Renuncia: Todo a Kanoko Sakurakoji.

Advertencias: Spoilers de todo el manga.

Parejas: Sagami/Ayame.


Ataraxia


Él la ve y piensa: «Qué débil. No hay debilidad más grande que la belleza».

Ryou tiene los ojos congelados en una indiferencia que espanta y trae el alma tibia arropada entre la nieve. Es una flama ardiente pero nadie lo nota, ni siquiera él mismo. Va arrastrando sus principios y su disposición a morir en cualquier momento, siempre que el honor le acompañe. Es feliz viviendo así, de alguna manera.

Entonces está ella. Ella, con esa piel pálida, con la vida al borde de la muerte y sin embargo con la belleza sobrándole entre las manos. Se llama Ayame y tiembla ante su frío tibio cuando lo ve (es que lo conoce y ya lo ama). Entonces él la ve y piensa: «Débil». No le interesa la belleza que lo empalidezca, que lo roce; a él le gustan las mujeres fuertes, dispuestas a morir, con el honor cargado sobre los hombros escuálidos. Y Ayame anda arropada para no dejarse morir, día y noche en cama evitando que la muerte le toque la piel seca.

Sin embargo ella con sus: «Soy tan feliz, tan feliz cuando lo veo, Ryou-sama».

Pero entonces él se deja rozar un poco por su cariño obsesivo, que él ha decidido mantener en indiferencia, y es Ayame con su piel pálida arrastrándose por el suelo con la muerte sobre ella y sin embargo se repite a sí misma: «No perderé. No perderé ante ti». Es un débil y muy callado: «Voy a vivir, voy a vivir, voy a vivir».

Algo tibio, que le hierve, tiembla dentro de su pecho helado. Ryou la ve y ella trae los ojos bien abiertos, dos luceros, donde le brilla la noche de tinieblas y las lágrimas como quien no teme a morir ni acepta la muerte. Ryou piensa muy en silencio que ella es bellísima.

(le encanta le encanta le encanta).

Lo mantiene callado, por muchos años. Ayame está siempre muriendo y sin embargo le florece la sonrisa de invierno. Cuando lo ve, ella se derrite y derrocha tal vida que a él le asusta, de una manera muy dulce. Ella es todo pero nunca débil. Ayame derrocha luz y él quiere dejarse derretir por ella, mientras observa cómo Ayame tiembla de amor cuando lo ve ahí, mirándole a los ojos con miedo a que la luz invernal de sus órbitas se apague.

«Tú eres bella. Bellísima. Y no por tus hilos de cabello o tus labios donde se asoma el ácido de tus flores; eres tan bella, con esa luz tuya que nadie ve y sin embargo no puedo tocar».

No lo dice nunca.

Y sin embargo pasan los años y de un momento a otro ella le exclama que morirá en alguna noche oscura, rogándole a él que la arrope con sus manos de fuego como último recuerdo. «Aunque tú no me ames Ryou-sama», solloza, «por favor por favor por favor». Él no acepta, con su sangre fría corriéndole entre las venas, y de repente es Ayame con los ojos desilusionados de quien nunca ha sido amado. Él dice, entonces: «Entonces como tu último recuerdo sé mi esposa, por favor».

Y:

Es ella estallando en risillas de alegrías inmensas, con su piel pálida y fría de muerte, mientras bajo la lluvia otoñal de aquel nocturno lo envuelve con su luz.

Dice: «Me gustaría ser la razón por la que quieres vivir tanto». Y ella sonríe como respuesta, asomándose tibieza entre tanto frío.

Son dos aves negras (cuervos cuervos cuervos) tocándose las plumas (piel contra piel), casi arrancándoselas (uñas sobre los párpados), devorándose la carne mutuamente (queriéndose).

Ayame lo llena de su acidez dulce, intoxicándolo de una manera que casi le fascina, mientras que ella escarba entre sus plumas de ceniza para encontrar su flama cálida que nadie conoce.

(él mientras tanto le toca la vida y le abre los poros para que allí florezca amor amor amor).

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