Palabras para Myrcella
Por Nochedeinvierno13
Disclaimer: Todo el universo de Canción de Hielo y Fuego es propiedad de George R. R Martin.
Este fic participa en "Torneo de Desembarco del Rey" del Foro "Alas Negras, Palabras Negras".
En su sueño se encuentra con Tommen.
Pero no es el niño sonriente que recuerda. Ya no parece el pequeño al que le gusta jugar con sus gatos y orquestar contiendas entre ellos. Tiene la mirada pérdida en algún punto del vacío y una sonrisa torcida adorna su rostro. Es como si Tommen pudiera ver algo que ella desconoce. Algo que se encuentra frente a sus ojos pero, por alguna extraña razón, no puede divisarlo del mismo modo que su hermano. Le coloca las manos sobre los hombros y comienza a sacudirlo, para que vuelva a la realidad.
En un abrir y cerrar de ojos, Tommen se transforma por completo.
Los ojos se le derriten y le ruedan por las mejillas. El niño tiene las cuencas vacías y allí no hay más que oscuridad. Profunda e intensa oscuridad. Abre la boca para decir algo, pero solamente se escucha una tenebrosa carcajada.
«Joffrey está muerto; Tommen está vivo.»
La carcajada que sale de la boca de Tommen suena igual a la voz de Joffrey. Ella es incapaz de confundir la voz de su hermano. Una voz que en más de una ocasión le provocó una pesadilla. El rostro de su hermano pequeño termina por transformarse. La piel se le tiñe de colores oscuros, negro y violeta. Las venas le surcan el cuello y le trepan hasta la mandíbula.
«Así debe haberse visto Joffrey al momento de morir —pero Myrcella no tiene modo de saberlo. Cuando los cuervos llegaron a Lanza del Sol, con la trágica noticia de la muerte del Rey, no le dieron los mórbidos detalles—. Lo único que me dijeron es que murió envenenado por mano de mi tío, Tyrion.»
Ella despierta con un sonoro grito y comprueba que las manos le tiemblan sobre su regazo. Una gota perlada resbala por su frente y no se detiene hasta morir solitariamente en sus labios. La puerta de la habitación se abre de improvisto y el débil resplandor de la vela, casi consumida, dibuja la silueta de Trystane Martell.
Myrcella se pregunta cómo es posible que pueda moverse tan rápido pero luego recuerda los pies ligeros que posee el príncipe. Pies ligeros que parecen adueñarse del viento. Intenta sonreír pero su pecho sigue abatido por el asalto de la pesadilla y no es capaz de fingir.
—¿Te encuentras bien? —pregunta el joven—. Le puedo pedir al maestre un dedito de leche de amapola para dormir. Padre se lo pide cuando la gota no le deja dormir.
Es la primera vez que Trystane se entreve a irrumpir en sus aposentos. También, es la primera vez que Myrcella se despierta gritando por causa de una pesadilla que involucra a sus hermanos. No debe sentirse incómoda por estar en el mismo perímetro, a tan poca distancia, ya que estarán casados cuando alcancen la mayoría de edad.
«Trystane Martell es mi prometido y los prometidos luego se convierten en esposos.»
—No creo que sea necesario molestar al maestre por una pesadilla. Yo no suelo tener pesadillas, por lo que me extraña haber tenido una —desvía la mirada para que él no le vea las mejillas encendidas—. Trystane, ¿puedo hacerte una pregunta?
—Si la verdad está a mi alcance, no dudaré en compartirla.
«Es tan solemne y educado. Es el único amigo que tengo aquí y me escucha aunque no es su obligación hacerlo.»
—¿Cómo fue que murió mi hermano Joffrey?
—La Reina Cersei acusa a su hermano por el asesinato. Se dice que el cáliz donde los novios estaban bebiendo vino, fue envenenado por Tyrion Lannister cuando el rey le ordenó servirle más bebida para poder digerir la empanada de paloma —se detiene un instante y titubea, como si estuviera meditando cuántos detalles brindar—. Se dice que era un veneno extraño. Puede que sean Lágrimas de Lys o El Estrangulador. En cualquier caso, ambos son venenos muy potentes y no existe antídoto.
—¿Y cuáles son los síntomas de los venenos?
—Asfixian, naturalmente. Mis conocimientos sobre venenos no son abundantes. Tyene es experta en venenos. Puedes consultarle a ella cuando amanezca.
—Pero me apetece consultarte a ti —dice Myrcella y luego le confía lo acontecido en su pesadilla—. En mi sueño, Tommen se transformaba en Joffrey. Pero no era el Joffrey que recuerdo antes de mi partida de Desembarco del Rey. Su rostro era oscuro y parecía no respirar. ¿Puede ser posible que haya soñado con la muerte de mi hermano, sin tener casi noción sobre ésta?
—Tampoco conozco mucho sobre sueños. Pero, a mi entender, lo que tu mente quiere es proyectar la muerte del Rey Joffrey. Es entendible, ya que al fin y al cabo es tu familia. Mereces saber en qué circunstancias murió.
«Joffrey es malo. Joffrey siempre fue malo —grita en su mente. Entonces, recuerda a su hermano jalando a los gatitos por la cola hasta que se ponían a maullar de forma dolorosa. Tommen lloraba y ella trataba de consolarlo en vano—. Joffrey nunca me quiso. Tampoco a Tommen. Se burlaba de nosotros.»
Pero tampoco se atreve a pensar que merece la muerte que se lo llevó. Desde entonces, no recibe ninguna carta de su madre. Arianne dice que está más concentrada en la busca de pruebas para el juicio de su tío Tyrion. Se ofrecen recompensas por los Siete Reinos a quien lleve testigos que incriminen al enano. Pero en Dorne, son pocos los habitantes que quieren justicia por la muerte del rey. Algunos se atreven a decir en voz alta que Joffrey Baratheon se sentó mucho tiempo en el Trono de Hierro.
—Tommen ahora es rey. Solamente es un niño.
—Es su deber por haber nacido de la semilla de Robert Baratheon. Tú también eres joven pero te encuentras aquí. Lanza del Sol queda muy lejos de Desembarco del Rey y aún más lejos de Roca Casterly. ¿No extrañas tu hogar?
—Extraño a Tommen y nuestras conversaciones sin sentido hasta la medianoche. Pero me gusta Lanza del Sol. Es más calurosa y colorida que la capital. Además, el Príncipe Doran me prometió llevarme pronto a los Jardines de Agua.
—Ya los conocerás. Recuerdo cuando tenía la edad de estar en ellos todas las tardes y me montaba sobre los hombros de mis primas. A Tyene no le importaba perder con tal de hacerme feliz —ahora es el chico quien se sonroja—. Yo podría dejar que te subieras a mis hombros cuando conozcas los Jardines.
—Eso me gustaría mucho.
Trystane permanece el resto de la noche sobre el lecho de Myrcella.
Le sumerge los dedos por entre los rizos dorados y de vez en cuando, se aventura y le acaricia las mejillas. Ella suelta una risita por lo bajo, debido a las cosquillas que le produce el tacto e intercambian sonrisas cómplices. Hablan sobre la leyenda del Caballero del Árbol Sonriente y todas las anécdotas que conocen sobre Ser Arthur Dayne, la Espada del Amanecer.
Él le dice que en Dorne se encuentra el asentamiento de la Casa Dayne. Le narra la trágica historia de Ashara Dayne, quien se arrojó por una de las torres de Campoestrella.
—Se dice que Barristan Selmy estaba enamorado de Ashara.
—Ser Barristan estaba en la Guardia Real. Mi madre y Joffrey decidieron despojarlo de su capa porque decían que estaba muy viejo. Yo no creo que estuviera viejo. Siempre nos contaba historias a Tommen y a mí.
—Barristan el Bravo. Nació en las Tierras de la Tormenta pero en Dorne lo recordamos.
Se quedan en silencio por un instante. Es la primera vez que repara en el aroma corporal de Trystane. Él huele a una mezcla extraña entre caoba y granada. Es un aroma que flota hasta sus fosas nasales y le penetra el alma.
«Puede que mi tío haya matado a Joffrey —Myrcella no le culpa—. Pero al menos, hizo algo bello por mí. Me hizo conocer Lanza del Sol y a Trystane Martell.»
—¿Le podré enviar una carta a Tommen cuando amanezca?
—No creo que tengas que esperar a que amanezca —le señala la ventana con el dedo índice—. El sol comienza a despuntar por el este. Apresúrate y podremos verlo desde la torre más alta.
