer que la música acabara, sus voces eran todo un deleite para los oídos de los presentes.
– Es tan linda… – susurró una chica de largo cabello rojizo que tomaba fotos de Mimi con su cámara instantánea.
De pronto, la voz de Mimi se escuchó por todo el lugar, llegando a un agudo al que no muchos eran capaces de llegar, seguido instantáneamente por la hermosa voz de su maestra, terminando así con la canción, dándole un final perfecto al concierto.
Toda la audiencia se levantó de sus asientos y comenzaron a aplaudir y ovacionar sin parar. Mimi y su maestra saludaban al público con una sonrisa mientras estos les lanzaban rosas al escenario. Pasaron unos minutos hasta que el telón bajó y todos comenzaron a salir del lugar.
::
Afuera del salón se respiraba un aire frío, muy propio del invierno que acababa de azotar la ciudad de Tokyo, Japón, hace apenas unas cuantas semanas.
Las compañeras de clase de Mimi la esperaban con ansias en la entrada de la sala de conciertos, todas platicaban en parejas o en tríos, pero había una pelirroja sola, que revisaba las fotos que había tomado con su cámara.
Después de unos minutos al fin salió la hermosa castaña y todas posaron sus miradas sobre ella, que cargaba varios ramos de flores y vestía un hermoso abrigo rojo. En cuanto salió caminó en dirección a la chica de la cámara y le dio sus flores para que las cargara.
– Qué bonita es Mimi… – exclamó una chica rubia que veía la escena de lejos.
– Sí, además de que su voz es la mejor de todo el colegio. – le respondió su amiga, una chica de anteojos. – Escuché que ya está pre aceptada en Juilliard.
– ¿Enserio? ¿Pero que esa no es una academia de artes muy costosa?
– Con todo el dinero que tiene, no será problema para ella.
– Tienes razón, además de que con su voz seguro la aceptan sin dudarlo.
– Hasta me da algo de envidia… – susurró la chica de anteojos.
– A mí también… – respondió la rubia. – Pero oye, ¿quién es esa? – preguntó apuntando a la chica pelirroja que ahora cargaba con dificultad los ramos de flores de Mimi.
– Jajaja, ¿ella? – rió con desdén. – Es mini Tachikawa.
– ¿Mini Tachikawa? ¿Y eso?
– ¿Qué no la vez? La pobre no tiene identidad. – dijo mirándola de arriba hacia abajo. – Cuando llegó al colegio tenía el cabello corto y se lo dejó crecer para poder peinarse igual que Mimi, además de que copió su manera de vestir y lo único que hace es seguirla a todos lados.
– Pobrecita, me da lástima… – exclamó la rubia. – ¿Pero cuál dices que es su nombre?
– Ay ni idea, seguramente no tiene nombre… – rió la joven de anteojos.
– Sora Takenouchi.
– ¿Eh?
Las dos chicas se quedaron atónitas cuando vieron a Mimi frente a ellas con una cara de pocos amigos.
– Que su nombre no es mini Tachikawa. Es Sora Takenouchi. ¿Acaso están sordas? – repitió con un toque de altanería en su voz.
– Mimi… – susurró Sora con ilusión en sus ojos al ver como su amiga la defendía.
– Hmm, y tú Ichinose… – continuó Mimi acercándose a la chica. – Parece que siempre usas ese viejo adorno para el cabello que te di.
La chica de anteojos la miró confundida, sin poder contestar.
– Yo pensaba tirarlo a la basura, pero tú lo usas como si fuera algo muy preciado que hasta creo que me da un poco de lástima.
– ¿Qué estás diciendo? – exclamó la chica retirándose el adorno de su cabello rápidamente.
Mimi sonrió para sus adentros y miró en dirección a la pelirroja.
– Vámonos, Sora.
– ¡Sí! – exclamó de inmediato.
Dicho esto, la castaña levantó la cabeza y caminó empujando de lado a la chica de anteojos, seguida por Sora que sólo la miró de arriba a abajo, levantando la cabeza como su amiga para después ir detrás de ella.
– ¡AGH! ¿Pero qué le pasa? – gritó Ichinose con coraje.
– Si hay algo que Mimi Tachikawa no tiene, son modales. – dijo su amiga mirando como ambas chicas se marchaban.
Mimi y Sora caminaban rápidamente hacia la salida del establecimiento, la primera iba seria y con la cara muy en alto, mientras la otra apenas podía con todo lo que estaba cargando.
– A mí no me molesta que me llamen mini Tachikawa… de hecho me gusta. – dijo la pelirroja.
– A mí no. – respondió cortante.
– ¿En serio? – dijo abriendo los ojos de par en par. – Bueno, entonces a mi tampoco.
La pelirroja estaba casi corriendo para alcanzar el paso de su amiga, y cuando por fin lo hizo, sacó emocionada las fotos que había tomado.
– ¿Quieres verlas? – preguntó.
La chica las tomó sin siquiera voltear a ver a Sora. Comenzó a mirarlas de una por una mientras seguía caminando y criticaba cada una de ellas.
– Está borrosa. – dijo devolviéndosela. – En esta salgo cortada. – también se la devolvió. – Está muy oscura…
– ¡Pero! Me esforcé mucho…
– Ah… – dijo deteniéndose en seco. – Esta me gusta.
Era una foto donde salía ella de cuerpo completo, con su hermoso vestido blanco y en un ángulo muy favorecedor. Inmediatamente sacó su billetera color rosa y guardó la fotografía en un compartimiento de esta.
Siguieron caminando y cuando al fin estuvieron a punto de cruzar la calle se toparon con una gran limusina negra seguida por una horda de chicas que gritaban desenfrenadas.
– ¿Qué está pasando? – preguntó Mimi tratando de cruzar.
– ¡Es que el director de la Academia YG acaba de llegar! Toda la ciudad lo estaba esperando. – respondió Sora con una sonrisa.
– ¿En serio? – exclamó incrédula. – ¿Por qué hacen tanto escándalo por una academia tan poca cosa como esa?
Pero Sora ya no le contestó puesto a que ambas fueron arrastradas por la multitud de chicas hasta el otro lado de la acera.
– ¡Ah! Que fastidio… – exclamó Mimi. – Será mejor que nos apresuremos.
– ¡Sí!
Las dos jóvenes siguieron su rumbo sin notar que a Mimi se le había caído su fina cartera rosa en plena avenida.
Un chico de descuidado cabello negro y apariencia dudosa vio justo el momento cuando se le cayó y corrió a levantarla, pero no parecía tener intenciones de devolverla, ya que lo primero que hizo fue abrirla y esculcar su contenido.
– ¿Qué? ¿Tan sólo 300 yens? – susurró con desilusión. – Y eso que se veía de una familia adinerada…
– Oye…
– ¿Eh? ¿Quién eres tú?
Un joven rubio de no más de veinte años lo miraba con frialdad en sus ojos; unos ojos azules tan profundos como el océano.
– Me parece que eso no es tuyo… – dijo mirando la cartera.
– ¿Ah sí? Pues no es de tu incumbencia.
– Será mejor que la devuelvas o estarás en grandes problemas.
– ¿Y tú qué piensas hacer al respecto?
Pero el chico de cabello negro no pudo emitir ni un sonido más cuando posó su mirada en los ojos del rubio, quien lo veía como si fuera a asesinarlo. Nunca en su vida había visto unos ojos que pudieran expresar tanto, y a la vez nada.
– E-está bien, toma… – dijo entregándole la billetera. – No tenías por qué ponerte así, hombre…
El rubio la tomó y vio como el chico corría despavorido en dirección contraria a la suya. Suspiró con pesadez y miró a su alrededor en busca de la joven, que ya no se veía por ahí, pero con suerte recordaba que dirección había tomado.
– Ah… en las cosas que me meto. – suspiró para después emprender su camino detrás de la dueña de la billetera.
A unas cuantas calles, ambas chicas continuaban caminando y Mimi aún no se daba cuenta de que había perdido su cartera, ya que todavía seguía quejándose de la multitud que las arrastró calles atrás.
– ¡Es que son unos idiotas! – gritó con coraje.
– ¿Quiénes? – preguntó Sora.
– ¡Todos los estudiantes de la mediocre Academia YG!
– ¿Por qué dices que es una academia mediocre? Es la mejor escuela de artes en todo Japón, y una de las más difíciles para entrar…– explicó la pelirroja. – Todos los cantantes famosos de la actualidad salieron de esa academia.
– Son patéticos, comerciales y sin talento. – musitó Mimi girando los ojos. – Es por eso que yo solamente escucho música clásica.
Sora guardó silencio por unos segundos.
– S-sí… tienes razón, son todos unos mediocres sin talento. – dijo no muy convencida, sólo para quedar bien.
– Bueno, ya me voy Sora… te veo luego. – exclamó Mimi comenzando a caminar con prisa. – Quédate con las flores.
– ¡Ah! Nos vemos luego Mimi… – dijo despidiéndose con una sonrisa.
::
La castaña caminó unas cuantas cuadras con la cabeza abajo hasta que llegó al estacionamiento de una clínica. Entrando tomó una gorra de su bolso y ocultó todo su hermoso cabello en esta para después cubrirse la cara con su bufanda blanca, como si no quisiera ser vista.
Y así era.
Respiró hondo antes de sacar unos cuantos volantes de su bolso para comenzar a ponerlos en los parabrisas de los autos que estaban estacionados en el lugar. Lo estaba haciendo tan rápidamente que no notó una presencia tras de sí.
– Oh… ¿Así que la hija de un prestigiado empresario ahora tiene que repartir volantes para sobrevivir?
Mimi se quedó estática y volteo la mirada lentamente para ver de quien provenía aquella voz. Era un hombre alto, algo viejo, y vestía un traje negro.
– Qué ironía… – continuó el hombre. – Pero con tu padre hundido en tantas deudas, no me sorprende.
– ¿Quién es usted? – preguntó la chica con prepotencia.
– Soy Matsui Arukawa. Verás... tu papá me debe mucho dinero y al parecer no se encuentra en la ciudad en estos momentos. – hizo una pausa. – ¿Sabes dónde está?
– No. Y aunque lo supiera, no se lo diría.
– Ah, pero es que no has entendido. – dijo comenzando a acercársele. – Si tu padre no puede pagarme ahora, tendrás que hacerlo tú, y según tengo entendido acabas de cumplir la mayoría de edad.
– ¡Está loco! – exclamó Mimi arrojándole el montón de volantes que aún tenía con ella.
– Hmm… no debiste hacer eso. – dijo negando con su dedo índice. – Y es que, como su única hija, tienes que cumplir con tu deber. Así que ven conmigo.
– No. No voy a ir con usted. – dijo con seriedad.
– Vienes conmigo por las buenas… o por las malas.
– ¡Ya le dije que no voy a ir! – exclamó Mimi pateando uno de los botes de basura del lugar, acción que hizo que uno de sus finos zapatos rojos saliera volando, pero en esos momentos no le importó, ya que debía correr.
La chica se dio la vuelta rápidamente para salir del lugar, pero instantáneamente fue mandada de regreso por otro hombre vestido de negro que ya la estaba esperando afuera. Mimi volteó para todos lados y divisó unas escaleras en el estacionamiento, corrió hacia ellas a como pudo y llegó hasta la azotea del lugar. Pero para su desgracia, arriba también la esperaba otro hombre.
– No puede ser… – exclamó cansada al ver que los tres hombres ahora la estaban rodeando.
– Si quieres jugar, nosotros lo haremos también. – dijo Arukawa.
Mimi corrió hasta una de las esquinas del lugar, quedando sin escapatoria. Los tres hombres ahora la tenían acorralada.
– ¿Qué? ¿Ya se te acabaron los trucos? – dijo con sarcasmo el señor. – Así no es divertido.
Pero de pronto, uno de sus hombres cayó directo al suelo al ser fuertemente golpeado por un chico rubio ojiazul que acababa de aparecer en escena. El otro hombre se lanzó inmediatamente a golpearlo, pero el chico lo esquivó con gran agilidad y le lanzó una patada en el estómago. Mimi estaba boquiabierta, no tenía idea de quién era ese tipo, pero agradecía que hubiera aparecido.
Arukawa quiso hacer un movimiento sucio cuando el rubio estaba distraído con uno de sus hombres, y se lanzó para golpearlo con su puño ya preparado, pero el ojiazul fue más rápido y de una sola maniobra lo esquivó, haciendo que el mayor cayera directo al suelo.
– Oye… – exclamó el rubio mirando a la joven.
Mimi lo miró a los ojos y este le lanzó su cartera rosa. La chica la atrapó con algo de dificultad y después lo observó extrañada, puesto a que no tenía idea de que ésta estuviera perdida. De pronto los dos hombres que estaban en el suelo comenzaron a ponerse de pie y el rubio se posó en frente de ambos.
– ¿Por qué mejor no juegan conmigo? – les dijo con un tono sumamente prepotente en su voz.
– ¡A él! – gritó Arukawa a sus dos hombres.
La castaña rápidamente le dio un último vistazo antes de salir corriendo, era su oportunidad y ese desconocido se la estaba dando. Sólo esperaba que estuviera bien, ya que ella no pensaba regresar.
Corrió y corrió en dirección al metro, quería volver a casa cuanto antes. Y cuando al fin sintió que podía detenerse a dar un respiro, notó que el señor Arukawa venía persiguiéndola, seguramente el rubio se había quedado peleando con esos dos enormes guaruras mientras éste había corrido tras ella.
– ¡No puedo creerlo! – exclamó mientras tomaba aire para seguir corriendo.
Estaba que ya no podía más, pero faltaba muy poco para llegar a la estación del metro; y justo cuando estaba entrando y comenzó a bajar las escaleras, dio un paso malo con su pie descalzo y sintió como comenzaba a caer, cerró los ojos esperando el impacto pero en lugar de eso sintió como unos brazos la atraparon y detuvieron su caída.
– Oye… ¿Estás bien? – preguntó el chico que la tenía en sus brazos. Era un joven alto, con los ojos color marrón y un alborotado cabello castaño.
Ambos se miraron por unos segundos sin decir nada, como si el tiempo se hubiera detenido. Un extraño rubor cubrió las mejillas del chico.
– ¡Agh! ¡Suéltame! ¡Tengo mucha prisa! – gritó la Mimi zafándose de los brazos del castaño.
– ¡Hey, aunque sea dame las gracias!
Pero ésta ya no lo estaba escuchando puesto a que se encontraba corriendo en dirección al metro otra vez. El joven la miró extrañado hasta que un hombre de traje negro pasó corriendo frente a él, parecía que perseguía a la chica.
El castaño corrió rápidamente para adelantársele y le proporcionó una patada en la pierna que hizo al mayor tropezar, dándole a Mimi más tiempo para escapar.
– ¿Qué rayos? – gritó Arukawa en el suelo. – ¿De dónde salen tantos?
Y es que ya había tenido suficiente con ese otro chico de la azotea.
El mayor se levantó rápidamente ahora dispuesto a golpear al moreno, quien esquivó ágilmente el golpe y también comenzó a correr en dirección al metro empujando a todos los que venían en sentido contrario.
Las puertas del vagón se abrieron y Mimi se subió al instante. El chico de cabellos alborotados ahora era el que estaba siendo perseguido por ese hombre, y justo cuando iba a entrar al metro, Arukawa lo alcanzó a atrapar de su abrigo.
Mimi reaccionó y rápidamente se quitó su otro zapato y lo lanzó, con una excelente puntería, directo a la cabeza de Matsui Arukawa, que cayó casi noqueado al suelo soltando por completo al chico, quien apenas alcanzó a entrar y las puertas se cerraron justo tras de él.
Ahora el metro avanzaba con rapidez, dejando atrás a su persecutor.
– Pff… estuvo cerca… – exclamó el castaño respirando hondo.
Pero la chica no le contestó, más bien le dio la espalda completamente y lo ignoró.
– Oye… deberías aunque sea darme las gracias. – insistió.
– ¿Por qué? Si mal no recuerdo, te acabo de salvar. Así que estamos a mano.
– Ay… que carácter. – bufó el moreno. – Te quita todo el encanto.
– Más te vale que me pagues por ese zapato, era de mis favoritos.
El chico arqueó una ceja.
– Pero si ya sólo tenías uno…
– Y aún lo tendría de no ser por tu estupidez. No te metas donde no te llaman. – dijo con prepotencia.
– ¿Y a ti que te pasa? – preguntó molesto. – Yo sólo trataba de ayudarte.
De pronto las puertas del vagón se abrieron, habían arribado a una estación y el chico de cabellos alborotados dio media vuelta, dispuesto a salir lo más pronto posible de ahí.
No soportaba a las personas así.
– ¡Hey, espera! ¡Estaba hablando muy enserio! – exclamó Mimi saliendo detrás de él.
– ¿En verdad piensas seguirme? – preguntó el chico a la vez que aceleraba el paso.
– Pues no pienso llegar descalza a mi casa. ¿Qué dirán mis padres?
– ¿Sabes qué? Eso no me importa. – dijo poniéndose sus audífonos para seguidamente comenzar a caminar aun más rápido.
– Ah, pues veamos quién es más terco.
El moreno trataba de ignorar a la peculiar joven que lo estaba siguiendo, sin duda era hermosa, pero su falta de modales le quitaba gran atractivo. No le dirigió la palabra en todo el camino, hasta que llegaron a la que parecía ser su casa.
– ¿Vives aquí? – preguntó Mimi con algo de asco reflejado en sus ojos.
– Ehm… sí, con un amigo.
– Oh… – susurró, ahorrándose sus comentarios.
Era un pequeño cuarto en un barrio de la ciudad algo descuidado. Había grafiti en las paredes y el interior carecía de muebles. Se escuchaba música proveniente de la única habitación; el castaño se dirigió a ésta, seguido por Mimi, y abrió la puerta.
Dentro se encontraba un chico que parecía de su edad, con un aspecto desaliñado y horrible ropa, tenía el cabello algo despeinado, pero no tanto como el del castaño que conoció en el metro. Estaba muy concentrado en lo suyo, bailaba al ritmo de la canción unos marcados pasos de break dance.
– ¡Tai! – exclamó el chico cuando notó que entraba. – Pensé que sólo saldrías un rato. – dijo dejando de bailar y apagando la música.
– Ese era el plan. Pero ocurrió un imprevisto. – replicó mirando a Mimi.
– ¡Ah! – exclamó el chico acercándose. – ¿Pero quién es esta preciosura?
– ¡No te atrevas a tocarme! – gritó Mimi enseguida.
– ¡Calma! Sólo quería presentarme. – hizo una pausa. – Soy Daisuke Motomiya. ¿Con quién tengo el gusto?
– No te lo voy a decir.
– ¿Eh? ¿Pero porqué? – preguntó confundido.
– Déjala Davis, así se ha portado en todo el camino.
– ¿Y entonces porqué la trajiste?
– No lo hice, ella me siguió.
– Oh bueno, chica sin nombre. Dime que te pareció mi baile de hace unos momentos. – dijo Daisuke con ánimos de presumir.
– ¿Enserio estabas bailando? – preguntó con notorio sarcasmo.
– Ouch… ¿tan mal me veía?
– No sólo eso… te veías vulgar. – dijo altanería. – ¿Eso era lo que querías escuchar?
– ¿Dijiste vulgar? – exclamó molesto. – Repite eso. – la retó.
– ¿Qué? ¿Quieres que lo diga otra vez? – exclamó Mimi alzando la voz. – Tus movimientos son de lo peor, muy vulgares y de tercera clase.
– ¿Pero quién te crees para hablar de esa manera? – preguntó aún más molesto. – Eres una…
– Basta. – interrumpió Tai. – Ya déjala, será mejor que sigamos ensayando, las audiciones para YG son esta semana.
Mimi los miró sorprendida y se cruzó de brazos.
– ¿Qué? ¿Van a audicionar para esa mediocre academia de perdedores? – preguntó con su misma actitud arrogante.
– ¿Mediocre? – exclamó Daisuke confundido.
– Esa academia no sirve para nada.
– Ya. – volvió a interrumpir el castaño, esta vez mirando a Mimi directo a los ojos. – Mejor ya cállate y vete de aquí.
La chica los observó a ambos con unos ojos de verdadero fastidio reflejado antes de darse la vuelta para salir con la cabeza en alto del lugar.
El castaño seguía molesto, pero notó que ya estaba oscureciendo afuera y no pudo evitar recordar que las noches eran muy frías en esta temporada y la chica malcriada que acababa de conocer ahora no llevaba zapatos, en parte por su culpa.
Mimi iba saliendo del lugar pisando con dificultad, pues ya hasta sus medias estaban mojadas de tanta humedad, siguió caminando unos pasos más hasta que unas botas llegaron volando y se plantaron al lado de ella.
La chica volteó y notó que el chico de cabellos alborotados las había lanzado.
– Póntelas… – susurró. – Te vas a enfermar si regresas así.
La miró una última vez antes de darse media vuelta dispuesto a regresar a su casa. Mimi lo observó alejarse y luego bajó la vista hacia las botas del chico, que se veían sucias y desgastadas.
El moreno ya estaba a punto de entrar a su casa cuando un fuerte golpe lo azotó en la cabeza.
– ¿Qué rayos? – gritó asustado, pero se sorprendió aun más al ver que era lo que lo había golpeado. – ¿Mi bota?
Mimi apareció frente a él, lanzándole la otra bota. El chico se sobaba la cabeza con una mano mientras que con la otra atrapó su zapato.
– Huelen muy mal. – habló la chica. – Además, ni siquiera se me verían bien.
Dicho esto, Mimi ahora sí se dio la vuelta para comenzar a caminar descalza, pero orgullosa, hacia su casa, donde ya habría estado desde la tarde de no ser por todos los contratiempos que hubo ese día.
::
Llegó a su casa sumamente cansada y dispuesta a dormir, cuando vio algo que no pudo creer. Todas las luces de la gran mansión estaban encendidas y la puerta principal yacía abierta.
– ¡Esto no puede estar pasando! – gritó en cuanto vio a varios hombres sacando los muebles del lugar. – ¿Qué les pasa? ¡Suelten nuestras cosas!
– Me temo que eso es imposible. Tenemos una orden de embargar esta casa. – le respondió un hombre que no cargaba los muebles, sólo revisaba una lista.
– ¿Qué? Pero… ¿A dónde voy a ir yo?
– ¿Crees que nos importa? – le contestó. – De todos modos, esta noche aún puedes dormir aquí, ya que no acabaremos de sacarlo todo. Pero para mañana deberás irte.
– ¡Agh! Son unos ineptos… ¡Ya verán! – dijo enojada a la par que entraba como rayo a la mansión.
Corrió hasta su habitación y se lanzó a su amplia cama para rápidamente sacar su teléfono celular y marcar un número que sabía de memoria.
– ¡Papá! – exclamó cuando una voz le contestó del otro lado de la línea.
– ¿Mimi? ¿Por qué llamas a esta hora? ¿Sucedió algo? – preguntó preocupado el señor Tachikawa.
– ¡Unos idiotas están sacando los muebles de la casa! Dicen que la van a embargar y que mañana mismo debo irme.
– Oh… no pensé que lo harían tan pronto.
– ¿Qué? ¿Tú sabías de esto? – preguntó con algo de coraje e impotencia. Había sido un día horrible y ya no aguantaba las lágrimas.
– Lo siento, hija… pero en verdad estamos en la ruina.
– Papá… por favor vuelve. – susurró sollozando. – Yo… yo no puedo sola.
Hubo un prolongado silencio por parte de ambos.
– Aguanta un poco más, cariño. – la consoló. – Yo no puedo volver en estos momentos, necesito conseguir dinero.
– ¿Entonces qué esperas que yo haga? – gritó con desesperación liberando su llanto.
– Calma, princesa. – hizo una pausa. – Anota este número.
– Papá… – se quejó.
– Sólo deberás quedarte un mes o dos con esta persona… estoy seguro de que aceptará recibirte.
Mimi no estaba nada convencida, pero la verdad no tenía otra opción. De su bolso sacó una libreta rosa y una pluma del mismo color, dispuesta a anotar el teléfono.
– ¿Quién es? Dame el número. – dijo con resignación, limpiándose las lágrimas con su mano libre.
– Lo recuerdas, ¿no es así? – hizo una pausa. –Su nombre es Joe Kido.
– Joe Kido… – susurró Mimi repitiendo las palabras de su papá a la vez que anotaba el nombre del susodicho.
Pero de pronto ese nombre resonó en su cabeza y la hizo reaccionar.
– ¿Joe Kido? Papá, ¿hablas enserio? ¿Te quedaste sin amigos? – exclamó comenzando a desesperarse. – ¿Es la única persona que se te pudo ocurrir? ¿En verdad quieres que vaya con ese sujeto?
– Hey… Mimi…
– ¡NO! Ni lo pienses.
– Por favor… ahórrame esta preocupación.
– Si en verdad te preocuparas por mí, ¡me habrías llevado contigo!
– Sabes que me es imposible tenerte aquí…
– Ya… mejor ya no hables, papá. – respondió la chica, se sentía algo decepcionada de su padre en estos momentos.
– Por favor hija… busca al señor Kido mañana, él te va a ayudar.
– Adiós. – dijo Mimi colgando el teléfono sin darle una respuesta.
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Era ya un nuevo día en la ciudad de Tokyo y a pesar del frío que hacía, el sol salió para animar a todos los habitantes a que se levantaran y fueran a trabajar. Eso era precisamente lo que hacía un maestro de la Academia YG. Era un hombre que por apariencia se veía que estaba cerca de los cuarenta años, llevaba su cabello azulado peinado para atrás y unas grandes gafas que acentuaban el negro de sus ojos.
Iba corriendo, parecía muy apurado.
– Señor Kido. – exclamó una alta mujer de corto cabello castaño y ojos verdes. – Llega tarde, como de costumbre.
– Lo siento, profesora Fujioka… – dijo disculpándose. – No vuelve a pasar.
– Siempre dice lo mismo... y le informo que sus alumnos ya están fuera de control en el aula.
– Voy para allá.
– No será necesario, el subdirector nos ha llamado a junta, así que venga conmigo.
– Oh… está bien.
Ambos profesores caminaron por un largo pasillo lleno de amplios cuartos sin muebles. Todos eran salones de ensayo muy espaciosos y con grandes espejos. Algunos incluso tenían una variedad inmensa de instrumentos para escoger, y es que eso era YG, una academia de artes que buscaba a los jóvenes más talentosos del país.
Se metieron a un gran cuarto que tenía dos puertas de vidrio transparente y un letrero que llevaba escrito "Sala de Profesores" en éste. Ahí ya los esperaban sentados el resto de los maestros y el subdirector de la academia.
– Profesora Fujioka, profesor Kido, tomen asiento. – dijo el subdirector, un hombre barbudo y algo viejo.
– Perdone por la tardanza, subdirector Yano. – se disculpó la alta mujer.
– No se disculpe. – respondió sin observarla. – Ahora daremos inicio a la junta de este nuevo semestre, ya va a llegar el día de las audiciones de primer ingreso y necesitamos aclarar unos cuantos puntos.
Todos los presentes lo miraron expectantes, sin emitir ruido alguno.
– Primero que nada, les aviso que en este periodo escolar tendremos dos vacantes. – hizo una pausa. – Una de ellas es la señorita Anzu, se estará ausentando por su embarazo. La otra persona es un maestro que ha tenido el más bajo desempeño por tres años consecutivos, y será despedido.
Todos despistadamente posaron sus ojos sobre el hombre de cabellos azulados y gafas, quien al sentir la mala vibra se encogió de hombros.
– Desafortunadamente no podemos hacer nada por él. Todos sus alumnos no pasaron las pruebas finales y nunca pudieron debutar… – continuó el subdirector.
Joe Kido sabía que estaban hablando de él, pero no decía nada, al igual que sus compañeros, quienes se mantenían al margen. Él no era tan mal maestro, pero siempre tenía dificultades al tratar de poner disciplina, ya que no era nada estricto y los alumnos nunca solían hacerle caso.
– El director llega hoy, y en cuanto me dé su aprobación, deberá tomar sus cosas e irse. – dijo mirando a Kido. – No necesito siquiera decir quién es, ¿verdad?
El peliazul trataba de desviar la mirada y no sabía que decir, pero por fortuna su teléfono celular comenzó a sonar y rápidamente lo contestó.
Estaba salvado… por ahora.
– ¿Hola? – saludó contestando el teléfono. – ¿Eh? No, ahora no puedo, estoy en medio de una junta y…
Abrió los ojos de par en par.
– ¿Qué? ¿La hija de quién? – exclamó.
Todos en la sala lo miraban sin disimular.
– ¡Eso no puede ser! – dijo exaltado. - ¿C-cómo conseguiste mi número?
Había salido como rayo de la oficina cuando se enteró quién era la persona que lo estaba llamando. Quedaron de verse en un costoso restaurante en una de las avenidas principales de la ciudad. Cuando al fin llegó, estacionó su automóvil y dio un suspiro largo.
– Ah… no lo puedo creer. – susurró a la vez que bajaba del auto.
Estaba nervioso, no sabía para que lo buscaba esa niña. Negó con la cabeza y emprendió su camino a la entrada del restaurante sin notar que a lo lejos lo veían con desdén unos ojos color chocolate.
Mimi Tachikawa había llegado justo después que él y no le daba nada de gusto verlo. Afiló la mirada y retrocedió unos cuantos pasos para agarrar vuelo y comenzar a correr con rapidez y rabia.
– ¿Eh? – el peliazul escuchó sus pasos e instantáneamente volteó la cabeza para ver de quién se trataba. – ¿Qué rayos?
– ¡Hiya! – gritó Mimi a la vez que saltaba y lanzaba una fuerte patada al espejo izquierdo del auto de Joe Kido, destruyéndolo por completo.
– ¡NIÑA! ¿Acaso estás loca? – exclamó alarmado al ver lo que acababa de suceder. – ¿Quién rayos eres?
La chica sonrió con altanería.
– Mimi Tachikawa. – respondió. – La hija de Keisuke Tachikawa.
– Oh… eres tú. – dijo ahora comprendiendo.
Habían entrado al restaurante en silencio y fueron guiados hasta una mesa cerca del gran ventanal. Ordenaron su comida aún sin dirigirse la palabra, era una situación muy incómoda para ambos. Y como la chica no decía nada, el mayor decidió sacarle plática.
– Cuanto tiempo ha pasado, ¿verdad? – dijo sonriendo nervioso. – Creo que son ocho años…
Mimi no le contestó nada y siguió concentrada en su comida, dándole pequeños bocados a su ensalada.
– Haz crecido mucho, tanto que ni te reconocí…
– No crea que ya se me olvidó lo que hizo. – dijo al fin dignándose a hablar.
– ¿Eh? – exclamó aún nervioso. – ¿A qué… te refieres?
– ¡Ahora resulta que no lo recuerda! – dijo azotando ambas manos en la mesa y alzando la voz. – ¡Cuando era usted joven sedujo a mi pobre madre y la hizo separarse de mi papá!
Joe se quedó mudo ante las palabras de la chica y todos en el restaurante ahora los volteaban a ver discretamente, puesto a que eso último resonó en todo el lugar.
– Ya, ya… – respondió en voz baja. – Lo recuerdo, pero cálmate.
Mimi dio un suspiro y continuó comiendo, sin contestar.
– Me arrepiento mucho… estoy en deuda con ustedes. – continuó el mayor.
– Hmm… – habló Mimi. – ¿Y no le gustaría tener la oportunidad de pagarnos su deuda?
– ¡Claro! – exclamó con una sonrisa. – Puedes pedirme lo que sea.
– Pues verá… – hizo una pausa. – Tal vez a partir de hoy no tenga un techo donde dormir…
– ¿Eh? ¿Y eso porqué? – preguntó confundido.
Dudó un poco antes de responder. Nadie estaba enterado de la actual situación de su familia, pero sí quería que ese sujeto la ayudara, tenía que decirle la verdad.
– Los negocios de mi papá quebraron y él se fue de Japón.
Joe abrió los ojos de par en par, completamente sorprendido.
– Cuanto lo siento… – dijo con sinceridad.
– Así que estaba pensando en quedarme en su casa mientras mi papá no está. – exclamó la castaña, sin rodeos.
El peliazul parpadeo atónito ante lo que acababa de escuchar.
– ¿E-esto es una clase de venganza?
– ¡No es venganza! ¡Es su oportunidad para quedar bien!
– Ah, claro… mi oportunidad. – dijo mientras cortaba un pedazo de su filete.
El resto de la velada ya no se dijeron nada, continuaron comiendo en silencio y cuando acabaron el mayor pidió la cuenta y pagó lo de ambos. Se levantó de la mesa, notando como la chica hacía lo mismo y lo seguía hasta la salida del establecimiento.
– Ehm… espera aquí mientras voy por el auto. – le indicó.
– Bien. – dijo Mimi cruzando los brazos.
Joe caminó desganado hacia su automóvil y rápidamente se introdujo en él. Se abrochó el cinturón e instantáneamente miró su espejo izquierdo, que estaba completamente deshecho gracias a la obstinada castaña con la que acababa de comer.
– Dios… – susurró. – ¿Cómo puedo traerla conmigo cuando apenas puedo mantenerme a mí mismo?
Negó con la cabeza.
– Me voy a volver loco. – dijo a la vez que encendía el coche.
Lo puso en marcha y comenzó a avanzar lentamente hacia donde Mimi lo esperaba. El peliazul la miró una vez más y vio como la chica comenzaba a caminar en dirección al auto, y justo cuando iban a cruzarse, algo en su mente hizo que se arrepintiera y pisó a fondo el acelerador, dejándola parada en plena acera.
– ¡HEY! – gritó Mimi comenzando a correr tras el auto, pero rápidamente se dio cuenta de que no iba a alcanzarlo y se detuvo. – ¡Es un cretino!
– ¡Mimi! – exclamó la voz de una mujer. – ¿Quién es un cretino?
– Ah… – dijo volteando. – Hola Sora.
– No esperaba encontrarte por aquí ¡Qué agradable sorpresa! – exclamó con una sonrisa.
Mimi no respondió, simplemente se quedó en su sitio mientras la pelirroja se acercaba hacia donde estaba, quedando justo frente a ella.
– Voy camino a casa. ¿Me acompañas? – preguntó con ánimos. – Bueno, sólo si no estás muy ocupada…
– No… está bien. Vamos.
Ambas chicas comenzaron a caminar en dirección a casa de la pelirroja, quien pudo notar que Mimi no estaba dispuesta a empezar una conversación, así que decidió hacerlo ella.
– Oye Mimi… – hizo una pausa. – ¿En verdad piensas irte a Juilliard?
– Sí… – contesto. – Ha sido mi más grande sueño desde hace muchos años.
– Lo sé y... – dudó un poco. – ¿Puedo dormir en tu casa hoy? – preguntó ilusionada. – Tenemos que aprovechar el tiempo que nos queda para pasarlo juntas…
– Pues… – la chica iba a decir que sí, pero de pronto recordó su actual situación. – ¡Ah! No, no puedes.
– P-ero… nunca antes me habías dicho que no. – exclamó confundida.
– Es que… – pensó rápido en alguna excusa. – La están remodelando, mi papá no me deja recibir visitas por el momento.
– Ya veo… – susurró cabizbaja.
De pronto escucharon el claxon de un automóvil y ambas voltearon en dirección a donde venía el sonido. Un hombre alto y con traje negro se bajó del vehículo, y para desgracia de Mimi, era un rostro familiar.
– Arukawa… – susurró.
– ¿Quién es él? – preguntó Sora.
– La he estado buscando, Mimi Tachikawa. – dijo el hombre acercándose.
La aludida no sabía que contestar, ni su amiga ni nadie debía enterarse de que su papá estaba completamente endeudado y este señor podría arruinarlo todo.
– ¡Ah! – exclamó la pelirroja. – Seguro es tu nuevo chofer. ¿No es así?
– ¿Eh? – susurró Mimi.
– ¡Exacto! – dijo Arukawa. – Soy el chofer de la señorita Tachikawa.
Caminó hacia su automóvil y abrió la puerta trasera de este, invitando a Mimi a pasar.
– Por favor suba al auto, señorita. – dijo con cortesía.
Mimi no contestó y se quedó parada en su sitio. Por ningún motivo debía irse con él, pero tampoco podía permitir que Sora se enterara de su situación.
– En verdad necesita subir al auto, SEÑORITA. – repitió Arukawa.
La castaña dio un suspiro de resignación y comenzó a caminar en dirección al vehículo, seguida por su pelirroja amiga. Arukawa sonrió para sus adentros cuando Mimi por fin se subió en este, y justo cuando Sora iba a entrar, le puso el brazo en frente, impidiéndoselo.
– ¿A dónde crees que vas? – le preguntó a la chica.
– Pues pensaba que tal vez podrían acercarme a mi casa… – dijo con ojos suplicantes.
– Imposible. – dijo retirándola de la puerta y cerrándola en su cara.
Sora se quedó atónita mientras observaba como el señor abría la puerta del conductor y subía al auto. Se asomó a la ventana de Mimi y la despidió con un ademán, la joven de ojos color chocolate sonrió y también se despidió moviendo su mano de un lado a otro.
Arukawa pisó el acelerador y emprendió marcha, mirando por el retrovisor a Mimi.
– Me parece que tu amiga no tiene idea de que tu familia está en banca rota. – dijo con desdén.
– No, y nadie lo va a saber. – respondió con arrogancia.
– No tienes remedio. – dijo a la par que posaba sus ojos en el camino.
Tardaron aproximadamente media hora en llegar a su destino. Era una linda mansión a las afueras de la ciudad, con toques muy modernos y minimalistas, todo lo contrario a la mansión Tachikawa, que tenía un estilo más elegante y rústico.
Entraron a lo que era la sala principal de la casa, y para sorpresa de Mimi, ahí se encontraban los dos enormes guaruras de el día anterior, le causo gracia ver que llevaban algunas vendas y estaban llenos de moretones en el rostro, seguramente habían sido causados por ese chico rubio misterioso que la salvó, sólo esperaba que a él no le hubieran hecho daño.
Ambos se adentraron al lugar y se sentaron en un sillón lo más alejados el uno del otro. Una sirvienta entró con una bandeja y varias tazas depositando una en la mesa, cerca de Mimi.
– Es té… – dijo Arukawa. – No te preocupes.
Mimi no dijo nada y prefirió no beberlo.
– Sabes… yo no soy una mala persona. – comenzó a decir el hombre. – Pero no puedo dejar que los que me deben dinero se salgan con la suya.
Y en vista de que la castaña no decía nada, continuó hablando.
– Yo sé que exprimiendo una toalla seca no voy a obtener agua; sólo me va a terminar cansando. – hizo una pausa y suspiró. – La deuda de tu padre es como esa toalla.
Mimi lo miró, aun sin emitir sonido alguno.
– Tu madre falleció hace muchos años y tu papá está escondido en algún lugar del mundo. – dijo con tranquilidad. – La única posible fuente de dinero en la familia Tachikawa eres tú, su hija.
Arukawa tomó el control remoto que descansaba en la mesa y encendió su televisor de plasma, este mostraba un video de Mimi cantando en el último concierto de su maestra; ella había ganado ese derecho por haberse graduado del colegio siendo la estudiante con mejor voz. Pero en esos momentos estaba confundida.
¿Para qué le estaban mostrando ese video?
– Parece ser que tienes talento. – dijo el mayor. – Hasta me enteré que fuiste aceptada para audicionar en Juilliard, la prestigiosa academia de artes en Nueva York.
– ¿Y eso que tiene que ver? – por fin se dignó a hablar.
– Si vas a Juilliard podrás hacer mucho dinero en el futuro, pero será un largo camino por recorrer. – dijo Arukawa. – Además de que necesitarás mucho dinero para mantenerte allí, pues no es una escuela económica y esa ciudad es de las más costosas del mundo.
Mimi lo sabía, pero aun no comprendía que era lo que pretendía Matsui Arukawa, quien pudo notar la confusión en los ojos de la chica y se apresuró a hablar.
– Verás… tu padre me debe mucho dinero y yo no puedo esperarte tanto tiempo, así que debemos agilizar las cosas. – hizo una pausa. – Es por eso que ya te inscribí en las audiciones para la Academia YG.
Mimi abrió los ojos de par en par.
– ¿Qué está diciendo? – exclamó aún sin creer lo que le acababan de decir.
– Estoy seguro de que ya has escuchado sobre YG, ahí forman a los mejores artistas de todo el país. Mi plan es simple. – dijo mirando a la chica. – Entrarás a esa academia y obtendrás calificaciones sobresalientes, debutarás y lanzarás tu álbum en una exitosa compañía disquera y así me pagarás con tus primeras ventas y conciertos. Es todo.
La castaña no daba crédito a lo que ese hombre le estaba diciendo.
¡Era absurdo!
– ¡Está enfermo si cree que voy a hacer lo que usted quiera! – gritó con coraje.
– ¿Qué? ¿No crees tener el talento para ser aceptada? Por ahí escuché que sólo aceptan veinte alumnos por generación.
– ¿Es una broma? Esa escuela de tercera clase no es digna de mi talento. – exclamó con prepotencia.
– Lamentablemente es tu única opción.
– ¡Eso sería explotación! No puede obligarme.
– Acabas de cumplir dieciocho años, ya no eres menor de edad, así que no es un delito. – dijo mientras sonreía con hipocresía. – Así que ya está decidido.
Sacó unos papeles de su maletín y los lanzó a la mesa, cerca de Mimi.
– Firma aquí. – exclamó entregándole un bolígrafo.
– ¿Qué pasa si me niego?
– Oh, en ese caso tendríamos que recurrir al plan B.
La castaña frunció el ceño.
– ¿Cuál es el plan B?
– Simple. Denunciaría a tu padre y llevaríamos su caso a juicio televisado, para que todo el mundo se entere. – dijo con arrogancia en su tono de voz. – Quedarías expuesta y en estado de libertad condicional mientras la policía del país se dedica a buscar a tu padre para refundirlo en prisión.
Mimi se quedó atónita al escuchar esas palabras.
– ¿Cuál será tu decisión? – preguntó Arukawa, manteniendo su sonrisa.
No podía creerlo.
– Supongo que… no tengo opción. – respondió Mimi resignada.
Tomó el bolígrafo de la mesa y lo apretó fuertemente en su puño. No tenía escapatoria y sus sueños más grandes se irían a la basura en cuanto firmara. Cerró los ojos para contener las lágrimas que querían salir, no podía permitir que ese sujeto la viera llorar. Dio un suspiro y firmó el papel con una caligrafía perfecta, como todo lo que ella hacía.
Matsui Arukawa expandió aun más su sonrisa al saberse triunfador.
Ahora la tenía en sus manos.
– Me parece que tenemos un trato.
.
Notas de la autora.
¡Hola a todos! Me presento para los que no me conocen, soy Rolling Girl, pero pueden llamarme Gravi. Me da mucho gusto que le estén dando una oportunidad a este que será mi nuevo proyecto, una historia inspirada en un drama coreano con el mismo nombre (osease: Dream High). Prometo que se pondrá muy interesante, este capítulo sólo marcó el comienzo de toda una historia de sueños y principalmente: amor.
No se si notaron (aunque creo que sí) que le puse a Mimi una personalidad muy distinta a la que suele tener en todas las historias de por aquí. En mi historia es una niña arrogante, altanera, presumida, directa y algo grosera. Pero bueno, tiene unas cuantas lecciones que aprender y tal vez el amor de cierto chico rubio pueda hacerla cambiar, aunque las cosas no serán tan simples como eso, se los puedo asegurar.
En este capítulo introduje un poco a los que serán los personajes principales, aunque aún faltan varios, que vendrán en el próximo. Obviamente será un fic Mimato, que es lo que más me gusta, pero tendrá también bastante Michi (¡Triángulo Amoroso!) y eventualmente habrá Takari y tal vez Taiora.
Una cosita más... ¿El capítulo les pareció muy largo? ¿Debería hacerlos más cortos? Por favor necesito que me lo hagan saber, para así tomar en cuenta sus opiniones en los próximos capis de esta historia :D! !AH! Y también les advierto que será un fic con bastantes capítulos, nos queda un gran camino por recorrer y espero contar con todo su apoyo!
Me retiro por ahora, no sin antes recordarles que espero sus RRs con muchas ansias, quiero saber si les gustó y lo que opinan en general. La verdad, los reviews son lo que me anima a seguir escribiendo. Yo por mi parte prometo no decepcionarlos. Además trataré de subir un capítulo cada viernes, como suelo hacerlo.
Lalala, así que... denle clic al botoncito de abajo y escríbanme! Nada les cuesta y me harían muy feliz! ¡Ahora si me despido!
Atto. Rolling Girl
aka: Gravi ~
