Los días habían pasado, las horas se habían extinguido, y ahora lo único que Bane hacía era contar los minutos. Ya no importaba el dolor, no importaba la agonía que se extendía por todo su cuerpo. Alzó la mirada, desde el suelo, y observó a Talia hablando. Observó sus hermosos labios, modulando cada palabra a la perfección, sus ojos, brillando con la victoria anticipada, y su expresión, al gozar cada segundo de la destrucción del caballero de la noche.

"Él únicamente vio un monstruo—"

Su conciencia cedió un momento ante el dolor, pero se recuperó en meros segundos, motivado por el ideal de la Liga (¡por ella!), llevándose hacia adelante, y de la más profunda oscuridad de su mente resurgió, abriendo los ojos una vez más, las esmeraldas que tenía por ojos fijados en la única persona que le importaba.

"—Su único crimen fue amarme."

La verdad resonó en el lugar, en medio de los disparos y la gente gritando. Su corazón—sí, tenía—sufrió un vuelco.

Los segundos se extinguían.

Agradable le resultó la idea de la muerte inminente. Cálida, invitadora. Como sus suaves labios, las delicadas curvas de su cuerpo, sus húmedas profundidades.

Tembló, y cerró los ojos, deseando no abrirlos más.


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